La pandemia del coronavirus, la cuarentena y la inactividad económica prolongada conformaron una amenaza real para los locales gastronómicos de todo el Amba, aunque los de la Avenida Corrientes corren con una desventaja más: funcionaban gracias a la actividad laboral de microcentro, la llegada de los turisitas y los espectadores de los teatros.
La avenida que nunca duerme, conocida como uno de los emblemas porteño, en el medio de la pandemia muestra una postal absolutamente diferente con poco movimiento, persianas bajas y delivery en muchas de sus cuadras.
Frente a la incertidumbre dd los gastronómicos y el riesgo de tener que cerrar sus puertas de manera definitiva, Infobae recorrió los legendarios restaurantes de la antes transitada Corrientes para conocer su situación actual.
Los locales, que hasta hace 100 días, abrían todos los días entre las 11 y las 3 de la mañana, hoy en su mayoría tiene sus persianas bajas.
Otros, que pudieron reconvertir su modelo de negocio, encontrar la manera para trabajar a través de pedidos para llevar y delivery por la zona. Una facturación muy lejana a la que les permitía mantener el local y los empleados sin angustias.
“Probamos con la entrega de comida y no nos funcionó, no fue redituable”, le cuenta a Infobae, Jorge, mesero del histórico restaurante El Palacio de la papa frita, creador del plato las papa soufflé.
Desde el 19 de marzo que los 35 empleados del local están sin actividad. “Nosotros vivíamos de loque consumían los empleados de las oficinas de la cuadra que bajaban a la hora del almuerzo, y de los espectadores que venían al teatro por las noches. Imaginate que en un día muy bueno completábamos 120 cubiertos y un día promedio 70. No pretendemos volver a eso... pero esta situación es muy tremenda”, le cuenta Freddy, camarero desde hace veinte años del restaurante ubicado en Corrientes.
En un contexto incierto pero con ganas de retomar el trabajo se reunieron para buscar una solución al problema. “Ya pasaron 100 días y estamos buscando la manera de abrir las puerta de la forma que nos diga al Gobierno pero es muy angustiante continuar así, nos seguimos endeudando”, agrega.
“Cuando se decretó la cuarentena teníamos mercadería en la cocina, carnes, pescados pastas... algunas cosas pudimos congelar, otras debimos tirarlas y perdimos mucho. Nos tomó de sorpresa. La pérdida es por todos lados”, reconoce Jorge, otro de los meseros de la empresa gastronómica.
Los 35 empleados estuvieron sin tener ingresos desde marzo. “Recién en mayo pudimos cobrar el 50% gracias a la ayuda del Gobierno, y los gastos siguen llegando... aunque el punto es otro, es nuestra fuente de trabajo nos afecta económica y anímicamente”.
Sobre la misma vereda en el local de al lado se encuentra una de las cuatro sucursales de la pizzería Banchero, otro ícono porteño que se proclama inventor de la fugazzeta. Cumplió 88 años el 28 de marzo, justo en el inicio de la pandemia. Su frente ahora está empapelado, ya que desde el 19 de marzo está sin actividad. Sus empleados -con turnos rotativos- siguen conservando sus puestos de trabajo con el despacho de comidas.
A los 10 días de haber decretado la cuarentena obligatoria, el gobierno argentino autorizó a los locales gastronómicos la modalidad delivery siguiendo el protocolo de sanidad, sin embargo esta medida no es suficiente para solventar el negocio que lleva décadas de tradición.
La sucursal de Corrientes y Talcahuano volvió a prender su horno de 11 a 22, solo para pizzas de delivery. “Centramos las entregas a domicilio en ese local y con esto alcanzamos 20% de la facturación. La sede Pilar también sigue la misma dinámica, las otras sucursales las cerramos ya que no tiene sentido generar gastos”.
“Nuestro local de Miami abrió hace 10 días con todos los protocolos requeridos por el Estado de la Florida. Acá la situación es bien distinta, nosotros estamos listos y solo necesitamos la autorización para volver a funcionar, pero hay mucha incertidumbre”.
Zum Edelweiss es uno de los restó más convocantes para los espectadores de los teatros de la calle Corrientes, sitio de encuentro de personalidades locales e internacionales, inclusive de la política. Parte de la historia porteña pasó por este local que se inauguró en 1907. Hoy en su fachada cuelga un cartel donde se lee “Hemos decidido cerrar nuestro restaurante desde hoy 19/3 hasta nuevo aviso. Nuestro mayor deseo es que nuestros clientes, equipo de trabajo y toda la sociedad se encuentre bien”.
Con su histórico salón vacío, con toda la actividad parada, no tienen indicio alguno de cuándo podrán volver a abrir y comenzar a trabajar.
La gran incógnita es cómo retomarán sus tareas una vez que se levante el aislamiento. Desde la Asociación APPYCE, en conjunto con las secretarías del Gobierno de la Ciudad, enviaron un protocolo para garantizar la seguridad e higiene, pero el contexto es dinámico y cambiante día a día lo que no facilita la reapertura.
A pesar de la crisis económica y social confirman que, afortunadamente, no tienen registro de cierre del establecimiento hasta el momento.
Güerrín, otro de los iconos porteños, por primera vez en 9 décadas de historia se vio obligado a cesar su actividad. No dispone de delivery ni tampoco ofrece la posibilidad de retirar por mostrador, por estar ubicado en una zona no residencial. Es la primera pizzería que habitó la transitada Avenida Corrientes. Los amigos Arturo Malvezzi y Guido Grondona, inmigrantes genoveses, fueron los responsables de crear este éxito en 1932, que por definición culinaria hace su pizza en horno de leña.
Otro imperdible de la zona es el bodegón Chiquilín, fundado en 1927. Por su cercanía a tribunales y al microcentro, hasta hace un tiempo durante el día era un lugar de encuentro para almuerzos y reuniones laborales, y por la noche era el lugar elegido de muchos artistas. El escenario en pandemia y cuarentena es bien distinto: solo hacen entregas a domicilio y trabaja la mitad del personal. Consultados por Infobae, reconocen que están en contacto diario con el Gobierno de la Ciudad a la espera de la actualización del futuro protocolo sanitario aunque aún no tengan ninguna información de cuándo podrán reabrir para recibir clientes.
“Somos uno 30 empleados que necesitamos volver a la actividad. Desde marzo estamos cobrando la mitad del sueldo. Es desesperante. Creemos que vamos a volver abrir, pero si esto se extiende por mucho más tiempo no lo sé...”, reconoce con cierta angustia un empleado de Buenos Aires Grill.
“Cuando volvamos a abrir, no vamos a tener el salón lleno, eso lo sabemos. Primero porque la gente no va tener dinero; segundo, por el distanciamiento social. Eso hará que nuestros ingresos sigan siendo mínimos como ocurre ahora, pero es mejor que nada”, cierra esperanzado Freddy.
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