“Hoy me toca a mí decir que soy feliz”: la bella historia de amor entre Natalia y Sebastián, el joven con un tumor en la cara

Cuando él menos lo esperaba, apareció un mensaje de ella en su cuenta de Instagram. Se vieron por primera vez a los tres días. A la semana, ya eran novios. La intimidad de la primera charla, del primer encuentro y los sueños de la pareja. Una feliz historia en la vida de Sebastián D'amico, quien a mediados de septiembre será operado

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Sebastián Alejandro Amurín D'amico tiene 24 años. Su flamante novia, Natalia Belmonte, 26. Los dos son hinchas de River y, antes de mudarse juntos, vivían en Moreno y Morón, respectivamente. Se conocieron en plena cuarentena y se enamoraron
Sebastián Alejandro Amurín D'amico tiene 24 años. Su flamante novia, Natalia Belmonte, 26. Los dos son hinchas de River y, antes de mudarse juntos, vivían en Moreno y Morón, respectivamente. Se conocieron en plena cuarentena y se enamoraron

El viernes 8 de mayo, el presidente Alberto Fernández anunciaba la quinta prórroga del aislamiento social, preventivo y obligatorio que iría desde el primer minuto del lunes 11 de mayo hasta el último minuto del domingo 24. Lo hacía sin barbijo y sin distancia social con el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Regían otros protocolos y otras recomendaciones. Natalia había dejado de trabajar en el shopping desde el comienzo de la cuarentena. La noche del jueves siguiente la había encontrado despabilada y aburrida en su monoambiente de Morón.

Scroleando (paseando) en Instagram se detuvo en un video que había compartido una conocida. Era la historia de un tal Sebastián contada en primera persona. El encierro y la introspección sirvieron de canales para dotarlo de templanza y entereza. El miércoles 29 de abril había decidido visibilizar su cara y su lucha: un tumor maligno llamado rabdomiosarcoma embrionario brotaba de su maxilar derecho, deformaba su fisonomía y, lo peor, cuestionaba su expectativa de vida. Sebastián le hablaba a una cámara con una remera de Argentina y pedía ayuda: necesitaba que su caso se conociera, que un médico, un centro de salud, una obra social o un cirujano se sensibilizaran con su causa.

“Lo abrí para ver qué le pasaba. Lo que él tiene es algo que a todos nos llama la atención -asumió Natalia-. Empecé a mirar sus fotos y a ver cómo se tomaba su problema. Me gustó mucho escucharlo hablar y lo que escribía. Pensé en mandarle un mensaje. Me decía: ‘quizás, entre tantas personas no me vaya a leer, o quizás sí’. Hasta que me decidí. Le puse algo alentador, lo que me parecía su causa y que era un bombón”.

"Daría lo que fuera por ser ese pibe alegre y jodón que era antes, pero me tocó bailar con la más fea lamentablemente, con un pibe de 24 años que lucha por vivir, con miles de problemas psicológicos, con días malos que no se levanta de la cama. Aún sabiendo todo esto estás acá conmigo, me siento el hombre más afortunado del mundo, es muchísimo más de lo que yo merezco", le dedicó Sebastián a Natalia
"Daría lo que fuera por ser ese pibe alegre y jodón que era antes, pero me tocó bailar con la más fea lamentablemente, con un pibe de 24 años que lucha por vivir, con miles de problemas psicológicos, con días malos que no se levanta de la cama. Aún sabiendo todo esto estás acá conmigo, me siento el hombre más afortunado del mundo, es muchísimo más de lo que yo merezco", le dedicó Sebastián a Natalia

La presunción de Natalia era válida. El instagram de Sebastián tiene 68 mil seguidores y el video que la había estimulado, más de dos millones y medio de reproducciones. Eran las 2:35 del jueves 13 de mayo cuando a Sebastián le llegó el mensaje de una desconocida: “Te desearía fuerza, pero ya la tenés toda. Sos un bombón Seba. Mucha luz”. La dedicatoria estaba acompañada por un corazón rojo y unas manitos en alabanza. Esa madrugada, en otro rincón del oeste del conurbano bonaerense, Sebastián estaba revisando, tres semanas después, la catarata de reacciones que la viralización de su historia había generado.

No era la primera vez que una mujer insinuaba un acercamiento amoroso. Pero Natalia había administrado bien el efecto. La declaración no inocente de “bombón” y su foto de perfil fue suficiente información para inspirarle curiosidad. “Justo lo leí al rato. Entré a su instagram, la vi muy linda, muy atractiva y le respondí. Le dije que yo no era un bombón, que el bombón era ella”, reconoció. La respuesta, literal, fue: “Discúlpeme señorita, pero usted se vio a sí misma. Usted es un bombón”. En el mensaje también le devolvía un corazón rojo.

“Cuando me contestó, empecé a temblar. Lo vi el mensaje pero me dije ‘se lo contesto mañana’ porque yo me conozco, sé que no iba a parar, no me iba a poder dormir”, confesó. Tampoco durmió mucho: tres minutos después de las siete de la mañana, le respondió. “Hola Seba. Muchas gracias” y una carita con corazones. No hubo respuesta y siguió durmiendo. A las once de la mañana, tal vez ansiosa porque aún no le había contestado, le preguntó cómo estaba. A los pocos minutos, apareció él: “Buenos días bombón. ¿Cómo le va?”.

El origen de todo: la primera conversación entre Natalia y Sebastián
El origen de todo: la primera conversación entre Natalia y Sebastián

No podía parar de llorar porque me había respondido -reveló Natalia-. Se lo conté a mi hermana y a un amigo. Todos ya conocían su historia. De entrada ya me sentí muy conectada con él. Me dejé llevar por su ansiedad. Al principio tenía miedo de todo, tenía miedo que saliera mal, pero me subí a su tren y me preguntó ‘¿por qué tengo que esperar?’. Si él era todo lo que yo esperaba de alguien, era lo que siempre esperé que me dijeran. Me hizo sentir que era él la persona indicada”.

La charla por el chat de Instagram siguió. Uno de los primeros diálogos fue el lugar de residencia. Celebraron la cercanía. Ella se ofreció a serle de ayuda en lo que pudiera. Él le agradeció que se haya animado a hablarle y le preguntó si podían continuar la conversación por canales más convencionales, Whatsapp en este caso. Hablaron durante tres días y alimentaron un sentimiento de confianza: “De la nada me surgió decirle que quería que estuviese conmigo en la cirugía. Me dijo que sí, que iba a estar conmigo. No hubo vueltas”.

Él la quería ver. Ella tenía dudas. Él insistía, ella lo frenaba. “Le dije que tenía que hacer un vivo de Instagram y después iba para su casa. Le pedí a mi mamá que me llevara con el auto”, relató Sebastián. Era la tarde del sábado 16 de mayo, tres días después de que empezaran a mandarse mensajes. “Pasando todos las medidas de la cuarentena fui hasta la casa. Me estaba esperando abajo. Cuando la vi corriendo hacia mí pensé ‘guau, qué pedazo de mujer’. Le dije ‘si nos abrazamos en la calle, nos van a matar’. ‘No importa’, me dijo. Fue uno de los mejores abrazos que sentí en mi vida”, aseguró Sebastián.

"Vos decís que tenés miedos, pero yo sé que la guerra para vos es una batalla. Te amo, me encantás de todas las formas que sea. Quiero hacerte feliz así como vos me haces a mí", escribió Natalia en sus redes sociales
"Vos decís que tenés miedos, pero yo sé que la guerra para vos es una batalla. Te amo, me encantás de todas las formas que sea. Quiero hacerte feliz así como vos me haces a mí", escribió Natalia en sus redes sociales

“Cuando lo vi y lo abracé, sentí un vínculo muy espiritual, como si lo hubiese reencontrado de otra vida. No podés sentir tantas cosas lindas con alguien en tan poco tiempo. Vino, tomamos mate, cociné, comimos, estuvimos despiertos toda la noche”, contó Natalia. Sebastián, preso del nerviosismo, incurrió en la verborragia. La agitación y la excitación del momento lo condujo hacia la incontinencia verbal: “No sabía qué hacer, cómo manejarme. Hablamos mucho de la enfermedad, de todo lo que había pasado”. Hasta que ella lo interrumpió con el primer beso. “Se lo tuve que robar porque estaba hablando mucho”, dijo.

Hacía nueve meses, Sebastián había culminado su última relación sentimental. El crecimiento agresivo del tumor, el avance de su enfermedad, las flacas soluciones de los especialistas minaron su bienestar emocional. Le habían dado dos meses de vida: decidió terminar el noviazgo. “Un domingo llamaron a mi familia y les dijeron ‘disfruten a Sebastián porque no sabemos si pasa de esta noche’. Yo estaba completamente sedado. Cuando salí de ahí, me dijeron que mucho más por mí no podían hacer porque la médula ósea estaba a punto de dejar de funcionar por el tratamiento. Me mandaron a casa a morir”, dijo en una entrevista publicada por Infobae el 7 de mayo, seis días antes de que llegara el mensaje de Natalia.

Seis años atrás, Sebastián empezó a sentir un granito, un bultito o una bola de grasa en su cachete derecho. En diciembre de 2014, hizo la consulta en el Hospital Ramos Mejía. En enero del año siguiente, el resultado de la biopsia certificaba el diagnóstico: sarcoma embrionario de mejilla derecha. Cáncer. Integraba el 0,5% de los pacientes que sufren este tipo de protuberancia maligna. Cirugías, quimioterapias, radioterapias, morfina cada cuatro horas, dolor insoportable, la manifestación repetida del tumor, posoperatorios prolongados, comités de expertos para explicarle que no lo podían operar.

La primera vez que se vieron rompieron todos los protocolos sanitarios. Él le dijo: "Si nos abrazamos en la calle, nos van a matar". "No importa", le respondió ella. Ese día dormirían juntos por primera vez
La primera vez que se vieron rompieron todos los protocolos sanitarios. Él le dijo: "Si nos abrazamos en la calle, nos van a matar". "No importa", le respondió ella. Ese día dormirían juntos por primera vez

No esperaba que el tránsito tormentoso por el aislamiento le deparara buenas noticias: apareció Eduardo Sosa, un prestigioso cirujano plástico argentino, quien le suministró apoyo moral y soluciones a su súplica, la obra social IOMA autorizó la fabricación de la prótesis que podrían colocarle en el marco de la operación y, cuando las energías estaban abocadas a otros menesteres, irrumpió lo que no tardó en bautizar como “el amor de su vida”. “No esperaba que me sucediera esto. Venía recibiendo mensajes de algunas mujeres, pero mantenía distancia porque realmente no quería saber nada. Pero con ella fue distinto, revisé su instagram y ‘guau’, quedé embobado”, recordó.

La secuencia de hechos experimentó una cronología rauda: de la primera charla a la primera cita y al primer beso pasaron tres días. Cinco días después del encuentro, la formalización del noviazgo. “Había ido a su casa porque tenía que hacerme un estudio al otro día. A los dos nos gustan los lentos de los ochenta. Después de haber bailado abrazados por toda su casa, fui al baño y cuando abro la puerta, ella estaba sentada en la cama y se me quedó mirando. Yo la miré y ella me preguntó si me gustaría ser su novio. No tardé un segundo en decirle que sí”.

Ese jueves 21 de mayo por la noche, publicó en sus redes sociales una foto de Natalia y un texto alusivo: “Hoy me toca a mí decir que soy feliz, hoy me toca decir que somos felices, me toca decir que me siento lleno de amor y energía gracias a esta hermosa mujer que ustedes ven en esta foto, hoy les puedo decir que gracias al universo y su abundancia hoy se las presento como mi compañera, mi amiga y mi novia”.

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El compromiso tardó lo que demoró el joyero en hacer las alianzas. La convivencia tardó lo que demoraron en conseguir un departamento más grande. En su casa son seis, con los dos gatos que cada uno tenía en su antiguo hogar. A Sebastián le pareció que su mamá lo entregó a la voluntad de Natalia por lo bien que asimiló su decisión de mudarse. En cambio, el ritmo vertiginoso de la relación generó escozor y recelo en el padre de ella. Bastó un encuentro y una conversación para saldar la incertidumbre y declarar el beneplácito. Natalia lloró ese día en que su padre y su novio se abrazaron.

Sebastián creía que el tumor en su cara podía significar un condicionante. Tenía miedo que el impacto visual diluyese lo que había percibido en los mensajes. Pero decidido y aceptado, quiso comprobarlo. “Yo sentía que ella ya me gustaba, pero sabía que yo podía no llegar a gustarle y temía que el pedazo de tumor que tengo en la cara le diera impresión”. Se equivocó. Ella corrió hacia él para abrazarlo, ella avanzó hacia él para besarlo, ella tomó coraje y le pidió noviazgo.

Sobre el tumor, Natalia confesó: “Lo vi muy grande por lo que es su cara. Pero trataba de ignorarlo para que no se sintiera observado. No quería hacer hincapié en eso. Ni tampoco me dio impresión”.

Mercedes, mamá de Sebastián, ya no está sola en la sala de espera de los hospitales. Ahora Natalia también lo acompaña a realizarse estudios. El último miércoles se sometió a una angiotomografía computarizada (angio TAC), una evaluación que se hace para conocer la vascularización del tumor y para saber qué arterias están comprometidas. Se realizó el examen, le sacaron fotos y dejó los informes médicos de todas sus consultas anteriores. A su vez, el viernes se presentó el ateneo en el Hospital Santojanni para coordinar la cirugía de un caso que aparece cada diez años y confirmar las especificaciones de la prótesis.

Las mujeres de la vida de Sebastián: Natalia y Mercedes, su mamá
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La fabricación de la prótesis demorará treinta días. La liberación de una cama en un centro de salud colapsado por el coronavirus otros días más. Recién ahí sabrá la fecha de la intervención quirúrgica. Aunque haya sobradas esperanzas en la extirpación del tumor maligno, hasta que no tomen conocimiento real de la situación en quirófano prefieren no confirmar ni descartar nada. Sebastián estima que la cirugía será a mediados de septiembre y que podrá ver desde el Hospital los partidos por Copa Libertadores de su querido River.

Volver al Monumental es uno de sus deseos más viscerales. Antes, bien lo sabe, quiere salir airoso de la cirugía, recuperarse y conseguir una estabilidad emocional y económica para él y su pareja: en ese orden. “Hacemos un buen equipo. Quiero que sea la madre de mis hijos”, proyectó. Ella también habló de casamiento. Pero primero lo primero. En ese trance hacia la imaginación, también soñó con las vacaciones: “Nos gustaría viajar por el país. Queremos irnos a Córdoba para tener nuestra primera cita. Quiero poder decirle ‘amor, hoy te llevo a cenar a tal lado’. Porque hasta el momento nuestras citas son todas para ir al hospital”.

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