Bahía Blanca, 7 de abril de 1987. Más de 130 mil personas rodean, en el Cristo del Camino, en la Ruta 51, al Papa Juan Pablo II, de 67 años, en su homilía ante los trabajadores rurales.
-Vosotros que con dedicación y honestidad cultiváis la tierra, habéis de cultivar con la misma intensidad la vida espiritual. El alma, como la tierra buena, necesita también un vigilante cuidado -dice el Sumo Pontífice y su voz se pierde en los gritos de los feligreses.
La multitud lo aclama, canta “¡Juan Pablo, segundo, te quiere todo el mundo!”.
Pero hay un hombre que está afuera de esa conexión espiritual. No porque sea ateo o indiferente a ese acontecimiento histórico. No está ahí para escuchar ni para aplaudir o rezar ante el polaco Karol Wojtyla.
Está ahí por trabajo. La mayor parte del tiempo sobre un furgón 350 policial, con un compañero. Mirando todo con binoculares. A un costado tiene un fusil calibre .308 a cerrojo cuya mira no encontrará ningún objetivo temible.
Ese hombre se llama Miguel Sileo y su misión es actuar ante cualquier amenaza.
El mayor peligro que sobrevuela, a modo fantasmal, a la visita de El Papa a la Argentina tiene nombre, apellido y foto: el famoso terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos El Chacal, como lo llamó la Policía por una novela de la época.
Es decir, casi 20 años antes de que le tocara negociar como miembro del Grupo Halcón con Luis Mario Vitette Sellanes, uno de los integrantes de la banda del Robo del Siglo en el banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006, Sileo fue un francotirador que durante la gira del Papa le tocó el rol de custodiar y además actuar en caso de que apareciera El Chacal, que en los años setenta fue el hombre más buscado del mundo y llegó a tener cincuenta identidades falsas y un derrotero criminal que causó ochenta muertes.
En 1975 secuestró junto a otros cinco terroristas a 60 personas que participaban en una reunión en Viena de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), donde también había once ministros.
El Papa había sufrido un atentado fallido en la plaza de San Pedro del Vaticano. El 13 de mayo de 1981 fue atacado por el turco Megmet Ali Agca, a quien tiempo después perdonó durante una visita en la cárcel.
Para los traslados de Juan Pablo II se contó con el avión Fokker F-28, matrícula T-02 de la flota presidencial. Había llegado a la Argentina el 6 de abril. Era su segundo viaje al país. La vez anterior, en 1982, buscó interceder a favor de la paz en medio de la guerra de Malvinas entre la Argentina e Inglaterra.
En esta ocasión llegó en una visita pastoral de 14 días que lo llevó por diez ciudades del país, cinco chilenas y una uruguaya. Por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, durante esta gira un Papa celebró la misa de Domingo de Ramos fuera del Vaticano.
Pero Sileo, que por entonces tenía 23 años, estaba concentrado en otra cosa.
-Antes del hombre del traje gris, Luis Mario Vitette Sellanes, le tocó una misión imposible...
-No era imposible. La información que manejaba Inteligencia era que El Chacal podía estar detrás de un atentado al Papa y me tocó estar en el grupo que lo protegió durante sus viajes por la provincia de Buenos Aires. Fueron días intensos. Acompañamos al Papamóvil, construido a partir del ataque sufrido por el Santo Padre, y después en la tarea de responder ante posibles riesgos. Estuvimos en Bahía Blanca, en Viedma, en su la homilía en el Mercado Central. Fue un hecho que me marcó. Me hice conocido por la negociación del robo al Banco Río, pero tuve tantas situaciones más importantes que pronto volcaré en un libro.
-Pero la cuestión es que ese día El Chacal no apareció.
-No. No hubo ningún incidente.
-¿Cómo fueron esas horas?
-No recuerdo con precisión... Pasaron 26 años, pero a veces miraba por los binoculares y otras barría la zona observando a través de la mira. Puedo decir que por la mira pasaron el Papa, el por entonces presidente Raúl Alfonsín, el candidato a gobernador bonaerense Antonio Cafiero. Gracias a Dios no hubo que actuar.
-¿Se mantenía oculto?
-En Bahía Blanca recuerdo que íbamos a colocarnos arriba de un gran tanque de agua. Pero al final nos posicionamos arriba de los techos de las camionetas. Fueron varias operaciones.
-¿Sintió nervios?
-No. Sino me hubiese dedicado a otra cosa. Yo era parte del GOE (Grupo de Operaciones Especiales), que después se convirtió en Grupo Halcón.
-Hay francotiradores que tienen como regla esta frase: “No tiramos a la gente, tiramos a las cosas. Disparamos no a una cara, sino a algo. No podemos ponerle una historia al objetivo amenazante”.
-Es una manera de decir que se prioriza lo profesional. El peligro. Salvar una vida aunque lamentablemente haya que eliminar a otra con un disparo. No hay afectos, sensibilidad o emociones en este trabajo de ser francotirador. Por ejemplo, durante la visita del Papa se trabajó en binomio.
-¿Cómo es eso?
-Uno miraba por los prismáticos mientras el otro barría con el retículo de la mira. Hoy hay elementos de precisión óptica. Hoy existe el telemetro láser, que mide la distancia exacta. En la actualidad, los sniper son matemáticos prácticamente, hasta estudian sobre las condiciones climatológicas. Son más inteligentes, tienen otras habilidades, cálculos milimétricos, efectúan disparos que años atrás no se podían hacer, ahora calculan la velocidad del tiempo, la temperatura, el ángulo, antes era más a ojo. Tuve el honor de ser el primer “Sniper”. Era más por habilidad que por otra cosa, yo era muy bueno tirando, con la mira.
-¿Le tocó disparar en una situación de riesgo?
-Como francotirador, no.
De Sniper a negociador
Antes que su participación en el robo que se convirtió en película (en El robo del siglo, el papel de Sileo es interpretado por el actor Luis Luque), luchó con otros cincuenta delincuentes: rabiosos, desesperados, desahuciados, inconmovibles, peligrosos. No recuerda ninguna de esas caras, prefiere olvidarlas, como si hubiesen sido cosas y no hombres.
Antes de ser clave en la negociación en casos extremos, fue francotirador categoría Sniper y miembro de fuerzas tácticas y de irrupción. Conocía las tres patas de los grupos de elite. Para él era un trabajo: la clave era no involucrarse. Entrar y salir de cada situación con la levedad suficiente como para no intoxicarse. Se sentía capaz de desdoblarse. Mirar cada escenario como si estuviera lejos o viendo un cuadro y no como parte de ese cuadro.
“Participé como negociador en más de sesenta toma de rehenes, y pude rescatar, ilesas, a 168 personas”, dice Sileo, de 55 años, a Infobae.
Pasó a retiro obligatorio el 19 de septiembre de 2019, después de 33 años, 4 meses y 19 días de servicio. Había ingresado el 1 de junio de 1986 a la Policía.
En la Policía ganó experiencia como tirador. Antes de la visita de El Papa, Sileo tuvo su primer rescate. Ocurrió el 13 de diciembre de 1986 en Mercedes.
-Había rehenes dentro de la alcaldía y después de tres días uno se entregó y a los otros dos los entramos a buscar y los rescatamos y todas las personas salieron ilesas. Fue la primera vez que me sentí héroe, por haber salvado a alguien. Era muy jovencito. Pero a partir de ese momento nunca más me sentí héroe porque era mi trabajo, nunca esperé nada de nadie, es como el médico que salva vidas o el bombero que apaga incendios. Pero ellos están por arriba del negociador.
-Se dice que no hace mucho volvió a ser un francotirador, ¿es cierto?
-(risas) Hice un cameo para la película del robo. Volví a calzarme la pilcha de sniper. Además asesoré en algunas cuestiones. Pero esta vez no estaba en la mira ni el Chacal, ni el Papa ni Vitette. El que estaba en la mira fue Guillermo Francella. Por suerte, al igual que en la visita papal, no hubo que disparar.
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