Hasta el 19 de marzo, un día antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio, La Rambla solamente cerraba los días lunes. Ese jueves a la noche, los empleados del mítico bar ubicado en la esquina de Posadas y Ayacucho, a metros del Hotel Alvear, acomodaron las sillas sobre las mesas. Nunca más volvieron a bajarlas.
Pasaron casi cuatro meses y las sillas de madera continúan apiladas. Ocupan casi la totalidad de la planta baja de la confitería. Con los días, se sumaron los tacitas y platitos de café, los vasos de vidrio donde se suele servir la soda y hasta los frascos de mermelada. Hay, también una cafetera, un tacho de basura y un grupo electrógeno.
Si alguien se acercara y mirara desde afuera a través de la ventana podría pensar que están refaccionando o que corrieron los muebles para pintar. Pero no. Después de 57 años, La Rambla finalmente decidió cerrar sus puertas.
La Rambla se fundó en el año 1963 por el matrimonio Manuel Suárez y Carmen Castiñeiras, quienes habían arribaron a la ciudad desde La Coruña, España. Escuadra codiciada del barrio porteño de Recoleta, el bar fue punto de encuentro de diversas celebridades de la cultura, el deporte y el espectáculo: Antonio Carrizo, Jorge Porcel, Javier Portales, Carlos Monzón, Susana Giménez, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Ricardo Darín, Graciela Alfano y Marta Minujín fueron sus clientes.
Al día de hoy conservaba la estirpe de los mozos legendarios de los bares notables, los caballeros de la memoria, la camaradería y la discreción. Los empleados (que habían acordado con el gremio gastronómico el pago del 75% del sueldo, en parte con la colaboración del programa estatal de Asistencia al Trabajo y la Producción) ya habían madurado el final de un ciclo de 57 años. Sin embargo, cuando recibieron la noticia del cierre, no pudieron contener las lágrimas.
“Fue una decisión muy dolorosa. Se lo comunicamos personalmente aunque, en el fondo, se lo veían venir. Lloraban ellos y llorábamos nosotros. Pero, por otro lado, no podía seguir endeudándome. No había forma de seguir manteniendo todo: expensas, luz, gas, cable y teléfono. Se me hacía imposible”, cuenta a Infobae Pablo Suárez (50) hijo del fundador de La Rambla y actual administrador del lugar junto con su hermana y su cuñada.
Desde que trascendió la noticia a Pablo Suárez no le deja de sonar el teléfono. “Me han llamado clientes, que me conocen desde que era chico, para ofrecerme dinero. Me decían: ‘No podés cerrar. Te prestamos plata'”, cuenta.
Eugenio “Chou” González (70) trabajó toda su vida en La Rambla. “Arranqué a los 16 años como lava-copas y después fui camarero. Me jubilé a los 65, pero seguí trabajando hasta los 68”, explica a Infobae. Aunque hacía dos años que ya no trabajaba más en el bar, “Chou” (como lo llaman cariñosamente) iba a visitar a sus compañeros con frecuencia. “Cuando me enteré que iba a cerrar ahí me puse muy triste porque esta gente era como mi familia. Lo mismo pasaba con los clientes: venían, se sentaban y ya sabíamos lo que iba a tomar. Ni les preguntábamos”, agrega.
Acodado en la barra, Eugenio trae a colación un sinfín de anécdotas que juntó en sus 52 años como mozo de La Rambla. “Cuando el cantante Luis Miguel venía a comer sánguches de lomo, teníamos que cerrar todo porque las chicas se abalanzaban”, cuenta. También recuerda los desayunos de Antonio Carrizo (“Siempre pedía café con leche con medialunas”) y las juntadas de Carlos Monzón con los amigos (“Venían a comer todas las noches”).
Si algo caracterizaba a La Rambla era el lomito. El dato: el reconocido chef Francis Mallmann bautizó como “el mejor de Buenos Aires”. Según Eugenio, el secreto para que saliera tan rico era mérito de los cocineros. “Además de hacerlos ‘así de gordos’, tanto Hernán como Miguel usaban una plancha lisa. Y a eso le sumaban el pan tostado”, dice.
Antes de la pandemia, La Rambla recibía entre 600 y 800 personas por día. Como alternativa al cierre del local, Pablo Suárez barajó la posibilidad de adaptar el lugar al nuevo protocolo, como estaban haciendo muchos bares del interior del país. Ahí, dice, terminó de darse por vencido.
“Este lugar es divino, pero no es enorme. Si entre los comensales tiene que haber una distancia de dos metros, solo me quedarían cuatro o cinco mesas disponibles. Es imposible de sostener”, explica.
Pablo mira el salón de la confitería, ese por donde correteaba cuando era un niño, y sus ojos brillan. Durante los mundiales, recuerda, tenían que correr las mesas para que los clientes pudieran estar más cerca de los televisores. “Era un espectáculo verlos a todos juntos porque todos eran técnicos, todos eran jugadores de fútbol y gritaba uno y gritaba el otro”, cuenta.
La situación de los bares y cafés
En charla con Infobae, el secretario de la Cámara de Cafés y Bares Francisco Miranda, apunta que el cierre de La Rambla es una noticia muy triste. “Quizá a los medios les llama más la atención porque es un lugar antiguo y conocido, pero esto pasa todos los días”, advierte.
Según Miranda son muchos los negocios que están bajando las persianas. El motivo, asegura, no es solamente económico. “Hay empleados de algunos locales que se contagiaron de COVID-19 y eso obligó a los dueños a cerrar el lugar, a desinfectar y a hacer una cuarentena. Después, cuando vuelven a abrir es todo un tema: nadie les cree que cerraron por qué si y se empieza correr la voz entre los clientes”, cuenta acerca de la estigmatización que padecen algunos bares y cafés.
“Los que estamos trabajando con delivery o take away vamos a terminar contrayendo el virus porque estamos en la calle. Es muy complicado y, para ser sincero, no se ve una luz al final del túnel”, agrega Miranda.
En medio de un reclamo de una Ley de Emergencia para la gastronomía y la hotelería porteña, hace unos días, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó dos leyes que habían sido solicitadas por la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés. Se trata de la eliminación de la Ley de Libreta Sanitaria y la regulación de las aplicaciones de delivery, a las que se les puso un tope de un 20 por ciento en las comisiones que cobran a los comercios.
El reclamo completo
Seguí leyendo