Sofía Herrera desapareció un domingo de primavera en un camping de Río Grande, Tierra del Fuego. Era muy chiquita: tenía tres años y ocho meses. La última foto que su papá le sacó ese mediodía -sonriendo a cámara, camino al camping, con un buzo azul- quedó grabada en la memoria de muchos argentinos. Pronto, sin embargo, se cumplirán 12 años de aquel domingo y, de estar viva, Sofía es una adolescente de casi 16 años. Aquella foto de la sonrisa y el buzo azul, entonces, ya no sirve para seguir buscándola. Lo que podría servir, en cambio, es la proyección de cómo sería hoy.
Alberto Suárez tiene 53 años y es perito dibujante de rostros. Trabajó durante tres décadas en la Policía Bonaerense haciendo pericias ordinarias, “lo que vulgarmente se conoce como identikits”, cuenta a Infobae desde Los Toldos, donde pasa la cuarentena con su madre. Es decir, su trabajo era volcar sobre el papel en un promedio de 10 minutos la imagen que una víctima o testigo había guardado en algún lugar del cerebro.
De los identikits pasó a dibujar objetos que pudieran ayudar a resolver un caso -un anillo, un reloj- y, de los objetos, a recibir pedidos para hacer reconstrucciones faciales de cadáveres mutilados. “Él no te lo va a decir porque tiene un perfil muy bajo pero una reconstrucción facial requiere de un rigor técnico altísimo. Es un verdadero arte forense donde se ponen en práctica todos los conocimientos de la criminalística y otras ciencias”, aclara Walter Duarte, presidente de “Consultora Integral de Seguridad”, la empresa privada en la que Suárez trabaja desde que se retiró de la Policía.
Y trae, para ejemplificar ese rigor, la anécdota de la vez en que se encontró un cuerpo seccionado en el río, por San Fernando: la cabeza apareció varios días después sumergida en el Río de la Plata. Por efecto del agua, el rostro era irreconocible. Alberto Suárez fotografió la cabeza y, con su entendimiento sobre el comportamiento de los huesos, los músculos y los tejidos dibujó cómo había sido la cara de esa persona. Su trabajo permitió que los familiares de la víctima lo reconocieran y pudieran hacer el duelo.
En la consultora hay distintas áreas vinculadas a temas de seguridad. Alberto Suárez trabaja como dibujante de rostros en el equipo de peritos expertos en proyección de edad y reconstrucciones faciales, un equipo al que llaman de distintos países para colaborar con las búsquedas de niñas, niños, adolescentes y adultos desaparecidos. En el grupo de trabajo hay peritos dibujantes de rostros, en accidentología vial, balísticos, en rastros, psicólogos, entre otros. A veces los llaman las propias familias de las víctimas, aturdidas por el paso del tiempo. Otras -como está sucediendo ahora con el gobierno de México- el pedido de colaboración proviene de autoridades oficiales.
Sofía Herrera: la tierra no traga niños
La de Sofía Herrera fue una de las primeras pericias de proyección de edad que Alberto Suárez hizo cuando los elementos de la investigación se estaban agotando y había pasado tiempo suficiente para asumir que no se podía seguir difundiendo la imagen de una nena.
“En ese momento nadie hacía proyecciones de edad. De hecho hoy en día lo hacen muy pocas personas en el mundo”, cuenta Suárez. Se trata de un dibujo a mano alzada, pixel por pixel sobre una tablet, que puede llevar entre un mes y medio y seis meses de trabajo diario. A fin de año, cuando se supone que Sofía Herrera cumplirá 16 años, la consultora hará una nueva proyección de su rostro y se la regalará a la familia.
“Todos los casos son diferentes. No es lo mismo hacer una proyección de un bebé robado que de una nena de 3 años, de 6, una adolescente o de un adulto. Sí es cierto que, a menos edad al momento de la desaparición más difícil es. Cuanto más tiempo haya pasado, también”. Esto se debe a los elementos que son clave para el dibujo: no es lo mismo si una familia tiene una foto carnet en papel de alguien desaparecido hace 40 años que alguien que tiene fotos digitales y videos.
“Cuando llega un pedido lo analizamos y vemos si es viable. Si no lo vemos posible no lo hacemos. ¿Por qué? Porque el dibujo puede ser un elemento fundamental para la búsqueda de alguien desaparecido, a veces es lo único que hay. Uno no puede jugar con la ilusión de la gente o generar falsas expectativas”, opina Suárez.
“Si contamos con todo el material que les pedimos a las familias en el protocolo el grado de certeza técnica del dibujo está en el orden del 90%”, explica Walter Duarte. No sólo se trata de pedirles fotos y videos de la persona desaparecida, también de hacer un estudio pericial sobre la cadena genética de la víctima: padres, abuelos, hermanos. Y se analizan zonas geográficas (si se asume que Sofía no está en la Patagonia y está en un lugar árido o con más sol, su pelo y su color de piel serán diferentes).
También se piensa en “el después”, en elementos subjetivos que permitan direccionar la búsqueda y aportar elementos que fuercen a la Justicia a moverse. Por eso preguntan si la persona estaba o no escolarizada, medicada, etcétera. “Como las desapariciones de niños implican muchísima carga emocional los psicólogos se ocupan de buscar más información que pueda estar tapada por esa carga”, sigue Duarte.
Una vez recibido el material, el equipo empieza un estudio pormenorizado de las imágenes. Arrancan por el pelo. “Uno puede saber cuál sería el comportamiento del cabello con el paso del tiempo por muchas razones. Una de ellas es que tenemos una expresión fenotípica que tiene que ver con los datos genéticos que nuestros padres nos aportaron”, explica. De ahí la importancia de estudiar los rasgos de los padres de las víctimas.
Alberto Suárez no tiene reparos en consultar a cualquier profesional que pueda ayudarlo con esto: por ejemplo, a una compañera policía que fue peluquera y conoce bien de qué maneras cambia el pelo a lo largo de los años.
Estudia el crecimiento óseo según el tiempo que haya pasado, el comportamiento habitual de tejidos y músculos del rostro para una edad determinada. Sigue por las cejas: si es un niño, saben que estarán más pobladas pero, si se trata de una persona de más de 60 años, saben que cambiarán su color y su ubicación porque los tejidos de la cara se caen por efecto de la gravedad. Estudia el músculo que rodea los globos oculares, las cavidades orbitarias, las arrugas de la piel, entre muchos otros factores.
“Hay algo que nunca cambia: la mirada. Eso es lo primero que hay que tratar de captar”, agrega Duarte. “Los críticos más importantes de un dibujo son los padres de la persona desaparecida, cuando no ven una caricatura sino a sus hijos a través del tiempo. Me atrevo a decir que el dibujo de Sofía Herrera tiene una precisión aún mayor que el 90%, pero lo dejo a beneficio de cuestiones subjetivas. Porque el resto va a depender si con el paso del tiempo la persona desaparecida se alimentó bien, si se cuidó con su peso, si cuidó su piel y su pelo, si conservó sus dientes, si tuvo alguna enfermedad como, por ejemplo, tiroides, que cambió la forma de su cuello, si tiene cicatrices producto de un accidente, si cambió su color de pelo. Eso sí que no lo podemos saber”.
Los dibujos se hacen a mano y no con un software “porque no existe hoy ninguna tecnología que haya podido superar la mano del hombre. La tecnología puede responder a la orden de un hombre, pero no tiene la inteligencia de un ser humano para poder analizar todas estas variables”, explica Suárez.
Un pedido desesperado desde México
El 21 de septiembre de 2010 un hombre entró a la óptica de Maribel Enciso en Tecámac, Estado de México. La mujer estaba junto a sus dos hijos. El agresor entró al negocio con la excusa de que quería encargar un par de lentes pero le cortó el cuello y secuestró a María José, la menor de sus hijos, que en ese entonces era una beba de 11 meses. En caso de estar viva, en octubre María José Monroy Enciso cumplirá 11 años.
“Está recluido en un penal, ya sentenciado. Sin embargo, no quiere hablar, no quiere decir dónde está mi hija”, contó Maribel en un video en el que pide ayuda. Lo que la madre dice en el video es que las investigaciones indican que su hija fue víctima de trata de personas con fines de adopción ilegal. “Te pido con el corazón en la mano que me ayudes a encontrar a mi hija”, termina.
Fue la madre de María José quien, el año pasado, se comunicó con la consultora para solicitar la proyección de edad de su hija. El gobierno de México estaba por crear la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP) y la familia necesitaba algún nuevo motor de búsqueda que fuera útil una década después. Hace dos meses que Alberto trabaja en la proyección de edad de María José y ya se comunicaron con ellos desde el organismo oficial de México para sumar su trabajo a la causa.
“Este podría ser el primer caso emblemático para la Comisión Nacional de Búsqueda de personas, el caso que va a ser ‘punta de lanza’, y no tienen un elemento de búsqueda de precisión como las proyecciones de edad que nosotros hacemos”, explica Duarte. En enero de 2019, la flamante comisión informó que México tiene 40.180 personas desaparecidas. Alberto Suárez calcula que el trabajo final le demandará unos cuatro meses.
También trabajaron en la proyección del pequeño Johan Gael Cardona de la Cruz, un nene de 3 años que desapareció en México en octubre de 2015, durante un paseo familiar por las sierras, de repente, de una forma muy parecida a la que desapareció Sofía Herrera. Si está vivo, Gael ya tiene nueve años y cinco meses, por lo que tampoco servía seguir buscándolo con la foto de cuando tenía 3.
Si bien el 70% de los casos con los que trabajan son niños, también hacen proyecciones de adultos desaparecidos. “Por eso es clave la amplitud de la información que pedimos en el protocolo, más allá de las fotos. Por ejemplo, si la persona estaba o no en tratamiento psicológico o psiquiátrico, si tomaba alguna medicación, cómo era su entorno, si trabajaba. Una desaparición forzosa pudo haber sido causada por cualquier tipo de delito: un secuestro extorsivo, trata de personas, un encargue mafioso. Incluso pudo haber sufrido un accidente”, explica Duarte.
De hecho, acaban de terminar la proyección de edad de un joven llamado Michell Jiménez Toxtle que desapareció en México cuando tenía 20 años y hoy tendría 25.
Se despide Duarte: tiene una reunión con funcionarios de México vía zoom por el caso de Michell. También se despide Alberto Suárez, que en estos días está concentrado en el avance de la proyección de la cara de María José. Sabe la responsabilidad que exige lo que hace, que la esperanza de muchas familias revive con el trabajo de su equipo: tener la cara de la persona a la que se busca hace años puede ser la diferencia entre encontrarla o no volver a saber de ella.
SEGUÍ LEYENDO: