Ricky Sarkany recordó el encierro de su madre en un campo de concentración: “Lo que estamos viviendo ahora no me mueve un pelo”

El reconocido diseñador de calzado reflexionó sobre el parate de la actividad económica y el impacto de la cuarentena. “Si mis padres pudieron salir de la que salieron, nosotros también”, relató

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"Soy hijo, nieto y bisnieto de empresarios fabricantes de calzado. Mi bisabuelo comenzó haciendo zapatos en Budapest, Hungría", recordó el empresario argentino (Nicolás Aboaf)
"Soy hijo, nieto y bisnieto de empresarios fabricantes de calzado. Mi bisabuelo comenzó haciendo zapatos en Budapest, Hungría", recordó el empresario argentino (Nicolás Aboaf)

“Estoy haciendo la cuarentena en casa, no me puedo quejar”, dijo Ricky Sarkany. Antes de llegar a esa conclusión había recuperado una enseñanza de Carlitos Páez Vilaró, hijo del célebre artista y escultor uruguayo y sobreviviente de la tragedia de Los Andes. Antes también había reconstruido sus raíces y repasado la historia de su madre y su padre, sobrevivientes del Holocausto. Sarkany interpreta que no se puede quejar porque comparó su aislamiento, bajo el calor de su hogar, con otras “cuarentenas”.

Páez Vilaró le advirtió que él había pasado una “cuarentena” en el medio del frío de las montañas. A Infobae, a comienzos de este confinamiento, le reconoció algo similar: adaptó el concepto de la cuarentena para argumentar que había vivido “aislado” durante 72 días durísimos a 4.400 metros de altura, con temperaturas bajo cero, muertos alrededor y la incertidumbre de qué iba a pasar con ellos. "Esta es una cuarentena comparable por el tiempo, pero no desde la comodidad. No tiene sentido quejarse”, calificó. Sarkany así lo entendió: “Pandemias, crisis y tragedias existieron siempre y siempre salimos adelante”.

El sobreviviente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que cayó entre los picos de la Cordillera de Los Andes el 13 de octubre de 1972 y, por eso, hoy conferencista le aconsejó atravesar tres etapas para el primer día de la nueva normalidad: “Primero hay que hacer lo necesario, después lo posible y después lo imposible”. El empresario y fabricante de calzado había relatado, en diálogo con los periodistas Sandra Borghi y Gonzalo Aziz en el aire de Radio Mitre, la situación de su marca en este contexto de adversidad para la actividad comercial.

Ricky Sarkany con parte de su familia. El empresario fue abuelo en noviembre de 2019: su hija Josefina dio a luz a Luca
Ricky Sarkany con parte de su familia. El empresario fue abuelo en noviembre de 2019: su hija Josefina dio a luz a Luca

Certificó que su firma no cuenta con locales a la calle en el Área Metropolitana de Buenos Aires: todos permanecen cerrados dentro de los shoppings. De modo que no significa un estímulo financiero la apertura de los comercios de proximidad: “La noticia es buena pero es totalmente insuficiente porque abren locales barriales pero la gente no se puede desplazar más de cinco cuadras a la redonda. Eso puede ser suficiente eventualmente para un almacén o para una mercería. Pero normalmente no hacés compras de artículos de moda en un radio de pocas cuadras, salvo que estés en un lugar estratégico como la avenida Avellaneda, por ejemplo”.

Dijo que incursionó, hace ocho años, en una transición a las plataformas digitales que hoy sostiene la estructura de gastos. “Tenemos una muy potente página de venta online con muy buen customer service, lo que nos permitió seguir vendiendo y de esa manera poder afrontar nuestros compromisos, como son los 170 sueldos de vendedoras que no están trabajando. Lo que hicimos fue vender zapatos que teníamos en nuestros depósitos pero sin poder fabricar”. La pandemia hizo que la venta de los productos Sarkany se redujera al 60 por ciento, con concentración especial en el e-commerce.

Sarkany dijo que en términos comerciales el año está perdido, pero también se reconoció optimista por naturaleza. “También es un año ganado. Mis empleados son los únicos que tengo. Prefiero vender e hipotecar la empresa, pero no perder a mis empleados. Es la gente que creció conmigo. Formar a tu capital de trabajo es una cosa única”, distinguió el empresario, quien además comparó a los efectos del aislamiento con una catástrofe natural: “La situación es trágica, es como si hubiese habido un terremoto. Y lo que hacemos en un terremoto es cuidarnos entre nosotros. Cuando termina, salimos y la tierra ya no tiembla más. Ahí vemos dos escenarios: uno de desastre o otro en el que hay todo para hacer, calles, autopistas, edificios”.

En muchos ejes comerciales de la Ciudad de Buenos Aires, los comercios siguen cerrados para evitar la aglomeración de gente (Maximiliano Luna)
En muchos ejes comerciales de la Ciudad de Buenos Aires, los comercios siguen cerrados para evitar la aglomeración de gente (Maximiliano Luna)

Está confiando en con que la gente, después de la cuarentena, va a seguir usando y comprando zapatos. Pero asume que tal vez el producto deba experimentar algunos cambios. “Distintos, más básicos y eventualmente más baratos. Tal vez al principio estemos sin ningún tipo de rentabilidad”, admitió. En una mirada contemplativa de los hechos, aceptó: “La situación es grave, pero no es grave para Sarkany, es grave para absolutamente todos los argentinos y para todos los que habitan el planeta. Estamos viviendo parte de la historia de la Humanidad en primera persona”.

La entrevista radial, en ese momento, cambió el sentido del tiempo histórico. Ricky Sarkany dejó de avizorar y proyectar el día después del restablecimiento de la normalidad y ahondó en su historia personal, en sus raíces y en sus genes, como cuarta generación de un legado familiar. Dijo que no podía quejarse por estar haciendo la cuarentena en su casa porque tenía que pensar que su madre vivió una cuarentena en Auschwitz.

Soy hijo, nieto y bisnieto de empresarios fabricantes de calzado. Mi bisabuelo hacía zapatos en Budapest, Hungría. Mi abuelo y mi padre también. Mi bisabuelo era de una familia de origen judío. Mi padre estaba trabajando cuando se enteró que había una revuelta, que un país quería conquistar el mundo y que iba a empezar por el centro de Europa”, relató. Ricky Sarkany hablaba del germen de la Segunda Guerra Mundial, un hecho histórico que lo interpela: “En la fábrica de mi papá, cuando empezó la guerra, sonaban alarmas y sirenas que indicaban que aviones enemigos iban a bombardear. Tenía que dejar su trabajo y esconderse. Cuando terminaban de caer las bombas, tenían que volver a trabajar. No sabían si una bomba había caído en su escuela o en su casa”.

El empresario destacó que su local en Mar del Plata volvió a abrir con las nuevas disposiciones
El empresario destacó que su local en Mar del Plata volvió a abrir con las nuevas disposiciones

En la invasión de las fuerzas nazis, se llevaron a sus padres por su condición religiosa. Su madre fue enviada a Auschwitz, el campo de concentración y exterminio ubicado en la Polonia ocupada. “Ella estaba con su hermana en una fila. Las separaron, una a la izquierda, otra a la derecha. A los tres días ella preguntó dónde estaba su hermana, le mostraron una chimenea donde salía humo y le dijeron ‘ahí está tu hermana’”, contó. Su padre, por su parte, se arrojó por un barranco cuando lo estaban trasladando. Pudo escaparse y esconderse en la casa de una familia católica. Después, se alistó en el ejército ruso con el fin de liberar Hungría, su tierra.

“Cuando terminó la guerra, Hungría quedó ocupada por el ejército ruso y la fábrica de mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre pasó a estar en manos del gobierno comunista. No le había quedado nada. Hubo una votación para votar a favor o en contra del partido comunista y mi padre votó en contra. Esa misma noche lo fueron a buscar y esa misma noche escaparon con 60 dólares en un bote de remos con mi madre embarazada de ocho meses de quien hoy es mi hermana”, narró Sarkany.

Sus padres huyeron a Checoslovaquia y de allí a Austria, donde nació mi hermana. En Génova, Italia, dos países le ofrecieron asilo político: Argentina y Australia. Eligieron el destino según el primer barco que zarpara. La historia después es sabida: “Llegaron al país sin conocer el idioma y la cultura, con una bebé recién nacida y 60 dólares en el bolsillo. Lo que estamos viviendo ahora a mí no me mueve un pelo. De esto vamos a salir porque si mis padres pudieron salir de lo que salieron, nosotros también”.

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