Hace una década las corrían con piedras cuando ellas llegaban para jugar. Se plantaron. Se quedaron. Patearon. Atajaron. “La nuestra futbol feminista” se convirtió en una escuela de la que salieron jugadoras profesionales, pibas que aprendieron a leer, chicas que se permitieron amar sin sentirse expulsadas del deber ser, pibes trans que se reconocieron en su espejo, mundiales sin techo por Europa, partidos con la Embajadora de Francia, albumes de figuritas, viajes a los Encuentros de Mujeres, lecturas de libros, choriceadas, chicas que se animaron a salir de la violencia de género porque otras las animaron a no tener que bajar la cabeza y, por sobre todo, garra, para estar juntas en las buenas y en las malas.
Hoy no se puede jugar al fútbol. Pero se están defendiendo juntas de la pandemia del coronavirus dando una lección de solidaridad y dignidad. Nadie gana solo. Y nadie se salva solo. Hoy la jugada en equipo es la clave para poder resistir mientras no solo avanza la pandemia sino el hambre, la falta de trabajo, la desorganización, la falta de agua, el miedo y el aislamiento en los barrios populares. Y las redes que se armaron a partir del juego en la Villa 31 son claves en la resistencia a los efectos del Covid -19 .
Stephanie Rea empezó a jugar a la pelota a los 14 años con el equipo de “La Nuestra Fútbol Feminista” en la Villa 31. Hasta ese momento era defensora. Aprendió a bancar los pelatazos, los golpes de las delanteras y los pelotazos en ese lugar de resistencia. A partir de ahí, se empezó a formar como arquera. Probó y le gustó.
No es fácil abrir los ojos y saber que viene una pelota con fuerza y furia por arriba o por abajo, que hay un malón que viene en manada a atacarte o una circunferencia que puede caer en la panza o en los labios si no entra al arco o que un partido se puede perder porque no se pudo frenar un penal. La templanza de la arquera es un modo de vida. Ella se bancó los golpes y las caídas. Y disfrutó de la adrenalina de ser la que cambia el resultado aunque los goles evitados no queden anotados.
Entrenó tres años y siguió jugando con “Las Pibas”. “Fue, es y va a ser siempre mi equipo principal”, recuenta Stephie con la voz ronca y cansada, pero con un brillo en su tono cuando recuerda su lugar de pertenencia. Se fue a probar a Excursionistas con otras dos arqueras y fue elegida titular en el 2018. “Me puse muy contenta porque las otras chicas atajaban muy bien y me puse las pilas con el club”, cuenta a Infobae.
Ella tuvo que dejar porque quedó embarazada y perdió a su bebé a los ocho meses de gestación. Después del dolor y de una depresión fuerte la llamaron del club para que vuelva. Tomó la decisión de ponerse los botines y seguir con el fútbol para “estar contenta de vuelta”. “El fútbol es lo que más me gusta”, rescata y se alegra en el recuerdo: “Las fechas de partido son lo mejor”.
Ella es mamá, arquera profesional y, además, trabaja dos turnos y en dos trabajos porque la plata no le alcanza. Pensó en dejar porque no da abasto. Pero pone el lomo a la pasión y sigue atajando los pelotazos del fútbol y de la vida.
Ahora Stephanie Rea tiene 24 años y también espera su vuelta. Es jugadora profesional de fútbol y tiene coronavirus. Estuvo aislada hasta ayer en un hotel de Congreso después de que le detectaron Covid-19 en la Villa 31. Escuchaba a Ulises Bueno, jugaba al free y hablaba con su familia. “Me habían dicho que iba a estar 15 días, pero iba 10 días y como estaba todo bien y no presentaba ningún síntoma, ni falta de oxígeno, ni nada, me dieron el alta y me dijeron que tengo que estar 5 días más en mi casa sin ver ni a mi nena y que ya está todo bien”, cuenta ya con el alta médico.
A pesar de estar bien de salud la normalidad no es sin futbol. Extraña jugar con su equipo del barrio y compartir las choriceadas atrás de la cancha, con risas y música desde los pasillos, chicos que juegan a la bolita todavía entre los vericuetos de la tierra y la magia de saberse y reírse en juntadas que el virus enfrentó igual que la frontera a los abrazos. Extraña los asados con su familia y extraña, por sobre todo, como si gritara la vida que merece ser vivida y escrita en mayúsculas, los partidos con Excursionistas. “Esos eran días diferentes y especiales”, subraya.
“El domingo 17 de mayo me empecé a sentir mal. Tenía picazón en la garganta, dolor de espalda y mucho dolor de cabeza, eran como puntadas en la cabeza y se me hacía raro. El lunes 18 me acerqué a una escuela en la que hacen testeos. La médica me dijo que eran síntomas de Coronavirus. Me aislaron en un aula de la escuela, me hicieron el testeo y me llevaron a un hotel. Me dijeron que era positiva y mi pareja también. Mi nena era negativo y se tuvo que ir. Por suerte mi familia está bien. Pero en el barrio está difícil la situación”, enmarca.
La Directora Técnica, pionera del fútbol feminista y entrenadora de “La Nuestra Fútbol feminista” en la Villa 31 desde el 2007, Mónica Santino, contextualiza: “Stephanie Rea es la arquera de Excursionistas. Ella se inició en La Nuestra Fútbol Feminista apoderándose de la cancha, ejerciendo su derecho a jugar, firmó su contrato profesional el año pasado y es el primer caso de Covid 19 en el fútbol profesional. El club publicó el posteo el fin de semana y, hasta ese momento, ella pasó, igual que las habitantes de las villas, en pésimas condiciones la enfermedad con incertidumbre y comida en mal estado, como una cucaracha en un flan”.
Después de la publicación del club las redes sociales se llenaron de comentarios de odio. “La Nuestra” decidió contestar para que el silencio no deje impune la descalificación a una futbolista profesional por su género, su billetera y su barrio. “Ella sufrió ataques por su condición de mujer, futbolista y villera“, delimita Santino. “No podemos permitir el racismo y el machismo de la sociedad argentina con los barrios vulnerables y la pobreza”, rescata Santino.
“El aislamiento es sanitario, pero no es político, nuestros lazos nos sostienen”, dice la DT. Y por eso están haciendo redes de solidaridad para llevar alimentos, artículos de higiene y otros productos necesarios para el barrio. “Vamos a volver a la cancha, poniendo la pelota debajo de la suela y levantando la cabeza otra vez porque somos futbolistas, mujeres y tenemos dignidad”, remarca Santino.
“Las mujeres en los barrios son las que se están poniendo al hombro todo lo que el Estado no hace. Las que preparan las ollas populares y están asistiendo a la gente son las mujeres y no el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que hace tiempo tendría que haber solucionado el problema del agua potable”, señala Santino.
La DT, ex jugadora e integrante de “La Nuestra Fútbol Feminista” Juliana Román Lozano explica a Infobae: “En las redes de cuidado de mujeres hemos encontrado respuestas en los momentos más difíciles. En este momento la Villa 31 necesita un abrazo colectivo. Por eso hace siete semanas estamos entregando productos de primera necesidad y, para poder sostener este trabajo, que no se va a resolver de un momento a otro, sino que se necesita sostener en el tiempo, estamos pidiendo colaboración”.
No se puede mirar para otro lado, la solidaridad hoy es una urgencia. Román Lozano detalla: “Estamos haciendo una campaña de donación de ropa de invierno para enfrentar el frío y de dinero para comprar mercadería con productos de limpieza, alcohol, termómetros, juegos para los niños que no tienen acceso a conectividad y propuestas educativas. Necesitamos que nos colaboren para sostener este abrazo solidario”.
Stephanie Rea también necesita abrazos. La solidaridad es abrigo. Pero, a veces, cuando menos se lo espera, renace el odio. Cuando se difundió la noticia de su enfermedad y que es el primer caso de Coronavirus en el fútbol profesional aparecieron comentarios despectivos en las redes sociales. Pero ella no se deja ganar por los comentarios racistas y machistas.
“Los comentarios malos no los acepto. Recibo todo lo bueno y lo positivo. Lo malo dejo que fluya. Me duelen algunos pero dejo que pasen”, grafica. Y agradece que la llamaron del club, de la selección sub-15 y algunos dirigentes. “Estoy contenta por esos llamados”, valoriza.
Y no se deja apagar por la discriminación. “Si una se pone triste el virus más te consume. Cuando yo me enteré de que estaba mal me deprimí y los médicos me dijeron que me tranquilizara, que hable con mi familia, para intentar estar tranquila y que no me afecte tanto”, ejemplifica.
Todavía tiene que estar quince días en su casa hasta que le vuelvan a hacer el hisopado para ver si da negativo. “Lo estoy llevando bien, por suerte tengo el apoyo de mucha gente, con muy buena onda y comentarios positivos”, cuenta y desde atrás suena un ritmo de cumbia y otro de cuartetazo cordobés para levantar la energía.
“Por suerte”, dice Stephie, con dificultades en la voz, pero con una templanza que demuestra la garra que fue construyendo en la cancha y que le admiran todas sus compañeras. Ella es mamá de Guadalupe, de seis años. Antes de la crisis provocada por la pandemia trabajaba en un jardín de infantes, de 8 a 13 horas. Además se subía a una moto para entregar pedidos en Rappi, de 17 a 22. Por supuesto, entrenaba de arquera en Excursionistas. Y llevaba y traía a su nena que va a primer grado de la escuela primaria. No tendría que tener que hacer tanto, pero su vida es una muestra del valor puesto a prueba dentro y fuera de la cancha.
Ella vive en Retiro desde los dos años. Nació en La Boca. Se fue a vivir al barrio, hace 22 años, junto a sus tres hermanas. Su mamá Silvia las mantuvo a las cuatro cuidando personas mayores. Stephie vive con su pareja y su hija. Sus hermanas viven al lado y su mamá a una cuadra. “Cada una ya formó una familia pero seguimos unidas”, rescata.
Ella quiere que se termine la pandemia del Covid-19. “En el futuro solo pienso que este virus acabe en algún momento”. Pero también que se termine el machismo, el racismo y la discriminación que todavía la ofende con los comentarios despectivos que recibió.
Su nena le dice: “Mami, vamos a la cancha que tenés que jugar”, como las hijas, antes, creían que el juego era de ellas y su destino era solo hacer mandados, cocinar y lavar. El juego es una forma de cuidar y de educar en las ganas de levantar la vida y los brazos.
Ella pone el cuerpo y quiere un futuro mejor para la revolución de las hijas. “Mi hija también quiere ser arquera y lo que pido es que no tenga problemas ofensivos como los tuve yo. Hasta el día de hoy siguen discriminando al fútbol femenino. Deseo que mi hija pueda entrenar desde chica como yo no pude. Y, por supuesto, que mi familia sea eterna, porque están en los malos momentos y en los buenos también ".
En la Villa 31 ya hay 1895 contagios y 663 altas, según el relevamiento de coronavirus.datar, un sitio que procesa la información oficial y que se puede encontrar en Instagram. Del total de 3124 casos totales en la Ciudad de Buenos Aires el 47,6 por ciento se encuentra en barrios populares porteños, según datos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contando las personas con Covid -16 de la Villa 31 y los 926 casos de la 1-11-14.
También hay 178 casos en la 21-24; 20 casos en Ciudad Oculta; 47 casos en la Villa 20; 13 casos en el barrio Cildañez; 7 casos en Ramón Carrillo; 8 casos en Los Piletones; 6 en Fátima; 4 en Zavaleta; 3 en el barrio Inta; 3 en la Villa 13 bis; 3 en Rodrigo Bueno; 2 en El Triángulo; 2 en Saldías; 1 en Los Pinos; 1 en el Playón de Chacarita; 1 en la Villa Mitre y 1 en Luján Bosch.
Y en toda la Argentina hay 13.933, sin dudas, es ahí donde la desigualdad penetró más fuerte en una pandemia que arrasó con más de 350.000 vidas en todo el mundo, según un relevamiento de AFP.
En el barrio murió Ramona Medina, la referente de La Garganta Poderosa, que había advertido en un video de la agrupación: “Nos piden que nos higienicemos, que nos lavemos las manos, que tengamos mayor cuidado, que nos pongamos tapabocas, que no salgamos a la calle”, decía hace dos semanas y frente a las canillas secas de su casa, con la paradoja enfrente: “¿Y con qué lo hacemos si no tenemos agua?”.
También falleció Herminda Alfonso Velázquez, de 60 años. Ella vivía en el barrio Güemes, de la Villa 31. Desde el sábado 23 tenía gripe. Estaba en cama y le costaba respirar. Tuvieron que llamar a los bomberos para ayudarla a bajar la escalera. Le pusieron oxígeno. Pero ella murió al mediodía. Las mujeres no solo ponen el cuerpo, también su vida.
El 28 de mayo se rindió homenaje, en la Legislatura porteña, a los y las líderes sociales fallecidos por contraer Covid- 19 en la Villa 31, Ramona Medina, Víctor “Oso” Giracoy y Agustín Navarro, por iniciativa de las legisladoras del Frente de Todos, Lucía Cámpora y Ofelia Fernández.
El tejido social de la Villa 31 tiene a la pelota rodando para abrir el juego a más igualdad y solidaridad. El fútbol fue una forma de ayudar a apropiarse de su vida para muchas chicas y las redes que se armaron en la cancha no dejan librada a la injusticia de la suerte que otras vidas puedan perderse en el camino.
“En “La Nuestra” empecé a ver mi vida desde otro punto de vista. Las profes de “La Nuestra” me ayudaron a terminar la secundaria y a volver a sentir el amor por el fútbol. Ellas están en mi corazón”, valoriza Constanza Rojas, “Conty” para las amigas, una de las jóvenes con Covid-19, que hay que escuchar para ver el mundo más allá de la propia ventana o del nubarrón de fake news que se instalan cuando solo se mira a las pantallas.
Ella tiene espalda de luchadora, sabe lo que es defenderse en un barrio y también cambiar prepotencia por potencia para no exponerse a arriesgarse para probarse que se es fuerte. Conty es jugadora de toda la cancha, en la vida y en el pasto, en la paciencia y en los pasillos. Fue representante argentina en el Mundial de los Sin Techos y vio su cara en un álbum de figuritas que combinaba a jugadoras de todo el mundo. Puede dar cátedra de lo que en palabras técnicas llaman resilencia pero ella es DT de sobrevivir y aprender a gozar y a pelearla.
Si a la Argentina le falta una novela que muestre -sin imágenes turbias- los pasillos de la 31 la protagonista de “La reina del futbol” en Argentina podría ser Conty. La que estuvo en la primera línea del fuego del riesgo y la que hoy le enseña a los niñes en el barrio (que escribe con e porque pensar en la lengua inclusiva es parte de lo popular que son los botines y la diversidad que se besa entre los caños del arco), entrenadora y profesora de fútbol. “Amo ser profe”, escribe desde el hotel en el que está aislada por Coronavirus.
Ella arrancó en el 2009 a jugar al fútbol en La Nuestra. Ahora milita en La Garganta Poderosa y además trabaja en hacer comida para pibes y pibas en situación de calle y consumo. “Me planté de una en todas las situaciones de mi vida. Pasé por muchas situaciones que me tocó vivir, pero sigo luchando por amor al prójimo”, dice y refleja la garra y solidaridad que hoy falta en muchas personas que pasan mucho mejor –con más abrigo, entretenimiento y reservas- la cuarentena que ella.
Constanza puso el cuerpo para ayudar a los demás. No salió para disfrutar o como un derecho a su libertad individual sino por solidaridad. “Cuando arrancó la pandemia y vimos que las cosas no iban a ser fáciles y que corríamos algunos riesgos lo acepté y cociné igual. Me contagié repartiendo la comida. Pero ya está, no importa, porque dimos comida a personas que comen una sola vez al día. No quiero ganarme el cielo. Pero quiero que tomemos conciencia de que el amor está en el otre”.
El 14 de mayo Constanza se sintió mal y fue a hacerse un hisopado con su compañera. “No estaba organizado, ni había contención. La organización era mala. Tardaron cinco días en darme el resultado. Fueron días de angustia y miedo porque no quería que sea positivo. Pensé lo peor”, relata sobre una incertidumbre que le agregó terror al tiempo de desconcierto y desamparo.
“Me comía la cabeza el miedo de contagiar a otres y no salía de mi casa. Este lunes 25 de mayo me llamaron para decirme que soy positiva. Acomodé con mucha tristeza mi mochila, busque quien se hiciera cargo de mis perros, fui a donde me hicieron el hisopado y esperé tres horas, una barbaridad, no sé si se dan cuenta lo que se siente cuando tenés que esperar sin resultados”, relata Constanza.
“Me llevaron a un hotel. No me quejo del hospedaje sino que mirás a las personas y pensás cuántas se habrán contagiado esperando los resultados. La falta de comunicación y contención es malísima. No pido nada del otro mundo, pero sí que sean amables y que informen bien a la gente”, demanda la profe de fútbol. “En el barrio la mayoría de la gente no sabe expresarse por miedo o porque no saben qué decir y dicen a todo que sí y eso me da mucha indignación”, recalca.
Los primeros días en el hotel Impala estaba muy triste. “No podía dejar de pensar en si había contagiado a mi familia y en por qué había tenido que dejar mi hogar. Gracias a la vida y a mi madre puedo sostenerme económicamente. Y salí adelante gracias al amor de todas las personas que me mandaron un mensaje o llamaron. Es lo más lindo del mundo sentir ese amor”, destaca.
Hace cinco días que está en el Hotel Impala y se va sintiendo mejor. “Estoy pensando y tomando fuerzas para salir de acá y comerme el mundo”. El miércoles que viene le dan de alta y ella va a volver con la cabeza cada vez más alta a su casa, a su barrio, a su trabajo, a su vida que la piensa de modo colectivo. No se salva ni se cura sola, sino también junto a un tejido barrial.
Pero ella denuncia: “Los barrios más vulnerables están siendo muy afectados. La gente que vive al día la está pasando muy mal. Por eso quiero salir y aislarme cinco días y ayudar con todas las medidas de prevención. En La Poderosa decimos que nadie se salva solo, nos salvamos por el amor al prójimo y amor al barrio”.
SOLIDARIDAD – PARA DONACIONES
LA NUESTRA FÚTBOL FEMINISTA:
Correo electrónico: lanuestrafutbolfemenino@gmail.com /
Instagram: @lanuestrafutbolfeminista
LA GARGANTA PODEROSA
Instagram: @lagargantapoderosa
SEGUÍ LEYENDO