La triste historia de la víctima 85 de la AMIA, que esperó 22 años para tener un nombre y un rostro

Augusto Daniel Jesús fue, durante más de dos décadas, un NN en la causa por el atentado terrorista a la AMIA. Falleció junto a su madre, María Lourdes. Tuvo una vida de privaciones, que casi termina en el olvido como su cuerpo -enterrado en el osario común de la Chacarita- y costó reconstruir

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Las fotografías de Augusto Daniel Jesús que vieron la luz dos décadas después de morir junto a su madre en el atentado a la AMIA
Las fotografías de Augusto Daniel Jesús que vieron la luz dos décadas después de morir junto a su madre en el atentado a la AMIA

Fue un turista el que lo advirtió. Contó los nombres de las víctimas del atentado terrorista en el cartel ubicado en el frente del nuevo edificio de la AMIA. Había 84. Volvió a contar, por las dudas. Mismo resultado. Faltaba un nombre… En rigor, esa ausencia duró 22 años. Cuando la Justicia puso manos a la obra para reparar esa vergonzosa omisión, sólo quedaba de los restos del muerto 85 -hasta entonces un NN hallado en la devastadora escena- un pedacito de hueso y otro de músculo para poder cotejar el ADN. Ni un nombre, ni una fotografía que gritaran quién era, cómo se llamaba. Y mucho menos si tenía sueños, alegrías, amigos, pareja…

En 2016, tras la muerte del fiscal Alberto Nisman, un triunvirato compuesto por Sabrina Namer, Roberto Salum y Leonardo Filippini se hizo cargo de la UFI AMIA. En muy poco tiempo revelaron la identidad de ese NN. El Equipo Argentino de Antropología Forense, junto con la división Huellas Digitales Genéticas del Cuerpo Médico Forense, analizó el ADN de las víctimas con el de los pocos restos conservados, y consiguieron relacionarlo con María Lourdes Jesús, muerta en el atentado. Recién entonces cruzaron el hallazgo con la ficha dactilar que estaba archivada en el expediente: la conclusión fue que se trataba de Augusto Daniel Jesús, hijo de la mujer. El ajado documento oficial, datado en 1993, acreditaba que era porteño, nacido el 21 de diciembre de 1974 y que su DNI llevaba el número 24.315.946. El domicilio que figuraba sorprendía: Juncal 876, de Capital Federal. Esa dirección -a una cuadra de distancia del lugar donde estaba la Embajada de Israel, volada en otro atentado el 17 de marzo de 1992- pertenece a la Parroquia del Socorro. Allí funciona un refugio para indigentes. Y era donde dormían Augusto y su madre.

La ficha dactilográfica de Augusto Daniel Jesús, único documento que había en el expediente de la AMIA. Hasta que no se determinó su relación con María Lourdes -también fallecida allí- fue un NN de la causa.
La ficha dactilográfica de Augusto Daniel Jesús, único documento que había en el expediente de la AMIA. Hasta que no se determinó su relación con María Lourdes -también fallecida allí- fue un NN de la causa.

La reconstrucción de su historia, trazada a más de dos décadas de ocurrido el atentado, dirá que en la mañana del 18 de julio de 1994 Augusto acompañó a María Lourdes hasta la calle Pasteur 633, donde ella asistía a un curso que dictaba la AMIA para atender a adultos enfermos. A las 9.53, el edificio fue demolido por los explosivos que llevada una Trafic conducida por un suicida. Los cuerpos de madre e hijo fueron hallados uno junto al otro, bajo los escombros. Al de Augusto, que estaba casi completo, solo le faltaba una pierna. Nisman -según escribió el periodista Raúl Kollman en Página/12- habría dicho que el cadáver no identificado “seguramente sería de un obrero boliviano” que trabaja en las refacciones del edificio. Mucho peor fue lo que sucedió en el año 2002. Ignorando que había fallecido, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°3, con el DNI del muchacho en su poder, había pedido encontrar a Augusto Jesús para que compareciera como testigo en el juicio oral. Huelga decir que jamás lo hallaron para que cumpliera dicho trámite.

En la recompuesta fiscalía se quejaban de que la preservación de las pruebas había tenido graves irregularidades. Aún conocido el nombre, no poseían ni una sola fotografía del fallecido. “El DNI del chico fue hallado entre los restos de la AMIA, lo levantó la Policía Federal y luego desapareció –contó por esos días de 2016 una fuente judicial consultada por quien escribe–. Dos veces se pidió el legajo al archivo del Registro Nacional de las Personas, y nada. También se perdió el legajo que existía en aquella época de la Cédula de Identidad que hacía la Policía Federal. Se mandó, entonces, un perito para buscar sus huellas del registro civil. Eso estaba, pero no tiene foto… Es curioso que haya extraviado todo ese material, pero en realidad no hay nada extraño, no es poco habitual”.

Una de las pocas fotografías que se conservaron de Augusto Daniel Jesús y aparecieron 22 años después de su muerte
Una de las pocas fotografías que se conservaron de Augusto Daniel Jesús y aparecieron 22 años después de su muerte

Cuando dieron a conocer el nombre de Augusto Jesús, los fiscales publicaron un resumen de su actuación. Allí señalaron que, en 1994, “a los pocos días de realizada su autopsia se dio cuenta del seccionamiento de tres falanges, en presencia de personal del FBI autorizado por el ex juez Galeano, pero sin constancia alguna de que se hubieran realizado peritajes, o sobre el destino dado a tal muestra. Años más tarde, y sin mayores precauciones, el cuerpo fue ubicado en el osario común del Cementerio de la Chacarita”. Eso ocurrió a finales de los 90. La fuente consultada explicaba hace cuatro años: “¿Se da cuenta? Era el único cadáver NN del atentado, y lo tiraron… por fortuna, los restos que fueron preservados sirvieron para la identificación”.

Pero nada explicaba quién había sido Augusto Daniel Jesús en vida. Ni cómo era su rostro. Hubo que tener mucha paciencia para tirar del hilo de la madeja. De siete tíos que tenía Augusto Daniel sólo dos vivían en el momento que su nombre salió a la luz: José Barbosa Torres e Ismael Torres Barbosa. Hoy, ambos murieron. El orden de sus apellidos podría aparecer como un error de tipeo, pero no. Según contó el primero de ellos, fueron anotados así por su padre, un portugués también llamado José Barbosa Torres, que arribó a la Argentina en 1937. El hombre consiguió trabajo en una estancia de Manuel Ocampo, un pueblo ubicado cerca de Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. Allí conoció a Apolinaria Leonor Jesús. Tuvieron cinco hijos. José sólo reconoció a los dos primeros, ya mencionados. Los tres restantes, Juan Roberto, María Lourdes y Marta Angélica fueron anotados con el apellido de la madre. La familia se completaba con Rodolfo y Julio César, hijos de una relación anterior de Apolinaria.

El certificado de estudios primarios de la Escuela 10, fechado en 1989
El certificado de estudios primarios de la Escuela 10, fechado en 1989

María Lourdes, la madre de Augusto, nació el 2 de agosto de 1943, y su libreta cívica llevaba el número 4.746.603. La familia, narraba José, no tenía buena relación. “Jamás vivimos todos juntos”, admitía. En su relato, Lourdes y Marta viajaron a Mar del Plata después de la muerte de su padre, tras cobrar su parte de la venta de la casa de su progenitor. Según recordaba, regresaron cuatro o cinco años más tarde, “y María Lourdes volvió con su hijo en brazos”. El hombre aseguraba que el nacimiento de Augusto Daniel había sido en diciembre de 1975. Eso difería del que figuraba en la ficha dactilar que atesoraba el expediente. Sobre el padre, nunca supieron nada. “Y jamás preguntamos”, añadía.

José completaba la poca información disponible: “Vivieron con mi hermano Roberto un tiempo, y cuando él se mudó, María Lourdes se fue a Capital con Marta. Andaban rodando, dando vueltas, se dedicaban a cuidar personas mayores o trabajaban de sirvientas. Pero en los últimos tiempos casi no la veíamos. Por ahí aparecía y nos pedía algo de plata, pero creo que trabajaba cuidando a la madre de un abogado que era de la AMIA. Cuando terminó la escuela hizo cursos de mecanógrafa. Era inteligente, pero apocada”.

Una de las cartitas que Augusto le dejaba a su mamá. Quienes los conocieron, dicen que siempre andaban juntos. En los últimos tiempos vivían en una parroquia porteña que aloja personas en situación de calle.
Una de las cartitas que Augusto le dejaba a su mamá. Quienes los conocieron, dicen que siempre andaban juntos. En los últimos tiempos vivían en una parroquia porteña que aloja personas en situación de calle.

De Augusto contaba que era “un muchacho corpulento, alto, de 1,75 metro más o menos. Era de tez cetrina, al contrario de su madre, que era bien blanca, y tenia el pelo negro, no muy largo. Se que iba al colegio en Capital, pero no recuerdo cual… Si tengo presente que le gustaba dibujar, y quería ser arquitecto. Un chico normal”. En su casa guardaba una foto blanco y negro de su hermana bailando el vals en su casamiento, pero ninguna de su sobrino.

El día del atentado, José estaba trabajando en San Miguel: “Una señora me dijo ‘vio que pusieron una bomba en la AMIA’. Jamás pensé que ellos estarían ahí, nos enteramos después. Fui a la AMIA y a la morgue, dije que el NN podía ser su hijo. De la Justicia no me llamaron, aunque dejé los datos”.

Una de las cartas de Augusto Daniel a su madre. Todo lo guardó Cecilia Jesús Lower, su prima, que recibió una bolsa con pertenencias de María Lourdes y su hijo.
Una de las cartas de Augusto Daniel a su madre. Todo lo guardó Cecilia Jesús Lower, su prima, que recibió una bolsa con pertenencias de María Lourdes y su hijo.

El recorrido en busca de una imagen de Augusto Daniel (o Daniel, como lo llamaban) continuó con el marido de Marta Angélica, la hermana de María Lourdes que vivía con ella. Pedro Sobrado, encargado de un edificio en Barrio Norte, convivió con ambas durante un tiempo. Marta había muerto en 1990, cuatro años antes del atentado. “Las conocí en el hotel Ecuador, donde vivían con el nene. Yo era soltero, tenía 24, y Marta Angélica 34. Lourdes era mayor que ella, y el nene tendría 9 o 10… Estuvimos ocho años juntos, pero no tuvimos hijos, ella no podía. Según me contaron, venían desde Grand Bourg. Jamás comentaron nada de Mar del Plata. Lo que sí supe es que Augusto no tenía papá… Lourdes trabajaba en la casa de un doctor, hacía las tareas. A veces su hermana la ayudaba. Más tarde conseguí una portería en la calle Estado de Israel, y nos mudamos solos con mi mujer. Después que Marta murió los seguí viendo, pero menos. Le decía que no esté en la calle, porque ya andaba de un lado para el otro con el chico. Paraban en hoteles, y por ahí no les alcanzaba la plata… Conmigo eran poco comunicativos. Una señora, recuerdo, la tomó para trabajar en un departamento y se quedó un par de meses con el hijo. Fue lo último que supe de ella. A la familia de Grand Bourg nunca la había visto. Pero cuando pasó lo de la AMIA vinieron dos hermanos, les dije que fueran a la comisaría. Al tiempo apareció un policía de la 19º, y me contó de la muerte de María Lourdes. Pero no dijo nada del chico. Después me quedé pensando que podía estar fallecido, porque nunca más vino a verme. Augusto era gordito, inteligente, le gustaba dibujar y era muy pegado a la madre… no se si lo mandaba a la escuela. Ella se iba a trabajar, y Augusto iba con ella”. Él tampoco tenía fotografías de la víctima. Augusto Daniel Jesús era, hasta ese momento, un muerto con nombre, pero sin rostro.

Para quien escribe estas líneas e investigó el tema, no tener una imagen del muchacho sabía a poco y dudaba de su publicación. Sin embargo, todo lo anterior apareció en la edición revista Gente a instancias de dos periodistas: el director Gabriel González y el jefe de redacción Leonardo Ibañez. Fue un acierto de ambos. La nota concluía así: “Puede ser, entonces, que alguien lea esta crónica y desempolve una vieja fotografía. Y ojalá, así, la víctima número 85 de la AMIA tenga, además de un nombre, un rostro. El mensaje en la botella ya fue arrojado al mar…”

María Lourdes, la madre de Augusto Daniel, con un vestido de flores, junto a todos sus hermanos en el casamiento de José con Eda Degaetano.
María Lourdes, la madre de Augusto Daniel, con un vestido de flores, junto a todos sus hermanos en el casamiento de José con Eda Degaetano.

El material navegó dos meses hasta que llegó a la orilla de la memoria de dos personas. Una, la hija de Roberto, uno de los tíos de Augusto Daniel. Pero por la negativa de su madre, declinó hablar. La otra fue Cecilia Jesús Lower, dueña de una agencia de viajes y traductora de inglés, hija de Julio César Jesús, fallecido siete años antes. Estaba en la sala de espera de un consultorio médico cuando tomó el ejemplar y leyó la historia de su primo. Recordaba que se le cayó de las manos. Ella se comunicó con la AMIA, su contacto llegó a este periodista y así se completó el círculo. En su casa atesoraba un cuaderno de la víctima, donde había fotografías y dulces mensajes a María Lourdes, la madre. Nunca supo porqué lo guardaba. Hasta ese momento.

“Fue una puñalada enterarme de todo, lloré mucho -contaba-. Son cosas que generan un poco de culpa, porque no es justo que Lourdes y Daniel hayan terminado en el olvido teniendo familia. Nosotros no teníamos confirmación de la muerte de Daniel en el atentado, pero lo suponíamos, porque ellos estaban siempre juntos y nunca más tuvimos novedades de él. Pero jamás apareció en las listas de fallecidos. De la muerte de Lourdes nos enteramos a los siete meses de la bomba. Era gente que no había cómo contactarla, no tenían domicilio fijo”.

Cecilia Jesús Lower, la prima de Augusto Daniel que conservó las fotografías y las cartitas que le hacía a su madre
Cecilia Jesús Lower, la prima de Augusto Daniel que conservó las fotografías y las cartitas que le hacía a su madre

Lo increíble fue cómo llegaron esas imágenes a sus manos. “Cuando Lourdes murió hablamos con una tía de mi papá, Clemencia, o Chola, que falleció a los 96 años. Era la figura de más edad de la familia. Ella nos contó que hacía unos meses los había visto, que los habían desalojado del lugar donde estaban viviendo y le habían dejado unas bolsas con pertenencias, para buscarlas cuando encontraran un lugar fijo de residencia. Esas bolsas fueron a parar a mi casa. Había ropa y un álbum pequeño, de plástico, con fotos de Daniel y cosas personales. Vaya uno a saber por qué lo guardé”.

Entre los recuerdos que Cecilia recuperó del olvido hay varias fotos en blanco y negro de un chico sonriente, de cara regordeta y flequillo. Y mensajes de amor hacia su madre. “La Navidad es tan hermosa como la amistad y tan gloriosa como ver al niñito Jesús con su cuna de bondad. De Daniel para vos, queridísima mamá”, dice una tarjeta. Otra cartita es por el Día de la madre, y señala: “Feliz día te desea tu hijo que te quiere mucho”…”Dedicación, amor, cariño, paciencia, eso significás, mamá”. También hay un certificado de estudios primarios de la Escuela Nº 10 de Adultos, ubicada en el barrio de la Recoleta, fechado en 1989, donde afirma su nacimiento en la Capital Federal.

El mural con los nombres de las víctimas de la AMIA. En la columna que está a la derecha del pedido de "Memoria y Justicia" se agregó el nombre de Augusto bajo el de María, su madre. Ahora están representados los 85 muertos
El mural con los nombres de las víctimas de la AMIA. En la columna que está a la derecha del pedido de "Memoria y Justicia" se agregó el nombre de Augusto bajo el de María, su madre. Ahora están representados los 85 muertos

Pero a pesar de atesorar los testimonios de la vida de su primo, Cecilia no puede develar el misterio sobre el lugar de nacimiento de Daniel. La documentación oficial dice Capital Federal, la narración oral de la familia se acerca a Mar del Plata. Será una duda que sus protagonistas se llevaron a la tumba. “Mi madre me contó que Lourdes trabajaba como cocinera en la casa de una familia que tenía una residencia de verano en Mar del Plata y la llevaron. Lo que supo después es que volvió de allá con un hijo”, explicó. Al Daniel, ella sólo lo vió “una o dos veces, cuando era muy chiquito. Tendría cuatro años, y yo unos nueve o diez. En ese momento, vivían en la casa de mis abuelos en Munro. Después se vendió la casa, todos los hermanos se desparramaron y ya no tuvieron un domicilio fijo. Espero que este rescate de su memoria sirva para que se sepa más de él, de su identidad. Mi única motivación fue darle un rostro a mi primo”.

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