La Dirección General de Antropología Urbana, un ente dependiente de la Secretaría de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires, tomó al coronavirus y a las medidas preventivas de aislamiento como métodos de estudio para pensar al territorio porteño y su gente. Elaboró una investigación con un compendio de objetivos: conocer el impacto de la pandemia, analizar sus consecuencias sociales, anímicas y económicas, y valorar los cambios culturales que manifiesta una población confinada. Es la segunda medición que realizan: esta vez con una duplicación de la participación comunitaria al contar con la experiencia de casi 20 mil usuarios de la ciudad.
Lo describen como un diagnóstico para elucubrar la vida post cuarentena desde la mirada del desarrollo socioeconómico y urbanístico. Un informe para cotejar cambios de hábitos y hasta cambios de paradigmas en la comunidad porteña. De sus conclusiones se desprenden varias valoraciones: las costumbres de higiene y cuidado son prácticas incorporadas por casi todos; las actividades al aire libre son el principal deseo; el 87% de los encuestados salieron al menos una vez de su casa en la semana de referencia para hacer compras de abastecimiento; y los sentimientos predominantes son la preocupación, la incertidumbre y la desesperanza.
Álvaro García Resta, secretario de Desarrollo Urbano, dice que la ciudad es un hecho social y complejo. Y que lo que rompió el paradigma de los códigos de planeamientos urbanos fue la antropología. “Antes lo hacían profesionales reunidos definiendo con un marcador grueso la vida de la gente. Ahora entendemos que la ciudad se hace con y desde la gente con el vecino como principal actor. Lo que antes generaba aceptación, ahora, a través de la antropología urbana, genera pertenencia. Ese es el concepto”, expresó.
Esta coyuntura, inesperada y absoluta, alteró los proyectos de la cartera, pero, sin quererlo, planteó un desafío: “La pandemia significó una buena oportunidad –dijo Álvaro–. En la línea del tiempo de las ciudades uno puede detectar dos cuestiones: la tendencia, lo que define cada era y lo que para nosotros es hoy la revolución tecnológica, y los sucesos, esos fenómenos que aceleran o modifican las tendencias. Y el coronavirus llegó como un suceso para alterar esa tendencia”.
La encuesta no pudo ser presencial: la tecnología fue soporte básico para su realización. “Por eso, el resultado de la encuesta es el resultado de un mundo conectado”, explicó el funcionario. El cuestionario se efectuó por correo electrónico entre el 5 y el 11 de mayo a residentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esa condición hizo que el perfil sociodemográfico de las personas relevadas y la caracterización de los hogares no fuera representativo, tal como confiesa el propio informe: “En la muestra se observa una proporción levemente mayor de residentes de las comunas 13 (Núñez, Belgrano y Colegiales) y 14 (Palermo) y una proporción levemente menor en las comunas 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano), 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios, y Nueva Pompeya) y 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución) en comparación con los datos censales del 2010”.
El estudio pone de manifiesto: “Esta diferencia se debe a que no se realizó un muestreo representativo de las/os habitantes de la Ciudad de Buenos Aires sino que se envió la encuesta por mail privilegiando conformar la muestra a las/os habitantes que tuvieron voluntad, tiempo y buena conectividad a internet en sus hogares. Estos factores, por lo general, se encuentran asociados a la situación socioeconómica de cada hogar, por lo que es lógico encontrar en esta muestra una mayor proporción de habitantes de la zona norte de la Ciudad”.
Una de las recomendaciones del trabajo apunta a esta necesidad de intervención de las entidades gubernamentales para que “la pandemia y la medida del aislamiento social obligatorio no profundicen aún más las desigualdades socioeconómicas preexistentes entre los/as residentes de la Ciudad de Buenos Aires”. En simultáneo, valoran que la democratización del acceso a internet y a los bienes digitales se convierte en requisito indispensable para afrontar los cambios educativos y laborales.
En el relevamiento hubo mayor participación de mujeres (65% del total de los encuestados) y el 75% de todos los consultados tienen más de cuarenta años: el promedio de edad fue de 48,7 años, superior al promedio de la ciudad que no supera los 38. Asimismo, el nivel educativo promedio fue muy alto: el 60% presenta un currículum con terciario o universitario completo y el 16,6% está realizando o concluyó un posgrado, un porcentaje superior al quienes completaron el secundario (11,7 por ciento).
El perfil de la muestra también consigna que sólo el 2% de los encuestados tiene hacinamiento crítico y que dos de cada tres personas consideran que su vivienda es cómoda o muy cómoda para sobrellevar la cuarentena. El confort se midió en la disponibilidad de ambientes: los cerca de 20 mil consultados llevaron al promedio a tres y la mayoría –el 67 por ciento– son propietarios de sus hogares. “Sin embargo –apunta el estudio–, si tomamos el nivel educativo como un proxy del nivel socioeconómico y lo relacionamos con el régimen de tenencia, observamos que a menor nivel educativo de la persona respondente, menor es la proporción de hogares propietarios de las viviendas y mayor la proporción de inquilinato u ocupación”.
Hábitos y sensaciones
Lo que se instauró como normalidad: el 98% implementó el uso de tapabocas y barbijos y el 91% el lavado frecuentes de manos. Desde el punto de vista laboral, nueve de cada diez tuvieron que modificar su esquema de trabajo: el 25% declaró que no puede continuar con sus actividades laborales y el 20% aclaró que lo hace de manera reducida. Por su parte, casi la mitad comenzó a trabajar desde su casa. “Cuando se relacionan los hábitos laborales con el nivel educativo (como proxy del nivel socioeconómico), se observa que las personas con nivel educativo bajo tienen una proporción mucho menor que los/as de nivel alto a desarrollar su actividad laboral desde la casa”, describe el informe.
El estudio también hace una clasificación de las sensaciones de caminar por la calle en tiempos de pandemia en virtud del género de las personas encuestadas: “Mientras que los varones se sienten igual o más tranquilos en una mayor proporción que las mujeres y otras identidades de género, éstas se sienten más intranquilas para transitar por la calle durante la cuarentena”. El 85% de las personas que participaron de la encuesta aseguraron que “alguna o muchas veces” sintieron preocupación. El 82% dijo lo mismo del sentimiento de la incertidumbre. También revistieron porcentajes superiores al 60% las sensaciones de nerviosismo o intranquilidad. Y en virtud de la comparación entre las mediciones, los encuestados expresaron más desesperanza.
A su vez, la investigación abordó la intervención de los controles de seguridad en la circulación de las personas preguntadas: se registró un crecimiento de diez puntos entre las dos mediciones que tomaron durante el período de aislamiento. En el segundo estudio, crecieron al 25% los habitantes porteños que notificaron haber sido parados por la policía: la mayoría en las comunas 8, 9, y 10, ubicadas al sureste de la Ciudad, con la General Paz como límite y en conexión con la provincia de Buenos Aires, los puestos donde se distribuyeron los retenes.
La demanda de peluquería y cuidados personales, mantenimiento y reparación del hogar o servicios médicos también experimentó un crecimiento: tres de cada diez personas manifestaron la necesidad de disponer de estos servicios. Y en relación a los efectos de la cuarentena en la convivencia, el 63% respondió que no le afectó nada o le afectó para bien, pero quienes sí se vieron perjudicados por el cumplimiento del confinamiento registraron un crecimiento entre el primero y el segundo análisis realizados por la Dirección General de Antropología Urbana.
Reversión
Antes había sido el 58% de los hogares consultados. Ahora el porcentaje creció al 61,6 por ciento. Son las personas que perciben una merma de los ingresos en el contexto de la cuarentena. “No se encontró un patrón territorial que indique que las comunas del sur hayan sido más afectadas en la merma de sus ingresos: las más afectadas son la 9, 14, 11, 15, 8, 13 y 10. Pero a menor nivel educativo, mayor es la proporción de hogares que declararon que sus ingresos seguramente sean menores. En los hogares con un respondente con nivel educativo bajo, este porcentaje alcanza el 69 por ciento”, explica el informe.
El relevamiento sí logra identificar que los porteños que residen en el sur de la ciudad, en especial en los barrios Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano, los que conforman la Comuna 8, creen que no podrán solventar los gastos de su hogar en un porcentaje mucho mayor que las creencias que predominan en las zonas de alto poder adquisitivo.
Por su parte, cuando la cuarentena se termine, el 75% de los encuestados evitaría el subterráneo, el 64% no usaría trenes y colectivos, y el 33% no se subiría a taxis, remises o autos privados. Y, asimismo, la necesidad más urgente de los participantes de la encuesta es disfrutar al aire libre de las plazas y el ejercicio. El porcentaje de quienes valoraron como “indispensable” la actividad de recreación subió de 27 al 33 por ciento, en comparación con la primera medición. Los paseos que “pueden esperar” son los museos, centros culturales, cines, teatros y shoppings.
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