“Va a ser el momento más feliz de sus vidas”, le habían dicho a Nuria y a Constanza. Y algo de eso empezaron a vivir hace una semana cuando, después de una larga búsqueda, concretaron su sueño de convertirse en mamá y mamá. Un deseo que se gestó a través del amor, el respeto y la libertad.
Hilario, así se llama el hijo de esta pareja. Nuria es diseñadora gráfica, tiene 33 años y nació en Gualeguaychú. Constanza tiene 39, es docente y oriunda de Tandil. Ambas emigraron a Buenos Aires para formarse. Están juntas desde hace seis años, mucho antes de contarle al mundo exterior y a sus familias que eran lesbianas.
Por eso forman parte de Familias Argentinas Diversas, un grupo que no sólo reúne familias homoparentales (dos papás o dos mamás), monoparentales (padres solteros) y heteroparentales (madre y padre) sino de identidades múltiples. Mañana muchos de ellos celebrarán el Día Internacional del Orgullo LGBT+: para Nuria y Constanza será su primer Global Pride junto a su bebé recién nacido.
“Lo miramos y vemos que es nuestro orgullo, el orgullo de vivir en libertad”, coinciden las nuevas mamás. A pesar de que hoy viven plenamente su amor de pareja, no les resultó “natural” poder seguir lo que su corazón les dictaba. El primer paso fue reconocer lo que sentían, y luego comunicárselo a sus familias. “Recién a los 20 años, viviendo en Buenos Aires, pude contarle a mis papás que era lesbiana. En mi cabeza tener una novia estaba mal. Al principio, un poco por temor y otro por la construcción social impuesta, la noticia generó conflicto”, recuerda Nuria.
Algo similar le sucedió a Coty, que recién pudo presentar a Nuria a sus padres cuando llevaban dos años de convivencia. “Mis cinco hermanos sabían de nuestra relación y con mis papás era una especie de secreto a voces. Sentía que los desilusionaba o que, incluso, iban a dejar de quererme, aunque pasó todo lo contrario”, agrega Coty.
Una tarde, el padre de Constanza le envió un mensaje que la sorprendió: “Mirá este artículo, habla de cómo una hija le contó a su familia que era gay”, decía. “Mi papá terminó abriéndome el camino, a partir de ahí todo fluyó”, sigue. “Nuestros padres tuvieron el temor que aún radica en la sociedad, el miedo a pertenecer a una minoría y que eso conlleve un sufrimiento extra”.
En la panza de mamá, los óvulos de mi otra mamá
Las dos siempre tuvieron el deseo de ser madres. “Siempre supimos que queríamos formar una familia. Ni bien la cosa se puso más seria empezamos averiguar por los distintos tratamientos de fertilidad. Todo nuestro entorno estaba entusiasmado con la decisión, nos acompañaron en el largo proceso”.
Decidieron que Coty fuera quien llevara adelante el embarazo. Para lograrlo, siguieron el método de reproducción asistida ROPA (Recepción de Ovocitos de la Pareja). Esta técnica permite que las dos mujeres que forman una pareja compartan el proceso de manera activa: una haciéndose la estimulación ovárica y aportando los óvulos, la otra llevando a cabo la gestación y el parto (el procedimiento, por lo general, se hace con semen de donante anónimo).
También se incluyeron en el Programa de Identidad Abierta para que Hilario, si lo desea, pueda conocer al hombre que aportó los gametos masculinos al cumplir 18 años. “Es una opción que le quisimos brindar, él sabrá qué quiere”.
El embarazo llegó en el primer intento. El 29 de octubre se enteraron de la anhelada noticia. “Siempre que digo que no fueron nueve meses, sino bastante más porque lo vivimos desde el minuto en que lo empezamos a desear”, cuenta Coty.
Hilario nació el pasado 21 de junio por cesárea. La pandemia hizo que su llegada al mundo fuera aún más especial. “Jamás nos imaginamos que nacería en este contexto, vivimos los últimos meses de la panza muy conectadas por el encierro preparando todo lo necesario para su nacimiento”. Ya en brazos de sus dos mamás, Hilario “se prendió a la teta, duerme bien de noche...y casi no llora. Es un santo”.
Sus abuelos, tíos y primos están ansiosos por tenerlo en brazos. “Hasta ahora solo pudieron conocerlo por videollamada. Están súper babosos, pensar que yo tuve cierto temor para enfrentarlos y decirles que era lesbiana”, reflexiona Nuria.
Lo que falta
Si bien lesbianas, gays, bisexuales, travestis, trans y el amplio espectro de la diversidad sexual fueron logrando derechos a lo largo de la historia -en julio se cumplirán 10 años de la Ley de Matrimonio Igualitario-, la pareja siente que aún falta bastante recorrido. “La educación hacia la diversidad todavía no está instaurada en todas las escuelas, ni en la gran mayoría de la sociedad. Aún se viven ciertos prejuicios y hay que derribarlos”.
El vacío legal en el que está la subrogación de vientre en Argentina les preocupa, especialmente porque es la forma que encuentran los hombres solteros o las parejas de varones para tener hijos. “Todavía viven muchos obstáculos que los hacen desistir, o tienen que acudir a la justicia o tener muchísimo dinero para ir al exterior”.
El aislamiento social no las limita para salir a visibilizar su orgullo y ser, con libertad, quienes decidieron ser. Mañana colgarán la bandera multicolor en el balcón de su departamento, en Capital. Lo harán, por primera vez, con su hijo en brazos: “Ojalá esta historia sirva para inspirar a otros. Nosotras salimos a festejar porque tenemos orgullo de quienes somos, y cómo vivimos. Acá estamos, estas somos”.
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