“Que no se corte”, “llamame y nos vemos”, “poné fecha que yo voy”... ¿Cuántas veces dijimos cosas que luego no cumplimos y que son solo para eludir un compromiso? Hay momentos clave, como el fin del secundario o la graduación universitaria, donde solemos hacer promesas que con el paso del tiempo se vuelven muy difíciles de cumplir. Justamente de esa premisa partió un grupo de amigos de la zona norte del conurbano que se propuso reencontrarse “sí o sí” y “pase lo que pase” en el Obelisco, 15 años después de haber terminado quinto año.
Lo que nunca imaginaron fue que el 2020 estaría marcado por la pandemia del coronavirus y que la zona metropolitana de Buenos Aires permanecería bajo una cuarentena estricta por el pico de contagios. Pero eso no los detuvo y, a pesar de las prohibiciones vigentes, se las ingeniaron para cumplir con su palabra y hacer que persistiera más que nunca esa amistad.
Para que ninguno de los amigos amigos olvidara la fecha de la juntada hace 15 años decidieron tatuársela en el tobillo: la cita era el 10 de julio de 2020 a las 20.20 horas, a los pies del monumento más emblemático que tiene la Ciudad de Buenos Aires.
“Cuando pensábamos en elegir una fecha que todos tratáramos de recordar se nos vino a la mente el 9 de julio, que es el día de la patria. No se nos podía pasar. Pero decidimos posponerla para el 10 de julio por ser un postferiado, que encima caía viernes. Recuerdo que buscamos un calendario y nos adelantamos hasta el 2020 y nos pareció genial porque sabíamos que a todos se nos iba a hacer más fácil concurrir”, contó a Infobae Gonzalo Canepa, uno de los integrantes del grupo, sin pensar lo que podría depararles el destino.
La iniciativa surgió durante el verano de 2005, cuando los amigos compartieron unas vacaciones en Pinamar. Luego de un asado, y con un partido de truco de por medio, surgió una charla profunda y un poco melancólica por ser el último año de colegio donde se habló de la posibilidad de que ese fuera el último encuentro que los vería juntos.
“Sabíamos que cuando termináramos el secundario ya no iba a ser lo mismo. Cada uno tenía pensado estudiar una carrera distinta y teníamos que proponer algo que nos motivara a juntarnos”, remarcó Canepa. “Así que volvimos de La Costa, salimos un día del colegio y nos fuimos todos hasta Martínez a tatuarnos a La Lupita Tatoo Studio la fecha en números romanos X-VII-MMXX”, explicó Canepa.
Ellos son Agustín Bossi, Francisco Ribatto, Santiago Saintotte, Martín Flete, Marcos Pithod, Patricio Gómez, Benjamín Travaglini y Gonzalo Canepa. Iban juntos al Colegio Nuevo Las Lomas y eran inseparables. “Nuestra idea fue tratar de hacer hasta lo imposible para que esa amistad perdurara en el tiempo, a pesar de los caminos que tomara cada uno”, explicó Canepa.
Sin embargo, todo resultó mejor de lo que esperaban. De los nueve amigos, cinco se siguen viendo hasta tres veces por semana. Hay dos que están un poco más perdidos pero continúan en contacto con los demás por las redes y otros dos que por cuestiones laborales y familiares emprendieron nuevos rumbos y ahora los separan kilómetros de distancia. Sebastián se fue a vivir a Madrid y Benjamín a Mendoza.
Del encuentro participaron siete. Cada uno llegó al Obelisco con su auto, portando barbijo y con el permiso para circular correspondiente -según aseguran-, ya que todos están habilitados por los rubros donde se desempeñan. “Yo, por ejemplo, trabajo en teatro y gastronomía y tengo permiso para mover alimentos. Soy un trabajador esencial”, se justificó Canepa.
En la juntada hubo recuerdos de anécdotas, muchas risas, selfies con la 9 de Julio de fondo, videos para Instagram y hasta una videollamada con los dos integrantes del grupo que faltaban. Pero faltaron los besos y los abrazos.
“Fue todo muy rápido porque teníamos miedo de que nos corriera la policía. Si bien respetamos estar con barbijo y el distanciamiento social, estábamos caminando en grupo por la Plaza de la República. Éramos siete locos sacándonos fotos en el Obelisco y no queríamos terminar presos”, admitió Canepa, quien calculó que habrán estado -como máximo- media hora en ese lugar. “Parecía ciudad gótica, todo desolado. Lo único que había eran repartidores de las apps de delivery dando vueltas por ahí”, describió.
La idea original era irse de tapas y terminar la noche tomando unos tragos. También habían contemplado un viaje a Madrid, que fue tema de charla hasta hace unos meses y que finalmente quedó trunco por el cierre de las fronteras.
“Fue algo simbólico, más para la foto que otra cosa. Hicimos tres vueltas al Obelisco como si Argentina hubiese salido campeón de la Copa del Mundo, porque nunca lo vivimos, y nos fuimos cada uno a su casa”, concluyó Canepa.
Quince años después, la vida los reencontró con 31 años. La mayoría son profesionales, algunos montaron sus propias empresas y otros ya tienen hijos. Y a pesar de sus responsabilidades y obligaciones, ninguno dejó de hacer todo lo que estaba a su alcance para cumplir con la promesa, aun en tiempos de coronavirus.
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