Apenas la pandemia llegó a Europa, Benito Fernández asegura que sintió que un tsunami se avecinaba en nuestro país y que no pensaba quedarse de brazos cruzados. Y así lo hizo: aprovechó los cuatro meses de cuarentena y se centró en cada una de las cosas que quería cambiar. Algunas, desde hacía mucho tiempo.
El diseñador y empresario asegura que este es el momento ideal para visibilizar la empatía, la solidaridad y la inclusión, y ya puso manos a la obra colaborando con distintas causas benéficas. “Todos estábamos mal y este es el momento de pegar la vuelta”, afirma con convicción a Infobae.
-Cuál fue tu reacción cuando la pandemia de coronavirus aterrizó en el país y empezaron los primeros casos?
-Soy muy perceptivo y, como todos los diseñadores, dejo fluir las cosas, no las trabo. Si algo me llama la atención, por algo es. Cuando vi lo que estaba pasando en Europa me empecé a alejar del día a día. Una semana antes de que se dicte la cuarentena me di cuenta que esto era algo diferente: entonces, pensé, yo también tenía que hacer algo diferente. Sentía que se venía un tsunami que debía atravesar. Tenía que estar de pie primero por mis hijos, y también por toda la gente que trabaja hace años en mi empresa.
Lo primero que hice fue un desfile virtual en mi casa, con 4 mil fotos sobre maniquíes. Con el correr de los días, me fui dando cuenta que a esto no se entra del mismo del que se sale, y que cuando termine, las cosas no van a ser iguales. Entonces, empecé a pensar qué podía hacer para ayudar. Las primeras palabras que se me vinieron a la cabeza fueron solidaridad, resiliencia, inclusión y empatía. A partir de ahí, empecé a actuar en consecuencia.
-¿Profundizaste aún más las acciones solidarias que habitualmente llevás a cabo?
-Sí. Después del desfile virtual hice unos barbijos de alta costura para donar al Hospital Pedro de Elizalde, que fueron subastados a beneficio de los chicos que están internados. En simultáneo, me conecté con “Mamis Solidarias” -una ONG que ayuda a niños carenciados- a quienes les doné 500 prendas de la colección cápsula de mi hija Marina, que hace ropa infantil dentro de mi marca.
Por esa acción subí en Instagram las fotos de dos nenas abrazando los paquetes. Una usuaria me puso un comentario: decía que esas cosas solo había que hacerlas y no mostrarlas. Por lo general, borro los comentarios feos, pero en este caso pensé que tenía que contestarle. Le pregunté por qué no tendría que mostrar a esos chicos que son nuestros, que están pasando hambre, a estas mujeres que los están ayudando... ¿cómo no iba a visibilizar este tema que es tan importante?
Ese comentario de aquella mujer -que fue repudiado por muchas otras personas en Instagram- me dejó pensando mucho: ¿por qué hay que ocultar ciertas cosas? Si en esos días mi cabeza ya venía cambiando, con ese hecho estalló y dije: “Hay que cambiar todo”.
-¿Cuáles fueron esos cambios?
-El principal fue en mi empresa de prêt-à-porter, “Benito”, que es mi marca y está en el mercado hace muchos años. Ahora es una empresa familiar y trabajo con mis dos hijos, Marina y Lucas. Mi hija ya hacía conmigo ropa infantil, y ahora Lucas va a lanzar su colección cápsula sin género, es decir, ropa que pueden usar tanto hombres como mujeres. Cambié la marca desde lo conceptual hasta lo que quiero transmitir. Inauguré tres locales nuevos y me fui del shopping. Cambié las estrategias de marketing y de ventas.
Me puse a hacer más accesorios -antes sólo hacía un 10%- porque sé que la gente ahora no se va a querer probar la ropa. Incorporé más algodón, que es la tela que hoy usamos todo el día para estar cómodos, con un jogging y una remera. ¡Me puse a cambiar absolutamente todo!
En el medio me llamaron del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para hacer una acción y pensé: “Acá hay otro tema para visibilizar, los refugiados”. Hay más de 70 millones de refugiados en el mundo y 40 millones de ellos son niños esperando en las fronteras para que los dejen entrar a otros países. De ahí surgieron mis ponchos para colaborar con ellos. Muchos famosos me ayudaron a difundir esta acción, como Valeria Mazza, Marley y Mirko, Juana Viale, Guillermina Valdes y Osvaldo Laport (embajador de ACNUR). Se me metió en la cabeza visibilizar los problemas del mundo.
También me invitaron del Fashion Designers of Latin America, que es parte del Fashion Week de New York, para participar de su desfile virtual. Será en septiembre.
En cuanto a los cambios en mi ropa, los vestidos de alta costura -que son de encaje y tules bordados- van a estar forrados en algodón y no en satén ni tafeta. Me reinventé por todos lados, desde lo conceptual hasta lo práctico: a nivel personal me separé, a nivel de la empresa con todo que te contaba y esto de involucrarme en más causas solidarias.
-Sin duda, tuviste una gran velocidad para adaptarte.
-¿Sabés por qué? En mi generación somos de ocultar: ¡todo se ocultaba! Yo tardo en llegar a las cosas: soy disléxico de chico y lo superé, me aguanté las miradas de cuando hacés todo mal; maduré mi sexualidad mucho más tarde; elegí mi carrera a los 24 años y no a los 17... Es un proceso interno muy particular. Lo que descubrí en esta cuarentena -que es lo que más me venía pesando en estos 60 años- es eso: el tema de ocultar. Ya no quiero esconder nada, por eso pasó lo del comentario en Instagram con esa acción con los chicos que te conté. Me parece que las grandes potencias y los científicos ocultaron: por eso hoy estamos así.
En ese plan de no esconder nada, empecé a poner en mis redes sociales las cosas que no me gustan de la política. Lo hice a pesar de que la política no me interesa para nada, porque dividió a mi familia y por eso no pude ver a mis abuelos. Pero cuando se decretó la cuarentena, lo primero que dijo el presidente fue que iba a sacar los encajes a los bancos para que tuviesen más liquidez y les pudieran prestar plata a las PYMES, a los monotributistas y a las personas que lo necesitan. Eso no ocurrió, entonces escribí un tuit bastante fuerte -que fue trending topic- preguntando por qué esa promesa no se efectivizaba y para quién estaban guardando la plata. Los políticos están manejando nuestro dinero y siento que, como empresario, no me tienen que ayudar: me tienen que acompañar.
Soy un generador de fuentes de trabajo, mis hijos y yo tenemos cada uno su departamento, todos comemos, no nos falta nada... Yo voy a salvar a mi empresa y va a salir más fortalecida de esta crisis, pero me tienen que acompañar. Para ayudar tienen a la gente que no puede vivir más y no está en condiciones de reconvertir nada. Esa plata tiene que ir directamente a ellos. No estoy enojado, pero tampoco quiero callar más lo que pienso. Lo que saqué en limpio de esta cuarentena fue ver mi vida en perspectiva desde el ocultamiento, algo que siempre me hizo mal.
-¿Cómo va a quedar nuestro país después de esta crisis?
-Yo soy muy positivo. Los argentinos vamos a salir bien parados de esto, porque somos muy creativos y nos reinventamos. Me encanta mi país y nunca me iría. Amo como somos, pero es el momento de los grandes cambios. La política también se está dando cuenta que tiene que cambiar.
Yo estoy muy confiado y apostando más que nunca: abriendo locales y oficinas nuevas. Obviamente que va a haber una contracción del consumo, pero hay que estar preparados y generar cosas nuevas. Ahora me van a ver más que antes, porque los locales van a ser bien visibles y en lugares estratégicos. No todo es plata. Es ver por dónde va a ir el consumo, las necesidades de la gente, cómo se la va a seducir... Pasa por movernos por otros lugares.
-¿Cómo será la vida cotidiana post pandemia?
-Hay muchas personas que están esperando que esto se termine el lunes, en septiembre o en octubre. Pero no: tenemos que aprender a convivir con el coronavirus. Hay que cambiar la mentalidad y darle para adelante. Tenemos que seguir relacionándonos, trabajando, viviendo, teniendo sexo, amor...
Esto va a modificar los hábitos, pero no la esencia de las cosas. Vas a poder ir a la playa, comprarte ropa, besarte... pero vas a tener que tomar recaudos, cuidarte.
-En esos cuidados de los que hablás, ¿qué protocolos incorporaste en tu empresa y tus locales?
-Cosas como el distanciamiento social, señalizar los pisos, clausurar los probadores, que la ropa que se cambie quede en cuarentena, medir la temperatura corporal, usar alcohol en gel, el blindex en la caja... Estamos tomando los recaudos necesarios tanto para los clientes como para mis empleadas, que son todas chicas que quiero mucho. Trato de cuidar a todos.
El cliente se está exponiendo en salir a la calle para ir a tu local, entonces, uno le tiene que dar un plus. Hay que ser más empáticos y entender que todos estamos en la misma: todos estamos perdiendo, entonces, tenemos que apostar todos juntos.
-¿Qué cambios traerá la pandemia para el mundo de la moda?
-A corto plazo, los accesorios van a tomar mucha fuerza, porque van a ser la manera de sentirse renovado y no tener la necesidad de ir a probarte. Las zapatillas se van a potenciar por haber estado tanto tiempo encerrados: se van a usar menos zapatos y botas.
No me imagino haciendo dos colecciones como antes, una de invierno y otra de verano. Voy a hacer un montón durante el año. Eso es lo que me pide mi cabeza. Tampoco me imagino haciendo desfiles presenciales: los formatos van a cambiar.
Hace un año, hice un desfile presencial en el Hipódromo que también se transmitió por streaming. Te conectabas y podías entrar al sector que quisieras ver, como el backstage, el desfile, el público, el maquillaje, el banner con las celebrities... Era presencial y virtual. Ahora hice un desfile totalmente virtual sobre los maniquíes, sin público ni modelos: con 4 mil fotos hicimos un video de un minuto para las redes sociales.
En el Fashion Week de Nueva York presentaremos un desfile con modelos, pero es un video que se va a subir a las plataformas y va a ser difundido, sin público. Se va a hacer sin que yo tenga que ir a Nueva York, sin gente y sin prensa.
¿Qué enseñanza nos dejará esta pandemia?
-Lo poco que somos y lo mucho que tenemos que ser para atravesar esto todos juntos. Es algo que no podemos resolver y que nos tiene a todos, por primera vez, encerrados en nuestras casas. Creo que va a haber un cambio muy grande en todo: en la manera de relacionarnos y hasta en el modo de actuar de los políticos, como te decía... Nadie va a salir igual que como entró. Hay que visibilizar la empatía, la solidaridad y la inclusión. El barbijo es lo primero que ahora nos expresa: los ves en la calle todo el tiempo y ya van bordados, pintados, escritos... La gente los transforma y se está empezando a comunicar a través de los barbijos.
Es el momento de cambiar y acomodar las cosas que no estaban bien. No importa si te quedaste con menos o más plata, si perdiste o ganaste: esto va más allá. Hay que empezar a hacer las cosas que a uno lo hagan sentir bien. Reinventarse es la única manera para salir de esto.
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