La noche del 5 de agosto de 2013 Adrián y Débora comieron fideos. Los hermanos Gianángelo compartían un departamento en el centro de Rosario, en donde él trabajaba y daba clases de Derecho, mientras que ella estudiaba la misma carrera. “Hicimos una salsita con algunos productos y recuerdo estar ahí, comiendo y pensando que eran los fideos más ricos del mundo... Y en esa misma cocina apareció muerta mi hermanita. Ella estudiaba ahí”, recordó Adrián.
El día siguiente, a las 9:38 de la mañana, el edificio ubicado en la calle Salta 2141 se transformó en polvo y escombros: una explosión de gas desencandenó la peor tragedia que recuerde la ciudad santafesina, con 22 víctimas fatales.
A siete años de aquel suceso, y tras un desfile judicial que incluyó 11 imputados, decenas de pericias, cientos de testigos, miles de pruebas y apelaciones, la Justicia sólo ratificó la condena para el gasista que manipuló por última vez la válvula que ocasionó la catástrofe. Pero continúa libre.
“Estamos vendiendo todo para seguir adelante. Yo a mi hermana no la voy a dejar sin justicia, mis papás piensan lo mismo. Yo soy de un pueblo chiquito, de Arteaga (provincia de Santa Fe), en donde teníamos una bici para cinco. Para poder pagarle a los abogados y seguir con el caso tuvimos que vender un terreno familiar. Mi papá trabajó toda su vida para tener tres terrenitos, era su jubilación. A este ritmo se va a quedar sin eso también”, contó Adrián a Infobae.
6 de agosto de 2013
“El departamento en el que vivíamos no estaba en condiciones. La hornalla no daba más. El calefón no tenia válvula de seguridad y dos gasistas constataron que la estufa tenía pérdidas. No había rejillas de ventilación. Nosotros alquilábamos, y cuando vieron el escenario en el que estábamos nos cortaron el gas, llenaron un formulario y nos dieron un mes para reparar todo eso”, relató Adrián.
Y agregó: ”Mi hermana firmó un consentimiento en Litoral Gas, la empresa que brindaba el servicio en el edificio, para levantar el cepo y que nos reinstalaran el medidor. La obligaron a firmar eso para que otro inspector ingrese y constate que la obra estaba realizada”.
“Va a volar todo a la mierda”, le dijo el inspector luego de cerciorarse de que ya no importaba su departamento, el cual sí estaba en condiciones, sino el edificio en general, el cual tenía serios problemas de gas. La solución fue cortar el servicio a todo el lugar, decisión que a los hermanos les trajo problemas con los vecinos ya que pensaban que ellos eran los responsables de la situación.
“El viernes anterior a la explosión llegué y vi a un gasista martillando una rosca, sacando un medidor, colocando un repuesto casero y pintando de amarillo un caño que estaba negro. Echaron un líquido, dijeron que no había pérdidas y lo habilitaron. Aquella decisión fue la que mató a los 22 inocentes e hirió a otras 62 personas”, explicó el abogado santafesino.
La causa
A raíz del incidente fueron imputadas 11 personas: Carlos Osvaldo García, Pablo Miño, Gerardo Bolaño, Guillermo Oller, Luis Curaba, Claudio Tonucci, Viviana Beatriz Leegstra, Carlos Repupilli, Mariela Calvillo, Norma Bauer y José Luis Ayala. En la causa se investigó el delito de “estrago culposo agravado”.
El juicio fue llevado a cabo gracias a la denuncia de la familia de Débora, la única que decidió presentarse como querellante, en lugar de llegar a un arreglo con la parte acusada, como hicieron las demás familias con la empresa Litoral Gas.
A García y Miño, ambos gasistas, se les atribuyó haber provocado una fuga mientras manipulaban la conexión de ingreso de la provisión de gas a dicho edificio, cuando pretendían cambiar el regulador sin cerrar la llave de paso.
Repupilli, Calvillo y Bauer eran miembros de la administración del edificio. Ayala fue el gasista que intervino en el lugar días antes de la explosión. A Bolaño, Oller y Curaba los imputaron por ser inspectores intervinientes de Litoral Gas. Los tres concurrieron en determinadas fechas al edificio. Y a Leegstra y Tonucci por ser gerente técnica y jefe de mantenimiento, respectivamente, de redes de Litoral Gas.
“El único condenado fue Carlos García. El tribunal de primera instancia estuvo conformado por los jueces Marcela Canavesio, Rodolfo Zvala y Juan Carlos Leiva. La decisión fue dividida, ya que el juez Leiva votó en disidencia por entender que a García le correspondía una pena menor: tres años de prisión en suspenso y el cumplimiento de determinadas reglas de conducta durante cuatro años. Esto implicó que nadie quede preso”, indicó Adrián.
Los jueces de Cámara Penal -Carina Lurati, Carlos Carbone y José Luis Mascali- confirmaron la sentencia dictada en primera instancia, en la que sólo fue condenado el gasista García. Los diez acusados restantes, absueltos. “A fojas 30 de la resolución, los jueces indicaron: ‘que se queden tranquilos los ciudadanos. Podrá este tribunal errar porque está compuesto de seres humanos'”, reveló el hermano de Débora, quien fue la única víctima que murió por asfixia. Su cuerpo fue encontrado el 8 de agosto, 48 horas después de la explosión.
El martes 4 de agosto de 2020, el mismo tribunal rechazó el recurso de inconstitucionalidad que presentó la familia. “Ahora vamos a ir solos en queja a la Corte de Santa Fe, porque la fiscal nos soltó la mano. El Estado nos soltó la mano”, lamentó Adrián.
El recuerdo
“Nunca vi un juicio tan desprolijo, no se tuvieron en cuenta las pautas del debate oral, ellos decían que éramos objetadores seriales”, sostuvo Adrián, quien presentó un escrito ante la Corte de Santa Fe y no descarta hacerlo ante la Corte Suprema de la Nación si la condena no se revierte.
“Después de la resolución, nos quedamos desamparados. Mi papá y mi mamá son dos héroes sin capa. Yo tuve cáncer cuando era muy joven y mi viejo me llevaba hasta Rosario para hacer la quimioterapia. Nos bajábamos en la puerta de la ciudad y caminábamos 50 cuadras. El amor que nos mueve es el amor por mi hermanita. Los de pueblo somos muy unidos a las raíces de la familia, es por eso que mis viejos quieren salir adelante”, dijo Adrián, padre de un niño, a la espera de dos mellizas que él atribuye como otro regalo de Débora.
“Esta mañana se cumplen siete años. Durante estos días, con mi mujer estábamos haciendo un flyer para convocar a un evento virtual que organizamos para hoy. Mientras buscábamos un color, la computadora se tildó. Y se tildó en el rosa, el color preferido de mi hermanita. Recién voló una pluma y se detuvo frente a mí, yo pienso que es ella que está conmigo”, contó, entre lágrimas.
En Arteaga, el pueblo en el que Débora creció y al que nunca pudo volver, hicieron una plaza con su nombre. “Es la primera que lleva el nombre de una mujer”, sostuvo Adrián, quien recuerda la sonrisa de su hermana en cada anécdota o en la foto que olvidó y encontró ayer por la tarde, la que ilustra esta nota, la que espera no volver a perder jamás.
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