Seis palabras. En inglés. Escritas por una nena en Tanzania. “I feel proud to be girl” (“Me siento orgullosa de ser una niña") fue la frase que reorientó la brújula para marcar otro norte en la vida de Diana Sierra. Con la cartita de Alfonsina en las manos, la diseñadora colombiana renunció a un exitoso puesto en la sede de Panasonic en Nueva York para fundar Be Girl, una empresa social cuya misión es crear productos para que la menstruación deje de significar una estocada a las oportunidades.
“Llevaba un año repartiendo toallitas a casi 400 niñas alrededor de cuatro países cuando empecé a leer registros con lo que les gustaba y lo que no. Uno en particular me cambió la existencia. Decía que se sentía orgullosa de ser niña porque alguien, en alguna parte del mundo, había creado toallitas para ella. Como diseñadora y como mujer, que una pequeña a miles de kilómetros diga que se siente feliz de ser quién por el acceso a un producto que la deja vivir su cuerpo y manejar su menstruación de una forma digna, limpia y reivindicante significó todo para mí", cuenta Diana Sierra a Infobae desde Mozambique.
“Fue un momento tan crucial que decidí que esa sería la marca. Con la carta de Alfonsina el proyecto personal se convirtió en un proyecto de vida, y decidí cambiar laptops por panties”, sigue. Esta semana su agenda está enfocada en una infinidad de actividades organizadas para hablar de los períodos, en el marco del Día Internacional de la Salud Menstrual que se celebra hoy, 28 de mayo.
Para Diana ocuparse de la menstruación es una cuestión de dignidad, y se apoya en sus vivencias para explicarlo. Mientras trabajaba en Uganda descubrió el origen de las primeras desigualdades de género: las nenas abandonaban la escuela por no tener nada para controlar sus ciclos.
En ese viaje a Uganda Diana se encontró con que las nenas se ponían paja seca en las bombachas o pedazos de tela gruesa para poder ir al colegio. Como caminaban muchos kilómetros para llegar, terminaban “muy lastimadas y con llagas muy dolorosas entre las piernas”. Sierra diseñó para ellas unas bombachas reutilizables –con una especie de bolsillo en el que pueden poner y sacar un paño o algodón- y pasó a ser considerada “la mujer que revolucionó la menstruación en África”.
“La palabra dignidad encierra la sensación de respeto, de aprecio y amor hacia nuestros cuerpos. Pero para lograrlo necesitamos tener los medios. Sin el acceso a productos, la menstruación literalmente corta las alas, la posibilidad de movimiento, de interacción, y se convierte en una cárcel. Las niñas quedan atrapadas en sus cuerpos. Y no se trata únicamente de los productos, es contar con información para saber cómo funcionan los cuerpos lo que permite desandar montones de tabúes que generan montones de barreras para las niñas”.
Desigualdad menstrual
La mitad de la población mundial menstrúa. No es una opción. Es un proceso corporal que viven millones de mujeres y de varones trans durante varias décadas todos los meses del año.
Sin embargo no se habla de la menstruación, no se piensa cómo gestionar la menstruación, no se evita que la menstruación profundice desigualdades y vulnere derechos. En el siglo 21, la menstruación sigue siendo ese “amigo Andrés” que nos visita una vez al mes o el chorrito azul que muestran las publicidades mientras modelos radiantes con impolutas prendas blancas prometen máxima seguridad.
Para muchas y muchos atravesar la experiencia es una completa odisea. Según Naciones Unidas, en India y África entre el 20 y el 30% de las nenas faltan a clases por el miedo a mancharse que da no poder comprar lo necesario para la salud menstrual.
Y no hace falta cruzar el océano para encontrar limitaciones: en Argentina el costo anual aproximado de las toallitas ronda los $2.900 y el de los tampones $3.800, con una brecha salarial promedio del 27%. La copa menstrual que en plena cuarentena empezó a promocionarse por televisión cuesta $1.100. Es decir, se trata de un gasto de la canasta básica que recae sobre una parte de la población con menos ingresos y más expuesta a la informalidad laboral.
Si para colmo sumamos el contexto de crisis y de aislamiento preventivo y obligatorio que generó el coronavirus, menstruar se vuelve inviable. Natsumi Shokida, integrante de la campaña #MenstruAcción de la organización Economía Femini(s)ta, lo describe para Infobae:
“La pandemia pone de relieve las desigualdades pre-existentes al covid-19, y estas al mismo tiempo se profundizan. Problemáticas como la pobreza e indigencia, el trabajo informal, el hacinamiento, la falta de acceso a servicios básicos se agudizan. Sabemos además que las mujeres, las trans y travestis, y los hogares comandados por ellas, están particularmente expuestos a estos escenarios, al tiempo que sobre ellas recaen mayoritariamente los trabajos domésticos y de cuidados. En estas situaciones seguimos menstruando. Hasta podríamos cuantificar el paso de la cuarentena en menstruaciones”.
Así las cosas, Natsumi propone: “Desde #MenstruAcción siempre destacamos que la gestión menstrual no puede seguir siendo un factor de desigualdad, por eso exigimos la quita del IVA de los productos; la provisión gratuita en espacios como escuelas, universidades, hospitales, cárceles y refugios; además de datos e investigación sobre el tema. Porque sino, ¿qué pasa con quienes no pueden adquirirlos? Usar métodos inadecuados para contener el sangrado implica potenciales infecciones, vulnerando aún más la salud de algunos sectores sociales”.
Fifty-fifty
Vale remarcarlo: no se trata solamente de poder contar con los elementos de protección. Lo importante también es democratizar el conocimiento, desparramarlo para echar por tierra cantidades de cuentos y de leyendas que se inventaron sobre la menstruación.
Sociedades que creen que caminar detrás de alguien que menstrúa puede hacer que se te rompan los dientes; o que bañarse mientras se sangra esteriliza y atrae tiburones. En algunos lugares no conviene tocar alimentos mientras dura el período pero sí comer chocolates sin riesgo a engordar.
Para Diana Sierra es clave la educación y, muy especialmente, implicar a los varones en la conversación: “En los primeros talleres de Be Girl nos enfocábamos en capacitar a las niñas y adolescentes. Pero notamos que los niños se sentían al margen y esa situación generaba más brechas. Entonces los sumamos, pensando en romper tabúes y crear una cultura de respeto mutuo. En las clases además empezamos a usar el SmartCycle que diseñamos, que es una herramienta que permite conocer el ciclo menstrual y que ha sido súper interesante para abordar a los muchachos. Porque claramente no es lo mismo hablar con chicos sobre menstruación con una toalla sanitaria en la mano que hacerlo en forma lúdica con un relojito".
Los encuentros con niñas y niños se llaman “Construyendo ciclos de empatía”. "Han sido fundamentales. Les permite interiorizar la información, adueñarse de ella y al mismo las y los vuelve agentes de cambio de ideas y percepciones. Por eso ahora nuestras campañas son 50% niñas y 50% niños. Si no involucramos de igual manera a los varones, el trabajo se hace a medias”.
Mantenido en el closet, para gran parte de la humanidad el cuerpo sangrante se vuelve condena, sufrimiento, inequidad. La gesta de instalar la menstruación en la agenda pública es la posibilidad de establecer alianzas más justas entre nuestros cuerpos biológicos y sociales. De promover la autonomía y el empoderamiento de la mitad del globo. En palabras de Diana Sierra: “Alzar la voz, concientizar y educar es defender nuestra dignidad menstrual”.
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