“Putita espiritual”: es modelo erótica, medita a diario, regala consejos sexuales y vende sexo virtual

Jésica Fux aprobó todas las materias de una carrera universitaria y trabajó en multinacionales pero decidió dejar todo para adentrarse “en un camino de sanación espiritual”. A la vez, un seguidor que la vio hablando de un vibrador la impulsó a vender contenido erótico: “Pagaría por verte probarlo”, le dijo

Entrevista a la modelo erótica Jesy Fux

El fondo es color pastel, las letras del mundo al que da la bienvenida están escritas con rosa: “Jesy Fux Universe”. Hay fotos de ella más y menos desnuda, en escenarios clásicos del modelaje erótico -la cocina, el sillón de cuero, el caño de pole dance- y en escenarios que le son, a simple vista, mucho más naturales: desnuda haciendo un puente de yoga, en la postura de “gato contento” sobre una pelota de pilates azul o en equilibrio y con bucaneras blancas, en una perfecta apertura de piernas.

Su página web no encastra con la idea estereotipada que solemos tener de alguien que vende contenido erótico virtual, es decir: sexo por videollamada, fotos, videos tocándose sola o acompañada por otra mujer, chat hot (sexting), videos personalizados con el nombre del cliente pintado en el cuerpo, “beboteos” de 1 minuto “ideal saludos de cumpleaños”, fantasías a pedido repitiendo el nombre del o la solicitante. Encastra, más bien, con la forma en la que Jésica Mariel Fux eligió llamarse en sus redes sociales: “Putita espiritual”.

Mucho del contenido que sube es combinando la sensualidad con ejercicios.

Un paseo por el espacio en el que ofrece “sex tips” gratuitos permite ver cómo va trenzando esos caminos: hay un video en el que da consejos para practicarle “oral a ellos” al lado de otro sobre la importancia de “fluir con los cambios”; uno en donde regala trucos para hacerle “oral a ellas” al lado de un video donde habla de “ser espiritual”; uno donde da consejos para probar el sexo anal al lado de un video sobre la importancia de ser agradecidos.

En bata de plush y del otro lado de la cámara, Jesy Fux (31) conversa con Infobae. Parece un apellido artístico pero es el real -cuenta- mientras desayuna una palta que le alcanza su novio, con el que tiene una relación estable y abierta, no sólo en lo sexual sino también en lo afectivo. No cree en la monogamia, sí en que se puede tener sexo con otras personas en simultáneo y que vale enamorarse. De hecho, hasta hace muy poco, Jesy tenía dos parejas “y estaba enamorada de los dos”.

Antes, Jésica trabajó en multinacionales y terminó la cursada de una carrera universitaria. Hizo varios años de traductorado de inglés.

Además, es vegana -sostiene que, aunque todavía miramos para otro lado, el futuro es “vegano y bisexual”- y, desde hace seis años, cuando tuvo su “despertar espiritual”, medita todos los días y practica yoga con frecuencia.

“Antes de mi ‘despertar espiritual’ digamos, antes de salir de la matrix y darme cuenta quién soy en esencia, era una piba normal. Iba a bailar, salía con amigas, me la pegaba, iba a fiestas electrónicas, lo normal”, arranca. Iba siguiendo, además, los mandatos familiares de lo que se esperaba para ella: hizo casi cuatro años del traductorado público de inglés y se pasó a la carrera de Relaciones Públicas, de la que sólo le faltó la tesis para recibirse de licenciada.

Trabajó en McDonald´s, en Nextel, en una casa de comidas vegetarianas y en un call center hasta que un dolor en una rodilla la acercó a su primera “herramienta de sanación”: biodecodificación.

Su nombre es Jésica Mariel Fux, es "modelo erótica y oradora de conciencia". El alias con el que se siente identificada es "Putita espiritual".

Un antes y un después

“Cuando empecé a analizar el síntoma y ver ante qué o quiénes nos arrodillamos, entendí que no me gustaba lo que hacía, yo sólo buscaba el título de licenciada en Relaciones Públicas para llevárselo a mi mamá. Empecé a ver que me estaba expresando a través del ego, que para el budismo es la falta de conciencia. Es decir, me expresaba sólo a través de la mente, los miedos y la culpa”.

La madre de la que habla no es cualquier madre: es judía ortodoxa y pertenece a la comunidad Jabad Lubavitch. Esa comunidad es parte del movimiento jasídico y tiene casi 2.000 instituciones en todo el mundo, incluida la Argentina.

"Tenía altos mambos con mi cuerpo", cuenta a Infobae. Y dice que el yoga la ayudó a aceptarse.

Una “herramienta de sanación” abrió paso a la otra. Hizo Reiki, se abrió los registros akáshicos -”ahí vi todas mis sombras, mi oscuridad de frente”-, hizo constelaciones familiares y ahora mismo está estudiando astrología para conocer “cuáles son mis dones y fluir con ellos”.

Fue, claramente, un antes y un después: “Antes de entrar en este camino, a los 22, 23 años, tenía los problemas de una persona estresada. Tenía gastritis crónica, bruxismo, todos síntomas de nervios, de ansiedad. Fui a ver a muchos médicos, porque apretaba tanto los dientes que me dolían los oídos, la vista, la cabeza. Todos me aconsejaron lo mismo: ‘Hacé yoga’”.

Jesy creyó, al comienzo, que el yoga “era una actividad para la tercera edad” hasta que dio con una forma dinámica y empezó su revolución personal. “Tenía alto mambo con mi cuerpo. Fui bulímica muchos años, me odiaba. Era muy acomplejada. Había sido gordita mucho tiempo, siempre me comparaba con las demás. Era una insatisfacción constante, me daba culpa comer. Yoga me llevó a aceptar mi cuerpo, a reconocer mi piel, mis olores, a tocarme, a abrazarme, a conectar con mi cuerpo por primera vez”.

No cree en la monogamia, por eso tiene una relación abierta con su novio, con el que está desde hace seis años.

Las primeras fotos eróticas

Fue en ese contexto que empezó a sacarse fotos y a subirlas a su cuenta de Instagram. “Me empecé a sentir tan bien conmigo que quería compartirlo con el mundo. Ponía una foto sexy y al lado un mensaje de las fichas que me iban cayendo en mi camino de conciencia y de sanación. Iba compartiendo mi aprendizaje pero siempre con una foto en culo al lado”, se ríe.

“Muchos me decían: ‘ay, qué te hacés la poeta’, y a mí no me importa, como si la espiritualidad y la sexualidad no pudieran convivir. En Occidente las religiones nos hicieron creer que el sexo es algo pecaminoso, sucio. No es así en las culturas orientales, fijate el taoísmo, el tantra, en donde realmente se enseña cómo encauzar la energía sexual hacia un despertar espiritual”.

Del contenido que vende, dice que lo que más le gusta es hacer videollamadas. "Me calienta verme y ver al otro excitarse".

Se había dado cuenta de que tenía facilidad para la comunicación y planificó convertirse en “una conferencista, una oradora de conciencia”. Hasta que un día de abril de 2019 contó en una historia de Instagram que se había comprado un vibrador nuevo y alguien le escribió “pagaría por verte usándolo”.

“Así que dije, ‘bueno, voy a subastar un video’”. Se grabó marturbándose y se lo vendió a quienes hicieron las mejores ofertas. Desde entonces se denomina “modelo erótica” y dice que vender sexo virtual es su trabajo. Desde entonces también, Instagram le cerró 12 cuentas.

Sí que tuvo dilemas, cuestionamientos previos: “Mi meta era ser una oradora espiritual y tenía miedo de que se juzgue mi parte sexual y no poder llegar a tanta gente. Tenía miedo de no ser tomada en serio. Pero eso se solucionó con la ayuda de mi maestra de meditación, que me mostró que no sirve de nada esconder una parte tuya debajo de la alfombra para agradar porque no estás siendo fiel a vos misma. Cuando dije ‘esta soy yo, venga quien venga, fue cuando más me expandí”.

Entre los videos en los que ofrece "sex tips" recomienda posiciones de yoga para mejorar la sexualidad.

A diferencia de una parte importante de los feminismos que sostiene que la oferta de sexo no es trabajo y lucha por su abolición, Jésica cree que sí lo es. Y aclara, enseguida, que ella es su propia jefa, que no hay nadie por encima explotando su cuerpo. Dice que es su elección, así como otras personas eligen trabajar ocho horas diarias en una oficina.

“Siempre alguien va a decir ‘buscate un laburo decente’. Por empezar, todas esas creencias que uno le dice a otro son proyecciones de la propia mente. La persona que me dice a mí ‘buscate un laburo digno’ seguramente tiene un laburo de mierda pero encaja con los parámetros sociales”, opina. “Además, la decencia es un mandato social, la conducta moral que se espera de una mujer tras años y años de represión y de decirnos qué está bien y qué está mal. Yo ya pasé por lo que muchos llaman ‘un trabajo decente’ y no era feliz, era una esclava. ¿Qué más digno y decente que hacer lo que se te canta y ser libre?”.

Jésica sostiene que el "trabajo sexual virtual" es trabajo, que es su propia jefa y no hay nadie explotando su cuerpo.

—¿Y tu mamá? ¿cómo hiciste para que entendiera?

—Al principio estaba totalmente negada, no quería saber nada. Imaginate cuando los videos que se viralizaron les llegaron a sus compañeras del templo, judías ortodoxas como ella... Pero me ve feliz así que, con todo lo que le cuesta, no le quedó otra que aceptarlo.

Sexo virtual, furor de cuarentena

Los servicios virtuales que ofrece van desde los 1.500 pesos (un chat hot de whastapp de 20 minutos) hasta el más caro: un video personalizado de 8 minutos, a 7.000 pesos. Es cierto que hay muchas páginas que ofrecen videos gratis. La diferencia -dice- es que acá es “a la carta”: muchas veces en vivo, interactuando con ella o viéndola con la cámara propia apagada.

La prohibición de salir y tener “contactos estrechos” por la pandemia de coronavirus no sólo aumentó los pedidos de sexo virtual sino que cambió la duración y el público habitual:

Su actividad creció y cambió durante la cuarentena: los videos son más cortos, a escondidas y se acercó gente más grande.

“La mayoría son hombres. Llaman cuando se van a bañar, a escondidas, porque el resto de la familia está en casa. Dura pocos minutos, lo que tardás en masturbarte, por lo general se escucha la ducha de fondo”, cuenta. “También aparecieron muchas personas que quizás nunca se hubieran animado al sexo virtual: cerradas, pacatas o más grandes. Mi público era de 18, 20, máximo 35 años, que son más de la era virtual. Ahora a los más grandes, que creían que el sexo virtual no era sexo y no sabían ni comprar algo por Internet, no les quedó otra que virtualizarse”.

El plan, a futuro, es desarrollar un proyecto que le permita “impulsar a las mujeres con su despertar sexual espiritual”. También convertir esta fusión de sexualidad y espiritualidad en una marca. Quiere dar conferencias por el mundo -“tipo charlas TED”- para ayudar a la gente “no sólo a tener mejor sexo sino una vida más exitosa, creativa”, explica. Mientras, como el coronavirus no le permite salir a hacer nada de eso, Jésica escribe su primer libro, que incluirá detalles de su historia que todavía no contó. El título ya lo tiene, se llamará “Confesiones de una putita espiritual”.

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