Quedaron varados en Río Negro con su circo por la cuarentena y venden pollos para sobrevivir

Los 35 artistas que trabajan en el Circo Dihany quedaron atrapados en un predio de la ciudad de Cipolletti luego del aislamiento obligatorio decretado por el gobierno nacional. "No nos vamos porque no tenemos a dónde ir", dijo a Infobae el director del espectáculo

Daniel y su padre (Juan Pablo Raposo)

Daniel Molina (31) es mago, motociclista en el “globo de la muerte” y maestro de ceremonias en el Circo Dihany, el espectáculo que él mismo creó hace más de siete años y con el que recorre el país de punta a punta. Como nadie, sabe que se mueve en un ambiente en el que todo cuesta, pero también, como admite, “lo único que sé es estar arriba de un escenario”. Sin embargo, este año Daniel y los 34 artistas que lo acompañan en su larga travesía circense tuvieron que hacerle frente a una situación inédita: por la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno para frenar el avance del COVID-19, su circo quedó varado en la ciudad de Cipolletti, Río Negro, en plena gira nacional y sin la posibilidad dar un solo espectáculo. porque está prohibido.

Es decir, la pandemia les impidió seguir con su trabajo y hoy, con casi cuatro meses de confinamiento, el grupo de artistas se las rebusca como puede mientras los autorizan nuevamente a levantar la carpa. “Somos nueve familias que quedamos varadas desde marzo. Cuando llegamos a Cipolletti pudimos dar dos shows, uno fue con menos gente porque para ese momento ya se limitaba la capacidad y de repente se ordenó la cuarentena y quedamos atrapados en el predio, sin saber qué hacer”, relató Daniel en diálogo con Infobae.

El Circo Dihany nació hace 7 años (Juan Pablo Raposo)

Pasaron los días, las semanas y la situación se mantuvo. La falta de ingresos por la venta de entradas golpeó de lleno su actividad y no les quedó otra que palear la situación con lo primero que tuvieron a mano. fue así que se dedicaron a vender comida. Primero fueron churros, después repartieron pochoclos hasta que finalmente, en la entrada del circo, instalaron un asador en el que cocinan pollos para vender. Los acompañan con papas fritas o con ensalada. Muchos de sus clientes se acercan a comprar, mientras a que otros se los llevan hasta la casa.

“Hacemos delivery, vendemos lo que podemos y todos los días. Nos permite ganar algo de dinero para las cosas diarias de higiene, comida y por ejemplo pagar el teléfono, que es algo muy importante en este tiempo. No es lo único que vendemos. La familia de los enanos, que son también los payasos, venden churros. Ellos salen y los venden. Acá cada uno se la rebusca como puede”, relató Daniel, cuyo nombre artístico es el que usó para nombrar su circo: Dihany.

La parrilla en la que hacen los pollos (Juan Pablo Raposo)

Cuando llegaron a la ciudad rionegrina los primeros días de marzo, la idea original era quedarse durante cuatro fines de semana. Para las instalaciones del Circo, alquilaron un predio privado por un valor de 100.000 pesos pero cuando comenzó la cuarentena se vieron obligados a negociar con el dueño. “Hablamos y nos permitió quedarnos sin pagar el alquiler. En cuanto a los vecinos sólo tenemos palabras de agradecimiento. Nos dieron de comer y ahora, cada vez que pueden, nos compran comida. Al principio vendíamos un montón pero en las últimas semana han caído las ventas, pero igual nos alcanza”, dijo el joven de 31 años, quien pese a la incertidumbre del sector de espectáculo por el virus, se muestra con un optimismo notable.

Al lado de la carpa del Circo están instalados los trailers en los que vive cada una de las familias del circo. Daniel lo hace junto a su esposa Stefanía, que dentro del espectáculo es una de las trapecistas y hace un número con anillos. En un costado está instalado el remolque en el que está su papá, un hombre de 70 años que ya está retirado del espectáculo y se dedica a controlar la boletería, y su mamá, quien maneja el buffet dentro del circo. “Nunca vivimos algo así, sólo en 2009 con la gripe A, pero que ni siquiera hubo cuarentena”, comentó.

La publicidad en Facebook con la que promocionan la venta de pollos

Cada una de las familias tiene su propio trailer. Algunos cobran el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), otros como el propio Daniel no puede acceder a esa ayuda porque es un monotribustista clase C. Por eso es que acostumbrado a “remar”, se dedicó a vender comida con algunos de sus compañeros. “La parrilla la manejo yo o mi papá. Hay días en que vendemos. Los fines de semana son los días que más vendemos. En una buena semana si llegamos a vender 60 pollos está bien. Con eso nos mantenemos. A veces se puede y a veces no. Dependemos también de que la gente se acerque y de que tengan plata”, comentó Molina, siempre entre risas.

La necesidad fue tal, que sus sobrinos -dos gemelos de 11 años- decidieron vender pancitos que cocina su abuela en un semáforo. Y les va muy bien. “No empezaron a hacerlo porque se los pedimos o porque era que lo necesitaban. Les gusta hacerlo y se divierten”, señaló.

Las instalaciones del circo (Juan Pablo Raposo)

El arreglo que hicieron con el dueño del predio es que se irán apenas puedan volver dar un espectáculo y juntar el dinero para el combustible. Son trece casillas, varios remolques y una importante logística la necesaria para movilizarse. “Sólo en combustible se nos van unos 50.000 pesos. Por eso apenas nos autoricen y juntemos el dinero, nos vamos y seguiremos camino”, adelantó el director del circo. Con entradas que oscilan entre los 200 y los 400 pesos, Daniel espera poder contar con la habilitación dentro de poco y comenzar a trabajar.

El predio (Juan Pablo Raposo)

Hace dos semanas la ciudad de Cipolletti habilitó un gran número de actividades, como los restaurantes y comercios, lo que le hace creer a los artistas del circo que dentro de muy poco podrán retomar sus shows.

“Vamos a esperar a que termine julio e ir a hablar a la Municipalidad. Obviamente que estamos dispuestos a proponerles un protocolo para poder vender entradas. A diferencia de un teatro convencional, nuestras butacas se pueden mover y adaptar a la cantidad de gente que nos permitan. Estoy seguro que se aglomera más gente en un supermercado o en un cajero electrónico que una carpa de circo”, ejemplificó.

Daniel y sus compañeros están varados desde marzo (Juan Pablo Raposo)

Daniel nació y se crió en el circo. Es cuarta generación de artistas de su familia. Antes trabajó en un circo australiano hasta que pudo armar su propia compañía. Si bien es oriundo de la ciudad cordobesa de Cruz del Eje, deja en claro que no tiene un lugar fijo. De hecho su hermana y su mamá son de Jujuy, lo que da cuenta de la vida errante a la que están acostumbrados en su familia. Van de un lado para el otro.

Por eso, estar varados en un solo lugar por casi 120 días -dice- es la antítesis de su forma de vida, de su existencia; y necesita cuanto antes emprender camino otra vez, aunque sabe que no sabe a dónde ir. La idea original en marzo era seguir la gira en la ciudad de Añelo, en Neuquén, aunque hoy gracias a la pandemia, seguirán simplemente hacia un lugar en el que los dejen trabajar. Irán armando el recorrido sobre la marcha.

(Juan Pablo Raposo)

Somos como un pequeño barrio móvil. Acá hay gente de muchos lugares. Hay colombianos, brasileños y gente de varias partes del país. Invertimos todo en este espectáculo. Nos quedamos sin nada y por eso tuvimos que vender comida. Planificas un mes y de repente perdiste todo. Nuestras esperanza es trabajar el mes próximo”, agregó.

Más allá de la urgencia, que es muy alta, a Daniel le interesa dar a conocer otra imagen del circo. Le duele que su actividad se la relacione con insultos o se la trate peyorativamente. “Acá hay mucha gente detrás, hay personas que trabajan y queremos seguir cuanto antes para mostrar cómo es en realidad lo que hacemos. Esperemos que esto termine ya”, remarcó.

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