Cuando el ministro de Guerra Pablo Riccheri, que pasaría a la historia como el creador del servicio militar obligatorio, tuvo en sus manos la partitura de una marcha militar cuyo título era su propio apellido, se sorprendió. El autor era el uruguayo nacionalizado argentino Cayetano Alberto Silva, un músico que aún no había llegado a los treinta años. Silva se desempeñaba en bandas militares, además de haber sido músico del Teatro Colón y que por cuestiones laborales se había radicado en Venado Tuerto.
“No le ponga mi nombre”, respondió Ricchieri, posiblemente por una cuestión de recato y pudor. Por ese mismo tiempo junto a su colega, el ministro del Interior Joaquín V. González, habían sustraído el 4 de septiembre de 1902 dientes de Manuel Belgrano en la ceremonia de exhumación de los restos del prócer, con la excusa de mostrárselos al anciano general Bartolomé Mitre.
“Póngale el lugar donde nací”, pidió. “¿Y dónde nació?”, preguntó el músico. “En San Lorenzo”.
Así nacería la famosa Marcha San Lorenzo.
El 28 de octubre de 1902 fue estrenada oficialmente en el Convento de San Carlos, testigo del combate de San Lorenzo, con la presencia de las más altas autoridades oficiales. Y el Ejército Argentino la adoptó como marcha oficial.
El mendocino Carlos Javier Benielli, amigo de Silva, fue el que el 27 de abril de 1907 le puso la letra.
Cayetano Alberto Silva había nacido el 7 de agosto de 1873 en San Carlos, Uruguay. En 1898, se estableció en Venado Tuerto, ya que había sido contratado por la Sociedad Italiana de dicha ciudad para desarrollar actividades musicales. El 20 de septiembre de ese año haría su presentación oficial y en 1903 obtuvo la carta de ciudadanía argentina. Fue en esa ciudad santafecina que compuso, en 1901, la famosa marcha.
Estaba casado con Filomena Santanelli y tuvo ocho hijos. Fue músico en el Teatro Colón y director de la banda de distintos regimientos. Luego se desempeñó como director de la Banda de Policía de la provincia de San Juan. La de San Lorenzo no fue la única marcha que compuso; hubo otras, como Curupaytí, Río Negro, 22 de julio y Tuyutí.
Lamentablemente, por apremios económicos había vendido por 50 pesos sus derechos sobre la Marcha de San Lorenzo. Empleado policial, para hacer frente a la difícil situación económica que pasaba, esperaba ser aceptado en la banda de música de la ciudad de Rosario, mientras tramitaba su reincorporación al Ejército. Agobiado y deprimido porque no obtuvo ninguno de los dos nombramientos, falleció en Rosario el 12 de enero de 1920.
Ni aún muerto sería entonces reconocido. Por ser de raza negra, su madre había sido esclava, la policía de Santa Fe le negó la sepultura en el panteón policial, y fue inhumado en una fosa común.
Fama mundial
Lo que su autor no alcanzó a dimensionar fue la espectacular trascendencia mundial que logró su composición musical. Permiso mediante, fue ejecutada en 22 de junio de 1911 en la coronación del rey Jorge V de Inglaterra y es ejecutada en el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham, costumbre que solo se interrumpió durante la guerra de Malvinas.
Por las estrechas relaciones que mantenían los ejércitos argentino y alemán a comienzos del siglo XX, la Argentina le había obsequiado al gobierno alemán la marcha. En cortesía, Alemania nos obsequió la marcha Viejos camaradas. Cuando las tropas nazis entraron a París, el 14 de junio de 1940, lo hicieron al compás de la marcha de San Lorenzo. En desagravio, el general Eisenhower la hizo ejecutar cuando los aliados entraron a París en agosto de 1944.
Asimismo, la marcha está en el repertorio de las bandas militares de países de todos los lugares del mundo.
Con respecto al autor de la letra, Benielli, dedicó su vida a la docencia. Tres escuelas llevan su nombre, una en la Ciudad de Buenos Aires y dos en Santa Fe. Falleció en 1934 y en el 2005 sus restos fueron trasladados al cementerio de los franciscanos, en el paraje donde tuvo lugar la histórica batalla de los Granaderos de San Martín.
Para Silva, debieron pasar más de setenta años para ser debidamente homenajeado. En 1997, sus restos fueron trasladados al cementerio municipal de Venado Tuerto. La casa que habitó se transformó en un museo regional. Fue en esa casa donde, por primera vez, ejecutara en violín la histórica marcha ante una calificada audiencia: su hija menor.
La escuela en Rosario que lleva su nombre y su estatua en Venado Tuerto demuestran que, por más que la historia pueda ser injusta, finalmente el reconocimiento llega.
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