Un estudio de la consultora Analogías acerca de la percepción de la gente sobre la cuarentena realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA, es decir CABA y 24 partidos de la provincia de Buenos Aires) arrojó como resultado que a pesar que el 85,7% de los 2.359 encuestados en forma telefónica están de acuerdo con que el aislamiento es la herramienta más efectiva contra el contagio de coronavirus, al 48,5% la cuarentena le provocó “mucha” o “bastante” ansiedad, angustia o miedo, y el 64,7% cree que “está afectando la salud mental y el estado de ánimo del común de la gente”.
Otra conclusión que llama la atención es que la gente, aparentemente, le está perdiendo el respeto o el temor al Covid-19. Si se comparan las cifras de un estudio que la consultora llevó a cabo en marzo, con el último -hecho por vía telefónica el domingo 7 de junio-, el 59,6% piensa que es “poco” o “nada” la posibilidad de contagio propia o de alguien cercano, mientras que hace tres meses era del 52,1%; y que bajaron del 39,7% al 30,1% las respuestas “mucho” o “bastante” acerca de la chance de infectarse.
“Un patrón que venimos viendo no solo en el AMBA sino en la Provincia y la Nación es que la cuarentena tiene un alto apoyo y consenso social. Que a su vez coexiste con una menor sensación de peligro de contagio del virus”, explica Marina Acosta -directora de Comunicación de Analogías- a Infobae. “¿Como leemos eso? O se perdió el miedo a el contagio, porque la incertidumbre sobre el coronavirus era más alta en marzo que ahora, porque se conocen más cosas, o tiene que ver con un mecanismo de defensa que “a mi no me va a pasar”, añade.
-¿Eso significa que en general hay más miedo a la cuarentena que a la enfermedad?
-No lo pondría en términos de más miedo -responde Acosta-. El aislamiento es reconocido como la forma de prevención del virus ante la falta de una vacuna. El alto apoyo a la cuarentena se ve desde el principio, lo empezamos a medir el 23 de marzo y se mantiene estable: ocho de cada diez. Pero cuando la cuarentena se alarga en el tiempo es natural que provoque impacto en la salud mental. La lectura que hacemos es que lo que falta es un bagaje emocional que permita gestionar o enfrentar el aislamiento, que es una situación inédita y excepcional. Es una medida muy restrictiva. Y una situación contra natura, porque somos sujetos sociales y necesitamos relacionarnos con otros sujetos sociales, nos cuesta muchísimo no poder vivir con los demás. Pero a pesar de eso, mientras no haya vacunas, lo más importante es que cada uno de nosotros asumamos la responsabilidad de quedarnos en nuestras casas. Pero es cierto que la gente manifiesta eso justo cuando se habla de la llegada del pico, y es un problema que exista este relajamiento.
El trabajo apunta a los cambios en la vida cotidiana, y según explicó, “lo que vimos es que el impacto de la pandemia afecta en mayor medida a los sectores populares, por el hacinamiento en los hogares y la falta de conectividad. Esto revela la desigualdad social y económica en el AMBA”.
Ese aspecto queda reflejado, por ejemplo, en la pregunta sobre la convivencia en el hogar durante la cuarentena. En líneas generales, para el 84,8% es “igual de buena”, “mejor” o “mucho mejor”, pero el porcentaje baja al 60% en aquellos hogares donde hay hacinamiento, y sube al 38% la opción “peor”.
A la hora de dormir, o de comer, las respuestas son heterogéneas. El 41,1% de quienes respondieron dicen que duermen igual que antes de la cuarentena, el 30,1% admite hacerlo menos que hasta el 19 de marzo, y el 26,6% más que lo hacía previo a esa fecha. Durante el aislamiento, los hombres admitieron dormir más que las mujeres, con una diferencia de casi el 6% sobre ellas. A la hora de abrir la heladera -y al margen de, veremos, la compra de alimentos- el 47,3% asegura que come igual que antes, el 32,7% más y el 18,6%, menos. En cuanto a los géneros, las mujeres confesaron estar comiendo más con un 5% de margen por sobre los varones.
La debacle económica que se profundizó durante el aislamiento queda reflejada en las compras que ha hecho la gente desde el 20 de marzo hasta la fecha del estudio: en cuanto a alimentos, un 33,7% reconoció que lo hace en menor cantidad. Y el 30,5% ha dejado de pagar algún servicio, el cable o internet. La ecuación sólo se revierte si se trata de artículos de limpieza: el 42,1% compra más que antes.
En cuanto a los “artículos electrónicos, prendas de vestir, zapatos, juguetes u otros”, la caída fue brutal: el 81,1% manifestó que no adquirió ninguno. Sólo el 17,1% lo ha hecho. Mientras que el 1,8% señaló que “no sabe”. En este contexto, han comprado un 3,1% más de mujeres que de hombres, y los jóvenes de entre 18 y 24 años (un 24,8%) lo hicieron más. En cuanto a la región, en CABA hicieron operaciones de este tipo un 6,8% más que en el Conurbano bonaerense.
“También un 55 por ciento tuvo que pedir prestado dinero o utilizar sus ahorros”, añade Acosta, que completa: “la mitad de los encuestados está trabajando normalmente, una tercera parte lo hace por teletrabajo y el 40% vio reducido su salario. Ahí, el impacto mayor se da entre los trabajadores jóvenes del Gran Buenos Aires con menor nivel de instrucción y que vive en hogares con mayor hacinamiento. Volvemos al inicio, cuando hablamos que la pandemia pega de lleno en los sectores más vulnerables”.
La cuestión laboral es una de las cuestiones que aborda la encuesta. A casi 90 días del inicio de la cuarentena, casi la mitad de las personas (el 48,5%) respondió que no están incluidas en las actividades consideradas esenciales o exceptuadas del cumplimiento del aislamiento. Entre tanto, el 45,5% respondió afirmativamente, y el 6,1% dijo que “no sabe”. Sólo el 31,1% hace teletrabajo desde su casa, pero hay unos 15 puntos de diferencia (41,4 a 26,6) entre los que adoptaron esa forma laboral y viven en CABA con respecto al GBA).
En cuanto al salario, al 38,9% no se lo redujeron nada; al 17,4%, “poco”; y al 40,3% entre “mucho” y “bastante”. Esto se profundiza, otra vez, entre quienes tienen un mayor nivel de hacinamiento en su vivienda: donde hay 6 personas por ambiente, el 62,2% vio caer su salario “mucho” y “bastante”, contra un 32,8% donde la relación es de 1 persona por ambiente.
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