Si hubo un mes y un año complicados para comenzar un emprendimiento -ese sueño tan emparentado con el esfuerzo- fue diciembre de 2001. Jorge Alberto Yranek (55) lo hizo: le dio arranque a su fábrica de cerraduras y sistemas de seguridad precisamente en ese momento. Y consolidó su pyme de Adrogué con muchas horas de trabajo y meses sin descanso. Pero Argentina, se sabe, casi siempre fue un país difícil para producir.
A mediados de la primera década del siglo, el sueño se fue cristalizando. Llegó a emplear a 18 personas y con tres proveedores tenían acuerdos de producción conjunta, como por ejemplo un taller de cromado. “Hubo años de crecimiento hasta el 2012, con algunos baches. Ya en el 2013, como le sucedió al país, comenzamos a estancarnos”, cuenta Jorge, que siempre se dedicó a la comercialización. Codo a codo, a su proyecto siempre lo planeó en familia. En cuanto su hijo Ramiro tuvo edad para comenzar a trabajar, le hizo lugar para que ambos se encargaran del negocio. Hoy, el menor, Tomás, hace tareas part-time.
Los problemas, cuenta, comenzaron cuando se abrió por completo la importación. “Nuestro mercado es de alrededor de 20 mil cerrojos. Así seamos tres productores los que vendemos el producto -como siempre fuimos- o lo comercialicen unos 15, como sucedió cuando empezaron a llegar productos desde China. La torta se achicó. Y sólo con la producción, por una cuestión de costos, vimos que quedábamos fuera del mercado. Así que también tuve que ponerme a importar. En el 2018, fabricar costaba cuatro veces más que traer de afuera. Debimos bajar la producción a mas de la mitad y, lamentablemente, bajar personal”.
A principios de este año, se entusiasmaron con la posibilidad de recomponer la producción. Pero llegó el cachetazo de la pandemia: el coronavirus arribó a nuestro país y el 20 de marzo el presidente Alberto Fernández decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). Como muchos, Yranek pensó que sería por un corto período de tiempo. Pero ya van más de 100 días. “La situación es muy difícil. Si bien el Estado ayudó en parte a pagar el sueldo de nuestros empleados, en los meses de abril y mayo no pudimos pagar la totalidad de los mismos. En el caso de mi hijo Ramiro y yo, como dueños, nuestros ingresos han sido cero, y ya veníamos de bastantes meses con ingresos mínimos. Desde la cuarentena se agravó muchísimo la situación, ya que se cortaron las cadenas de cobros y de pagos. Nuestra realidad es que vivimos de ahorros y del salario de mi esposa, que es docente y sigue cobrando”, señala el emprendedor.
La brutal caída de la producción no fue, por cierto, exclusiva de ellos. Las pymes se derrumbaron, en el mes de abril, un 53,1 % con respecto al 2019 y un 37 comparados con el mes anterior. En mayo, lo hizo un 34,9% y acumuló 24 meses consecutivos de caída, según CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa). Si se toman los guarismos de los primeros cinco meses del año, la actividad fabril en el sector pyme registró una baja anual de 23,6% respecto de igual período de 2019.
Los emprendedores, sin embargo, tienen una especie de fuego interno que los hace no bajar los brazos. Y buscar siempre una opción para generar trabajo. La pandemia, al margen de hacer mermar su producción principal, lo hizo mirar qué oportunidades había en el mercado. Yranek vio que había un nicho a explotar en las cabinas sanitizantes para empresas y organismos públicos. “Intentamos buscar e idear nuevas formas de reinventarnos para generar trabajo e ingresos genuinos en esta etapa”, explica el protagonista de la historia. Con la impronta de su hijo Ramiro, quien se hizo cargo del nuevo emprendimiento, “nos contactamos con una empresa conocida del interior, que se dedica al rubro de la sanidad y le hicimos la propuesta de asociarnos en este nuevo proyecto. Desde nuestra parte aportamos la parte de fabricación, armado, entrega y ventas. Mientras que la otra parte nos aporta un marco institucional y nos hace partícipes de un rubro al cual nosotros no pertenecíamos, además de ayudarnos en la parte comercial y ofrecerle el producto a su habitual cartera de clientes”.
Pero por supuesto, la principal actividad de los Yranek estaba en pausa. Con la flexibilización que se comenzó a notar hace aproximadamente un mes, la fábrica de cerrajes reabrió las puertas. “Tenemos un camino recorrido con proveedores y clientes, y en esta situación tan límite entre todos nos vamos ayudando. Con el dólar a más de 100, pensábamos que se podía resurgir. No a los volúmenes de 2008, pero al menos a salir arrancar. Pero en estas circunstancias no todo depende de uno. Hay proveedores: el que hace el bronce, el de los pernos, un taller de cromado estaba cerrado, por ejemplo. Llegas a un puntos de la produccion que algo falta. No podés sacar el producto, y no podés cobrar. Pero seguimos adelante, tratando de no cerrar y seguir los seis que somos hoy. Digamos que es una tensa espera”, señala Jorge.
La implementación de la nueva cuarentena estricta, que comenzó el miércoles, abrió un compás de espera. “Hoy en día nos vemos obligados a volver a cerrar nuestras puertas por la falta de los permisos para circular. Lo que lamentamos, porque durante este corto tiempo que pudimos retomar de forma muy controlada nuestra actividad ya habíamos armado un protocolo interno. La mayoría de nuestros colaboradores tienen movilidad propia. y los que no la tienen hacemos el esfuerzo de recogerlos por sus casas para que puedan llegar sin mayores problemas ni corran riesgos. Tambien concientizamos constantemente a nuestra gente para mantener la distancia social, tanto en el espacio de trabajo como en sus hogares . Y obviamente nos desinfectamos tanto en el momento que llegan como en el que se van de la empresa”.
El pedido de Yranek, es poder producir: “Es enorme la necesidad que tenemos de recibir créditos hoy en día para poder seguir construyendo la empresa y haciéndola crecer. Si tenemos esa posibilidad nosotros, cómo todas la pymes de la Argentina, no solo vamos a poder volver con más fuerzas luego de esta pandemia, sino que a su vez vamos a poder generar mucho más trabajo para los nuestros y para muchas más personas”.
Si bien la estocada del Covid-19 y la cuarentena no fue mortal, él, como tantas pymes que riegan el conurbano, debió desensillar. Y está en eso: esperando a que aclare.
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