“Hay una política de la muerte”, asegura la antropóloga brasileña Débora Diniz. En Brasil hay 66.741 fallecidos/as por COVID-19. Pero no reconocemos las lágrimas de quienes mojan sus cuerpos, las despedidas de quienes los perdieron, las hijas e hijos de quienes ya no son protegidos y el dolor de sus madres, hermanos o padres frente a la ausencia de quienes no van a volver a ver. La muerte es un abismo que se cruzó y, sin embargo, parece olvidarse de los cuerpos y latidos.
Por eso, desde el 23 de marzo, a partir de una noticia de una mujer fallecida que solo era identificada como una “empleada doméstica de Leblon”, Diniz comenzó a rendir homenaje a las víctimas de la pandemia a través de imágenes artísticas que no son fotografías, sino semblanzas poéticas para que sus vidas no vuelen como si la memoria no existiera.
“Los relicarios de una epidemia en Brasil” es la presentación de @reliquia.rum la cuenta en Instagram que rinde homenaje a las mujeres muertas por el coronavirus. Ya van 132 historias contadas, especialmente de mujeres afros, que con pinturas de Ramón Navarro, hacen de la despedida un rito que no se entierra, sino que encuentra nuevas y amorosas formas.
Débora tuvo que dejar Brasil desde el triunfo de Jair Bolsonaro, en el 2018, por amenazas de muerte a ella, a su familia y a sus compañeros de trabajo y estudios, por defender el derecho al aborto. También estudió otras epidemias como el zika. Y ahora, aún a la distancia, a pesar del exilio, a los 50 años, está presente en un país en duelo.
Ella vive en Nueva York, es Investigadora en la Universidad de Brown y Subdirectora de International Planned Parenthood Federation / Western Hemisshpere Region (IPPF / WHR) y se convirtió en una de las voces emergentes fundamentales no solo para no dejar en el olvido a las víctimas de COVID-19, sino para pensar en un futuro con menos desigualdades.
Uno de los mayores impactos del COVID-19 es que las muertes se multiplican, pero prácticamente no se ve a los ojos el dolor, la muerte ni el duelo. Los entierros son cercados para evitar los contagios. Pero no parece preservarse la vida, sino el impacto emocional de mirar a la muerte a los ojos. Por eso, mostrar a las personas más allá de las cifras, es una decisión de no esconder la ausencia arrasadora que deja la pandemia.
“El duelo es un acto político”, dice la filósofa Judith Butler, en una frase que cita la antropóloga para que el entierro no quede enterrado por la fugacidad de las noticias y la confusión entre mentiras tomadas por ciertas y realidades ocultadas como si no existieran.
“Nuestras inequidades tienen cuerpos”, remarca Diniz y en el sitio pasan entonces recreadas la decisión de la mujer que, a los 81 años, quiso morir en su casa de Aracatuba, San Pablo; la enfermera de la maternidad que dejó su vida para ayudar a las que dan vida, a los 71 años, en Salvador, Bahía; la lavandera y madre de siete hijos que murió, a los 74 años, en Rio de Janeiro; la niña que se convirtió en “la primera criança”, en morir en Florianópolis.
También están la abuela que celebró el cumpleaños de su nieto pero que no sobrevivió porque no llegó la ambulancia a tiempo a rescatarla a pesar que habían pedido ayuda porque respiraba mal; la profesora que luchaba por un mundo sin racismo; la Tía Mocinha que cosía máscaras (o tapa bocas) para ayudar a cuidar a otrxs en la pandemia. Y así, como un abanico de vidas que quedaron plegadas, y que a través de las pinturas al menos perduran, en la advertencia titilante que las partidas tienen historia pero ya no tienen futuro. “Las desigualdades de la vida generan una herida que no puede taparse”, resalta la antropóloga.
Hasta ahora en Brasil hay 1.713.160 casos de Coronavirus y en Argentina 90.693. En Brasil los muertos llegan a 67.964 y en Argentina a 1720. La distancia es de más de 65 mil vidas de diferencia. La diferencia no puede ser un detalle menor. Cada vida importa y cada muerte duele.
Por eso, en reliquia rum también está el homenaje a Ramona Medina, la referente de La Garganta Poderosa, de la Villa 31, que murió de coronavirus después de advertir en un video que no había agua para lavarse las manos en el barrio. Es el único caso de Argentina. Aunque el proyecto puede expandirse y también contar las historias de las mujeres fallecidas por COVID-19 en Centroamérica.
Uno de los cambios más fuertes es que los sectores que se denominaban pro vida tienen en la pandemia una postura masiva de oposición a las cuarentenas o medidas no farmacológicas de distanciamiento social para preservar la vida. ¿Pueden llamarse pro vida los que están en contra de evitar muertes evitables?
“Los sectores que se denominan pro vida nunca hablan de las muertes por aborto clandestino, ni de los femicidios. Ellos representan un fanatismo acerca de una manera de vivir a partir de un dogma. No son defensores de la vida”, resalta Diniz.
Y cuenta su propia experiencia a partir de las amenazas que la llevaron a un exilio forzado para no ser asesinada: “Las amenazas de muerte que recibí eran de gente que me decían que iban a matar a mi familia, a mi marido y hacer una masacre en la universidad. No hablan desde la vida, sino desde el odio”.
¿Por qué los sectores anti derechos se oponen con tanta vehemencia a la legalización del aborto cuando pueden sostener, a la vez, que no hay que tomar medidas para evitar más muertes por la pandemia? “La derecha está obsesionada con controlar el útero de las mujeres porque desde ahí se da la reproducción social”, enfatiza. Pero no cree que las amenazas logren su efecto y da su propia experiencia como ejemplo: “Me sacaron del país para que no hable de aborto y ahora hablo de aborto en toda la región”.
-¿Qué impacto tiene el anuncio de Jair Bolsonaro de dar positivo de COVID-19?
-Tiene un impacto sobre que no es una “gripecita”, sino una enfermedad y que va a generar otro marco público sobre la pandemia. Son casi 70 mil personas muertas en Brasil. Pero puede ser una estrategia de enfermarse para mostrarse en conexión con la gente concreta que está muriendo. Mostrarse públicamente como enfermo y con una máscara (tapa boca) es un cambio en el personaje público del macho para asemejarse a la gente que vive un duelo en este momento. Otro análisis político posible es que sea parte de una estrategia por la investigación criminal hacía su hijo y generar otra perspectiva hacía el. Yo creo que estamos ante un cambio de personaje que liga su masculinidad al poder.
-¿Por qué a pesar que Bolsonaro subestimó la enfermedad en sus apariciones públicas se sigue mostrando prepotente y no reflexivo ni cuidadoso con los periodistas y la población?
-Es un personaje de la masculinidad negacionista. No reconoció las formas de protección social como el aislamiento, sino que se muestra como un niño haciendo propaganda para la hidroxicloroquina (la medicación que está tomando y que dice que le hace buen efecto aun cuando no está aprobado su uso).
-¿Se terminó la era de los liderazgos más prepotentes como Jair Bolsonaro, Donald Trump y Boris Johnson?
-Estamos en un momento de encrucijada para estos liderazgos autoritarios, que operan por la mentira y, en nuestros países, con una tradición militar y policial muy fuerte. ¿Qué pasa con la era de los autoritarios? En Brasil la demanda por derechos de la población afro, negros y/o marrones está desde mucho antes que Black Lives Matter (las vidas negras importan), con el surgimiento en la Argentina de Ni Una Menos y la ola verde y el rechazo a la brutalidad policial. En las narrativas de nuestros países hay resistencia a estos liderazgos. Pero desde Estados Unidos hubo una colonización a los políticos, pero no una colonización a la política desde la calle.
-¿Vale resaltar la importancia del origen latinoamericano de movimientos sociales feministas, ambientales y anti raciales que después resuenan mundialmente cuando suceden en Estados Unidos?
-Antes del Me Too estábamos con Ni Una Menos con millares de mujeres en las calles denunciando al femicidio. Yo estuve en Buenos Aires en los días de la votación de la Ley de Interrupción Legal del Embarazo en el Congreso (el 13-J del 2018) y la ola verde es una cosa mágica que ningún otro país, que no sea Argentina, es capaz de comprender, el nivel de ocupación en las calles para hablar de aborto. Es la ocupación de calle para hablar de derechos y con una herencia desde las Madres de Plaza de Mayo.
-¿Qué tienen en común Brasil y Argentina que, frente a la pandemia, utilizan herramientas tan opuestas y son gobiernos sin ninguna coordinación regional en un contexto de crisis mundial? ¿Las mujeres pueden estar unidas a pesar de los gobiernos?
-En Brasil se discutía la despenalización del aborto en medio de la ola verde de Argentina. Por primera vez la simbología del movimiento feminista en Brasil era la bandera verde. Eso no hubiera pasado jamás en un país tan nacionalista como Brasil. Pero hubo un intercambio y un contagio desde Argentina para Brasil.
-El movimiento en Argentina estuvo protagonizado por jóvenes y por eso la denominación de “la revolución de las hijas”. ¿Qué pasa con las jóvenes en Brasil?
-El tiempo de los liderazgos autoritarios y la persecución de las iglesias está por terminar. Este es el momento de la voz de las niñas. Las hijas de las generaciones anteriores están con otros afectos en circulación.
-¿Por qué no se ve un reemplazo claro de los lideres machistas y prepotentes?
-Sí, hay reemplazo. En Brasil que hubo una elección de mujeres sin precedentes, que ingresaron al parlamento brasileño con un mandato feminista. El reemplazo va a ser feminista. No es solo mi esperanza. Los autoritarios van a ser reemplazados por mujeres feministas.
-¿Cómo impactan casi 70 mil muertes en la sociedad brasileña?
-Las muertes en Brasil son una desgracia por el desencantamiento de la vida. No se quisieron evitar las muertes porque son un modo de disciplinamiento sobre a quien se protege y a quien se deja morir. Hay un filósofo italiano, (Roberto) Espósito, que dice que la democracia liberal está llena de formas de inmunización de la vida de uno y no de los otros. Vivir segregado, protegerse, no conectarse. Los confinamientos de las poblaciones vulnerables a espacios de muerte es necropolítica. Pero hay espacios de aparición que no estaban previstos por el neoliberalismo. La ola verde es un espacio de aparición mágico y ahora Black Lives Matter es un espacio de aparición en un momento de aislamiento social e inmunización de la vida.
-¿Las protestas anti racistas son un espasmo de furia o constituyen un modo de resistencia que adivina un movimiento político más amplío?
-Las políticas deliberadas de muerte anteriores a la pandemia están siendo confrontadas por políticas de asambleas de cuerpos diversos contra el racismo, que conforman modelos alternativos de vida en común. La inmunización es todo lo contrario a la vida en común.
-¿Cómo surgió la idea del relicario en Instagram?
-Los recordatorios son los elementos que restan cuando todo se fue. El día que murió una mujer en Río de Janeiro que solo estaba nombrada en los noticieros como la “empleada doméstica” de una mujer que vivía en Leblon, un barrio muy elegante de Río de Janeiro. Ella era una “empleada doméstica” de alguien. Es muy significativo que solo fue nombrada como una posesión. Por eso, desde el destierro de Brasil y con Ramón en Brasil, decidimos contar la historia de una mujer por día, con elementos que escapan a los noticieros que las transforman en números. Les rendimos homenaje a cada una de ellas. No importa que no haya nombre o fotografía. Pero hay elementos en la historia que solo puede ser de ella. Hay tantas muertes que las muertes de las mujeres no están en las noticias. Por eso las familias empezaron a escribirnos cartas como una hija que se quedó huérfana y que quería homenajear a su mamá.
-¿Por qué no se están contando las historias de las muertas y muertos por Coronavirus?
-Cuando se habla de la muerte en una pandemia se habla de los números. Y cuando contamos las historias individuales el duelo toma otra dimensión. Las multitudes no tienen singularidad. Las personas con nombre, apellido y dirección. “El duelo es un acto político”, dice Judith Butler. Y recordar es una manera de hablar de las muertes olvidadas. Hay una política de muerte y no de la vida.
-¿Por qué incluyeron a la argentina Ramona Medina?
-La única mujer que hicimos una historia fuera de Brasil es la de Ramona Medina y la hicimos a ella con una botella de agua en la ventana de su casa por alguien que nos escribió para contarnos su historia y su lucha por el agua en el barrio. También estamos pensando en hacer un relicario de las mujeres en Centroamérica.
-En el debate político se intenta contraponer la elección por la economía o la elección por la vida. ¿Hay que aceptar esa dicotomía?
-Antes de cualquier problema económico –como el desempleo- o de la pandemia –como el virus- están las inequidades de la vida y nuestras inequidades tienen color, tienen género, tienen clase social. Nuestras inequidades tienen cuerpos.
-¿Por qué la pandemia deja más expuesto que hay que revalorizar las tareas de cuidados?
-Somos los animales más dependientes de los cuidados. Necesitamos muchos años de interdependencia antes de convertirnos en cuerpos capaces de tener autonomía del cuerpo. Y esa interdependencia es una materia de explotación, incluso, entre mujeres blancas con las mujeres marrones y/o negras. Por eso es tan importante hablar de políticas de cuidados donde están las mujeres más vulnerables.
-¿Cómo evalúa la destitución a Dilma Rousseff en el actual contexto de muertes por coronavirus, crisis institucional y denuncias a Bolsonaro por querer intervenir a favor suyo y de su familia en las fuerzas de seguridad y la justicia?
-El impeachment a Dilma Rousseff, en 2016, fue machista. Bolsonaro ha sido elegido como la opción al impeachment de Dilma porque es la voz a todos los conectores del patriarcado colonial que sacaron a Dilma y que lo pusieron a el en el poder.
-¿Por qué Bolsonaro no solo se opone a la cuarentena sino también al uso de los tapabocas?
-Él dice que los tapa bocas tocan su masculinidad. Hay una centralidad de Bolsonaro en la heteronormatividad que es misógina. Todo pasa por el falo y con un vocabulario que conecta a los hombres con el patriarca y el patriarca es el falo. Por eso, para él, el tapa boca es un tapa falo. Él dijo que los hombres que usan tapa boca no son hombres.
-¿La actitud frente a la pandemia pone en jaque a los grupos que se denominaban “pro vida” pero que han cuestionado las medidas que intentan evitar muertes frente a la pandemia?
-Las feministas estamos hablando de políticas de cuidado y de la interdependencia porque estamos hablando de la vida. El feminismo habla de vida cuando habla de las condiciones de vida de las mujeres. No solo no ser asesinadas por los femicidios. No solo no morir por los abortos clandestinos. Hablamos de vida. Los bolsonaristas y los fanáticos hablan de un dogma del control de los cuerpos. Son dos narrativas diferentes. Toman la categoría de vida desde su dogma. Pero el reto es reconquistar el concepto de vida desde una matriz de libertad, autonomía y existencia en la diversidad. Si hablamos que las vidas pretas (negras) importan, si denunciamos la precarización extrema, es porque la vida importa. Las necropolíticas de Bolsonaro son una deshumanización de la vida. Las políticas no tienen que ser solo de supervivencia, sino de vida.
-¿Qué pasa con la clandestinidad del aborto en la pandemia?
-Los anti derechos no hablan de la mujer que murió en Brasil con una sonda por un aborto clandestino ni que en la pandemia es más difícil conseguir pastillas y las barreras son más intensas. Hay un fanatismo acerca de una manera de vivir y de un dogma, pero no pelean por la defensa de la vida. No son defensores de la vida. Yo recibí amenazas de muerte que decían que iban a matar a mi familia, a mi marido, que iban a hacer una matanza en toda la universidad.
-¿Por qué es tan fuerte la obsesión de los grupos anti derechos en la pelea anti legalización del aborto?
-La derecha está obsesionada con los úteros de las mujeres y con poder controlar la reproducción social de las mujeres. Por eso en el feminismo hablamos de justicia reproductiva.
-¿Por qué es importante que las mujeres pensemos en el futuro con esperanza?
-En la narrativa misógina el patriarcado nos toma y nos habla de como puede ser el futuro. Las mujeres están atrapadas en el presente y la pandemia es tan concreta que nos toca una parte tan intensa de la vida que asumimos un pesimismo como la narrativa crítica de la vida. Este es un momento de desamparo de la vida. Pero el desamparo puede ser creativo. Porque el desamparo es una experiencia de desubicación. Por eso, hay que provocar políticas de esperanzas.
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