Biógrafo de José de San Martín y de Manuel Belgrano, el historiador Miguel Ángel de Marco decidió que la semblanza de los héroes de nuestra Independencia debía completarse con la vida de Martín Miguel de Güemes. Lo fundamentaba en estos términos: “Pocos fueron en nuestra historia los casos en que seres tan diferentes por su carácter, formación y hábitos conjugaron con tanta coherencia y decisión sus esfuerzos en pos de una causa superior como la de la independencia sudamericana. (...) Güemes merece, desde mi punto de vista, ser ubicado junto a los otros tres personajes fundamentales [N.de la R: San Martín, Belgrano y Pueyrredón] en el esfuerzo bélico de la independencia”
En efecto, en aquel año de 1816, el hecho de que Güemes, pese a sus diferencias con Buenos Aires, no cortara sus vínculos con las Provincias Unidas, del modo en que lo hizo Artigas, fue clave para que el Congreso de Tucumán pudiera realizarse y romper definitivamente las cadenas con España, paso decisivo hacia la creación de una Nación soberana.
En todo ese período, el accionar del gobernador de Salta al frente de sus legendarios gauchos constituyó una barrera defensiva vital para los patriotas, conteniendo a los españoles en la frontera norte, muy cerca de donde sesionaba el Congreso.
La historia
Martín Miguel de Güemes nació el 5 de febrero de 1785, en la ciudad de Salta, de padre español y madre criolla. Con apenas 14 años, en 1799, empezó la carrera militar enrolándose en la 6ª Compañía del Tercer Batallón del Regimiento Fijo con asiento en Salta.
Cuando en junio de 1806 se produce la primera invasión inglesa, el regimiento en el que Güemes servía como cadete es convocado para auxiliar a Buenos Aires. Llegó a ser ayudante de Santiago de Liniers quien en 1807 lo nombró teniente de su escolta de granaderos. Pero al año siguiente, la muerte de su padre, obligó a Güemes a regresar a Salta.
Adhirió a la Revolución desde sus inicios. Y en los primeros años se desempeñó en el Alto Perú en acciones destinadas a interceptar las comunicaciones enemigas. Por diferencias con Juan José Castelli, regresa nuevamente a Salta.
En 1811, le tocará proteger la retirada de Juan Martín de Pueyrredón, luego de la derrota de Huaqui. Tras un período en Buenos Aires y Montevideo –participa del sitio a esa ciudad hasta fines de 1813 y es ascendido a teniente coronel, vuelve a Salta y es entonces que inicia la formación de milicias gauchas en el marco de su plan defensivo de guerra de guerrillas, que lo hará pasar a la historia. Un idea sagaz, no siempre bien vista por Buenos Aires, más proclive al centralismo del mando. Pero el modelo de Güemes se adaptaba mejor a la realidad y a las necesidades del momento ya que permitía que cualquier poblador se alzara en armas y asumiera los costos del esfuerzo de guerra.
En 1814, con su ejército campesino, Güemes detiene el avance del general realista Ramírez de Orozco, que había ocupado Jujuy, y lo fuerza a retroceder al Alto Perú.
Por su condición de hijo de una familia acaudalada y de prosapia, a Güemes no le costó ser aceptado por la elite local como jefe y acceder a posiciones de poder. Y en 1815 es elegido gobernador de Salta.
Como general, creó el célebre Regimiento conocido como "Los Infernales", con el uniforme rojo que pasó a la historia y quedó asociado a su nombre. Los Infernales adquirieron pronto fama y fueron admirados incluso por el enemigo en virtud de su destreza como jinetes, su velocidad de ataque y su gran capacidad para la emboscada y la retirada.
Estos gauchos de Güemes rindieron su mejor servicio a la Patria cuando, a partir de 1815, derrotados ya los últimos intentos del Ejército del Norte de vencer a los realistas, y con una situación internacional muy desfavorable –Fernando VII había vuelto al trono y la derrota napoleónica le permitía concentrarse en recuperar sus dominios ultramarinos-, la guerra de guerrillas salteña impidió el avance realista, dio tiempo a las Provincias Unidas para declarar la Independencia y a José de San Martín para preparar y realizar la Campaña de los Andes.
Entre 1812 y 1821, la frontera norte sufrió nueve invasiones realistas. Las últimas seis fueron rechazadas por las milicias de Güemes. Cuando en 1816, se produce la muy temida invasión realista, las tropas españoles no podrán ir más allá de Jujuy.
El plan de San Martín era que, una vez que él iniciara el avance por mar hacia Lima, Güemes lanzara finalmente una ofensiva sobre el Alto Perú. En la organización de esa expedición ocupó el jefe salteño los últimos meses de su vida. El Directorio lo había reconocido como jefe del Ejército de Observación pero no había respondido a su solicitud de respaldo financiero y logístico.
Los primeros meses de 1821 fueron difíciles: enfrentado al gobernador de Tucumán, sufre además una rebelión interna en su propia provincia en reacción por la fuerte presión impositiva a que la había sometido para financiar la guerra, y el cabildo de Salta lo depone. Esto es aprovechado por los españoles que apoyarán a sus adversarios internos.
Güemes recupera el poder en mayo, pero los españoles sitian Salta y el gobernador es herido cuando atraviesa ese cerco.
Muere el 17 de junio de 1821, como consecuencia de esas heridas, en Cañada de la Horqueta, cuidado por sus gauchos. Está sepultado en la Catedral de Salta.
“A nada temo -decía-, porque he jurado defender la Independencia de América, y sellarla con mi sangre. Todos estamos dispuestos a morir primero, que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable.”
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