El coronavirus mató en Argentina a 2.588 personas y convirtió en pacientes a 141.900 ciudadanos, al menos hasta la publicación de esta nota. De los contagiados, hay 73.081 enfermos que aún cursan la infección: 890 de estos casos positivos se encuentran internados en unidades de terapia intensiva, en absoluto aislamiento. Porque además de pacientes de riesgo, son agentes de transmisión. Este contexto de pandemia y naturaleza extraordinaria, el confinamiento de los personas internadas afecta su final de vida y el procesamiento del duelo de sus familiares.
“No es lo mismo morir solo que morir acompañado, ni es lo mismo despedirse de un ser querido que no hacerlo”, dijo Santiago Primerano, médico psiquiatra del servicio de cuidados paliativos del Hospital Rodolfo Rossi de La Plata. Su valoración tiende a fundamentar los preceptos del nacimiento de un protocolo pensado para acompañar la muerte o para que la muerte no ocurra en soledad, en habitaciones aisladas, con el paciente de un lado de la puerta y sus familiares del otro.
El Hospital Rossi de La Plata fundó en diciembre de 2001, mes bisagra en la historia moderna argentina, el servicio de cuidados paliativos. Fue pionero en la provincia de Buenos Aires en la construcción de un programa para acompañar a los enfermos terminales en su final de vida. “Aquellas atenciones y cuidados dirigidos a las personas con enfermedades avanzadas, progresivas e incurables. Se trata de un enfoque que tiene como objetivo principal mejorar la calidad de vida del paciente y la de su familia”, describió la jefa del programa, María de los Ángeles Mori.
Primerano definió el servicio de cuidados paliativos como “la optimización de la atención integral del paciente en final de vida para mejorar su calidad de vida y para tener una eficaz contención tanto del paciente como entorno familiar”. Desde sus inicios, aborda dos aspectos fundamentales: el servicio y la internación domiciliaria. El equipo, de esencia interdisciplinario y constituido por cuatro médicas clínicas, dos psicólogos, dos enfermeras, una terapista ocupacional, una trabajadora social y un médico psiquiatra, apuesta a que el final de vida se desarrolle en el domicilio.
Pero la pandemia modificó el escenario. Al ser considerados contacto estrecho con un paciente infectado, las personas de su entorno íntimo deben permanecer aislados en sus hogares y enterarse de la salud del familiar internado a través de llamados telefónicos. Las muertes por coronavirus comenzaron a llegar en la soledad de una habitación de hospital, a la que solo ingresa el personal médico asignado la menor cantidad de tiempo posible.
Cecilia Jaschek es la directora del centro de salud. Antes era la jefa del servicio de cuidados paliativos. Habló de la sanación del duelo, describió a la muerte por coronavirus como solitaria y le atribuyó impacto directo en la salud del paciente y en el proceso de duelo de la familia. Atenta a esta situación, la sala de internación de cuidados paliativos presentó un formulario que garantice la atención tanto en domicilio como en consultorio.
“Presentamos esta propuesta que primeramente fue charlada con la dirección del hospital, que nos habilitó y nos indicó que le elevemos la propuesta al Comité de Crisis. Esta iniciativa tiene que ver con la posibilidad de la presencia de un familiar acompañando la internación de un paciente sospechoso o confirmado de coronavirus que se encuentre en tratamiento paliativo”, detalló Mori, quien explicó las razones y la filosofía de una iniciativa que empezó a aplicarse hace más de un mes: “Sabemos que la presencia de otro familiar acompañando lo doloroso de este proceso contribuye a disminuir los síntomas físicos y emocionales. En este sentido, creemos y consideramos que es de suma importancia permitir la presencia de otro familiar junto al paciente. Sostenemos que morir acompañado puede ser en sí mismo un acto paliativo”.
“Lo que empezamos a ver con los pacientes de Covid positivo que tienen que estar aislados en el hospital fue la dificultad de llevar ese final de vida -narró Primerano-. Desde la perspectiva de los cuidados paliativos, la despedida forma parte del proceso que empezamos a trabajar no bien tenemos contacto con el paciente y la familia. Ese trabajo que se hace junto a la familia se había cortado, de ahí surge la idea de formular un protocolo”. Para el psiquiatra, la aplicación de esta práctica favorece a que los procesos de duelo no sean tan traumáticos y pretende que, a pesar de la adversidad de la coyuntura actual, se siga actuando de manera humanizante.
“Tuvimos la primera experiencia hace poco más de un mes. Fue dificultoso poder hacerle entender a los otros colegas y profesionales del hospital lo que queríamos hacer. Afortunadamente, pudieron ingresar los hijos del paciente: primero ingresó uno, días después entró otro. Más allá de lo complejo de la situación, una de las hijas nos manifestó haber sentido alivio porque al menos pudo estar los últimos días de vida de su padre, acompañándolo”, relató el profesional.
Según rige en el protocolo, se permite que un único familiar permanezca internado en la misma habitación que el paciente en tratamiento paliativo. Aunque no se permite la rotación, puede suceder que el acompañante decida no hacerlo más y que su lugar lo ocupe otro familiar cercano. Ninguno podrá tocar ni abrazar al paciente moribundo, sí puede hablarle y la palabra, dijo Jaschek, viene a llenar de afecto al paciente en su final de vida.
El acompañante, o el referente familiar según la clasificación del hospital, deberá dormir en la misma habitación y respetar posteriormente las condiciones de aislamiento por catorce días. Y a su vez, cumplir con ciertos requisitos: ser mayores de edad, encontrarse asintomáticos durante el período de acompañamiento, no presentar factores de riesgo por Covid-19 (mayores de 60 años, enfermedad cardiovascular, enfermedad renal, enfermedad pulmonar crónica, diabetes, embarazo). “Se deben maximizar las medidas de higiene personal e higiene respiratoria, no debe compartir utensilios ni alimentos o bebidas con el pacientes, tiene que haber sido capacitado en la correcta utilización de EPP (equipo de protección individual) y no podrá deambular por el establecimiento hasta tener el diagnóstico definitivo en caso de que sea paciente sospechoso”, informó Mori.
“La idea es que esto se puede replicar en otros hospitales que así lo requieran. Cada institución deberá evaluar las posibilidades de ponerlo en práctica, lleva mucho esfuerzo pero posibilita que el paciente internado esté acompañado. Hace a una intervención más humanizada, permitiendo la palabra y la escucha”, concluyó la jefa del servicio de cuidados paliativos del Hospital Rossi.
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