Infidelidades, anécdotas picantes y cuentos desopilantes: las cosas que los clientes sólo se animan a contarle a sus peluqueros

En el Día del Peluquero, las confesiones que hacen los argentinos frente al espejo a la hora de cortarse el pelo

Los primeros peluqueros no tocaban la cabeza de sus clientes. Solo se ocupaban de sus empolvadas pelucas. Corría el siglo XIII y en toda Europa los hombres de la nobleza lucían sus postizos blancos con orgullo. Así fue como el rey de Francia Luis IX, encantado con la labor de su coiffeur, lo declaró hombre libre. Con esa bendición real, el estilista dejó de ser un plebeyo y se convirtió en caballero junto a jueces, médicos y magistrados.

Cada 25 de agosto, día en que el monarca fue santificado, se celebra el Día del Peluquero. En Argentina, se celebró por primera vez en 1877, cuando se creó la Sociedad de Barberos y Peluqueros. Estos sí, a diferencia de sus predecesores, en las costas del Río de la Plata no solo tocaban las cabezas de sus clientes sino que se fueron convirtiendo con los años en sus grandes confidentes.

Frente al espejo, hombres y mujeres, se animan a contarle a su estilista lo que no hablan ni en su propia casa. Temas íntimos, infidelidades, traiciones, amores imposibles y hasta el uso de la tarjeta de crédito para gastos estrafalarios. Todo se confiesa en el sillón de la peluquería.

“Brindamos un servicio integral de cabeza”, aseguran con una sonrisa los peluqueros. Y algo de eso hay. Infobae consultó a varios estilistas sobre aquellas confidencias entre cortes, tinturas y brushings. Todos juraron que jamás revelarán los secretos que puedan develar la identidad de sus clientes, pero se animaron a contar algunas historias desopilantes.

Rubén Orlando lleva más de treinta años ocupandose de las 'cabezas' de sus clientes

Rubén Orlando, admite: “Somos confidentes involuntarios. En estos años ya siento que me recibí de psicólogo... Y mirá que no paro un segundo, pero a veces se sientan y empiezan a contar cosas bravas... a mí nada me sorprende”.

¿Anécdotas picantes? Orlando, que viajó por el mundo con campañas de belleza internacionales, atendió a la mismísima Liza Minnelli y terminó vendiendo manzanas acarameladas por las calles de Río de Janeiro, dice que no sabe por dónde empezar. “La mujer es más charlatana, es de expresarse y de contar historias íntimas: parejas, amantes, separación, infidelidades, hijos y fantasías sexuales. Ya hoy no pasan el mismo tiempo que antes en la peluquería, pero imáginate que en los 90 estaban cinco horas dentro del salón... era un lugar de encuentro”

Entre los miles de clientes, Rubén Orlando forjo una importante amistad con Carlos Monzón, que continuó inclusive cuando estuvo en la cárcel por el femicidio de Alicia Muñiz. Recuerda un hecho sorprendente que compartió con el excampeón.

“Fui desde el día uno al penal de Batán a visitarlo. En uno de los tantos llamados, Carlos me pide que le envíe tintura con su hija Silvia para taparse las canas ya que tenía que presentarse en tribunales e iba a salir en los diarios. Le anoté todas las indicaciones en un papel: dos tonos de tintura, mezclar ¾ de tono castaño y un ¼ de cobrizo”, narra el profesional.

A la semana Ruben lo ve a fotografiado en las revistas: “Tenía el pelo casi naranja, un horror... Carlos tenía muchas canas y era su primera vez con la tintura.... Me llamó enojado: ‘Sos un hijo de p... me hiciste quedar mal frente a todos’. Le pregunté que había pasado, y parece que había invertido las medidas”.

Fuera del mundo de la celebrities, Orlando confiesa que una clienta de años fingió sentirse mal para estar a solas con él. “Me manifestó que tenía falta de aire y presión baja, le dije: ‘¿Querés ir a mi escritorio así estás más tranquila?’. Y cuando le llevé un vaso de agua me contó que era todo mentira y quería tener un momento a solas. No sabía dónde meterme”, recuerda.

Hace 27 años que Oscar Alejandro Leggerini -para sus clientes Ariel-, se dedica a la peluquería, un oficio que no le llegó de casualidad. “A los 19 años me metí de lleno para aprender con un grande, Roberto Giordano. Allí me sugirieron un nombre artístico ganchero “, recuerda.

“Si abro la boca... se desatan escándalos”, admite. En estas casi tres décadas de profesión dice que nada lo sorprende: “Y hay historias que prefiero reservarme... Los clientes saben que soy bueno para escuchar, sumamente reservado, y empiezan a hablar. Somos como un psicólogo no profesional porque a nosotros nos vienen hablar desde un costado mucho menos serio, y creo que por eso salen grandes anécdotas”.

“En este oficio no solo se trata del esperado cambio de look, hay que saber que cuidar la cabeza desde varios aspectos”, reconoce Leggerini. " La confianza se construye en el tiempo, las primeras charlas siempre suelen ser más livianas y luego me convierto en confidente”, dice.

“Entre los temas más populares está el sexo. Tengo a un pareja de clientes que viven el amor y sexo libremente; ella tiene 34, él 30. Se aman pero quieren agregarle picante a la relación. Un día él le propone cumplir su fantasía sexual: hacer un trío con otra mujer. Ella lo acepta y le dice que quiere lo mismo pero con un hombre. No lo concretan. El verano pasado tuvieron sus despedidas de solteros. Ambos cumplieron sus fantasías, pero nadie se lo comunicó al otro... el único que sabe soy yo”, agrega.

Miguel Romano, coiffeur y especialista en la confección de pelucas, coincide con esta teoría. Comenzó su carrera a los 18, peinó a figuras de la talla de Amalia Fortabat, Isabel Perón, Niní Marshall, Zoe Ducós, Julia Sandoval y Tita Merello. Luego se convirtió en exclusivo de la diva Susana Giménez y trascendió las fronteras peinando a Freddie Mercury.

Miguel Romano es su casona en el pasaje Anasagasti

“Un día me llamaron para que fuera al Sheraton a cortarle el pelo. Le pregunté a una amiga -porque mi hija Paola estaba en Miami-: ‘Me llamaron para cortarle el pelo a Freddie Mercury. ¿Es famoso?’. ¡No sabía quién era! Tenía todo con ondas, todo con rulos, el pelo por acá (se señala por debajo de los hombros)”, le cuenta a Infobae.

“En esa época se usaba largo. Y empezamos a cortar. Y vi que el pelo se lo agarraba el baterista. Pero no me gustaba cómo le quedaba. Con el pelo más cortito iba a quedar mejor. Sus dos dientitos… iba a quedar gracioso, porque tenía un poquito los dientes para afuera. Entonces se lo corté cortito... y bueno, ya después actuó y se fue con mi corte de pelo, cortito, cortito”, completa el relato.

¿Y de Susana? Su clienta top, a la que conoce desde hace 33 años, cuando ella llegó a su peluquería y él se negó a atenderla. Así lo recuerda: “Ella me dijo: ‘Me vengo a peinar'. Le dije: ‘¿Ah, sí? Te venís a peinar. Pero yo no peino modelos: yo peino estrellas'. Le pedí a Oscar Colombo, que era empleado mío que peinara a la señorita, ‘que dice que es modelo'. Ella me dijo una palabra que no repetiré y agregó: ‘Acordate que vos vas a ser exclusivo mío’. ‘Bueno, cuando lo seas te peinaré‘, le respondí”.

Él se encarga del famoso pelo de las albinas para las extensiones de la diva (”vienen cada dos años, son solo dos y les corto 12 centímetros”, aclara) y también el que conoce un pedido muy especial que ella le hace cada vez que se hace tintura: “Susana me dice: ‘Haceme como a Tita'. Tita Merello no quería que le pusiera la tintura fría, entonces la tenía que calentar. Con Susana hago lo mismo”.

En el mundo de fútbol también acude a profesionales para hablar de su vida personal. En 1972, Hugo fundó Il Figaro, hoy sobre la avenida Federico Lacroze. Su hijo Darío, que había hecho como arquero inferiores en Vélez y All Boys y había jugado en Lamadrid y Excursionistas entre 1988 y 1993, cuando se retiró del fútbol fue a la peluquería. Desde entonces, se posicionó como el espacio favorito de los futbolistas y de los que quieren lucir como los cracks que admiran.

“Cuando uno abre todos los días el negocio nunca sabe quién va a entrar por esa puerta -narró Darío -. Un día entró un chico que tenía que entrar. Era un jugador de fútbol. Me consultó si iba a las concentraciones a cortarle el pelo a los futbolistas. Me dijo que les había fallado el peluquero para el sábado y que eran dos o tres cortes nada más. ‘¿No te molesta ir por dos a tres, no?’, me preguntó. Le dije que no, que para mí era una experiencia. Al final se cortaron como catorce jugadores del plantel de Tigre. Pero todo empezó con Erik Godoy”, le contó a Infobae.

Especialista en cortes de futbolistas

Darío ha montado una peluquería en el VIP de River antes de un partido. Le cortó a Leo Ponzio, Enzo Pérez, Lucas Martínez Quarta, Jorge Carrascal, Ezequiel Palacios, Cristian Ferreira. También a Matías Suárez, Franco Armani, Juan Fernando Quintero, Milton Casco, Marcelo Gallardo.

Uno de sus clientes top, sin dudas, fue Lionel Messi. En esa oportunidad le pidieron que vaya a las cinco, y cuatro y media estaba puntual en la puerta de su departamento en Puerto Madero. “Cinco menos cinco, me anuncio en el lobby. Me tomo el ascensor, llegue al palier, a las cinco tocó timbre. Nadie me responde, golpeó la puerta, siguen sin abrirse... me empiezo a inquietar. Habían pasado 10 minutos, y me habían pedido puntualidad. Cinco y media, me abre la puerta Lionel, muy pícaro me dice: ‘Che boludo, te estuvimos buscando abajo’, me había equivocado, y él súper descontracturado, relajado y cercano. Me ofreció mate, y no tomó, y se lo acepte... fue el mejor mate del mundo. Me fui de sus casa a las 10 de la noche porque se cortaron varios”.

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