La más icónica figura del tango de todos los tiempos nació en Toulouse pero nadie es más argentino que Carlos Gardel. Como él, son muchos los franceses que en Argentina encontraron su lugar en el mundo. A la inversa, también son muchos los compatriotas a los que Francia no sólo albergó sino que proyectó mundialmente.
No es casual que haya sido la Argentina el primer país donde hace diez años surgió “Marianne”, la Asociación de Mujeres Franco-Argentinas, que ya reúne a más de 150 mujeres referentes en los negocios, las ciencias, las artes y la cultura, para promover los lazos entre Argentina y Francia. Una idea auspiciada por la Embajada, que encontró su eco inicial en Buenos Aires.
Cuando en el año 2018, las actividades de esta asociación fueron declaradas de interés educativo, cultural y social por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, le tocó a Patricia López Aufranc evocar la afinidad entre ambos países.
“Me llamó la presidente de Marianne tres días antes y aquello fue lo que pude reconstruir, entre mis propios recuerdos y un poco de búsqueda para confirmar algunos datos”, dice.
Las socias de Marianne son francesas radicadas en Argentina o bien argentinas con vínculos con Francia por motivos de trayectoria, vínculos o trabajo. Patricia López Aufranc viajó a ese país por primera vez a mediados de los 70, cuando se recibió de abogada, con 22 años, y sus padres le regalaron ese viaje como premio sin imaginar que lo que iba a ser un periplo de un par de meses se convertiría en tres años de estudio y trabajo en París, porque ella se enamoró de ese país y decidió quedarse. Volvió especializada en Derecho empresarial.
“Las relaciones entre Argentina y Francia siempre fueron muy estrechas. Aquella vez usé la cita de Jorge Luis Borges, en Prólogo de Prólogos”, recordó. “En el Congreso de Tucumán -escribió Borges- resolvimos dejar de ser españoles; nuestro deber era fundar una tradición que fuera distinta”. Y agregó, con esa fina ironía tan suya: “Buscarla en el mismo país del que nos habíamos desligado hubiera sido un evidente contrasentido…optamos, como era fatal, por Europa, y particularmente por Francia… Francia influyó sobre nosotros más que ninguna otra nación.”
Los ejemplos que puso López Aufranc para sostener la afirmación de Borges recorren la historia, la cultura y la fisonomía de la ciudad. Qué mejor que un 14 de julio, fiesta nacional de Francia en conmemoración de la toma de la Bastilla en 1789, para repasar esos hitos.
“Es sabido que muchos militares franceses participaron en nuestras gestas patrióticas: Jacques de Liniers, que nosotros conocemos como Santiago de Liniers, luchó contra las Invasiones Inglesas y llegó a ser virrey del Río de la Plata. Otro fue Hipólito Bouchard, que combatió en San Lorenzo y fue segundo comandante de la flota creada luego de la Revolución de Mayo. Con patente de corso dada por el gobierno revolucionario de las Provincias Unidas, llevó a cabo una campaña naval e izó la bandera argentina a lo largo de las costas del Pacífico e incluso en California”, dice.
También recuerda que José de San Martín pasó más años de su vida en Francia que en la Argentina. Es verdad. Además, el libertador de Argentina, Chile y Perú hablaba francés corrientemente y buen parte de los libros que trajo consigo de España y que lo acompañaron en todo su periplo sudamericano y acabó donando a la Biblioteca de Lima estaban escritos en ese idioma. Y se dice que en francés pronunció sus últimas palabras, el 17 de agosto de 1850 cuando pasó a la inmortalidad: “C’est la tempête qui mène au port” (Es la tempestad que lleva al puerto).
“Como toque de color –agrega Patricia-, recordemos que, en 1856, Orélie-Antoine de Tounens, apoyado por puelches y tehuelches, proclamó una monarquía constitucional en la Patagonia”.
No prosperó, claro, esencialmente gracias a que el general Julio Argentino Roca consolidó el dominio argentino sobre la Patagonia. Pero el enamoramiento de los franceses con esa región del mundo ha sido para toda la vida: el extremo sur argentino es uno de los destinos preferidos del turismo galo.
“Vértigo horizontal”: la mejor definición de la llanura pampeana pertenece al francés Pierre Drieu La Rochelle
“Hasta podría decirse que ellos describen mejor que nadie las inmensidades argentinas, como cuando el escritor francés Pierre Drieu La Rochelle definió a la llanura pampeana como ‘vértigo horizontal”; qué mejor descripción”.
“Ningún país desarrolló mejor que Francia el arte de detectar el genio artístico foráneo y, entronizándolo e irradiándolo, hacerlo propio”, sostiene Patricia y va nombrando.
“Julio Cortázar, el más francés de los escritores argentinos, y uno de nuestros mejores autores, se radicó en París, y señaló como disparador de su escritura una obra de Jean Cocteau”.
Y sigue: “Mario Vargas Llosa comenta el coup de foudre o amor a primera vista de los franceses por Borges, en ocasión de una visita del escritor a París en los años 60 para participar en un homenaje a Shakespeare organizado por la Unesco. Y Vargas Llosa afirmaba –cito- que ‘es de justicia reconocer que sin el entusiasmo de Francia por su obra, acaso ésta no hubiera alcanzado -no tan pronto- el reconocimiento que, a partir de los años sesenta, hizo de él uno de los autores más traducidos, admirados e imitados en todas las lenguas cultas del planeta”.
Otro autor que evoca López Aufranc es Héctor Bianciotti, periodista y escritor, el único miembro de lengua hispana de la Académie Francaise, a la que ingresó en 1996.
“Julio Le Parc, Antonio Seguí y Marie Orenzans son algunos de los artistas argentinos que eligieron radicarse en París y desde allí irradiar su obra. Como Marilú Marini y Alfredo Arias, dos argentinos destacadísimos, que han dejado su marca en la escena teatral francesa”, enumera.
¿Y qué argentino no acunó su infancia con los poemas, canciones y cuentos de María Elena Walsh, sembrados de referencias francesas, que unían Pehuajó con París, pasando por la “rue du chat-qui-pêche” y la ciudad luz “con gabán de pizarra”?
Lo que pocos saben es que el dúo que formaba Walsh con Leda Valladares llegó a animar la escena del mítico cabaret Crazy Horse: entre uno y otro número de striptease, las argentinas, con guitarra y charango, coloreaban los intervalos del espectáculo.
Y a la inversa, retoma López Aufranc, “recordemos a Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de El Principito, fundador y piloto pionero de la Aeropostal Argentina, la primera compañía de aviación del país dedicada al transporte de correspondencia”. Experiencia que le inspiró dos de sus obras: “Vuelo nocturno” y “Tierra de Hombres”.
El francés Paul Groussac dirigió la Biblioteca Nacional durante 44 años; Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir, dos de nuestros premios Nobel de ciencia, eran descendientes de franceses, enumera Patricia.
“Si Buenos Aires es la más francesa de las capitales de América, es por el aporte de paisajistas, arquitectos y escultores de ese país”, afirma.
Y señala que Buenos Aires tiene su Plaza Francia, en Recoleta, diseñada por Carlos Thays, que en realidad se llamaba Jules Charles Thays, con una obra del escultor francés Edmond Peynot, obsequio de la colectividad francesa al país con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo.
En contrapartida, París tiene su “Argentine”, una estación de subte en la línea 1, la que recorre Champs Elysées, y que pasó a llamarse así en 1948, como agradecimiento de Francia por la ayuda alimentaria recibida durante la reconstrucción de la posguerra.
Además, hay estatuas de Bourdel y de Rodin hechas especialmente para la Argentina -como la de Sarmiento- y otras que son réplica -El Pensador- que adornan nuestras plazas.
También dejaron su marca en Buenos Aires el ya mencionado paisajista Charles Thays, diseñador de los principales parques porteños; y los arquitectos Edouard Le Monnier, Norberto Mallard y René Sergent, entre otros.
A ellos debemos, respectivamente, Palermo, el Botánico, Parque Chacabuco; el Palacio Fernández Anchorena, los Edificios Bencich, la sede del Yacht Club Argentino, el Palacio del Correo y el Palacio Errázuriz.
Algunas de sus obras han sido arrasadas por vientos iconoclastas, como pasó con el diseño que le dio Thays a la plaza Colón -adyacente a la Casa Rosada y donde se encontraba el monumento al descubridor de América- o por antojos modernizantes como pasó con la mismísima Plaza de Mayo.
“En materia de costumbres, hicimos propio el pan francés, pero tenemos un reproche: que Berthillon, la icónica heladería francesa, no haya descubierto el helado de dulce de leche”, decía López Aufranc en aquel acto en la Legislatura.
“Contando como uno de sus personajes había adquirido varios idiomas, la mayoría por lazos personales o familiares, Bioy Casares y Borges, destacaban que ‘el francés lo mamó con la cultura’. Para ellos, como para muchos argentinos, Francia siempre ha sido y sigue siendo, sinónimo de cultura”, dice.
Hubo un tiempo en que la élite argentina no se miraba sino en el espejo de Francia. La Generación del 37, y muy especialmente Juan Bautista Alberdi, tuvo un período de fuerte afrancesamiento, al punto que el futuro autor de Las Bases -texto que inspiró nuestra Constitución- llegó a proponer y promover que la Argentina adoptase el francés como idioma oficial.
La idea no prosperó, pero desde noviembre de 2016 la Argentina integra la Organización Internacional de la Francofonía. La Alianza Francesa de Buenos Aires es una de las más antiguas del mundo. Existe desde 1893. En los últimos años, tras un período de marginación causado por la imparable expansión del inglés, ha renacido el interés por el estudio del francés.
Para concluir: en el año 2009, el diario Le Figaro hizo una encuesta para elegir a la parisina por excelencia y la más votada fue una franco-argentina, mannequin, hija de padre francés y madre argentina, como para confirmar el lazo que nos une a Francia. Inés de la Fressange fue la imagen de Chanel y, recuerda López Aufranc, en 1989 fue elegida para posar para el busto de Marianne, la efigie femenina que representa a la República Francesa.
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