Pablo Musse maneja por las calles de Alta Gracia, Córdoba, con lágrimas en los ojos. Llegó cerca de las 22 horas del viernes desde Neuquén y desde las 7 de la mañana del sábado va y viene por toda la ciudad. Se está encargando de los trámites para darle sepultura a su hija Solange, que hace menos de 24 horas murió producto de un cáncer de mama fulminante.
Las lágrimas son, claro, de una tristeza profunda y devastadora, pero también de mucha bronca por ese último abrazo a su hija que le negaron darle porque las autoridades de Córdoba no lo dejaron ingresar a la provincia el fin de semana pasado. Según alegaron, no tenía los papeles necesarios para pasar la barrera sanitaria impuesta a raíz de la cuarentena. “Recién ahora, con mi hija muerta me dejaron pasar. Pero ya es tarde. Mi hija ya no está. Voy a poder darle ese abrazo que me pedía, pero adentro de un cajón”.
“En las últimas horas tuve que contratar un abogado para que me ayude con los papeles para entrar a Córdoba y poder viajar tranquilo a despedir a mi hija y que nadie me moleste. A eso tuve que llegar después del maltrato que recibí la otra vez. Sólo venía a ver a mi hija enferma ese día y me trataron como a un delincuente”, le dice a Pablo a Infobae mientras recorre las calles de Alta Gracia organizando la despedida de Solange.
El domingo pasado, cerca de las 6 de la mañana, Pablo y su cuñada, que tiene una discapacidad motriz, llegaron a Huinca Renancó, en el límite sur de Córdoba y se toparon con un puesto sanitario. Hacía días que el hombre había preparado todos los documentos necesarios para presentar ante las autoridades. Lo único que no tenía era el hisopado PCR, el que indica fehacientemente si uno tiene el virus en ese momento, con resultado negativo, que forma parte del protocolo de ingreso, pero ya había avisado de esto por teléfono. Pablo explicó que estaba sin trabajo y que no tenía dinero para costear los más de 8 mil pesos que sale. “Cuando avisé que viajaba y envié todos los permisos solicité que me lo hicieran en Córdoba”, recuerda.
Pero las autoridades del COE (Centro de Operaciones de Emergencia) de la provincia decidieron no hacerle el PCR sino el test serológico, aquel que, con la extracción de una gota de sangre indica si ya tuviste el virus, es decir si hay anticuerpos. El resultado, según cuenta Pablo, fue dudoso. Se lo hicieron de nuevo y dio igual. Pidió que le hicieran un PCR para despejar cualquier incógnita pero se lo negaron y le prohibieron el ingreso. Le dijeron que debía dar media vuelta y desandar las más de 12 horas de viaje que acababa de hacer, sin poder ver a su hija, sin el abrazo, que sabía iba a ser el último.
Protestó, se quejó, rogó…, no hubo caso. Para asegurarse de que se fuera, las autoridades ordenaron que se los acompañara hasta su provincia. Más de 8 patrulleros lo escoltaron hasta Neuquén sin dejarlo detenerse a comer, tomar algo o ir al baño. “Me trataron peor que a un delincuente”, dice Pablo al que cada vez que recuerda ese momento se le tensa la voz del enojo y la impotencia.
Cuando llegó a Neuquén, con ayuda económica, se pudo hacer el PCR. El resultado fue negativo.
Cinco días después de eso, la ya delicada situación de salud de Solange empeoró aún más y tuvo que abandonar la internación domiciliaria para trasladarse al Instituto Allende. Falleció el viernes por la mañana muy temprano.
“Me llamó para decírmelo la mamá de Solange, que vive con ella acá en Córdoba. Apenas me enteré empecé de vuelta con el papelerío para volver. Ahí es cuando me comuniqué con el abogado para que me ayude. Estoy sin trabajo y todo cuesta mucho más, pero lo económico ahora no me importa nada”, señala Pablo.
Nuevamente la familia de Solange subió al auto para volver a hacer las 12 horas de viaje. Esta vez, a Pablo lo acompañaron su hijo y nuevamente su cuñada: “Cuando llegué a Córdoba, me decían pase, pase. Recién ahora, cuando mi hija ya está fallecida. El viaje fue muy difícil. Volver a ver los mismos lugares en la ruta de cuando fuimos con la esperanza de abrazarla la semana pasada”.
“Esa vez, igual que ahora, iba con una persona con discapacidad. Ella incluso tenia domicilio de Córdoba. Cuando escucho hablar a los políticos de inclusión, con lo de la letra E y todo eso… yo venía con una persona con capacidades diferentes y el derecho a ella también se lo negaron. Cuando pasan cosas así no existe la inclusión”, dice Pablo en referencia a su cuñada, Paula Oviedo.
Cuando Pablo no pudo entrar a Córdoba y quedó en la banquina de la ruta masticando la bronca y la impotencia, sólo pudo llamar a su hija por teléfono para darle la mala noticia. Una más para agregar a la pesadilla que estaba viviendo toda la familia. Luego de eso Solange escribió una carta que se hizo pública en la que pedía que se respeten sus derechos hasta su último suspiro.
La indiferencia de los responsables que tomaron la decisión de negarles a padre e hija el último abrazo continúa hasta el día de hoy. Nadie de la provincia se comunicó con él para darle ninguna explicación, ni pedir disculpas, ni expresar condolencias. Sólo recibió una comunicación oficial, a través de Whatsapp: “Ayer por la mañana me mandaron un mensaje de Derechos Humanos de la Nación. Ni siquiera una llamada, un mensaje. Me pusieron que estaban a disposición, cuando mi hija ya estaba muerta”, dice él.
Claudio Vignetta, coordinador del COE, dio explicaciones al diario La Voz, luego de la muerte de Solange, para defender los protocolos de ingreso: “Es una situación muy triste, que lamentamos profundamente. Pero estamos en el marco de una pandemia y como provincia tenemos que respetar un protocolo de ingreso. Y el fundamental es un hisopado negativo. En este caso, atendimos la situación humanitaria: decidimos hacer algo extraordinario frente a la falta de cumplimiento del hisopado negativo. Decidimos hacer un test rápido, si daba negativo, el señor iba a poder ingresar. Dio positivo y lo repetimos, para estar seguros y volvió a dar positivo. Con este indicio, como provincia tenemos que extremar los recaudos y dar cumplimiento a la norma”.
El padre de Solange dice que las autoridades del COE faltan a la verdad: “Aseguran que me mandaron a Neuquén porque me había dado positivo y a mí me dio resultado dudoso pero para ellos no fue así. Para ellos fui positivo con COVID. Por eso me acompañaron con patrulleros hasta Neuquén. Para ellos yo tenía Coronavirus”.
“Al Presidente me gustaría decirle que nos siga cuidando como teóricamente dice él que nos cuida. Que nos siga cuidando así que hay un montón de gente que está en la misma situación que nosotros. Lo que hicieron con nosotros fue inhumano para mi hija, para mi cuñada que tiene una discapacidad y para toda mi familia. Nosotros somos laburantes. Hoy estamos bien, mañana estamos mal. Toda la vida la peleamos, somos laburantes. A mí no me sirve un IFE, no me sirve un plan. Ni lo quiero tampoco, no me interesa. Toda la vida me la gané laburando. No necesito que ningún gobierno, ni éste ni ninguno me venga a dar nada. No lo preciso”.
Solange será despedida hoy a las 17 y sus restos serán cremados como ella había pedido.
“Les quiero agradecer a todos por el apoyo. Sobre todo a la gente, a los medios que hicieron esto visible y así se pudo conocer el maltrato que se le da a la gente. Ese maltrato que sólo es para nosotros, para la gente común. Lo que me pasó a mí le pasa a un montón de gente. En cambio, los funcionarios pueden moverse, pueden ir y venir. Ellos no tienen problema”.
A horas de darle el último adiós a su hija, Pablo recuerda las palabras que Solange escribió en su última carta: “Solo le quiero pedir a la gente que haga lo que hizo mi hija antes de morir. Que no se calle porque hasta el último suspiro tienen sus derechos”.
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