El martes 9 de junio se detectó el primer caso positivo de coronavirus en Ceres, un municipio del departamento San Cristóbal, en la provincia de Santa Fe. El infectado era un camionero con domicilio en el pueblo y que por razones de trabajo visitaba dos veces por semana el Área Metropolitana de Buenos Aires, el foco neurálgico de la pandemia en el país. Al día siguiente, se confirmó el segundo contagio: la esposa del camionero. Las autoridades dispusieron el confinamiento domiciliario de 21 personas y aislaron a otras cinco en un centro municipal por haber tenido contacto estrecho con los infectados.
Ceres se encuentra a diez kilómetros del límite provincial con Santiago del Estero y a 17 de Selva, un pequeño municipio santiagueño. El registro de los primeros dos casos positivos activó un esquema de restricciones en la frontera con movilización policial para controlar el ingreso al territorio provincial y un bloqueo de la estructura productiva, las explotaciones agropecuarias y apícolas y el diálogo social entre ambos municipios: Ceres y Selva están más cerca entre sí que con otras localidades de sus propias provincias.
Alejandra Dupouy, intendenta de Ceres, elevó una carta al presidente Alberto Fernández para que intercediera en el conflicto y acusó a la gobernación de Santiago del Estero a restringir el acceso a los establecimientos para la cosecha de soja y maíz, la siembra de la campaña de trigo, el pastoreo de los animales y el abastecimiento de las colmenas. Los productores realizaron protestas en la Ruta Nacional 34, sobre el límite interprovincial. El lunes, mientras reclamaban la arbitrariedad y por el supuestso autoritarismo de las fuerzas de seguridad, presenciaron una escena conmovedora: el reencuentro entre una madre y su hijo de cuatro años. Los aplausos de los productores bañaron el abrazo.
Eran María Lorenza Michelini y Gabriel. El lunes 8 de junio el niño de cuatro años había ido de Selva a Ceres para pasar unos días con su papá Eduardo. Gabriel vive en la ciudad santiagueña con su mamá y Carlos, la pareja. En el mundo prepandemia, todos los fines de semana iba a dormir a la casa de su papá, que vive en otra provincia pero a pocos minutos de su casa. El lunes la “nueva normalidad” regía en ambas localidades. Pero el martes, la detección del primer positivo en Ceres restringió el paso interjurisdiccional entre dos ciudades hermanadas e interconectadas. Lorenza, de hecho, trabaja como docente de nivel inicial en el pueblo santafesino.
“Al ser tan pequeño, solo iba de visitas un par de días. No más de dos o tres días. Él estaba bien con su papá pero el jueves ya empezó que quería volver”, relató su madre, en diálogo con Infobae. El viernes a las doce del mediodía se dirigió a la frontera, sobre la ruta nacional, nutrida por las fuerzas de seguridad de la provincia. Fue acompañada por su pareja. Del otro lado, también estaban Gabriel y su papá Eduardo. Pensaban que si primaba la cordura entre los oficiales, podían atravesar el cerco policial.
“Ellos nos decían que no, que tienen la orden de no dejar pasar a nadie, que había que hacer trámites, que la cosa no se solucionaba así nomás. Estábamos él de un lado y yo del otro. Yo lo veía y trataba de que no me viera para que no llorara. Pero la que lloraba y estaba bastante nerviosa era yo. No podía hablar”, contó. Su pareja se encargaba de mediar con las autoridades. Se fueron y volvieron a las dos de la tarde con fotocopias de los documentos y nuevo material para acreditar el vínculo. Insistieron. “Nos dijeron que iban a enviar un informe a las oficinas de la provincia. Pero que podía tardar horas y que seguro la respuesta iba a ser negativa”.
En los dos intentos, Lorenza vio a su hijo, pero él no la vio a ella: era la idea. No querían que Gabriel quedara sensible por el drama en el que había quedado envuelto. El domingo la madre decidió hacer público el caso. Un periodista local propagó la historia. Inmediatamente políticos y abogados se solidarizaron e hicieron lo que los policías no: la asesoraron. Bastaba con pedir un permiso de circulación para el traslado de hijos de padres separados. El domingo a la noche tramitó el certificado.
“Cuando llegué, la policía caminera ya sabían la historia. Hasta el intendente estaba al tanto y había ido a mediar el domingo, pero la decían que la decisión era a nivel provincial”. Eran las diez de la mañana cuando Lorenza se presentó en la frontera provincial entre Santiago del Estero y Santa Fe, sobre la Ruta Nacional 34, a mitad de camino entre Selva y Ceres. A las 11:30 del mediodía, luego de que desde la capital santiagueña aprobaran la habilitación del permiso nacional ya otorgado, el niño de cuatro años se dirigió al encuentro con su madre.
Habían pasado siete días. Nunca estuvo tanto tiempo lejos de los brazos de su progenitora. Cuando la divisó, corrió a sus brazos. “Me vio, me dijo mami y corrió a abrazarme”, recordó. En su mochila llevaba la tarea del jardín, lápices de colores, cuadernitos, tapitas y su ropa. Después ambos pasaron por una cabina de desinfección, les tomaron los datos y la temperatura. Hoy recibió de parte de la policía local una orden de aislamiento por catorce días. “Ayer estaba muy sensible y no se despegaba de mí. Creo que fue un poco conmovedor y dramático para él ver tantos policías y tanto movimiento. Hoy se despertó más tranquilo, pero me pidió que olvidáramos de lo que pasó. No quiere que hable del tema”, concluyó la madre.
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