El sábado 25 de julio, cuando el reloj marcó las 10 de la mañana Vanina Catalá Ortmann estaba recostada sobre la camilla del quirófano de la Clínica IMA de Adrogué. Dos días antes, el jueves 23 a la noche, la docente de Lomas de Zamora empezó a tener contracciones. “Cada dos o tres minutos se le ponía la panza dura. Después de controlar la frecuencia durante una hora, decidimos llamar al obstetra”, repasa su pareja, Leonel Chainski.
Como suele suceder en los embarazos múltiples -cuenta a Infobae Marcelo Rey, especialista en obstetricia y en ginecología del Grupo Médico Progenie y el encargado de asistir el parto de las trigemelas- durante el segundo trimestre empiezan a precipitarse algunos eventos.
“En el caso de Vanina comenzó con una hipertensión, algo totalmente habitual, pero nos obligó a programar una cesárea. El resultado fue excelente”, dice Rey.
La primera en nacer fue Victoria. Eran las 10.02 horas. “Salió llorando”, cuenta Leonel que, por protocolo COVID-19 pudo presenciar el nacimiento de sus tres hijas pero a un metro y medio de distancia de la camilla, con equipo de protección personal y barbijo tricapa.
Un minuto después, a las 10.03 horas, llegó Julieta. La última en nacer fue Delfina: el reloj marcaba las 10.05 horas. “Fue todo tan rápido que, en ese momento, no tuve ni tiempo de ponerme nervioso. Después, cuando me reencontré con Vani en la habitación, me empezaron a caer las fichas. Llegamos dos y ahora somos cinco”, repasa Leonel.
Victoria, Julieta y Delfina nacieron con 32 semanas de gestación y pesaron 1,560 kg; 1,630 kg; y 1,490 kg y son genéticamente idénticas. “Una sola hizo una complicación respiratoria, pero la superó rápidamente. Están las tres muy bien y sin ningún tipo de asistencia”, destaca Marcelo Rey.
Acerca de la excepcionalidad del embarazo gemelar triple (N. de la R.: se dan cada 200 millones), el obstetra y ginecólogo del Grupo Médico Progenie advierte: “Si hablás con cien colegas, lo más probable es que ninguno haya asistido un caso así. No creo que vuelva a ver otro en mi vida”, agrega entre risas.
Desde el sábado 25, “las trige” (como las llaman familiares y amigos) permanecen en el servicio de neonatología de la Institución, donde sus padres (Vanina y Leonel) pueden ir a visitarlas entre tres y cuatro veces por días.
“Antes de la pandemia, los domingos se permitían las visitas de los abuelos, pero ahora no”, cuenta a Infobae el flamante papá. Por su parte, Vanina destaca el trabajo de las enfermeras y cuenta que su cicatriz va mejorando con los días.
Sobre el nacimiento, la pareja de docentes de Lomas de Zamora coincide en que fue un momento mágico. El reencuentro con las trigemelas, un día después, fue aún más movilizante.
Según su relato, Julieta fue la única de las tres que no tuvo contacto con Vanina después de su nacimiento. “Se la llevaron directamente a hacerle el control”, dice Leonel. Al día siguiente, cuando él y su mujer entraron a la sala de neonatología, Victoria y Delfina dormían como dos angelitos. Julieta en cambio, lloraba sin parar.
“Las enfermeras la sacaron de la incubadora, se la pusieron a Vani en el pecho y, automáticamente, se calmó”, agrega Leo emocionado.
El protocolo de limpieza e higiene para entrar a la sala de neonatología es estricto. “Te tenés que lavar desde los codos hacia abajo y secarte bien. Después de tocar a una bebé, repetís el procedimiento y, recién ahí, podés tocar a la otra”, explica la pareja a dúo.
El miércoles 29 de julio al mediodía, Vanina será dada de alta y regresará a su casa con Leonel. Las trigemelas permanecerán en la clínica por lo menos un mes. “Va a ser duro, pero vamos a venir a verlas todo el tiempo que nos permitan. Por otro lado, los neonatólogos ya no advirtieron que difícilmente podamos llevarnos a las tres juntas”, cuenta Leo.
Vanina prefiere no anticiparse. Todavía es un mar de emociones. Pero en su interior tiene una certeza: sus hijas están custodiadas por la Virgen de la Medalla Milagrosa. Desde que se enteró que estaba embarazada, el 28 de enero pasado mientras caminaba por las calles de Polonia, se cruzó con la imagen de la Virgen en lugares recónditos como por ejemplo, un pueblito en la Toscana. La última vez fue en la clínica de Adrogué: a metros de la puerta de entrada.
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