Los banderines de colores siguen colgados. Los letreros donde se leé Nicasio Eventos también se mantienen, al igual que el pelotero y el toro mecánico. Sin embargo, desde hace un mes, los dueños del espacio de eventos infantiles integraron la venta de frutas y verduras para poder subsistir durante la pandemia.
“Un amigo que trabaja en el Mercado Central nos recomendó empezar con esta modalidad porque nos dijo que funcionaba bien. Como seguimos sin poder abrir por las restricciones de la cuarentena, nos tuvimos que poner creativos y encontrarle la vuelta”, le contó a Infobae, Lionel Mariani, empresario con 20 años en el sector.
Los hermanos Mariani tienen cuatro locales: dos para eventos infantiles y otros destinado a juegos de escape. Desde que se dictó el aislamiento social preventivo, el 19 de marzo debieron poner en pausa todas sus actividades, y cancelar las reservas previstas para todo el año. Sin embargo, los gastos fijos como alquiler, impuestos y servicios siguieron acumulándose mes a mes.
Optaron por cerrar y solo abrir uno de sus salones, pero con una reconversión inesperada y en un rubro que nunca habían imaginado trabajar: lo transformaron en una verdulería. “Fue la única manera de no quedarnos sin anda y también poder seguirle pagando los sueldos a nuestros veinte empleados”, cuentan. Quienes antes eran animadores y sonidistas ahora se van rotando de turno para vender frutas y verduras.
A partir del 12 de junio, además de la entrega a domicilio, pudieron incorporar la venta a la calle, habilitando un espacio al frente del salón.
La historia de Nicasio Eventos no es la única, el reconocido boliche de Palermo, Beatlfow, optó por la misma reconversión, adoptando ahora el nombre de BeatGreen BsAs. La familia -creadora del Club de Artistas-decidió vender productos de verdulería a través del Whatsapp y las redes a sus vecinos de la zona. “Cambiamos noche por la madrugada para ir al Mercado Central a elegir la fruta, y así armar bolsones”, relata Iriana, una de las socias.
Casi un millón de personas trabaja en este eventos y entretenimiento en Argentina, según la cámara que agrupa a los salones de eventos. Rubro que se extiende si se tiene en cuenta los catering y la animación. Sin previsiones de retornar a la actividad en los próximos meses, hacen malabares para no fundirse.
Desde hace quince años, sobre la calle Cabrera 6099, funciona el Bar el Sol, un lugar de encuentro tanto a la hora del almuerzo como los after offices. Hoy la mesas fueron levantadas para ser reemplazadas por cajones reciclados de verduras, ya que su propietario no tuvo otra opción que instalar un almacén con productos frescos variados.
Pan y Arte, ubicado en la calle Boedo al 800, es otro ejemplo de transformación, cuando pensaba que tenían que abandonar su emprendimiento teatral dieron vida a un mercado de productos de panadería, agroecológicos y comidas precocidas. En los mostradores se puede conseguir otro tipo de mercadería como sal del Himalaya, vinos, yerba y aceite de oliva. La familia Moreno pensaba que se iba a fundir con la pandemia, pero con mucho esfuerzo encontraron el camino para trabajar y sustentar el negocio que lleva abierto desde hace dos décadas.
“Los primeros 40 días estuvimos el shock porque teníamos el teatro y el restaurante cerrados. No sabía que hacer... sueldos sin pagar, deudas, servicios. Pensamos en vender el local para pagar las deudas acumuladas. Mi hijo se conectó con productores de La Plata para buscarle una vuelta y tratar de sobrevivir. No estaba convencida porque desconocía el rubro. Era tanta la desesperación de no tener dinero que nos animamos”, confiesa Liliana Moreno, propietaria del lugar.
Además de la atención al público, sus empleados están a cargo de los pedidos que llegan a través de Instagram y Whatsapp. También pudieron incorporar el servicio de delivery vía las aplicaciones de entrega. “Estamos contentos porque seguimos vivos”, reconoció Liliana.
No es el único rubro que se resiste a parar, los gimnasios, son otros de los grandes perjudicados por la pandemia. Seguramente, por el riesgo de contagio estrecho, serán los últimos en ser habilitados.
Esta tendencia de reconversión no solo sucede en el Amba, también los dueños de locales se han reinventado en la provincia de Córdoba. Cuando se decretó el aislamiento, los dueños de Hero Gym, pensaron en una salida rápida y alquilaron sus elementos para entrenar. Con eso no alcanzó, y a medida que los días fueron pasando usaron sus ahorros para transformar el frente y convertir su gimnasio en una verdulería. “Es insostenible seguir parados”, contaron al medio El doce.
Para no gastar de más, usaron los cajones de salto como mostradores, los accesorios para acondicionar las mercadería. “Todo se recicla en estos tiempos”.
Facundo Verdini, creador del espacio Verdini en Recoleta, ya tiene la peluquería adaptada a los protocolos sanitarios necesarios, pero en el mientras tanto usa las redes sociales para vender productos de belleza. “No hay manera de resistir sin actividad más de 100 días, con dos salones, estoy en riesgo de tener que cerrar uno de manera definitiva”, detalla a Infobae.
Para compensar las perdidas, inquieto, Verdini le propusó a sus clientes un servicio personalizado de peluquería en casa a distancia: “Es un kit de color tintura, bata, bowl para la mezcla y pincel para aplicar. Una vez recibido, nos llaman y los asesoramos paso a paso en la aplicación”.
Otros aun no decidieron probar suerte en el mundo de la venta directa al público. “En el chat que comparto con otros colegas se discute el tema de usar el espacio del local para ofrecer servicio de alimentos, no solo es una opción que está habilitada sino que además tiene demanda”, reconoce el estilista.
Los restaurantes también viven esta crisis de una manera dramática. Muchos se resisten al cierre con ideas que les permite al menos sobrevivir. La parrilla Canta el Gallo, en Nordelta, que sigue con las persianas bajas, sumó la venta directa de vinos a precio de vinoteca y las piezas de carne crudas para hacer el asado en casa.
Con la continua extensión de la cuarentena, su dueño Francisco Pidal, transformó el primer salón -donde solían disponer de cómodos boxes- en un almacén boutique de campo para que los clientes elijan in situ todos los productos que ofrecen, desde cortes de carne, pasando por especias, aceites de oliva, salsas, aderezos y productos como quesos y fiambres que complementen con el asado. Incluso vende cuchillos de asado estilo campo y platos de madera.
En cuanto a la adaptación económica, explica cómo logró adaptarse a estos tiempos de bajos ingresos: “El Centro Comercial de Nordelta nos cobra un 70% del valor de las expensas sobre los tres locales. Y el alquiler, que suele ser un porcentaje de las ventas, no se está cobrando. Por otro lado ingresamos al programa del ATP que cubre la mitad de los salarios y la diferencia la pagamos como podemos”.
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