“No sabés lo que fue esa masacre, los que caían prisioneros de los Gurkas eran degollados. Nosotros nos replegamos, era imposible... salían de todas partes”, relató con horror un soldado que llegaba del frente de batalla.
“Los Gurkas parecían completamente drogados. Se mataban entre ellos. Avanzaban gritando, sin apenas protegerse. Eran como robots: un gurka pisaba una mina y volaba por el aire, y el que venía detrás no se preocupaba en lo más mínimo, pasaba por la misma zona sin inmutarse, y a lo mejor también volaba. Parecían no tener instinto de supervivencia”, sumó otro joven combatiente hipnotizado por las imágenes que había visto.
“Iban barriendo zonas con sus ametralladoras Mag, que pesan más que un fusil. Si al adentrarse en nuestras líneas encontraban alguna lata de ración de nuestras provisiones, las abrían por la mitad de un cuchillazo, comían un poco y seguían peleando, siempre gritando. No les interesaba nada, ni siquiera sus propias vidas”, agregó espeluznantes detalles de lo vivido en 1982.
Todos estos testimonios se encuentran en el libro Los chicos de la guerra de Daniel Kohn. El autor afirma: “Ocho testigos más ratifican y amplían estos hechos”.
El veterano Marcelo Vallejo, que integra desde hace años la obra Campo Minado -que reúne a combatientes ingleses y argentinos- reveló sobre el escenario los rumores que corrían entre los soldados en 1982: “Decían que desollaban a los argentinos, que los mataban, les cortaban las orejas con su cuchillo kukri y se las comían”.
El escritor y periodista de guerras, Arturo Pérez Reverte, entrevistó a otro soldado argentino que dijo haber escapado de la furia asesina de los guerreros nepaleses, que luchan desde el 1800 para la Corona británica.
“Estábamos atrincherados cuando comenzó el ataque. Los ingleses venían gritando y subiendo la ladera sin protegerse. Habían puesto delante a los Gurkas que avanzaban drogados y escuchando música con sus Sony Walkman ajustados a los oídos, riéndose y disparando. Les estuvimos tirando con todo lo que teníamos, pero les daba igual. Se metieron en un campo de minas y saltaban por el aire, pero seguían subiendo”, le relató al periodista español.
Y solo un segundo después agregó un final que horroriza: “Algunos chicos tiraban sus armas y se rendían, pero los Gurkas los desollaban con sus cuchillos (…)”.
En esas dramáticas horas finales del 13 y 14 de junio de 1982, con la sangre tiñendo la turba de Malvinas, circularon panfletos que advertían que los Gurkas iban a degollarlos con sus cuchillos Kurkis y abusar sexualmente de ellos. El oficial británico Mike Seear, que comandó el Primer Batallón de los Fusileros Gurkas, confesó su estupor sobre esa campaña: “Fue un grave error, tenían que luchar y los mataban psicológicamente primero”.
Los diarios ingleses ayudaron a fortalecer la leyenda. El Daily Express tituló en letra catástrofe: “Los cuchillos de los gurkas están sueltos” y “Grupos mortales de gurkas están sembrando el terror entre los argentinos”. Los cables de las agencias fechados en Londres señalaban que los soldados argentinos se rendían sin combatir por temor a los Gurkas.
La propaganda creció al ritmo de las acciones bélicas. La acción psicológica arrasó y salpicó la verdad histórica.
Dos oficiales argentinos sumaron sus experiencias con los nepales en Malvinas. El Capitán de Fragata Carlos Robacio, jefe del BIM 5, informó a sus superiores el día de la rendición a las dos de la tarde: “...mis hombres, un batallón reforzado con dos compañías, han luchado contra el segundo Batallón de guardias Escoceses; 1º y 7º de Fusileros Gurkas y parte del Batallón de guardias Galeses...”. El parte de guerra los incluía en combate.
El teniente Ugarte, de la Escuela de Aviación Militar, también dejó su testimonio. El libro Con Dios en el alma y un halcón en el corazón, del piloto de la Fuerza Aérea Pablo Carballo, lo recoge con lujo de detalles.
“Llegamos a una casa abandonada. Aparentemente no había nadie. Pero atrás de una roca apareció un oficial inglés y nos pidió que nos rindiéramos. Uno de nuestros oficiales le disparó, y al instante nos vimos rodeados por cerca de 35 gurkas. Pensé que estábamos perdidos y le dije a mis hombres: ‘Ya no hay nada que hacer. Resistir es hacernos matar inútilmente. Arrojemos las armas’”.
“El oficial pegó un grito y los gurkas se nos vinieron encima. Pero el inglés pegó otro grito en nepalés y los chinitos se frenaron como el perro cuando grita su amo. Los gurkas empezaron a rodearnos. En una mano el fusil y en la otra el cuchillo. Hacían gestos, como si fueran a degollarnos. Nos tiraron al suelo y nos apuntaron a la cabeza. Me puse a rezar. Pasamos la noche con un gurka al lado de cada uno de nosotros. Con la punta de su cuchillo en nuestro cuello”.
La historia de estos guerreros casi mitológicos, que crearon tanta fantasía como relatos certeros en la guerra, nace en 1816. Desde entonces más de 2500 hombres de origen nepalí, reclutados en su país por el ejército británico, luchan al servicio de la Corona. Lo hicieron en Malvinas, pero también en Afganistán e Irak.
Temibles, con físicos privilegiados y entrenados, capaces de hazañas que ni las fuerzas de elite pueden realizar, su fama entrelaza la habilidad en el combate y su enorme ferocidad. Los gurkas pelean con todas las armas de un soldado de infantería -fusil, bayoneta- pero en la lucha cuerpo a cuerpo agregan sus famosos kukris, los cuchillos curvos creados para degollar y desollar a los enemigos.
Sus méritos fueron reconocidos por las autoridades británicas, que les ha concedido 26 cruces de Victoria, la mayor distinción militar del Reino Unido.
Sobre su excursión en 1982, dos gurkas dieron testimonio frente a la cadena norteamericana CNN. Sus palabras no reflejaron la carnicería que la leyenda les adjudica en las islas.
Chandra Kumar Pradhan, recordó así su servicio en el ejército británico: “De pronto nos encontramos en la parte más fría del país, con ropa y equipo que no eran apropiados para ese clima. Los argentinos tenían mejor equipo, mejor ropa”. Su compañero Deoman Limbu agregó: “Todo su armamento estaba desplegado allÍ”. Los combatientes aseguraron que la mejor comida que tuvieron en esa campaña la encontraron en las raciones que los argentinos habían abandonado en los campos de batalla.
Nada fue fácil en el crudo invierno del Atlántico sur. Ni siquiera para los invencibles gurkas. “Caminabas con toda la carga y el equipo durante seis o siete horas, sudando como pollos. De repente te detenías y en cuanto lo hacías comenzabas a cavar y a sudar más. Y luego te congelabas, porque el viento helaba el sudor. Fue horrible”, cerró Pradhan.
Las versiones de ambos bandos se enfrentan tanto como los combatientes se enfrentaron en las batallas. Y una sola cosa se hace evidente frente a los recuerdos de la guerra: todos vivieron el mismo horror.
Pero ¿cuánto hay de mito y cuánto de realidad en la sangrienta historia de los gurkas en Malvinas?
Mike Seear, Oficial de Operaciones y Entrenamiento del 1er Batallón, 7mo de Fusileros Gurkas, no duda frente a Infobae: “Ellos son los mejore soldados de infantería del mundo”.
-¿Por qué son los mejores?
-Buena pregunta. Si les das el liderazgo correcto, el gurka literalmente puede atravesar una pared de ladrillos por vos. Está en una forma física increíble. El soldado británico está años de luz del soldado gurka en cuanto a su estado físico. Además, es un tirador fantástico, tiene una precisión increíble. Parecen tener casi una visión especial para la noche donde pueden ver en la oscuridad… Serví 21 años en el ejército británico y nunca me he cruzado con un regimiento como los Gurka.
Retirado del ejército desde 1988, el mayor reconoce que los Gurkas fueron un punto de inflexión en su vida. “Me quedó grabada la enorme voluntad de estos hombres por entrenar duro durante semanas para atacar en Tumbledown y Monte William. Creo que nadie en la Argentina los entendió. Se tejieron historias que no son ciertas, se crearon mitos sangrientos. Y paradójicamente todo eso le dio una ventaja enorme a los Gurkas durante la guerra”.
El oficial es contundente: “Los Gurkas jamás entraron en combate. Estaban muy frustrados porque nuestro Batallón jamás se involucró en una lucha con ningún soldado argentino durante toda la guerra”. Y asegura que la única noche que estuvieron cerca fue durante la madrugada del 14 de junio, cuando se vieron cercados por el fuego argentino.
Seear viajó cinco veces a la Argentina desde la guerra “para conocer veteranos del otro lado, pensar en la reconciliación”, y para buscar información para los libros que escribió, todos con muy buenas críticas y reediciones: Con los Gurkas en las Falklans: un diario de guerra, Regreso a Tumbledon y El conflicto Flaklands-Malvinas en retrospectiva (junto al veterano Diego García Quiroga). Hoy está terminando su cuarto libro, Gurkas, Faklands y Liderazgo: El Diario de Guerra Continúa.
Mientras asesora en manejo de crisis a grandes compañías aéreas, relata con detalle cuál fue la misión de los Gurkas en las islas:
“Aterrizamos en San Carlos el 1° de junio de 1982. Por lo tanto, participamos solo en los últimos 14 días de la campaña terrestre. Patrullamos mucho el área de Goose Green y solo nos topamos con una patrulla de 10 soldados argentinos a quienes les habían asignado una posición en una casa abandonada de un pastor, conocida como Egg Harbor House”.
Interesado en dar su versión de la historia, afirma que los dichos del teniente Ugarte sobre la patrulla de 35 gurkas que lo capturó son inexactos: “La historia fue así: 7 soldados de su grupo fueron capturados por 5 gurkas en Egg Harbor House el 7 de junio. Ugarte y dos más fueron capturados al día siguiente, pero no por un grupo de 35 gurkas sino por uno solo: Lance Corporal Sukrim Rai. El soldado gurka los amenazó con su kurki para tomarlos como prisioneros y no hubo disparos”.
Sukrim Rai años después de la guerra se convirtió en integrante del elenco de la obra Campo Minado, creada por la directora de teatro Lola Arias. Seear fue asesor en el guión, quien le sugirió a Arias que incluyera a Sukrim y la historia de Egg Harbour House como parte del proyeto.
“Cuando estuve frente a esos soldados argentinos, fue mi decisión matar o perdonarles la vida. Entonces pensé en mi religión, Kirat, y supe que si hacía algo bueno Dios me iba a bendecir. Y fue lo que predominó a la hora de tomar decisiones en Malvinas”, reveló a Infobae Sukrim Kulapacha Rai sobre la captura a Ugarte.
“Nunca nos comimos a nadie ni cortamos orejas, es un rumor que surgió durante el conflicto armado. Nosotros éramos soldados profesionales que defendíamos a la Corona Británica y seguíamos estrictos protocolos. El resto forma parte del mito”, cerró.
Las imágenes de lo ocurrido hace 38 años en Malvinas llegan a la meten de Seear con una claridad asombrosa y detalles precisos. “El 9 de junio nos trasladamos cerca de Puerto Argentino y marchamos 12 kilómetros al este por la costa. En la tarde del 10, estuvimos bajo fuego artillería de una sola pistola de 155 milímetros, localizada en Sapper Hill, que siguió disparándonos hasta la mañana del 12 de junio. Luego paró. Ahí nos pusimos a concentrar el plan para tomar Mount William y también el nordeste de Tumbledown. Lo íbamos a hacer con 100 Gurkas”.
El 13 de junio llegaron al lado norte de Tumbledown. Seear asegura: “Allí vivimos un infierno”. Y recuerda: “Quedamos bajo un masivo ataque de artillería argentina y bombardeo de mortero. Creo que nadie del batallón olvidará esa noche y ese bombardeo porque fue extremadamente preciso y tuvimos heridos graves. Ocho Gurkas y alguna de nuestra gente de la artillería británica fueron alcanzados por las balas argentinas en la oscuridad de la noche”.
¿Cuántos gurkas murieron en las islas? En las listas oficiales del lado británico figura un solo caído del regimiento de soldados nepaleses: Budhaaparsad Limbu, de la Compañía D, el 24 de junio de 1982.
“Ese día Lance estaba llenando trincheras argentinas cerca de Burntside House, en la parte norte del Istmo de Darwin-Goose Green. Su pala golpeó accidentalmente una granada no detonada M-79, que había sido disparada por un hombre del 2º Batallón del Regimiento de Paracaídas durante la Batalla de Darwin el 28 de mayo. La explosión posterior de la granada voló la mitad de la cabeza de Budhaparasad e hirió a otros dos Gurkhas cercanos”, recuerda Seear.
El militar inglés da la lista de las bajas y heridos del batallón “por acción del enemigo”: 4 heridos por fuego de proyectiles de 155 mm en Wether Ground el 11 de junio de 1982; 6 Gurkas y 2 soldados británicos (artillería) en las laderas de Tumbledown el 14 de junio; 1 oficial de la artillería real británica herido por un disparo de bala ejecutado por un miembro de la Guardia Escocesa en Tumbledown, el 14 de junio.
Desmienta enfáticamente que hayan existido 60 bajas gurkas en la guerra como se sostuvo durante años: “No hubo 31 muertos gurkas en el Sir Galahad y en el Tristam como se dice en la Argentina”.
Luego, vuelve al campo de batalla de 1982. Y cuenta lo que vieron cuando se alistaron para tomar Monte William, a las 3 de la tarde del 14 de junio: “Los defensores argentino se estaban replegando hacia la capital. Nunca nos enfrentamos. No hubo contacto o combate entre los soldados argentinos y los Gurkas. Luego vino un alto el fuego y todo terminó”.
-¿Usaron los cuchillos Kurkis?
-Te cuento cómo los usan: ellos atacan su objetivo utilizando sus armas como cualquier soldado de infantería -sus rifles, sus bayonetas-, pero tienen un arma adicional en su equipamiento oficial que es el cuchillo corvo. Cuando se involucran en combate cuerpo a cuerpo, los Gurkas tienen esa pieza que usarán si sienten que la situación es apropiada.
-Hay testimonios que afirman que los Gurkas degollaron a soldados argentinos.
-Si, lo sé. Y creo que es increíble. Es muy fascinante cómo el mito de los soldados Gurkas vive su propia vida en la Argentina. Te puedo asegurar que los medios argentinos han contado esta historia 101 por ciento mal. No hubo combate entre los soldados Gurkas del batallón en donde yo serví y los soldados argentinos. Y hubo solo un soldado Gurka que amenazó usar su cuchillo kukri si los argentinos no se rendían. Nunca existió una lucha.
-Usted admira a los Gurkas, pero... ¿acaso no son mercenarios?
-Escuché el término “mercenarios” en mis visitas a la Argentina. Los Gurkas ya celebraron el 200° aniversario al servicio de la Corona Británica y los términos con el ejército inglés están gobernados por lo que se conoce como el Acuerdo Trípode, firmado en 1948 por India, Nepal y el Reino Unido. Y puedo decir categóricamente que los Gurkas no son soldados mercenarios.
-¿Qué aprendió en la guerra?
-La guerra te lleva al fondo del abismo. Crea traumas. Empuja a muchos al suicidio. Por eso creo que es mejor dialogar en vez de pelear. Creo que es mejor convertirse en amigos que ser enemigos. Para mí la guerra fue una increíble experiencia y me cambió la vida… Sin dudas, aquellas 10 semanas en 1982 fueron las más notables de mi existencia y algo que jamás olvidaré.
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