Les gustaría sentarse a charlar con el presidente Alberto Fernández para convencerlo de que tiene en sus manos los dos anchos y un siete de oro, hacerle ver que la Argentina está jugando al truco sin usar sus cartas ganadoras. Creen que la clase política en general, y eso incluye al Gobierno, no es consciente de que hay un camino cierto para convertir al país en una potencia regional, en una nación con presente y futuro. Ezeiza no es la salida, repiten una y otra vez, aunque muchos se les rían en la cara.
“Seguimos siendo un país de grandes oportunidades. Y nos duele que nos insistan en que nos vayamos del país”, coinciden Augusto y Mateo Salvatto durante una entrevista con Infobae.
Augusto, de 26 años, es historiador y licenciado en Ciencias Políticas. Mateo, de 21, es especialista en robótica. El hermano mayor estudió en siete universidades de seis países diferentes, entre ellas La Sorbona y Salamanca, y es profesor en la Universidad Católica Argentina (UCA). El menor, que aprendió electrónica y análisis de sistemas en las escuelas ORT, creó una aplicación que le permite comunicarse a los sordomudos y ahora está enfrascado en un máster en administración de empresas en la Universidad Austral.
Escribieron, también, un libro juntos. Tanto currículum a tan corta edad puede marear, pero un dato clave es que los Salvatto son clase media profunda. Lejos de haber nacido en cuna de oro, estudiaron en colegios de Flores y Almagro. Por eso tampoco entienden que hoy se le eche en cara a alguien que es “muy clase media”, cuando la clase media es “el motorcito económico del país”.
Y tampoco creen que aquellos que se hayan cansado de la Argentina y abandonen el país deban ser tildados de antipatriotas. En el fondo, no creen ni en las clases, ni en el patriotismo ni en la soberanía en la forma que se los entendía en los siglos XIX y XX, aunque muchos políticos sigan anclados allí: “Lo que queremos es combatir la idea de que en Argentina no se puede, no tenemos que creer que la Argentina es un caso perdido”.
-Ustedes insisten en que la salida no es Ezeiza. ¿Por qué están tan convencidos?
-Augusto: En Argentina en general hay todavía una movilidad ascendente que se sigue manteniendo. El gran problema de Argentina es que sigamos comparándonos constantemente con Europa, pero visto desde la perspectiva de América Latina hay una buena calidad de vida por parte de la clase media, una buena capacidad de consumo. La clase media argentina está acostumbrada a tener una buena calidad de vida, en general en Argentina no se vive mal. Sigue siendo un país de grandes oportunidades pese a todos sus problemas macroeconómicos.
-Mateo: Lo que Augusto dice es muy cierto, pero es mucho más chocante verlo en persona. Tuve la suerte de que me inviten a dar conferencias y charlas en diferentes países de América Latina. México, Chile, Ecuador, Honduras, Uruguay, Brasil... Uno empieza a darse cuenta de que es cierto que nos comparamos demasiado con Europa y que dentro de América Latina tenemos una calidad de vida muy alta en promedio. Queremos a nuestro país. Si nuestros abuelos hace muchísimas décadas se fueron del que hoy es el Primer Mundo, de Europa, buscando un futuro próspero en Argentina y en parte ayudaron a construir este país, eso indica que supimos ser un país en lo más alto. ¿Por qué no podríamos volver a serlo? Aquella Europa apuntaba hacia nosotros para un futuro mejor.
-En medio de la inflación indomable y de una recesión sin límites, ¿por qué son optimistas acerca de las posibilidades del país?
Mateo: Yo le veo a Argentina un futuro muy fuerte basado en la tecnología, Argentina tiene un futuro muy próspero si nos empezamos a basar en una matriz tecnológica en todo sentido, de manera transversal. No soy un fundamentalista de la tecnología, pero es que hay pruebas de esto que digo. Argentina es un país con muchísimas complejidades sociales y económicas, pero aun así somos el país con mayor cantidad de unicornios per cápita de Latinoamérica, somos un gran exportador de software... La industria del conocimiento es enorme en Argentina, eficiente y con proyección de crecimiento exponencial. Buenos Aires, además, está entre las capitales con mayor concentración de emprendimientos y emprendedores de impacto de Latinoamérica. Y esto otro, que es muy significativo: Coursera, la universidad digital más grande del mundo, concluyó en que Argentina es el país del mundo donde el recurso humano tecnológico tiene más conocimiento.
-Pero el Estado volvió a autorizar la utilización del papel para sus procesos internos. ¿Va la Argentina hacia ese futuro que ustedes ven?
-Augusto: Argentina tiene una política de Estado que muy humildemente va en esa dirección, con la ley de software de 2004 del gobierno de Néstor Kirchner, la ley de economía del conocimiento en 2019 con Mauricio Macri, que era una ley muy buena. Yo creo que la actual no es tan buena, pero también sirve, se está yendo por un camino relativamente similar. Nosotros lo primero que tenemos que hacer es repensar la matriz productiva de la Argentina y ahí incorporar la tecnología. Nuestro problema, claro, es la macroeconomía. Y nuestra clase dirigente no cree que la Argentina puede ser un hub tecnológico regional. No lo ven.
-¿Uruguay podría asumir ese papel si no lo asume Argentina?
-Augusto: En los últimos años la industria tecnológica argentina creció un 17 por ciento, la uruguaya, un 250 por ciento. En la foto la Argentina es por lejos el país más desarrollado tecnológicamente de América Latina. Si ves la película, los demás están creciendo mucho. Pero el mundo del siglo XXI es de interconexión, vos no tenés que competir con el otro. Pero eso tampoco lo ve el Mercosur, donde la competencia es por ver qué país capta más emprendedores, en vez de convertir al Mercosur en un gran hub tecnológico. Nuestra región está en un huso horario interesante para trabajar con todo el mundo, no hay una barrera idiomática entre países, más allá del caso de Brasil. Deberíamos vernos como una región, no competir entre nosotros.
-No muchos parecen estar hablando de esto. No es, por ejemplo, lo que debate el Grupo de Puebla.
-Mateo: No, para nada. La gente está convencida de que Argentina no tiene posibilidades tecnológicas. Se te ríen si decís que el futuro pasa por apostar por la tecnología. Te dicen que eso se lo dejes a Estonia. Y la clase dirigente tiene una mezcla de dos problemas: no se dan cuenta de que se puede y no lo fomentan. Y el grueso de la sociedad tampoco está convencido de que esto sea importante.
-Cuando hablan de tecnología, ¿a qué se refieren exactamente?
-Mateo: Tiene que ver con muchas cosas. Pasa por la modernización de la industria ya instalada y a la instalación de un buen sistema de investigación y desarrollo científico tecnológico. Hay industrias ultra eficientes que generan mucha riqueza y fuentes de trabajo. Hablamos desde software a biotecnología, pasando por satélites. No es el futuro, es de acá a los próximos años. Y la ley de economía del conocimiento no es “la ley de Mercado Libre”, como me dijeron alguna vez. Eso es rotundamente falso, es una ley que beneficia a miles y miles de pymes. La tecnología nos puede además ayudar a resolver problemas estructurales que tiene el país, por ejemplo en la educación. A mí me dicen: “Vos hablas de programar cuando los pibes no tienen para comer”. Lo que hay que ver es que la tecnología es transversal y mejora de forma transversal a todo.
-¿No es una visión muy optimista? ¿Cómo ayudaría la tecnología a reducir la cantidad de gente que vive en villas miserias?
-Augusto: Hay una provincia del norte argentino en la que uno de los grandes problemas del gobernador es que no puede hacer política social como a nivel nacional, tirando bolsones de comida por todos lados. Lo que se hizo fue, con inteligencia artificial, identificar quienes eran las personas que necesitan la asistencia alimentaria y llevarla directamente. Lo mismo con los chicos y la deserción escolar. La tecnología te permite ser más focalizada, eficiente, y barato.
-Mateo: Es que con tecnología la ciudadanía podría incluso ver qué hace el Estado con todos sus impuestos... Pero vuelvo a lo de la gente en situación de vulnerabilidad. Si yo le doy la misma notebook y conexión a Internet con el mismo profesor digital a un chico de Recoleta y a un chico de un barrio vulnerable en Formosa, esos dos pibes, muy probablemente puedan meterse en una página freelancer de programación y cobrar 30 dólares la hora por programar estén sentados en Recoleta o en Formosa. La mayor de las dificultades, entonces, es el acceso a la tecnología, el acceso a Internet y a materiales de trabajo. Porque si vos les das una computadora a un chico y no le enseñás cómo programar no va a poder hacerlo.
-Augusto: Latinoamérica es la región más desigual del mundo y Argentina es crecientemente desigual. Si nosotros permitimos que se amplíe una brecha digital, la desigualdad va a ser cada vez más grave. Es por eso que hay que invertir en tecnología y en educación digital especialmente en los sectores más vulnerables. Y todo esto, por supuesto, no quiere decir que anteponemos aprender programación a comer.
-Lo de que la salida es la tecnología es probable que a mucha gente no le llegue, que no la convenza, ¿qué otros argumentos tienen para eso de que la salida no es Ezeiza?
-Augusto: Vivimos en un mundo interconectado, cualquiera tiene que tener total libertad para seguir su desarrollo profesional donde quiera, acá nadie le puede decir a nadie “no, vos te tenés que quedar acá”. Eso es un nacionalismo del siglo XIX o siglo XX.
-¿Se puede ser patriota fuera del país? ¿Hay que ser patriota?
-Augusto: Por supuesto que se puede ser patriota afuera. A todos los argentinos nos enorgullecen los compatriotas que están mostrando su talento afuera. Esto no es una cuestión de que el que se queda es mejor que el que se va. Lo que queremos es combatir la idea de que en Argentina no se puede, no tenemos que creer que la Argentina es un caso perdido.
-Mateo: Y si todos nos subimos al avión y nos vamos es muy probable que el país no salga adelante. La salida de Argentina no es Ezeiza. Argentina tiene las cartas, no es que el país arranca de cero sin saber dónde está parado. Argentina tiene cartas poderosas para ser un país potencia tecnológica regional, pero no las estamos jugando. La dirigencia no lo visualiza. No me quiero jugar a decir que es a propósito, porque no lo sé, pero sí estoy convencido de que no lo ven.
-Augusto: Con Mateo recorrimos el país hablando de programación, y la gente que iba no era de clase alta. Es una mirada falsa y paternalista creer que un chico de la villa no puede aprender a programar.
-Mateo: Estuvimos desde Tierra del Fuego a Jujuy hablando de esto, conocí programadores que aprendieron desde su casa creando un futuro para ellos y sus familias desde el anonimato. Y podría haber muchos casos más si la gente tuviera más acceso a la tecnología en forma transversal. Seguimos pensando a la Argentina como si estuviéramos en 1970.
-El Presidente tiene a veces un discurso con referencias de una sociedad del pasado. ¿Les gustaría sentarse a hablar con él?
-Mateo: Sí, claro. Nosotros confiamos en que Argentina tiene futuro en esto y no importa quién esté en el Gobierno: hay que hacerlo, no podemos convertir esto en una nueva grieta. Estamos debatiendo el futuro de nuestro país por los próximos 30 años. Con quien podamos sentarnos a hablar de esto para que los argentinos tengan más futuro, lo vamos a hacer.
-Augusto: Si alguien que quiere gobernar la Argentina del futuro te habla de independencia económica y soberanía política te está hablando del siglo XX. Tenemos que pensar en otros términos, estamos anclados en cuestiones del pasado.
-Se esfumó del mapa la soberanía alimentaria, de la que el Gobierno habló mucho por semanas. ¿Existe la soberanía tecnológica?
-Augusto: Es imposible que exista la soberanía tecnológica, es un concepto viejo. Hoy el mundo está totalmente interconectado y cada país se especializa. Pero si podés proteger los datos de tu población y nuestro control del acceso a Internet, y en eso no estamos trabajando, nuestro Internet entra por un solo cable. No debes ser un país totalmente dependiente en lo tecnológico de otro, eso es obvio.
-Mateo: Y ojo con el ejemplo de la India, que es el hub de programadores al que el mundo acude a buscar horas de programación más baratas. Nosotros no tenemos que apuntar a eso, nosotros tenemos que hacer confluir al ecosistema científico tecnológico, a la academia, el Estado y los privados. Hoy el programador argentino en dólares le sale económico a los Estados Unidos. El programador la hace, se la envía al yanqui que la empaqueta, le pone una etiqueta y la vende a 45 veces lo que le costó. Eso es lo que no queremos que suceda. Nos falta lo que hacen países como Israel o Corea del Sur, que llegan a esa confluencia que le da valor agregado al desarrollo tecnológico, lo venden a altísimo costo afuera y lo transfieren a la sociedad para cambiarle la vida.
-¿Argentina debería ser entonces Israel o Corea del Sur, y no la India?
-Augusto: Yo ahí hago un matiz: Argentina es un país que tiene características únicas en el mundo. Argentina necesita crear el modelo argentino. Es un país muy poco poblado y de una extensión enorme lleno de recursos, no es el caso de Israel y Corea. Tenemos una relación muy pacífica con nuestros vecinos que nos permitiría ser la cabeza de un polo regional de innovación, tampoco es el caso de los israelíes y los coreanos. Y tenés un enorme talento tecnológico ya desarrollado, una sociedad con movilidad social ascendente, educación pública y salud pública muy buenas. En un contexto latinoamericano Argentina es uno de los países más seguros de la región en términos de seguridad ciudadana. Y es un país que te permite formarte a muy bajo costo y con muy buena calidad, es un país de oportunidades. Imaginate toda esta capacidad con un Estado que en vez de poner palos en la rueda lo fomente, y con una macro mínimamente ordenada, sin 14 valores distintos del dólar y la posibilidad de crédito. Ese país es el sueño de cualquier emprendedor...
-¡Pero falta mucho para esa macro ordenada!
-Augusto: La Argentina es un país que cuando crece, crece mucho, y cuando cae, cae mucho. Hay una posibilidad concreta de que haya una recuperación rápida de la economía.
-Mateo: Esto es lo que yo digo cuando digo que nosotros tenemos el ancho, los dos, y el siete de oro. Es un truco que estamos jugando entre nosotros, no contra los otros. Nos matamos a piñas todo el tiempo y no nos damos cuenta de que los únicos afectados por esto somos los argentinos, no los políticos. No solo en tecnología, sino en un montón de variables tenemos posibilidades de salir.
-Augusto: Sumo esto: el agro argentino es referencia en el mundo por la aplicación de la tecnología. Y se está avanzando para convertir a la Argentina en un polo regional de fintech, que es la tecnología aplicada a la industria de las finanzas. En cualquier industria vas a ver que tenés un potencial enorme que a veces se aprovecha muy bien y no se muestra y otras veces no se puede aprovechar.
-¿Dónde vamos a estar en 2030?
-Mateo: Nosotros tenemos esperanza de que la sociedad se convenza de que podemos hacer un cambio y dar vuelta el tablero.
-Augusto: En 2030 la Argentina puede ser una potencia tecnológica regional o un país con mucha desigualdad y pobreza. Ese es nuestro grito desesperado de cara a que la salida del país no es Ezeiza. La clase media argentina es altamente pujante, el motorcito del país. Pero no se la puede dejar sola.
-“Clase media” es algo que hay gente que le echa en cara a otra: “Sos muy clase media”.
-Augusto: Más allá de que hablar de clases es hoy antiguo en términos políticos, deberíamos dejar de lado la retórica que excluye. Seguramente para algunos sea malo ser de clase media, pero es el motor económico del país. Y Buenos Aires es también un problema macrocefálico que arrastra el país, eso lo destaca siempre Andrés Malamud. Instalar una empresa de software en Jujuy es mucho más fácil que llevarte un polo fabril. El cluster tecnológico de Córdoba es un gran ejemplo.
-Mateo: Pensar que el país se acaba en Buenos Aires es uno de los principales problemas que tiene el país. La escuela de robótica de Misiones es un lugar impresionante, nunca vi algo igual a eso en la Argentina. Bancada por el Estado. Está ahí, funciona. No se necesitan cuatro PBI para generar este cambio, esta tecnología es cada vez más accesible y económica. Con mucho menos dinero que el que se gasta hoy podríamos cambiar la educación del país. Los pibes que están hoy en la primaria van a ser los líderes del país en el 2060, pero si no ven nada de tecnología, de programación, de los nuevos paradigmas laborales... ¿que les vamos a reclamar en el futuro?
-Los dos se expresan con una enorme claridad, con una tremenda precisión. ¿Cómo entrenaron eso?
-Mateo: Hay una grandísima diferencia entre el hablar y el decir. Hablar, hay mucha gente que puede hablar. Un ejercicio que tenemos muy incorporado con mi hermano es que no hablamos de lo que no sabemos. Lo que decimos lo decimos con seguridad porque estamos constantemente estudiando el tema. Insisto: la salida no es Ezeiza. La Argentina tiene los dos anchos y el siete de espadas. Falta jugar esas cartas. A mí me duele, y a Augusto también, que nos digan que este es un país de mierda y que hay que irse: “Pibes, ustedes que pueden váyanse de acá...”. Nos duele, estamos convencidos de que Argentina tiene futuro, tiene posibilidades, solo tenemos que ponernos de acuerdo. Que los pibes aprendan tecnología, que las empresas se modernicen, que apoyemos a las tecnológicas para que generen riqueza y beneficios para la sociedad... Al menos esas tres cosas. Tenemos una oportunidad y la estamos dejando pasar.
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