Entre sus recuerdos de la infancia, Karem Aráoz (38) atesora uno muy especial. Se remonta a los días cercanos a la celebración de Navidad, cuando recolectaba juguetes para llevar a los niños de los pueblos más pobres de La Paz. “Lo hacía con mis abuelos. También juntábamos ropa y comida. Me acuerdo de estar subida a un camión pasándoles los juguetes a los nenes en el campo”, dice Karem acerca del espíritu solidario que le inculcaron desde muy pequeña.
Por aquellos años, cuenta a Infobae, también comenzó a manifestar el despertar de su vocación de médica. "Siempre estaba atenta a la salud de los demás. En mi casa o en el colegio: cada vez que alguno de mis hermanos o compañeros de curso se lastimaban, yo me desvivía por ayudar o ver qué podía hacer para aliviar el dolor”, repasa.
Finalmente, cuando terminó el secundario, decidió estudiar la carrera de Medicina. En 2007 se recibió de Médica Clínica. "Fue un gran logro”, sintetiza. Antes de graduarse, realizó un año de “internado rotatorio”, como llaman a la “residencia” en Bolivia. Su primer destino fue el Hospital Juan XXIII de La Paz, donde ganó experiencia haciendo ecografías en el área de ginecobstetricia. Luego, debió trasladarse a Apolo, una pequeña ciudad ubicada al norte del departamento de La Paz, donde realizó el Servicio Rural Obligatorio.
En Apolo, dice Karem, puso en práctica todos los conocimientos que adquirió en la Universidad y, también, vivió momentos inolvidables. “Trabajaba en una salita donde iba mucha gente de los pueblitos aledaños. Llegaban caminando de lugares que quedaban a 20 o 30 kilómetros de distancia”, dice.
Uno de los casos que más la marcó fue el de una chola que estaba embarazada y terminó dando a luz en el medio del monte. “Venía a hacerse controles todos los sábados y, la última vez que vino, quisimos internarla porque se acercaba de la fecha de parto. La mujer, que ya tenía varios hijos (N. de la R.: wawas, como les dicen a los niños en Bolivia), dijo que todavía le faltaban unos días y se fue a su casa”, recuerda Karem.
Horas después, un familiar de la señora llegó corriendo a la salita para pedir ayuda: la mujer había empezado el trabajo de parto y necesitaba que la fueran a asistir. “Fuimos a buscarla y la encontramos a mitad del camino. Mientras esperábamos una ambulancia, empezó a pujar y, de repente, apareció la cabecita del bebé. Yo no podía creerlo: estábamos trayendo vida al mundo en el medio del monte y un enfermero nos iluminaba con una linterna. Después la llevamos al hospital, donde les hicieron todos los controles tanto a la mamá como al bebé. Gracias a Dios estaban sanos. En el pueblo recordaron la anécdota durante años”, cuenta Karem entre risas.
El historial de anécdotas es largo y variado. "Un día conseguí un ecógrafo y pude diagnosticarle a una chica un embarazo ectópico. Después, logramos trasladarla a una clínica de la capital para intervenirla”, agrega.
Acerca de sus vivencias mientras hacía el servicio rural obligatorio, Karem sostiene que fue gracias a esas situaciones ganó otro tipo de conocimientos y experiencia. “Fue donde más aprendí. Salí de la comodidad del hospital donde, por lo general, tenés todos los recursos a mano”, admite la médica que, más de una vez debió asistir a los choferes de las ambulancias cuando se quedaban varados en el monte.
DE BOLIVIA A ARGENTINA SIN ESCALAS
En 2009, Karem decidió dejar su país para instalarse en Argentina. El motivo: quien era su pareja en ese momento recibió una propuesta para venir a trabajar al Hospital Militar. "Viajé con él e inicié los trámites para revalidar el título y tramitar la matrícula de médica clínica”, cuenta.
Con los papeles al día, en 2012, Karem Aráoz empezó a ejercer la medicina. Trabajó dos años en el Hospital Municipal Eva Perón en Merlo, después pasó por el Hospital de Infecciosas Francisco Javier Muñiz de Parque Patricios y por el Sanatorio Denton Cooley, ubicado en el barrio de Floresta.
Cuatro años después, en 2016, le ofrecieron hacer un reemplazo en la Clínica Zabala, de Belgrano. Sin embargo, a los pocos meses de su ingreso, uno de los médicos de planta renunció y, lo que iba a ser un puesto temporario, se transformó en un empleo fijo que, hasta el día hoy conserva.
En Zabala, Karem conoció al médico clínico y cardiólogo Mariano Masciocchi, creador de la ONG “¿Me regalás una hora?”, quien la invitó a participar de las actividades de la organización. “Fui una tarde al merendero de General Rodríguez y fue como volver a mis épocas en el servicio rural de Apolo. La vulnerabilidad y la humildad de las personas es terrible”, dice.
Después de aquella primera experiencia, Karem decidió comprometerse con la labor solidaria. “Es la continuación y de lo que aprendí en mi casa casa: poder dar cariño, afecto y contención a las personas que lo necesitan y ofrecer lo que sé a los demás. A mí me pusieron en el camino de los que pueden dar, no de los que reciben”, apunta.
Consultada acerca de alguna situación que le haya llamado la atención, la médica trae a colación la consulta de una adolescente de 15 años. "Llegó con un bebé recién nacido y otro de un año. Ahí empecé a pensar que había algo vinculado a la Educación Sexual Integral (ESI) que estaba fallando”, dice.
LA SOLIDARIDAD COMO BANDERA
“¿Me regalás una hora?” es un Asociación Civil integrada por médicos y no médicos que ofrecen su tiempo para ayudar, contener y darle una buena calidad de vida a personas que viven en contextos vulnerables o en situación de calle. Comenzó en 2014 con un consultorio montado en una parroquia del barrio de Almagro pero, para 2019, logró extenderse al Conurbano, Mar del Plata y el interior del país: Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa.
Durante los últimos dos meses, a partir de la pandemia del Coronavirus, la ONG tuvo que poner en pausa sus actividades. “Lamentablemente, no estamos haciendo atenciones presenciales. Como trabajamos en contextos vulnerables, nos da mucha impotencia no poder estar ahí. Por eso habilitamos las teleconsultas”, advierte la médica.
-¿Cómo funciona el sistema?
-El referente de cada organización social (merenderos, comedores, refugios, entre otros) hace de nexo entre los profesionales de MRUH y los beneficiarios, que son personas sin obra social. Es una forma de contribuir con el sistema de salud público. Escuchamos, asesoramos y, si hace falta, derivamos. La iniciativa incluye contención a cargo de los psicólogos voluntarios de la asociación y, además, sumamos el ofrecimiento de un par de voluntarias con experiencia profesional en el acompañamiento de madres en etapa de lactancia.
-Como contrapartida, seguís trabajando en la clínica Zabala. ¿Cómo describirías el trabajo de los médicos en tiempos de COVID-19?
-Es extraño y riesgoso. Antes de la pandemia, yo siempre saludaba a mis pacientes: les daba la mano o un beso. Ahora hay que mantener la distancia y “encapucharse”. Por otro lado, es muy duro enterarse de compañeros que se contagiaron y convivir con la incertidumbre de otros tantos que están aislados por sospecha. El día de mañana nos puede tocar a nosotros también.
*Si querés colaborar con “¿Me regalás una hora?” haciendo donaciones en efectivo o con materiales, podés ingresar a www.meregalasunahora.org
*Si sos médico o no, y querés formar parte de la red de voluntarios donando tu tiempo, podés escribir a: info@meregalasunahora.org
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