“Cuarentena”, el diario de la pandemia en la villa del Padre Pepe, con prólogo del Papa Francisco

Alver Metalli es un periodista ítalo-argentino que vive en La Cárcova desde hace 7 años, inspirado por el testimonio del sacerdote villero. En diálogo con Infobae dice que, a través de este texto, quiere hacer justicia a una villa movilizada, donde la gente cuida de los otros antes que de sí misma

Cuarentena, el libro de Alver Metalli desde la Villa del Padre Pepe

Cuarentena. Diario desde la ‘peste’ en una villa de emergencia, de Alver Metalli se publica en simultáneo en Argentina e Italia. El prefacio es del papa Francisco y la introducción de José María Di Paola, más conocido como el Padre Pepe.

— ¿Cómo fue ese pasaje de tu vida cuando decidiste irte a vivir a la villa del padre Pepe?

— Ha sido una decisión tomada después de la elección de Jorge Bergoglio como Papa, una decisión a la que ha contribuido también mi historia de muchos años en América Latina. La posibilidad de construir la Iglesia en un contexto de marginalidad siempre fue una “provocación” que sentí que me tocaba de cerca. El llamado del Papa en este sentido y la amistad con el padre Pepe di Paola cuando todavía estaba en la villa 21 de Barracas, me permitieron insertarme y colaborar con él y con el trabajo enorme que hoy realiza en la villa La Cárcova. Con un método de cercanía y de compartir la vida de la gente que me pareció apropiado y eficaz para transformar desde la base situaciones complicadas, de mucha marginalidad y violencia, como son las villas de periferia.

— ¿Hace cuánto que vivís allí? ¿Por qué elegiste esa vida?

— Vivo en villa Carcova, en el municipio de José León Suárez, desde hace casi 7 años. Acerca de las razones, ya he dicho, y me siento interpretado por lo que tuvo la bondad de escribir el Papa en la introducción a “Cuarentena”. “Lo hizo atraído por el testimonio del padre Pepe y porque sintió que así podía realizar mejor, con alegría, su vocación cristiana madurada en la escuela espiritual de don Giussani [N. de la E: el fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación] y de sus Memores”. Agrego que el mismo Papa señala constantemente la pobreza como un lugar privilegiado para la misión cristiana, y eso ha tocado una cuerda que en mi vida ya estaba en tensión desde hace tiempo. En toda sociedad hay sectores donde la imagen del hospital de campaña resulta especialmente actual, donde la humanidad está herida, siendo explotada, sufriendo, y el cristianismo es una experiencia que rescata lo humano. Debo decir que es apasionante ver cómo, a partir de una masa de gente disgregada y resignada como la que vive en las villas, que se enfrenta a problemas de supervivencia, poco a poco se va formando un pueblo que mira el futuro con otros ojos y comprende que puede construir uno diferente y mejor.

— ¿Qué te llevó a escribir “Cuarentena”?

— La presión, diría, una presión interna acumulada en cien días de cuarentena. Para dar rienda suelta a los momentos de dolor, que ha habido y hay, a los momentos de sorpresa o de miedo, y también a los momentos de esperanza; luego, para que mis amigos en Italia que me pedían noticias conozcan cómo es la pandemia en una villa, y también para ganar dinero para un proyecto que nació en estos días de cuarentena. Agrego también que escribí estas notas para tratar de hacer justicia al rostro completo de una villa en un momento en que la vida —ya probada por las situaciones ordinarias— ha sido trastornada por la irrupción de un factor externo imprevisto y amenazante. Y una parte esencial de ese “rostro completo” de una villa miseria es la reacción de la gente a esta amenaza contra ella misma, contra sus hijos y contra lo que ama, que viene de afuera. De esto precisamente es de lo que habla el Papa en el prólogo. Me refiero a la gran movilización, paradójica en un tiempo de aislamiento, de gente que cuida de otros antes y más que replegarse sobre sí misma.

Pepe di Paola y Alver Metalli

— ¿Cómo fue esa experiencia?

— En un cuadro de “Cuarentena”, por ejemplo, describo a los miles de personas que vienen a buscar comida: “En la villa del padre Pepe se reparte un plato de comida caliente todos los días al mediodía desde que empezó la cuarentena. Lo preparan hombres y mujeres que viven de esa manera su aislamiento. Ponen en riesgo su seguridad lo mismo que todas las personas que vienen a comer empujadas por la necesidad. Pelan papas, pican cebollas, cocinan, sirven los platos, lavan la vajilla, con todas las precauciones del caso. No quieren enfermarse, cuidan su salud y su vida, todos tienen hijos, nietos, abuelos que los esperan en casa y que esperan la comida que ellos llevan como palomas al nido. Hay albañiles, empleadas domésticas, mujeres que prestan servicio en casas acomodadas de los barrios vecinos, empleados públicos, algún trabajador del sector del transporte y muchos otros que no tienen trabajo y viven de changas, como llaman los argentinos a las ocupaciones precarias que ayudan a llegar a fin de mes. Todos ellos han quedado sin trabajo y dedican su tiempo y energías a aliviar las necesidades de los demás. Sin recibir nada a cambio salvo un plato de la misma comida que cocinan para los que vienen a comer a la parroquia del padre Pepe”.

— ¿Qué sentís al ver que un libro tuyo está prologado por el Papa Francisco?

— Me siento honrado, más allá del mérito de escribir. Creo que, en su decisión de prologar “Cuarentena”, está sobre todo el afecto que le tiene al padre Pepe Di Paola y a los otros curas villeros. Y lo dice justamente en las primeras líneas del prólogo, cuando dice: “...un grupo de sacerdotes a los que quiero mucho; animados por una fe genuina en Jesucristo y por un gran amor por esta pobre gente que vive en casuchas y construcciones precarias en los márgenes de la sociedad”.

— ¿Estás planeando alguna presentación virtual, vas a esperar a que termine la cuarentena, cómo son los planes para que el libro físico también llegue a los lectores?

— En Italia la editorial San Paolo ha publicado Quarantena en formato e-book, en Argentina, además del e-book, la editorial San Pablo también ha decidido publicar Cuarentena como libro físico, que llegará a las librerías en unos pocos días. Creo que la mejor presentación, una vez más, la hizo el Papa, cuando escribe: “Nos hará bien leer este Diario que cuenta día por día la ‘Cuarentena’ vivida en una villa miseria… y no solo cuenta las historias dramáticas de muchas mujeres y hombres de la villa, en medio de droga, violencia y miseria. También nos muestra la hermosa humanidad de tanta gente que, en torno a la parroquia, se prodiga continuamente para ayudar a los que están más necesitados de ayuda”.

Me permito prolongar la cita del Papa hasta el final del prólogo, donde nombra – inesperadamente – a un cantautor italiano muy conocido entre los jóvenes en los años 80, Fabrizio de André, a veces severo con cierta Iglesia lejos de la gente: “Sus versos – escribe Papa Francisco - cuentan sobre barrios de mala fama donde ‘el sol del Buen Dios no ofrece sus rayos’ porque está demasiado ocupado en ‘dar calor a gente de otros parajes’. El libro, en cambio, nos hace ver – a través del don del testimonio – que no existe ningún lugar, por muy oscuro que sea, donde un rayo del buen Dios no pueda llegar para dar calor a algunos corazones e iluminar existencias que de otra manera serían invisibles”.

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