Desde hace más de cuatro meses venimos escuchando que el lavado de manos es una de las maneras más efectivas para cuidarse del coronavirus. Pero para que esa práctica sea efectiva hay que hacerlo con agua corriente. En momentos donde el 90% del país, salvo el Área Metropolitana de Buenos Aires y Jujuy, pasó del aislamiento obligatorio a un etapa de distanciamiento social y planifica la vuelta a clases, no todas las escuelas están en condiciones de cuidar a sus alumnos de la pandemia por la falta de este recurso indispensable para la vida humana.
En la Escuela Aula Satelite Ka’aguy Yvate de Hipólito Irigoyen, en Misiones, los chicos apenas acceden al agua de un arroyo a través de baldes y palanganas. En la Escuela Nº 943 de San Felipe, en Santiago del Estero, el aljibe no cubre con sus necesidades y terminan sacando el agua de un estanque donde también beben los animales. En la Escuela Nº 1225 de San Rafael, en Mendoza, el agua está contaminada con azufre. En la Escuela Nº49 de 25 de Mayo, en Buenos Aires, el agua que sale de las canillas es salada y solo sirve para hacer la limpieza. En la Escuela Nº 191 de Limay Mahuida, en La Pampa, las maestras deben caminar cuatro cuadras para recolectar agua segura en bidones. Y la problemática se extiende a lo largo y a lo ancho de la Argentina…
Frente a la adversidad, los establecimientos educativos deben conformarse con que los gobiernos locales les den dinero para comprar agua embotellada, les suministren pastillas para clorar el agua, les entreguen bidones de agua potable o les llenen los tanques con agua que traen en camiones cisternas. Pero esto último es un problema durante los meses de sequía (porque el agua no alcanza para toda la comunidad) o de lluvias (porque los vehículos no pueden llegar a las zonas rurales).
Las obras estructurales nunca llegan y muchas de estas escuelas -que tienen más de 80 años- necesitan un recambio urgente de sus cañerías debido a que el agua de pozo sale turbia y tampoco es apta para tomar. El almacenamiento también es un problema ya que los aljibes se encuentran abiertos y al aire libre, expuestos a insectos y roedores; y la colocación de nuevos tanques, se quejan sus directivos, tampoco soluciona el problema de fondo porque las cañerías por donde viene el agua están sucias y son muy viejas.
“El gobierno nos manda el dinero para comprar dos bidones de agua por semana pero no como alcanza, llevo todos los días de mi casa 4 bidones de 10 litros. Las maestras también colaboran y llevan lo que pueden para que a los chicos no les falte agua para tomar la leche o almorzar porque la escuela es de jornada extendida”, contó a Infobae, Sandra Barroso, directora de la Escuela Nº 1225 de San Rafael, Mendoza, quien vive en una zona urbana a una hora en auto de ese lugar.
A pesar de que el colegio cuenta con agua de red, está contaminada con azufre. Y las familias de los alumnos tampoco tienen agua apta para el consumo. “Ellos nos piden llevarse botellas a sus casas y nosotras se las damos. Nos dicen que su sueño es bañarse con una ducha ya que en el verano se bañan en un canal que viene del río Athuel y en invierno dentro de un fuentón con el agua que les calientan sus padres en la cocina de leña”, explicó Sandra, quien se desempeña en ese cargo desde hace dos años. Y agregó: “Una vez por semana un camión de la municipalidad pasa por su casa para llenarles el tanque, pero a veces se les complica el trayecto por ser una zona rural y pasan muchos días sin ese recurso tan importante para sus vidas”, se lamentó.
De acuerdo al último informe elaborado por el Ministerio de Educación de la Nación, son 4.500 las escuelas que no tienen acceso a agua segura y las provincias más afectadas se encuentran en el norte: Catamarca, Corrientes, Chaco, Formosa, Jujuy, Misiones, Salta y Santiago del Estero.
Como esos datos se desprenden del censo nacional realizado en 2014 a los 63.390 establecimientos educativos del país, desde la cartera que conduce Nicolás Trotta solicitaron un nuevo relevamiento antes de avanzar con la reapertura de las escuelas. En este contexto, sería impensable que los alumnos vuelvan a las aulas sin contar con las mínimas condiciones de higiene personal, según lo establecen los protocolos sanitarios.
Las brechas de cobertura se intensifican y afectan directamente a los sectores más vulnerables. Y frente a esta situación, desde Proyecto Agua Segura -que diseña e implementan iniciativas para solucionar el acceso a agua segura en zonas urbanas, periurbanas y rurales- señalan que el principal problema que provoca la falta de este recurso en las escuelas es “el ausentismo por enfermedades relacionadas al consumo en agua en mal estado, como la diarrea, y problemas físicos por el acarreo constante de agua por varios kilómetros”.
Mauricio Serfaty, director de la Escuela 6328 de la localidad santafesina de Vera, está preocupado. Si bien sus chicos tienen agua gracias al aljibe, en épocas de sequía escasea y tampoco es apta para beber “a pesar de que su color es transparente”, señaló. La utilizan, principalmente, para lavar y conservar la higiene de los baños. “Los alumnos saben que no la pueden pero a veces lo hacen y por suerte nunca les pasó nada”, admitió Mauricio a Infobae.
“Cuando nos quedamos sin agua, nos llenan el aljibe con agua corriente y nos dejan bidones de 10 litros. Pero al estar a 60 km de la ruta y al ser un camino de tierra, el camión no siempre llega. El agua es intomable porque es muy salada, ni siquiera los animales la quieren tomar. Y el principal problema que tenemos es que para que el agua salga buena hay que hacer una perforación muy profunda”, remarcó el director.
De acuerdo al relevamiento cualitativo que viene realizando desde 2015, Proyecto Agua Segura tiene registradas 1.180 escuelas en el país que no tienen un suministro o acceso seguro a este recurso, lo que impacta negativamente en 118.811 alumnos.
“La diferencia entre el agua potable y el agua segura es el proceso. El agua segura es la que se puede consumir y se utiliza para la higiene personal y hogareña. No tiene que tener virus, ni bacterias ni metales disueltos. Si al agua de lluvia la hervís para sacarle todos los parásitos, la convertís en agua segura aunque no sea potable, como también al agua de río o de pozo” detalló a Infobae Manuel Sauri, Director Ejecutivo de Proyecto Agua Segura, una empresa social que trabaja activamente en el cambio de hábitos de higiene en zonas rurales y barrios de emergencia.
“Lo hacemos a través de una metodología lúdica. Con la ayuda de los docentes le planteamos a los chicos distintos juegos para que mediante distintos desafíos entiendan cuál es el impacto que genera en el organismo no tomar agua segura; y más teniendo en cuenta que la diarrea es la segunda causa de muerte en menores de 5 años en Latinoamérica en zonas rurales”, precisó Sauri.
Mientras que en el norte de Argentina, el principal problema es el acceso al agua; en los barrios vulnerables de cualquier urbe, el problema pasa por la calidad porque las cañerías están a muy pocos metros del nivel del suelo y se contamina con los desechos cloacales.
“Con el gobierno actual estamos tratando de generar la mayor cantidad de alianzas para que a través de nuestra tecnología y metodología, sumada a nuestra llegada a los territorios necesitados y al acceso al financiamiento, podamos aportar a esa misión de que ninguna escuela abra en medio de la pandemia si no tiene agua segura. Lo que trajo el coronavirus es que la higiene hoy se convirtió en el método más seguro para evitar el contagio, por lo que en estos meses de cuarentena trabajamos activamente en comedores del área metropolitana, cuya concurrencia se vio desbordada”, concluyó Sauri.
En ese aspecto, contó que en el próximo semestre Proyecto Agua Segura ampliará su programa educativo de higiene activa en comedores; y pasará de 71 a 300, sobre todo en el AMBA donde se concentra el 90% de los casos de COVID.
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