Los tres retornos de Perón: el avión negro, el paraguas y la masacre de Ezeiza

El 20 de junio de 1973 regresó definitivamente a la Argentina, casi 18 años después de haber sido derrocado. Lo que iba a ser una jornada de fiesta terminó en una masacre cuyo saldo en víctimas nunca pudo establecerse con certeza. Era el tercer “retorno” del líder del Justicialismo, que había intentado volver en vano en 1964, cuando su avión fue detenido en Brasil, y había estado poco más de un mes en la Argentina a fines de 1972 para hacer acuerdos políticos

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Luego de 18 años de
Luego de 18 años de exilio Juan Domingo Perón retornó a la Argentina. José Ignacio Rucci sostuvo el paraguas para protegerlo de la lluvia. También se distinguen a José Lopez Rega e Isabel. (Foto: Domingo Zenteno)

En la ilusión de la enorme mayoría de los cientos de miles de argentinos que el 20 de junio de 1973 se movilizaron hacia Ezeiza, ése iba a ser un día de fiesta. Sería la celebración del reencuentro del pueblo con Juan Domingo Perón, en el regreso definitivo del líder a la patria.

Termino siendo, sin embargo, todo lo contrario. Al final del día ya se había escrito con sangre que el 20 de junio de 1973 pasaría a la historia como una de las jornadas más trágicas de la vida política argentina. Ese día que iba a ser de fiesta terminó con decenas de muertos y cientos de heridos –nunca se pudo establecer fehacientemente el número de víctimas– bajo las balas disparadas por grupos de la ultraderecha política y sindical del peronismo que, sostenidos logísticamente y amparados por diversas reparticiones del propio Estado, atacaron a la multitud.

La Masacre de Ezeiza fue, en ese sentido, un primer ensayo del terrorismo de Estado que, menos de un año después, sectores del peronismo en el gobierno –utilizando los recursos del Estado y en coordinación con las fuerzas de seguridad– desatarían a través de grupos parapoliciales como la Triple A y la Concentración Nacional Universitaria (CNU), entre otros.

En los días subsiguientes –sobre todo después del discurso del 21 de junio pronunciado por Perón a través de la cadena nacional– también quedaría clara otra cosa: que el equilibrio político que Juan Domingo Perón había hecho desde el exilio aglutinando dentro de la resistencia a sectores con proyectos políticos e ideológicos totalmente divergentes estaba definitivamente roto.

Pero más allá de todo eso, Ezeiza fue la culminación de una historia de casi 18 años de exilio que había comenzando con el derrocamiento de Perón en septiembre de 1955 y en cuyas páginas incluían otros dos “retornos” a la Argentina.

1964: El avión negro

El miércoles 2 de diciembre de 1964 un avión de Iberia proveniente de España aterrizaba en el aeropuerto internacional El Galeao, en Río de Janeiro. Parecía que, finalmente, el mito del “avión negro” que devolvería a Perón a la Argentina estaba por concretarse.

Acompañado por una reducida comitiva, el líder indiscutido del movimiento popular más importante de América latina esperaba confiado el fin de la escala para seguir viaje a Buenos Aires. Junto a él, su esposa María Estela Martínez -Isabelita- y un puñado de dirigentes sindicales que incluían a Andrés Framini y Augusto Vandor imaginaban el comienzo de una nueva etapa política en la que el peronismo, unido en la adversidad de la proscripción, sería nuevamente el árbitro de la política nacional.

El miércoles 2 de diciembre
El miércoles 2 de diciembre de 1964 un avión de Iberia proveniente de España aterrizaba en el aeropuerto internacional El Galeao, en Río de Janeiro. Parecía que, finalmente, el mito del “avión negro” que devolvería a Perón a la Argentina estaba por concretarse

Desde Madrid, en el inicio mismo de ese 1964, Perón había agitado la posibilidad de su retorno a la Argentina. Lo veía como una necesidad política, para mantenerse en el centro de una escena que el año anterior le había sido esquiva.

-Un detalle que se recuerda muy poco es que en las elecciones del 63, si bien Arturo Illia sacó solamente el 25% de los votos, el voto en blanco sacó menos, un 19%. A diferencia de lo que había ocurrido en el 57, que fue la gran epopeya del voto en blanco para elegir constituyentes, esta vez la estrategia de Perón no había funcionado. En esas elecciones del 63 Perón se encuentra por primera vez con una derrota categórica. Porque Illia saca más votos que el voto en blanco, justamente. si bien tenía todas las excusas imaginables, pero los números son los números. Si Perón quería seguir siendo la figura prominente en la política Argentina debía volver – explica a Infobae Ariel Hendler, autor de 1964-Historia secreta de la frustrada vuelta de Perón.

En realidad, Perón no pensaba quedarse en la Argentina, sino instalarse en Uruguay, donde ya había conseguido una casa. Desde la otra orilla del Río de La Plata intentaría un diálogo directo con Illia y manejar los hijos del Justicialismo.

-Perón no traía para nada un proyecto político. Su idea era quedarse durante unos meses en Montevideo, donde le habían prestado un lugar para estar, para iniciar un diálogo con Illia para ver si de ahí surgía una perspectiva nueva – dice Hendler.

El peronismo en disputa

Otro motivo para intentar el retorno era que Perón también veía que estaba perdiendo protagonismo dentro de su propio movimiento. Los dos hechos políticos más notables de 1964 lo habían tenido como un personaje marginal: la reforma del Estatuto de los Partidos Políticos, que había establecido que ningún partido podía llevar un nombre propio (por lo tanto, no podía haber un “Partido Peronista”, y el plan de lucha de la CGT, para el cual ni siquiera había sido consultado.

-Durante 1964, las negociaciones que hubo entre el peronismo y el radicalismo en el gobierno fueron por el plan de lucha y por el estatuto de los partidos políticos, pero Perón no participó directamente en ninguno de los dos. De hecho, se hicieron prácticamente sin consultarlo. El Plan de Lucha de la CGT fue algo que prescindió totalmente de Perón en su concepción y en su planificación, y no existió tampoco una cocina del retorno de Perón en el Plan de Lucha de la CGT – recuerda Hendler.

Augusto Vandor, “El Lobo”, líder
Augusto Vandor, “El Lobo”, líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) era un hombre que por entonces empezaba a acunar el sueño de liderar un peronismo sin Perón

El plan de lucha también había llevado al primer plano a un dirigente sindical muy poco conocido hasta entonces, Augusto Vandor, “El Lobo”, líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) un hombre que por entonces empezaba a acunar el sueño de liderar un peronismo sin Perón.

Frente a ese panorama es que Perón decide reflotar la idea de su retorno, que había lanzado a principios de año y luego se había ido apagando.

-Es Perón el que empieza con el run run del retorno cuando parecía que todo ese alboroto que había armado a principio de año había quedado totalmente tapado por el plan de lucha – dice Hendler.

La Comisión Pro-Retorno

La jugada da resultado y Perón vuelve a encolumnar al movimiento detrás suyo. El 17 de octubre de 1964 – aprovechando el aniversario de la histórica movilización de 1945– se anuncia la creación de la Comisión Nacional Pro-Retorno, integrada por Augusto Vandor, Andrés Framini, Alberto Iturbe (presidente del PJ reorganizado), Carlos Lascano y la dirigente de la rama femenina Delia Parodi. También participa el financista Jorge Antonio, hombre clave en el entorno de Perón.

-Los tres principales eran Lascano, Vandor y Delia Parodi, que eran los máximos referentes de la rama política, la rama sindical y la rama femenina del peronismo – explica Hendler.

Vandor decide participar, obligado por la jugada de Perón, aunque eso signifique la postergación de su propio proyecto político.

-De los integrantes de la Comisión, el único que realmente no debía estar totalmente convencido era Vandor, pero por otra parte no podía permitirse que a Perón lo trajera otro. Ya estaba armando el peronismo sin Perón y seguía firme en su proyecto, pero si Perón volvía tenía que traerlo él – dice Hendler a Infobae.

Final en Brasil

El 2 de diciembre, Perón vuela con pasaporte paraguayo con destino a la Argentina, acompañado por los integrantes de la comisión liderados por Vandor. Pero el intento no sale según lo planeado.

El presidente radical Arturo Illia supo mover las fichas en el ajedrez de la diplomacia y logró que el gobierno brasileño impidiera que el avión siguiera viaje a Buenos Aires. Luego de unos amagos de resistencia –se dice que Perón amenazó con quedarse en el avión alegando que era “territorio español”– se impuso la prudencia y la aeronave con sus pasajeros regresó a Madrid. El primer –esperado– retorno había fracasado.

Dictadura y cambio de escenario

Illia sería derrocado en 1966 por el golpe de la “Revolución Argentina” dirigido por el general Juan Carlos Onganía, que prometía perpetuarse en una sucesión de “tiempos” (económico, social y político) sin calendario previsto. Pero la alianza que lo sostenía –y que contaba con la entusiasta adhesión de un sector de la dirigencia sindical peronista, Vandor incluido– no duró mucho.

Las protestas que desde 1968 se extendieron por todo el país y el surgimiento de nuevas formas de lucha, como la guerrilla, y de experiencias de organización sindical alternativas y agrupaciones campesinas, como las ligas agrarias, pusieron rápidamente en aprietos a la dictadura, forzando cambios de planes, funcionarios y dirigentes. Para 1972, de la “Revolución Argentina” sólo quedaba el recuerdo brumoso de un sueño delirante: la sociedad jerárquica y disciplinada que había postulado Onganía había estallado en pedazos.

El Cordobazo
El Cordobazo

El Cordobazo, el Rosariazo, el Tucumanazo, el Mendozazo, fueron verdaderos mazazos en la nuca de la dictadura. A la lucha en las calles ya se sumaba el acoso de la organizaciones guerrilleras –las “formaciones especiales”, como las denominaba Perón- que entre 1969 y 1971 protagonizaron más de 1400 acciones urbanas.

El general Alejandro Agustín Lanusse, el más “político” de los militares liberales, había asumido en marzo de 1971 y le tocó en suerte conducir el repliegue ordenado de la dictadura. Su arma: el Gran Acuerdo Nacional (GAN). El intento de una negociación con los partidos políticos para acordar una salida electoral –para marzo de 1973– condicionada por la proscripción de Perón.

En la vereda de enfrente, el General mostró sus cartas en la entrevista que grabaron en Madrid Pino Solanas y Octavio Getino. En ese momento, afirmaba que “las fuerzas que están en acción son sociales, económicas y políticas, cada una de ellas con una misión, están coordinadas y conducidas”. Y no había dudas sobre el significado de sus palabras: “Hay sectores activistas que hacen la guerra revolucionaria, ésos están luchando a su manera…”, y además “está la CGT que es la fuerza social, ellos están luchando en su faja, pero todos están luchando por un mismo objetivo”.

Para Perón, el objetivo era su vuelta.

1972: “No le da el cuero”

En julio de 1972, Lanusse puso en marcha un plan de dos meses destinado a dejar a Perón al borde del abismo. El viernes 7 anunció que no podría ser candidato a presidente quien estuviera fuera del país: el plazo vencía el 24 de agosto. Sin cronograma electoral siquiera, la medida era un desafío abierto: o Perón adelantaba su regreso -previsto para noviembre- o quedaba excluido de la contienda electoral.

"En mi fuero íntimo, diré
"En mi fuero íntimo, diré que a Perón no le da el cuero para venir", dijo Lanusse

El 27 de julio, Lanusse redobló su apuesta en el Colegio Militar con una frase que al día siguiente reprodujeron todos los medios de comunicación:

-El famoso retorno de Perón. Señores: o regresa antes del 25 de agosto o tendrá que buscarse un buen pretexto para mantener el mito de su eventual e hipotético retorno. En mi fuero íntimo, diré que a Perón no le da el cuero para venir.

Debajo del paraguas

Contra los cálculos de Lanusse -a quien habían llegado informes de que la salud del general en el exilio distaba mucho de ser buena-, a Perón le dio el cuero y el 17 de noviembre de 1972, otro avión, esta vez de Alitalia, tocó pista en Ezeiza con más de 150 personalidades que acompañaban a Perón e Isabel.

Era un verdadero muestrario de la amplitud ideológica que podía albergar el peronismo. José López Rega, Jorge Conti, José Ignacio Rucci, Lorenzo Miguel, Raúl Lastiri, Carlos Menem y Rogelio Coria se mezclaban sin reparos con Juan Carlos Gené, Chunchuna Villafañe, Ricardo Obregón Cano, Emilio Mignone, Oscar Bidegain y muchos otros dirigentes y notables pertenecientes a distintos y contradictorios ámbitos políticos e ideológicos.

A Perón le dio el
A Perón le dio el cuero y el 17 de noviembre de 1972, en un avión de Alitalia, tocó pista en Ezeiza con más de 150 personalidades que acompañaban a Perón e Isabel

Desde la noche anterior, miles de personas desafiando la lluvia, el barro y los cordones militares y policiales que rodeaban el aeropuerto de Ezeiza intentaban llegar hasta la plataforma donde Perón descendería, protegido de la fría lluvia de primavera por el paraguas diligente de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, que había declarado paro nacional en ese día de fiesta para el peronismo.

Negociaciones, acuerdos y una victoria

Perón se instaló en un chalet de la calle Gaspar Campos 1065, muy cerca de la residencia presidencial de Olivos y permaneció poco más de un mes en el país.

En ese corto lapso terminó de cerrar el cerco político sobre el régimen militar, promoviendo un consenso inédito entre todas las expresiones partidarias nacionales, con excepción de las huestes liberales de Álvaro Alsogaray y los grupos de izquierda trotskista.

La casa en Gaspar Campos
La casa en Gaspar Campos donde se instaló Perón en 1972

Hizo las paces con su rival histórico, el radical Ricardo Balbín, designó candidato para las elecciones de marzo de 1973 a Héctor Cámpora y regresó a Madrid, para seguir desde su puesto de “conductor estratégico”, como le gustaba autodenominarse, el desarrollo de la campaña electoral, la última signada por el esfuerzo y el entusiasmo de una militancia sindical, barrial y universitaria que recorrió las calles del país pintando paredes, lanzando volantes, colgando carteles y tocando timbres bajo la consigna de “luche y vuelve”.

El 11 de marzo, un vendaval de votos consagró la fórmula Cámpora-Solano Lima y el 25 de mayo Héctor J. Cámpora asumió la presidencia en un clima de fiesta y expectativa popular. Recuperada la democracia, el país entero esperaba el regreso definitivo de Perón, programado para el 20 de Junio, el Día de la Bandera, aniversario de la muerte del general Manuel Belgrano.

La última vuelta

Para organizar la fiesta del regreso se conformó una comisión cuya composición marcaba un desequilibrio evidente en la importancia de cada sector en pugna dentro del movimiento peronista.

La convivencia festiva en el avión de Alitalia en noviembre del año anterior era ahora una lucha tensa por acumular posiciones de poder, que se reflejaba en la composición de la comisión organizadora del retorno.

Juan Manuel Abal Medina, Norma Kennedy, el coronel (RE) Jorge Osinde, José Rucci y Lorenzo Miguel, sus integrantes, decidieron que el palco para recibir a Perón se emplazaría en el cruce de la Autopista Ricchieri y la ruta 205 para permitir el acceso y participación de los millones de argentinos que acudirían a ver a su líder en el regreso definitivo.

1973: La Masacre de Ezeiza

Y así fue, millones de personas marcharon a Ezeiza, amas de casa, obreros, estudiantes, ancianos, niños, inválidos, militantes, curiosos, todos buscando un lugar para ver y escuchar a Perón. Las banderas y pancartas eran como jeroglíficos gigantes: JP, JRP, FAR, Montoneros, ERP 22 de agosto, ATE, Atsa, banderas sindicales, de agrupaciones, de la FUA, la Fulp, el Faep, el Furn y cientos más de siglas pintando un fresco de letras que ondeaban en el aire de un día frío y apacible.

Pero el palco y sus alrededores ya estaban ocupados por elementos armados organizados por el Comando de Organización (CdeO), la Juventud Sindical Peronista, la UOM y la Concentración Nacional Universitaria (CNU).

La masacre de Ezeiza
La masacre de Ezeiza

En el palco y en la arboleda cercana se ubicaron tiradores que sin aviso previo comenzaron a disparar a mansalva sobre la multitud indefensa, mientras que camionetas y ambulancias dispuestas por los organizadores recorrían el sector secuestrando gente que llevaban a las instalaciones que controlaban –entre ellas el Hotel Internacional de Ezeiza– donde eran salvajemente torturadas.

Decenas de muertos y centenares de heridos fue el saldo de aquella jornada sangrienta.

El día después

El avión que traía a Perón y a Cámpora -quien lo había ido a buscar a Madrid- fue desviado al aeropuerto de Morón y recién al otro día, hacia el final de la tarde, Perón se dirigió al país por cadena nacional.

En un discurso conceptual, de tonos épicos, agradeció al pueblo su fidelidad a la causa peronista y se explayó sobre los lineamientos estratégicos para la reconstrucción del país, devastado por las minorías. En la única frase que podría interpretarse como alusiva a la masacre ocurrida el día anterior, Perón dijo:

-No es gritando como se hace patria. Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo de abajo o desde arriba.

En los diez años siguientes, por la Argentina correrían ríos de sangre.

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