A los chicos les encantan las sorpresas. Esa tarde del sábado 30 de mayo, a los cinco hermanos que querían ser hijos de Mariana y Matías les esperaba una. Grandes y chicos se sentaron frente a la computadora y del otro lado de la pantalla apareció la jueza de familia Agustina Díaz Cordero, junto al defensor oficial Atilio Álvarez y otros funcionarios judiciales.
-Queremos saber por qué se armó el zoom, preguntó uno de los chicos.
-Se armó el zoom por una cosa muy maravillosa, respondió el defensor
-¿Que se va a firmar la sentencia? ¿se firma la adopción?, -se adelantó el menor más inquisidor, abriendo la boca con un gesto de asombro y felicidad que le ocupaba toda la cara.
Después todo fue gritos, sonrisas y aplausos de los cinco hermanos que estuvieron seis años en distintos hogares de niños esperando una familia. Pensaron que la pandemia por el coronavirus iba a frenar el último paso que les faltaba para ser adoptados. Pero, en algunos casos, la Justicia logró acomodarse a los tiempos y los formatos digitales impuestos por el aislamiento en la búsqueda de lo más importante: que un chico abandonado pueda encontrar a sus papás. Para este Día del Padre, Infobae recogió cuatro historias de quienes lo consiguieron y pudieron concretar un proceso de adopción en cuarentena y entrevistó a sus protagonistas. Todos subrayan que sólo se trata de voluntad.
Las adopciones en Argentina
Un niño, niña o adolescente se encuentra en condiciones de ser adoptado cuando así lo dispone un juez. La mayoría de las veces las razones de la separación de su familia de origen y el abandono hay que encontrarlas en problemas de adicciones, abusos o violencia. Los chicos viven en hogares o con familias de guarda hasta que aparezca alguien que quiera adoptarlos. Para eso, hay todo un proceso reglamentado: la inscripción de postulantes en un registro, el elección de los posibles adoptantes, la vinculación inicial con el menor, la guardia preadoptiva y finalmente la adopción.
Pero en todo ese cúmulo de pasos que fija el Código Civil y Comercial, hay un lema no escrito que rige como ley: es el chico el que está buscando una familia y no una familia buscando un chico. Son dos caminos que se unen pero en el que siempre la prioridad es de los menores.
Cada provincia del país tiene un registro de aspirantes a adopción que están nucleados en la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA), que depende del Ministerio de Justicia de la Nación. En la ciudad de Buenos Aires hay cerca de 800 legajos de personas o familias que quieren adoptar y a fines de 2019 había 209 niños, niñas o adolescentes en condiciones de ser adoptados.
Según datos del Registro Único de Aspirantes a Guardas Adoptivas (RUAGA) de la ciudad – a los que accedió Infobae- el 80 por ciento de los postulantes quieren chicos de entre cero y tres años. Pero solo el 15 por ciento de los niños tiene menos de dos años. Seis de cada diez de esos chicos tienen más de seis años. Y más de la mitad son grupos de hermanos, muchos de los cuáles tienen algún problema de salud complejo por su historia de vida. Además, el 74 por ciento de los postulantes se inscribe para adoptar a chicos sin ninguna clase de enfermedad. Un dato doloroso pero cierto: no hay aspirantes para chicos con patologías complejas.
La bebe que fijó la mirada en sus papás
Pablo Glanc, de 36 años, y Alejandro Styk, de 39, querían ser padres desde que se conocieron. Después de tres años de estar en pareja, en octubre de 2015 se casaron (porque en ese momento la ley así lo exigía para adoptar) y en enero de 2016 se inscribieron en el registro, tuvieron charlas, entrevistas, visitas a su domicilio... El llamado que esperaban llegó en mayo del 2019. “Eran del juzgado civil 76 para decirnos que querían entrevistarnos porque había una niña de cinco meses en situación de adoptabilidad”, le cuentan a Infobae.
“Nosotros pensamos que era una entrevista más de una pareja potencial para adoptar”, dicen. Pero en la reunión estaba el juez, la defensora de menores, la trabajadora social, la abogada del RUAGA y “nosotros, ahí, sentaditos en un sillón. Nos contaron un poco la historia de la beba: de dónde venía, su familia de origen y nos dijeron que nos daban la vinculación”. La beba había llegado al mundo antes de tiempo y presentaba un problema de neurodesarrollo. Al lunes siguiente a la audiencia, la conocieron. “Fue el día más especial. Es como un nacimiento, pero no tenés 9 meses para pensar. La agarré, le empecé a cantar casi sin darme cuenta y ella, que no fijaba bien la mirada, se quedó mirándome los tres minutos que habrá durado la canción. Y estábamos los dos así y Ale me abrazaba”, recuerda Pablo.
A las dos semanas, le dieron la guardia y le pidieron a la justicia la adopción plena. “Y en el medio estalló la cuarentena y y pensamos que se paraba todo”, dice Pablo. Como todo el país, entraron en stand by y esperaron un poco. Pero cuando la cuarentena empezó a extenderse y también el “limbo” judicial en le que había quedado la nena, faltando sólo el último paso, Pablo -que es abogado- pidió la habilitación de la feria judicial.
“El juzgado siempre tuvo un rol muy activo y positivo en lo que fue el proceso de adopción. Pero uno no sabía hasta qué punto el juzgado tenía la posibilidad de dictar sentencia en feria -repasa-. Yo realmente pensaba que no lo iban a poder hacer. Pero al otro día me llamó la trabajadora social del juzgado diciendo que el juez lo habilitaba y que iban a tratar de resolver lo antes posible”, recuerdan. El último 28 de mayo, los citaron a la última audiencia vía Zoom que prevé la ley antes de dictar sentencia. Y al día siguiente llegó el fallo tan esperado: “Felicitaciones”, decía la resolución judicial. La nena, de 18 meses, ya había encontrado a su familia.
“Diez días, un mes de espera, para un nene es muchísimo y ni hablar hasta que esto termina. La Constitución y la Convención de los Derechos del Niño así lo dicen, que frente a un interés social de adultos y de un niño o una niña, hay que ver qué es lo más importante para el nene”, señala Pablo sobre la importancia de que los procesos de adopción no se frenen durante la pandemia. Con la beba jugando entre ellos, Pablo y Alejandro cuentan a Infobae que van en busca de un hermano. Ya se anotaron en los registros y comenzaron en medio de la cuarentena los primeros cursos. Saben que el camino puede ser largo, pero confían.
La locura de formar una familia
“Está loco”, pensó Matías Cifuentes mientras escuchaba al defensor de menores Atilio Álvarez proponiéndole a él y a su esposa, Mariana Rojas, convertirse en papás de cinco hermanos. Casados hace 17 años, Mariana, de 46, y Matías, de 53 decidieron adoptar después de perder un embarazo. “Desde que nos casamos la idea fue formar una familia. Biológicamente no se pudo dar y siempre en nuestra mente estuvo el tema de la adopción. Pero nunca pensamos en una familia tan grande”, admiten con la mirada iluminada.
Se anotaron en el registro para adoptar a dos hermanos de cero a cinco años. Pero el tiempo pasaba y no tuvieron respuesta. Un día, al ver una convocatoria, Mariana mandó un correo electrónico para interesarse, pero esos niños ya habían encontrado el camino para tener una familia. El mail, sin embargo, “quedó rebotando”, cuentan ellos, y los llamaron para una reunión.
“Cuando dijo 5, yo dije ‘no'. Por adentro pensé ‘está loco, imposible'. Pero ‘Marian’ lo miraba con una sonrisa angelical”, recuerda Matías en diálogo con Infobae. El defensor Álvarez les contó la vida de esos cinco hermanos, tres varones y dos mujeres -que hoy tienen entre ocho y 16 años- que vivieron en tres hogares de niños distintos, de los que fueron sacados en forma abrupta, sin avisar, sin poder llevarse parte de sus cosas ni volver a ver a sus amigos. Ya había pasado demasiado tiempo: si no conseguían pronto una familia, los iban a separar.
“Nos fuimos de esa entrevista diciendo que no, que no era posible, que no nos daban las cuentas, que no teníamos el espacio, ni nada”, recuerdan. El defensor les reclamó que lo piensen: si me dicen que sí ya, no los aceptaría porque son unos irresponsables. Pero no me digan que no, charlen entre ustedes y después me contestan, les dijo el funcionario.
La historia de los cinco hermanos les quedó adentro. “Esa llamita prendida de todo lo que nos había contado el defensor. No podía estar tranquilo pensando que esos chicos se iban a separar. Cada tanto se me aparecía la historia en la cabeza y no me dejaba dormir”, recuerdan. Daban vueltas entre mate y mate sin poder olvidarse. Que era una locura, que cinco eran muchos, que no iban a poder. Pero esos cinco hermanos fueron un chip que no se iban a poder sacar. “Hasta que un día nos miramos y dijimos animémosnos y que fluya a ver qué pasa”, dice Mariana.
Primero conocieron a las dos chicas, las más grandes. “Tenían 14 y 11 años y llevamos un álbum nuestro, cosas que nos gustaba hacer, a donde habíamos viajado, cosas para conozcan nuestra historia y de nuestras familias. También ellas nos preguntaron cosas. Al principio estaban como más distantes, mirándonos de arriba abajo, nos relojeaban y después, cuando nos íbamos, nos abrazaron bien fuerte”, cuenta Mariana. Después, les tocó conocer los tres varones: “Apenas abrimos la puerta del consultorio, nos dijeron ‘hola mami, hola papi'. Y nos quedamos helados. Era la necesidad de ellos de decir ‘mamá y papá' y no nos conocían todavía”.
La vinculación comenzó en junio de 2018. Los chicos seguían viviendo en un hogar. Durante cuatro meses, Mariana y Matías los visitaban primero, los llevaban a pasear después, y los autorizaban a que fueran a dormir en su casa los fines de semana, por último. Era una tragedia cada despedida, recuerdan. Finalmente, salió la guarda preadoptiva y se quedaron viviendo los siete juntos. Una vez Matías se fue a pasar el fin de semana con amigos a Uruguay y uno de los chicos contó en el colegio que su papá lo había abandonado. Lo sintió así hasta que supo que esta vez no iba a volver a dejarlo.
Lo que faltaba era la sentencia de adopción pero llegó la pandemia. “Los chicos con mucha ansiedad acá en cuarentena te preguntaban todos los días. Ya les habíamos dicho que cuando se firme ya vamos a ser familia totalmente. Y a mí se me ocurrió mandarle al abogado ´che, en cuarentena qué pasa, ¿no podemos hacer nada?´ Y me dijo ´voy a pedir habilitación de feria´”, cuenta Matías.
El juzgado habilitó continuar con la adopción y el viernes 29 de mayo hicieron un Zoom en el que los chicos dijeron que querían ser Cifuentes. La respuestas sorprendieron y conmovieron a los adultos. La más grande dijo que con ellos aprendió que no tenía que pegar, que no tenía que ser agresiva. “A mí nunca me levantaron la mano, me dieron amor eso lo fui cambiando de a poco y por eso me quiero quedar en esta familia”, le dijo a la jueza y al defensor. El más chico provocó la risa de todos los presentes. “Acá siempre me dieron de comer”, afirmó. “No sabemos por qué dijo eso, se ve que en algún momento eso le habrá faltado”, señalaban.
Al día siguiente, llegó la sorpresa en una nueva audiencia virtual. Todos frente a la pantalla. “¿La sentencia se va a firmar?”, preguntó uno. Ya estaba firmada. Los aplausos y los abrazos colmaron la escena, con los funcionarios judiciales del otro lado de la computadora.
“La alegría que tenemos desde que eso sucedió es incalculable. La lucha que tuvimos desde el principio fue mucha pero ahora sentimos que todo es recompensa. Los chicos se estabilizaron emocionalmente. Como que funcionamos como una familia más armónica, con mucha más alegría”, analiza Mariana.
Los cinco hermanos hoy tienen la seguridad de un papá y una mamá de los que no los van a poder separar, como les pasó cuando los sacaron de los hogares. “Uno como adulto puede entender que se podía demorar por la cuarentena. De hecho pensábamos que la adopción iba a salir a fin de año. Pero los chicos por ahí no lo entendían. Los más chiquitos sufrían un montón, preguntaban todo el tiempo, ¿pero nos van a llevar? ¿por qué se atrasa? ¿pasó algo malo? Estaban con mucha ansiedad”, analizan.
“La mayor que sufrió mucho porque siente como que no tuvo infancia, porque se tuvo que hacer cargo de los chicos. Cuando empezamos con todo esto ella tenía 14 y ahora tiene 16 y cuando fueron al primer hogar tenía 7. Cuando vino a casa, se seguía haciendo cargo hasta que la empezaron a sacar de ese rol y le decíamos disfruta de tu adolescencia si no disfrutaste tu infancia”, dice Matías.
Matías es músico y en una noche desvelado con su hija más grande empezaron a escribir la letra de una canción a la que al día siguiente ya estaban los siete terminando de componer. Será la canción que recuerde a la familia definitiva que se terminó de constituir en cuarentena.
El desgarrado más feliz
Florencia Brea, de 46 años y Micky Murray, de 47, tienen cinco hijos de entre 10 y 19 años y son, todos juntos, una familia de guarda o de tránsito. Así se llama a quienes cuidan a un menor en su casa mientras se le busca una familia adoptante o se trabaja en el proceso para que vuelva con la familia biológica. El contacto con el juzgado es con la ONG Hogares de Nazareth. Ellos solo se encargan de que el bebé esté bien en lo que dure ese proceso. Ya pasaron por sus vidas seis chicos en guarda. Dicen que es un proceso de desgarro cuando esa criatura se va pero a la vez de felicidad por haber encontrado una familia.
“Nuestro trabajo es darle amor el tiempo que nos toca. Es doloroso cuando se va porque uno se compromete mucho y desde cada rol en la familia da lo que le toca. Pero no hay nada más mágico, más pleno, que el momento en que los papás adoptivos conocen al bebé y da sentido a cualquier esfuerzo que uno pueda estar haciendo”, cuentan. “Son esas caricias al alma que uno se regala en la vida”.
Desde agosto del año pasado, los Murray -padres e hijos, porque es una “decisión de familia”, remarcan- cuidaron a un bebé que había llegado con pocos días de vida y que en plena cuarentena encontró a sus papás. Aunque la ley prohíbe conocer detalles de su historia de origen, se sabe que no hubo oposición de la familia biológica para que se concretara la adopción. Eso aceleró los trámites.
Mientras tenían la guardia, el juzgado encontró una familia. La tecnología y la decisión judicial de avanzar con el proceso lo hizo posible. Fue apenas cuando apenas había arrancado la cuarentena. “Los padres lo vieron por primera vez vía Zoom. Él estaba durmiendo, se despertó, lo trajimos y ellos lo pudieron ver”, recuerda Micky. Luego, sí, llegaron los encuentros personales, eso que Florencia describe como momentos “mágicos” en donde la criatura conoce a los que serán su familia. Esta vez, hubo que tener en cuenta los cuidados que obliga la pandemia: la familia fue a la casa de Florencia y Micky, luego el matrimonio a la de ellos, el bebé se quedó un día con sus nuevos padres y finalmente llegó la guarda adoptiva y la partida del “gordo”, como lo mencionan al repasar lo que ocurrió.
“Hay muchas cosas que como familia tuvimos que trabajar nosotros para que esto fuera una experiencia linda para todos y no que se tomara en una traumática. Hay que saber que de un día para el otro nos puede llegar un bebé y que de un día para el otro también se puede ir”, dice Florencia pero junto con su marido desean que más familias sean de guarda porque muchos chicos lo necesitan: “ojalá llegue al corazón de otras familias, que se animen a sumarse y sacarse las dudas y preguntar porque es una muy linda experiencia”.
Cuando la tecnología no alcanza para conocerse
V. y J. prefieren mantener sus nombres en reserva porque están en pleno proceso de adopción. Se casaron en 2014 porque el proyecto de adopción era de ambos y no querían que fuese monoparental. Se inscribieron en el RUAGA en el 2015, en pleno cambio del Código Civil. Ella tuvo en 2012 cáncer de ovarios que le impide quedar embarazada pero siempre estuvo intacto el deseo de formar una familia. Tan grande era que cuando se inscribieron en el registro lo hicieron para grupo de hermanos.
Pero no fue fácil. Año a año fueron ratificando su legajo en el RUAGA cambiando su disponibilidad adoptiva y elevando la edad de los hermanos. AAnte la falta del llamado por parte de un juzgado empezaron a madurar la posibilidad de presentarse a alguna convocatoria pública. Se presentaron a varias pero no quedaron como familia elegida.
Hasta que en diciembre del año pasado los llamaron para comenzar a vincularse con tres hermanos, dos nenas y un nene, de 6, 10 y 11 años. Los conocieron en febrero ero no fue sencillo. Por la emergencia sanitaria los hogares de niños tienen un protocolo muy estricto en el que limitan el ingreso de personas ajenas a la institución para evitar la propagación del virus.
“Los primeros encuentros fueron maravillosos”, dice V. “La primera vez nos recibieron con dibujos, nosotros les hicimos regalos y preparamos una merienda”, recuerda. Pero desde el 19 de marzo hasta el 30 de abril se suspendieron las visitas presenciales en el hogar por el aislamiento social obligatorio. Desde entonces los contactos fueron telefónicos o por videollamadas. “Hacíamos juegos, les leíamos cuentos pero después de 40 días nos decían que querían vernos y nosotros les decíamos que llegamos para quedarnos”, cuenta V. En algunas oportunidades los niños lloraban y preguntaban cuando los iban a volver a ver.
La tecnología es útil para mantener los vínculos formados pero no para iniciarlos. Y los cinco necesitaban estar cara a cara para armar la familia que anhelan. Por eso, le solicitaron al equipo de seguimiento una medida de excepción para modificar el sistema de vinculación. Y a fines de abril les permitieron volver a ir al hogar una vez por semana cumpliendo con todos los protocolos.
Pero las barreras seguían para estrechar el vínculo. En el hogar les pidieron que mantengan las distancias. “Nos moríamos por abrazarnos”, dice V. Con el correr de los encuentros semanales, a pesar del protocolo en el hogar, siguieron construyendo la familia y afianzando los vínculos. La semana pasada sumaron un día más de vinculación y ya piensan en la etapa que viene: la salida de los chicos de hogar para vivir con ellos. Un paso más en el anhelo de los cinco que la cuarentena hizo cuesta arriba.
La justicia y las adopciones en tiempos de cuarentena
El gobierno nacional de Alberto Fernández anunció para el 20 de marzo el inicio del aislamiento obligatorio y la justicia no fue ajena al parate que se sufrió. Hubo una feria extraordinaria en la que la Corte Suprema prohibió la circulación de gente en los tribunales, fijó una presencia mínima de personal y que se traten las causas urgentes. Las de familia entran en los casos urgentes porque están en juego derechos de menores de edad. ¿Una pandemia puede suspender el vínculo entre un chico y la familia que está conociendo o frenar una sentencia de adopción con la ansiedad y las ganas de superar esa última etapa? No puede pero sí demorarla un poco.
“Cuando estás en esa etapa final la tecnología te sirve mucho. Vos podes completar con audiencias virtuales o videollamadas la causa porque ya conoces a la familia, estuviste con ellos y los chicos cara a cara en otras oportunidades. Y las dificultades actuales de las audiencias presenciales no puede impedir la culminación de un expediente”, le dice a Infobae Diego Coria, titular del juzgado de familia 76 y quien tuvo el caso de Pablo y Alejandro. Para esta etapa de pandemia, Coria abrió una cuenta de la red social Instagram del juzgado (@jncivil76) para poder vincularse por ahí con quiénes no tiene la posibilidad de ir a los tribunales.
La jueza Díaz Cordero también incursionó con su juzgado en Instagram (@jncivil23) y apeló a las videoconferencias para avanzar con las causas de adopciones. “El problema se produce con las primeras audiencias que marca la ley en las que se deben conocer a los pretensos adoptantes. En ese caso la entrevista tiene que ser sí o sí presencial porque es necesario ver las expresiones, los gestos, es decir tener un verdadero encuentro. Esas vivencias no pueden ser en principio reemplazadas por la tecnología” explica la jueza. Tanto Díaz Cordero como Coria hicieron en esta etapa audiencias en sus juzgados para conocer a familias. “Siempre respetando la distancia y las medidas de higiene”, explican.
“No interrumpimos nunca el trabajo y sí lo continuamos con los medios que estaban a nuestro alcance”, dice Sandra Veloso, jueza de Familia Nº 1 de Tigre. Veloso tuvo el caso del bebé que estuvo con Florencia y Micky. “Si bien ciertos derechos se pueden ver restringidos por la pandemia para proteger la salud pública, esas restricciones deben ser proporcionadas y nunca un obstáculo para el reconocimiento del derecho universal de un niño de tener una familia y crecer en un ambiente de amor. Eso no podía quedar relegado bajo ningún aspecto, y somos los jueces los garantes de que puedan disfrutar de este ejercicio de los derechos humanos esenciales”, agrega.
“Cuando propuse hacer el Zoom el equipo técnico me dijo ‘¿le parece, doctora? ¿podremos hacer una entrevista por zoom? Y les dije que peor es que el niño se quede sin familia así que lo intentamos y la suma de todas las voluntades hizo que este bebe ya tenga la guardia con fines de adopción”, cuenta Veloso su experiencia.
Los tres magistrados coinciden que el interés superior de los chicos no puede quedar relegado frente a la situación de pandemia y que el uso de la tecnología permitió saltarla.
“Estamos viviendo algo único en el país y en la Justicia por lo que tenemos que encontrar las herramientas para seguir trabajando, sobre todo en los casos de los menores de edad”, explica Coria. “En los temas de familia todo es urgente. Y los problemas se producen todos los días, y requieren una solución inmediata. No podemos esperar a que la pandemia termine. Esta es una preocupación mundial, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó la Resolución 1/2020 sobre la Pandemia y Derechos Humanos en las Américas haciendo hincapié en nuestros niños institucionalizados. Los jueces y la sociedad toda debemos tener el interés superior del niño como norte”, analiza Díaz Cordero.
En esta etapa no solo la justicia usa la tecnología para las adopciones. También los registros que trabajan en el tema. El RUAGA, que depende del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires, dispuso que los Encuentros Informativos Obligatorios (EIO) para los aspirantes se hagan por videconferencia. El primero encuentro virtual fue el 10 de junio y participaron vía Zoom 200 personas y ya hay fechas dadas hasta noviembre.
Mientras tanto, desde el DNRUA, que depende del Ministerio de Justicia de la Nación, también implementarán desde el 7 de julio las videconferencias para las reuniones con los aspirantes a una guarda en adopción. Y por las medidas de aislamiento mantuvo la atención de público por la línea 5300-4090 y por el correo electrónico info@rua.jus.gov.ar .
Una frase que suele escucharse cuando alguien duda de avanzar en un proceso de adopción dice: “la sangre hace parientes, el amor hace familias”. Los que se atreven a emprender el camino legal y afectivo para que un chico abandonado ya no esté más solo saben de lo que eso significa.
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