“Paradójicamente, mi parroquia está justo a la vuelta del Ministerio de Acción Social, pero en los alrededores está lleno de gente tirada en la vereda, sin hogar, a la que nosotros asistimos”, cuenta el padre Martín Panatti (48) a Infobae, en charla telefónica desde la casa de sus padres donde atraviesa un cuadro, afortunadamente leve, de Covid-19.
A comienzos de este año, el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires, le pidió que se hiciera cargo de la parroquia Nuestra Señora de Montserrat, una iglesia colonial, ubicada en avenida Belgrano 1151, entre Salta y Lima. Construida en el año 1755, es uno de los 3 templos más antiguos de Buenos Aires y ha sido declarado monumento histórico. Pero, contra lo que podría pensarse, no por eso está cuidado y mantenido por las autoridades. Los monumentos históricos dependen de la Dirección Nacional de Arquitectura, actualmente en la órbita del Ministro de Obras Públicas.
La última vez que se hizo una licitación con miras a la refacción del templo fue en 1979, pero no prosperó. Han pasado más de 40 años y el edificio no hace sino deteriorarse cada vez más.
“El que entra a la Iglesia y la ve llena de andamios, piensa ‘qué bien, la están restaurando’, pero nada de eso, son apuntalamientos que se han ido haciendo para prevenir derrumbes”, explica el párroco.
Panatti llegó a Nuestra Señora de Montserrat junto con la cuarentena. Venía de pasar 7 años en la Iglesia Nuestra Señora del Buen Consejo en Floresta. “Una señora me entregó las llaves y 12.000 pesos; eran todos los fondos de la parroquia que para su mantenimiento mensual necesita más de 200 mil”, dice.
Los fieles que se ocupan de darles de comer a los pobres del barrio son personas mayores, voluntarias de Cáritas, que debieron aislarse por prevención. “Me puse yo personalmente a hacer el reparto de comida para la gente que está viviendo en la calle -dice Panatti- y supongo que me contagié en esas idas y venidas. El 29 de junio tuve fiebre. Se activó el protocolo y era Covid así que me aislé en la casa de mis padres a los que ya había contagiado, por otra parte. Afortunadamente están bien, les acaban de dar el alta luego de una semana de internación, por prevención. Yo estoy esperando un test para ver si ya lo superé”.
Aclara sin embargo que pese a su contagio, nunca la parroquia dejó de asistir a las personas que dependen de ellos para comer y que, del inicio de la cuarentena a hoy, pasaron de alimentar a una veintena a más de setenta.
El deterioro del edificio histórico viene de lejos, pero la cuarentena ha agravado la situación financiera de la parroquia que se sostiene con fondos propios: donaciones y ofrendas. La decadencia del lugar es tal que Panatti no pudo ni siquiera instalarse en la casa parroquial donde el gas está cortado porque hay una pérdida. “El tema es que cualquier reparación son metros y metros de caños y hasta que no termine el aislamiento no puedo pensar en encarar nada. ¿Cómo le pago al que viene a romper para buscar la pérdida? Eso sí, no he logrado que dejen de cobrarme el gas y la luz. Me he cansado de explicarles que no hay ningún consumo, me siguen cobrando como si nada”.
La escuela parroquial -nivel inicial y primaria- tiene 135 años de existencia. Su alumnado lo componen esencialmente chicos de familias humildes de la zona: encargados de edificios, vendedores ambulantes, inmigrantes. Muchos de ellos viven en las pensiones que abundan en el barrio. Son las antiguas casas de los ricos que emigraron del barrio después de la epidemia de fiebre amarilla de 1870 reconvertidas para el alquiler de habitaciones.
Los sueldos de los docentes se abonan con aportes del Estado. La planta docente programática, aclara Panatti. Otros docentes para materias extra, como informática por ejemplo, debe pagarlos la Escuela.
La cuota que pagan los padres es modesta, oscila entre 1.980 y 2.750 pesos y la matrícula es de 460 alumnos. Con la pandemia, la dificultad fue que la cuota no estaba bancarizada. “En un curso de 30 alumnos, 3 padres tienen cuenta, de modo que cobrar se volvió un gran problema”.
Con la cuota de los alumnos se pagan los sueldos profesores extra programáticos, de los psicopedagogos, los servicios y el mantenimiento del edificio.
Tanto el colegio como la Iglesia se manejaron siempre con lo justo. No hay resto para soportar una crisis. La pandemia impide generar ingresos. Y lo mismo les pasa a muchos de los padres. Para colmo el Gobierno de la Ciudad lleva un atraso en el pago de los aportes; el faltante es de 370.000 pesos. Una enormidad para los ingresos de la Escuela.
“Yo aspiro a que el colegio siga siendo de una cuota baja pero de excelencia”, afirma Panatti, que no comparte ese paternalismo que indicaría que al alumno pobre no se le debe exigir o que una escuela por estar en un barrio humilde no puede ser la mejor en calidad educativa.
En cuanto a la Iglesia que, dice Panatti, “es más vieja que los Estados Unidos de América, y anterior a la Independencia”, el presupuesto para mantenimiento es de 250.000 pesos por mes. Y en este momento es muy difícil generar ese ingreso. Ni hablar de las reparaciones que necesita.
“La gente cree que el Estado sostiene a las Iglesias y eso es totalmente falso. Las parroquias nos tenemos que autosustentar”, afirma el sacerdote.
Después del fracaso del proyecto de legalización del aborto en el Congreso, como parte de una campaña de “retaliación” se quiso instalar la idea de que el Gobierno hasta le pagaba a la Iglesia por cada bautizado, una absoluta falsedad, recuerda Panatti indignado.
Actualmente, en el templo hay cuatro torres de andamios. El desprevenido que entra, puede pensar en un primer momento que el lugar está en obras. Pero no, son los parches y refuerzos que se han ido colocando para intentar contener el deterioro del hermoso edificio. La cúpula tiene una red de contención, por ejemplo.
Desde que llegó, y pese a todas las dificultades, el padre Martín Panatti ha logrado que dos empresarios católicos de la zona hagan un aporte mensual. Unitan (productores de tanino) y Cromosol (autopartes) son los dos primeros benefactores de Nuestra Señora de Montserrat. Ahora Panatti apunta hacia los sectores que no se han visto perjudicados en su actividad con la cuarentena; e incluso se han beneficiado, como las empresas de los rubros alimentación y farmacia.
Hasta ahora, el padre Panatti no ha podido oficiar una misa en presencia de los fieles en su nueva parroquia. Pero lo hacía igual y lo transmitía vía Facebook y, desde que cayó enfermo, lo hace desde la casa de sus padres. “Han llegado a participar hasta 40 personas de mis misas diarias”, afirma.
La Iglesia Nuestra Señora de Montserrat fue construida por un chacarero catalán, Juan Pedro Sierra, que trajo de su país la devoción a la virgen morena de Monserrat, patrona de Cataluña. Es uno de los tres templos más antiguos de Buenos Aires y es parte del patrimonio arquitectónico y cultural de toda la Ciudad, no sólo de la Iglesia. Preservarla, rescatarla del desgaste del tiempo y ponerla en valor es una responsabilidad que excede a la buena voluntad y la energía de su nuevo párroco.
FOTOS: NICOLÁS STULBERG
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