Emprender en pandemia: el desafío de inaugurar una residencia para adultos mayores al filo de la cuarentena

En marzo, Diego Petracchi tenía todo listo para abrir, pero "con la experiencia de España, estas residencias se configuraron como el lugar para no estar en la epidemia", dice. No se arrepiente: está seguro de lo innovador de su proyecto y convencido de la apuesta por un sector que no hará sino crecer

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Diego Petracchi es el socio
Diego Petracchi es el socio fundador de We Care una residencia super premium para adultos mayores, inaugurada unos días antes del inicio de la cuarentena. Pese al parate, está convencido de que ha apostado a un negocio rentable con el plus de la impronta social

“Es lindo entrar en un rubro en el que se puede impactar en la sociedad a la vez que se hace algo rentable”, dijo el empresario Diego Petracchi a Infobae, a pesar de que su emprendimiento, We Care, una residencia super-premium para personas mayores, con capacidad para alojar a 72 residentes actualmente sólo tiene tres.

A mediados de febrero llegó la habilitación, pero el 19 de marzo empezó la cuarentena. “En los días previos al aislamiento, recibíamos dos llamadas por día de gente interesada. En el primer mes de cuarentena, todavía entraba un llamado al día. Pero con el paso del tiempo y la prolongación del aislamiento, el ritmo fue menor aun”, dice este licenciado en Economía que hace 4 años dejó su puesto como director financiero de Las Leñas para poner en marcha esta idea. Y no se arrepiente, pese a las dificultades.

¿Qué es lo novedoso en la propuesta? La idea es dar servicios no sólo a quienes necesitan asistencia permanente, cotidiana, sino también a personas que se valen por sí mismas, y que pueden residir allí de modo independiente, pero con cuidados y servicios a su alcance.

Se acerca un poco a la oferta que existe en países como Estados Unidos o ciertos sitios de Europa donde, desde el condominio de departamentos independientes para adultos mayores autosuficientes en adelante se estratifica la oferta.

En la Argentina, geriátrico es casi mala palabra, asociado, con justa razón en muchos casos, a un depósito indiferenciado de viejos.

“Como hay una mala imagen de las residencias para adultos mayores -dice Petracchi-, el que puede arma el hospital en su casa. Y termina teniendo una pyme de 4 a 5 empleados, difícil de manejar. Además, no se tiene en cuenta la necesidad de socialización, que no es un tema menor. No es lo mismo hablar con un enfermero que con un coetáneo. No hay forma de reemplazar eso. Pero entiendo que hay pocos lugares que no parezcan un castigo o un depósito”.

Es la impresión que él mismo recibió cuando hace unos años acompañó a un familiar en la búsqueda de una residencia y descubrió lo difícil que era encontrar sitios con un buen nivel en dos planos: servicios e infraestructura. Fue al descubrir la escasez de oferta que se le ocurrió dedicarse al rubro, con un proyecto de excelencia en ambos aspectos que en su opinión deberían ser inseparables. “Se puede tener el mejor servicio pero si las instalaciones son deficientes… Y, a la inversa, a veces la hotelería es buena pero no la atención”, explica.

“De los 9 pisos del edificio, tenemos uno entero para la gente autoválida -dice, respecto de la flamante residencia que inauguró al filo de la cuarentena-. Respecto de los condominios que existen en los Estados Unidos, con viviendas independientes, lo nuestro es un paso menos: no hay cocinas en ese piso. Pero hay una confitería a la entrada y dos comedores: en el piso 9 y en el 3, según el tipo de residente. No es lo mismo alguien a quien hay que ayudar a comer, que otro que lo necesita y tal vez no desee verlo tampoco. Las habitaciones tienen entre 30 y 50 metros cuadrados. Todos los pisos tienen una enfermería, salvo el 8. Hay 4 habitaciones al frente y 4 al contrafrente y las de las esquinas son suites, dos ambientes y baño”.

Aunque sería más sencillo tercerizar la cocina, no quiso hacerlo: “Comer rico es clave. Y es importante socialmente. Queremos incluir a la familia de los residentes y una de las maneras es que puedan comer aquí, mejor que en casa, sin que sea un restaurante de 8 pasos. Dar sensación de hogar y, si lo logramos, sería un golazo”.

“Legalmente esto es un geriátrico -admite-, pero sabemos que la palabra tiene feas resonancias. Hasta los hijos que tienen condiciones económicas para ofrecerles a sus padres un buen geriátrico lo dicen con vergüenza. De entrada, hay una concepción negativa”.

Y eso lo constató cuando se puso a buscar inversores. “No me divierte”; “no es un negocio sexy”, son algunas de las cosas que escuchó. Pero nadie le dijo que era una mala inversión. “Mi experiencia cuando salí a fondear el proyecto fue que no hubo uno que no reconociera que era una buena idea, pero no querían invertir por la mala imagen de los geriátricos; lo que no implica que no sea una oportunidad de negocios a la vez que se crea un bien social”.

Queda claro que hay mucho por hacer, por un lado, en materia de promoción de la llamada silver economy -los productos y servicios destinados al sector de la tercera edad, la franja etaria que proporcionalmente más crece-; y, por el otro lado, para disipar la mala prensa que tiene la sin embargo inexorable vejez.

“Las residencias no son para todas las personas -aclara Petracchi-; yo no digo que todo el mundo tenga que estar en una. Pero la gente vive más, es cada vez más longeva, y tiene menos hijos. Eso tiene un impacto muy fuerte en el cuidado intrafamiliar. Por eso hay que jerarquizar esta industria. Los mayores de 65 años son el rango etario que proporcionalmente más crece en la Argentina”.

El proceso que lo llevó a la decisión de volcarse a la silver economy arrancó hace bastante tiempo. “Esto lo hice porque hace 4 ó 5 años me tocó buscar una residencia para una persona mayor y esa experiencia me mostró las carencias que tenemos. Empecé a pensar qué podía hacer al respecto. Estaba en un momento profesional en el que quería emprender algo diferente. Armé un plan de negocios y empecé una ronda de inversores. Y, reitero, lo que vi en los primeros contactos es que, aun a aquellos a los que les gustaba la idea y que reconocían que los fundamentals del negocio eran sólidos -envejecimiento poblacional, falta de oferta- no les gustaba la idea porque vejez, geriátrico, etc, es mala palabra”.

“Eso no me desalentó -dice-; más aun, renuncié a mi trabajo para dedicarme a full a esta idea. Fue hace 4 años. Dediqué un año al estudio del tema, otro a buscar inversiones y luego, como queríamos salir rápido, decidimos remodelar un edificio en vez de construir. En mayo de 2017, compramos un hotel en Bartolomé Mitre y Callao, lo cerramos y lo remodelamos”.

La ubicación del lugar -pleno centro de la Capital- también es una innovación. Aunque cree que muchos otros barrios hubieran sido interesantes, el lugar facilita las visitas y a la vez las salidas de los residentes autoválidos.

En cuanto a la cuarentena, no dramatiza, a pesar de que, con solo tres residentes, el lugar tiene que funcionar las 24 horas, con el déficit que ello implica. “Pero cuando estás en un emprendimiento siempre hay imponderables. Como líder del proyecto, tenés que encontrarle la vuelta”.

Y, a mediano y largo plazo, es muy optimista. “La ventaja de este segmento de negocios es que la demanda siempre supera a la oferta. La tendencia demográfica implica que el porcentaje de población mayor de 65 años seguirá creciendo.”

Diego Petracchi
Diego Petracchi

Petracchi es el socio fundador con un grupo de inversores. El gerontólogo Ricardo Jáuregui es el director médico. “Tenerlo a él en el equipo es un lujo”, dice.

¿No es utópico pensar en residencias premium para mayores en un país cuyo sistema previsional está en crisis casi permanente? Servicios como los que ofrece We Care no son para cualquier bolsillo. En Estados Unidos existen diferentes modalidades de financiamiento. ¿Hay algo de ese estilo entre nosotros? “Tenemos la idea de ir estudiando esas alternativas, pero más adelante”.

Un sistema interesante es el de la hipoteca revertida, explica Petracchi. Una familia va al banco y pide un préstamo con garantía de una casa, pero en vez de recibir el monto total, se le otorga una cuota por mes con la cual puede pagar una residencia. Cuando la persona fallece, la familia tiene dos opciones: devolver el préstamo o entregar el bien.

“En Argentina no hay quien haga esto. Si no tenemos un simple mercado de hipotecas menos aún uno de revertidas. Pero vamos a tener que ir hacia esos esquemas -pronostica-. Pensemos en una persona de 80, profesional toda su vida, que tiene un departamento en Recoleta. Puede valer unos 400 mil dólares, pero posiblemente por su jubilación tenga un flujo de ingresos bajos. Le convendría el sistema de hipoteca revertida, que sirve para que le liberen fondos sobre la base de los activos que posee. Pero para eso hace falta un mercado de capitales en serio, estabilidad, etcétera”.

“Esto de la cuarentena lo tomo como una piedra más en el camino -dice Petracchi por último-. Tendré que ver cómo salgo, pero no siento que haya sido un error. Estoy convencido de que es una excelente oportunidad para dejar una impronta. Obviamente, me hubiera gustado estar hoy funcionando a full, pero tener el lugar lleno también hubiera sido un problema, otro desafío, considerando que se trata de una franja de población muy vulnerable ante la pandemia”.

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