Era ínfima. Menos de un metro cincuenta, poco más de cuarenta kilos. Los dientes superiores ligeramente separados reforzaban su sonrisa juvenil. El pelo rojizo corto, con un jopo urdido sobre la frente, muchas, pero muchas pecas. Una especie de Archie femenino. En Italia la llamaban Pel di Carota, Pelo de Zanahoria. Pantalones siempre amplios, tiradores, camisas cerradas o remeras. A los 18 años ya había vendido más de 8 millones de discos. Y había grabado en cuatro idiomas. Se presentó en el Show de Ed Sullivan pocos meses después de que los Beatles hicieran explotar el mundo.
Los titulares de las revistas hablaban de La chica que parece un chico. En sus presentaciones, por esos años, no había un juego con la sexualidad. Había algo aniñado, tierno y asexuado en su imagen. Los medios de comunicación más tradicionales, a pesar de eso, se veían amenazados por las nuevas apariciones en el mundo de la música, en dónde las cosas no eran cómo debían ser. “Rita Pavone tiene el pelo más corto que los Beatles” escribió un periodista norteamericano. Dos pájaros de un tiro. En la misma frase se criticaba a los ingleses y a la joven. “Una mezcla de Elvis Presley y Edith Piaff” escribió otro (presumiblemente sordo).
Su primera grabación fue un éxito descomunal. La temática era muy italiana (o muy latina): La Partita del Pallone (hay versión en español: El Partido de Fútbol). En su letra una mujer le habla a su pareja. Parece que le reprocha que los domingos la deja sola para ir a la cancha; pero, en realidad, esa mujer reclama ir al fútbol dominical para comprobar que su hombre está en el estadio: ella sospecha que él se toma esas horas para engañarla.
En tres meses, Rita Pavone, la turinesa de 18 años, pasó de ser una absoluta desconocida a recibir un disco de oro por haber superado el millón de copias vendidas de la canción.
Luego, después de otros sucesos, llegó una joya beat, leve y efectiva, Il Balo del Mattone. Una canción que podría haber sido como cualquier otra de su tiempo, pero que es diferente. No sólo fue un éxito extraordinario por sí misma sino que generó una cascada de imitadoras. En cada rincón del mundo los productores buscaron una chica joven para que cantar un tema de este tipo. En Argentina, Violeta Rivas triunfó con su versión de El Baile del Ladrillo. Los arreglos similares, palmas de fondo, estribillo pegadizo y velocidad. Pero hay algo inasible, inefable, en la ingenua pero segura interpretación de Rita que la llevó a la consagración.
Cada canción que tuviera su voz se convertía en un suceso. Parecía que eso no iba a terminar nunca. Un cover festivo, con un atractivo trabajo de percusión, de If I Had a Hammer titulado Datemi Un Martello (casi nada queda del original de Pete Seeger), una canción de amor cómo Qué me importa el mundo o temas a dúo con Paul Anka.
Siempre le gustó cantar. Desde los 9 años se presentó en distintos lugares, pero nunca consideró hacerlo profesionalmente. Hasta que su padre le escribió una carta a un productor discográfico y cantante de éxito en ese momento, Teddy Reno. Le pedía una oportunidad para su hija; el hombre insistía que la chica cantaba muy bien. Reno la invitó a participar en un concurso de talentos. Los Pavone creyeron que era una gran oportunidad.
Cuando su madre la llevó al concurso de canto en los suburbios de Roma se desilusionaron: había otros trescientos participantes. Parecía una empresa imposible. Pero tras varias rondas eliminatorias, llegó la gala definitiva, con los 15 finalistas. El ganador obtenía un contrato discográfico con RCA. Rita tenía 16 años y deslumbró a todos. Fue a lo seguro y cantó una canción de Paul Anka y Tintarella de Mina. Puede haberse tratado de uno de los certámenes de talentos menos disputado de la historia. Era fácil distinguir que ella era mejor que el resto de los jóvenes participantes. El productor del evento, Teddy Reno, decidió apostar por esa chica. Vio en ella una estrella. A partir de ese momento Reno se dedicó a construir una carrera para Rita.
No debieron esperar demasiado. En 1964, Rita era un fenómeno (casi) global. Triunfaba en plazas tan disímiles como Estados Unidos, Alemania, Brasil y la Argentina. En cada uno de esos mercados grabó temas en el idioma original aprendiendo las letras por fonética (en Alemania una de esas canciones volvió a los charts en los ochenta versionada por Nina Hagen).
Su primera visita a nuestro país se dio ese año. Mas de mil chicas la esperaban en la terraza de Ezeiza. Acompañada por su manager y su madre, Rita saludó desde la pista. De ahí la subieron a otro avión que se dirigió a Aeroparque. Otro millar de fans. Ella saludó. En la mano llevaba un disco suyo editado en Brasil, desde dónde venía. Todos se sorprendieron con su tamaño. Pensaban que era más alta. Ese era el comentario obligado en cada cobertura. Se mostró simpática y suelta con los periodistas y hasta improvisó unos pasos de twist. Se presentó en varios shows televisivos, llenó varios clubes con sus presentaciones, vendió centenares de miles de discos y se fue prometiendo volver. Al año siguiente el éxito fue mayor. Presentaciones en el Teatro Ópera y una puja televisiva dura entre Alejandro Romay y Goar Mestre para contar con sus servicios. La habilidad de Teddy Reno hizo tensar las negociaciones hasta obtener un cachet récord que le pagó Romay por tres programas en Canal 9. La discográfica organizó una presentación exclusiva en el sito más exclusivo de Buenos Aires. 500 privilegiados pudieron verla de cerca en el Roof Garden del Hotel Alvear. Estaban los integrantes del Club del Clan, los ídolos jóvenes del momento encabezados por Palito Ortega, los comunicadores más influyentes, empresarios y gente del mundo del espectáculo.
Los reyes de la canción locales se rindieron a sus pies. En una foto se ve a Palito Ortega y a Johnny Tedesco alzando a Rita. Todos se sacaron fotos con ellas y estudiaban sus movimientos para intentar descubrir el secreto de su éxito.
Los periodistas, muy entrelíneas como se hacía en esos tiempos, plantaban sospechas sobre la presencia de Teddy Reno. Él solía responder muchas veces por ella, anticipándose a los cronistas.
Reno había actuado en el país en los años cincuenta. Era un buen cantante y hasta había protagonizado varias películas. El hombre de 37 contaba que tenía dos hijos y que estaba divorciado, "por ahora sólo una vez", aclaraba intentando ser gracioso. La presencia de la madre de Rita en cada gira no ahuyentaba las sospechas sobre la relación entre la cantante y su manager.
Pocos años después estalló el escándalo. Rita y Teddy eran pareja. El público se espantó. Cada uno eligió el motivo que quiso. Los casi veinte años de diferencia, que Teddy era un hombre casado (y en Italia todavía el divorcio no era legal, recién lo sería al año siguiente). Muchos se preguntaron por el momento en que comenzó la relación. Otros acusaron a la madre de Rita de entregadora. Lo cierto es que pese a las repercusiones periodísticas y de los fans, la pareja se casó. Rita tenía poco más de veinte años. Se mudaron a Suiza buscando tranquilidad. Tuvieron dos hijos y aún hoy Teddy y Rita siguen juntos. Teddy Reno actualmente tiene 94 años.
Al mismo tiempo que se dio a conocer el matrimonio, Rita y Teddy decidieron cambiar de discográfica. Por un puñado de dólares. La oferta de Ricordi fue muy tentadora pero, visto a la distancia, pareció un pésimo movimiento comercial. Rita ya no pudo volver a alcanzar el éxito de los años anteriores.
Tal vez el pase a otra discográfica no tuvo nada que ver, tal vez su tiempo había pasado. O aquello que la había hecho triunfar, que había deslumbrado y seducido al público ya no estaba más. Esa extraña conjunción de inocencia con indefinición de género se diluyó a ojos de sus seguidores al casarse. En un tiempo en el que los hombres escandalizaban por dejarse el pelo largo, ella lo usaba corto. En una época en dónde todo se sexualizaba, ella adoptaba una apariencia andrógina para alejarse de la mujer y acentuar su aspecto adolescente.
Umberto Eco analizó el fenómeno de Rita Pavone mientras estaba produciendo su clásico Apocalípticos e Integrados: “en sus primeras apariciones, Rita Pavone provocó perplejidades en cuanto a su edad. La Rita Pavone real podía tener dieciocho años (como luego se comprobó), pero el personaje «Pavone» oscilaba entre los trece y los quince. El interés suscitado se tiñó pronto de morbosidad. Había en aquella muchachita una especie de atractivo no reducible a las categorías usuales. Lo que el grito de Mina significaba, estaba claro. Mina era una mujer hecha, la excitación musical que provocaba no podía desentenderse de un interés erótico, sublimado si se quiere; pero en esto no había nada malsano”.
Eco cree que el impacto de Rita se debió a que fue la primera en representar la pubertad. Ni niña prodigio ni mujer. Voz salvaje todavía sin trabajar, apariencia infantil y palabras apasionadas en las letras de sus canciones. Esas contradicciones, esa convivencia de tensiones, es lo que ocasionó su impacto. Si el semiólogo estaba en lo cierto se puede deducir que cuando ese estado efímero (la adolescencia) o su apariencia se esfumaron, Rita Pavone perdió sus súper poderes.
Las cantantes italianas tuvieron su época dorada en Argentina. Fueron casi dos décadas en las que el país era una gran plaza para ellas. Desde principios de los sesenta hasta fines de los setenta. Desde Milva a Rafaella Carra, de Ornella Vanoni a Iva Zanicchi. La canción italiana era un gran éxito. La enorme colonia de inmigrantes recibía a las cantantes italianas con gran fervor. Lo mismo sucedía con artistas españoles y su colonia, aunque en este caso la ausencia de la barrera del idioma facilitara aún más las cosas. A diferencia de otras, el estilo de Rita siempre fue menos grandilocuente, más pop. Las cancionistas italianas se caracterizaban por un mayor caudal de voz, como trasladando a la canción melódica el linaje operística de su país.
Una pequeña digresión, otra historia de una estrella italiana: Ornella Vanonni gozaba de gran prestigio y de suceso en el país. Pero, de pronto, su estrella decayó. Su dirección postal fue conocida por millones de argentinos. A su casa italiana llegaron miles de cartas. Los sobres contenían alguno de los cuatro modelos de postales que la Revista Para ti había impreso en agosto de 1978. Las de Defienda su Argentina. Se acusaba a Ornella de participar de la Campaña Antiargentina. Los destinatarios sugeridos de esas postales eran instituciones y personajes tan diversos como Amnesty International, Yves Montand, Francois Mitterand, James Carter, Le Monde o la Reina de Holanda. Lo que tenían en común, según la publicación, era que habían ofendido al país, que habían participado de la Campaña Antiargentina. El crimen de la pobre Ornella había sido decir, en una entrevista en la Rai, en el entretiempo de Italia-Austria del Mundial 78, que en Argentina los teléfonos andaban mal (algo absolutamente cierto) y que muchas calles estaban rotas (también cierto; se estaban erigiendo las autopistas de Cacciatore) y que todo giraba por esos días alrededor del Mundial (otra verdad incontrastable). Los diarios y revistas la lapidaron. Le enrostraron que anualmente girara por el país y se llevara bolsas repletas de dólares. Cuando regresó al país al año siguiente padeció uno de los primeros escraches que se recuerden: una pequeña manifestación frente a su hotel repudió sus actuaciones.
Pero regresemos a Rita. Como tantos otros artistas ella regresaba a la Argentina con regularidad. Aunque en este punto habría que hacer dos aclaraciones. Por un lado, no se presentaba anualmente como otras estrellas que tenían al país como una plaza fija. Sus presencias fueron más esporádicas (la última vez lo hizo en los noventa en el programa de Marcelo Tinelli). Por el otro, su estrella se fue apagando y su nombre no era tan convocante como en los primeros años.
Tuvo un resurgir local gracias a Nueve Reinas, la película de Fabián Bielinsky. El personaje de Gastón Pauls se pasa toda la película preguntando a sus interlocutores por el nombre de una canción de Rita. La tararea pero no logra recordar, hasta la escena final, que la melodía que lo obsesionaba era Il Ballo del Mattone.
Rita hoy cumple 75 años. En el recuerdo parecen muchos más porque si no fuera por la referencia de la película Nueve Reinas nadie menor de cincuenta años la recordaría. El éxito le llegó siendo muy joven. Y durante varias décadas no se habló más de ella.
Hoy el pelo ya no es colorado y está más largo, cae hasta sus hombros. Pese a algunas cirugías estéticas, las arrugas muestran el paso del tiempo. Su cara parece una mezcla de Debbie Harry de Blondie con Angie Dickinson. Sigue en actividad. A principios de año volvió a actuar en el Festival de San Remo. No cultivó el misterio ni el ostracismo como otras figuras (Mina) ni logró reconfigurarse y mantenerse en los primeros planos durante décadas como Rafaella Carra.
El año pasado generó un pequeño escándalo en las redes sociales al criticar a Greta Thunberg, dijo que su imagen la aterrorizaba. La tapó un aluvión de críticas. Ella se disculpó de inmediato y adujo que no sabía que la chica tenía un trastorno del espectro autista. Los usuarios de las redes vieron una posibilidad de hostigar, de aleccionar a alguien sin importarles que tal vez la cantante septuagenaria haya cometido un error de apreciación o haya juzgado sin toda la información a mano.
Rita no se da por vencida. Este año editó un compilado exhaustivo de su carrera y sigue presentándose en Italia.
En Spotify y en YouTube sus canciones tienen millones de visitas. Sus melodías siguen estando allí, algo ajadas por el paso del tiempo, pero funcionan como fotografías vivaces y algo ingenuas de un tiempo.
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