El próximo 16 de agosto, Ana Torres va a cumplir 78 años. Del otro lado del teléfono, sin embargo, su voz suena como la de una persona mucho más joven. Abuela de cinco, madre de dos y viuda desde hace seis, la mujer accede a hablar con Infobae para contar el periplo que atravesó hace una semana, cuando quiso regresar a su casa en Chacras de Coria, un distrito del departamento Luján de Cuyo.
Aunque nació en Entre Ríos, Ana Torres vivió la mayor parte de su vida en Mendoza. En 2014, tras la muerte de su segundo marido, decidió venir a Capital Federal donde tiene parte de su familia y varias amistades. “Adoro ir a Buenos Aires porque puedo salir a pasear y hay muchas actividades para hacer”, cuenta en charla con este medio. Finalmente, en junio de 2019, tomó la determinación de instalarse en la casa una de sus íntimas, ubicada en el barrio porteño de Recoleta.
El verano 2020 lo pasó en Concordia en el campo de unos amigos. Cuando regresó, días antes de que se decretara en aislamiento “social, preventivo y obligatorio”, decidió “guardarse”. Pasado el primer mes quiso alquilar un departamento para estar “más tranquila” pero, al estar cerradas las inmobiliarias, tuvo varias complicaciones. ¿La principal? “Nadie quiere alquilarle una propiedad a un jubilado, si no hay terceros de por medio”, explica Ana con indignación. “Tenemos la cabeza blanca pero las neuronas sanas”, agrega
Agotada de los obstáculos que le imponía el rubro inmobiliario, y a pesar de la ayuda que recibió de su amiga María Antonieta Eyras, creadora de la comunidad “Gente grande en Acción”, Ana Torres decidió regresar a su provincia.
Después de hacer se un análisis serológico de coronavirus (que le dio negativo) creyó que la forma más segura de volver sería contratando un remís. Tras varias recomendaciones, cuenta, consiguió un chofer de confianza y le pagó $ 12 mil pesos para que la pasara a buscar por Recoleta y la llevara hasta la puerta de su casa en Mendoza.
En promedio, un viaje en ruta desde Capital Federal hasta Mendoza puede demorar unas 13 horas. Para que se le hiciera más ameno, Ana Torres acordó con el chofer que la pasara a buscar el miércoles 22 de julio a las 22 horas. De esa manera, pensó, pasaría la mayor parte del viaje durmiendo. Acerca del protocolo de higiene, la mujer de 77 años explica que tanto ella como el remisero llevaban puesta una mascarilla y que entre los dos había distancia ya que ella viajaba en el asiento de atrás.
Ana se despertó el jueves 23 alrededor de las 6.30 de la mañana. “Estábamos en San Luis y el coche estaba detenido. El chofer me explicó que el tema se había puesto difícil. Después se acercó un policía que, de muy mal modo, nos dijo que recién íbamos a poder salir de ahí cerca de las 10 AM. Yo le quise preguntar algo, se dio vuelta y me dejó hablando sola”, recapitula Ana que, pasó cuatro horas adentro del auto, al costado de la ruta.
“Hacía un frío tremendo y no había ni un lugar para ir al baño o comprar un café. Lo único que tenía encima eran caramelos, galletitas y dos botellas de agua. Me bajé un rato, para estirar las piernas pero el viento era helado”, explica Torres.
Finalmente, a las 10.30 horas, el auto en el que viajaba Ana pudo avanzar en una caravana escoltada por personal policial. “A las 13.45 horas llegamos a Mendoza y, en Desaguadero, nos volvió a parar la policía. Por supuesto no nos dieron explicaciones y nos dejaron ahí parados”, cuenta.
La espera, esta vez, fue de dos horas. Cuando el reloj marcó las 15.30 partieron otra vez en caravana y con escolta policial hacia la Terminal de Ómnibus de Mendoza, donde fueron recibidos por el comité de crisis. “Les mostré mi análisis de COVID-19 y, después de firmar una declaración jurada donde me comprometía a hacer la cuarentena en mi casa, dejaron que el chofer me llevara hasta Luján de Cuyo”, cuenta.
Ana llegó a su domicilio a las 19 horas del jueves 23 de julio. De haber sido un viaje normal, debería haber llegado nueve horas antes, es decir, a las diez de la mañana.
“El trato que recibí fue deshumanizante. Me sentí de todo menos una persona. Te decían: ‘Quédese ahí‘, ‘Espere ahí‘ y ni siquiera te miraban a los ojos”, cierra la mujer desde Mendoza.
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