Los conjurados, los fervorosos y los que se perdieron la cita con la Historia: la Semana de Mayo según sus protagonistas

Beruti, Belgrano, Cisneros, Saavedra y otros. Y el infaltable observador inglés. La voz de los testigos permite captar el clima de época, las mentalidades y el impacto de los hechos. Memoria no es historia, pero sí uno de sus componentes esenciales

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Recreación del 25 de  mayo de 1810, y el pueblo expectante  a la espera de noticias.
Recreación del 25 de mayo de 1810, y el pueblo expectante a la espera de noticias.

Algunos de los textos que se reproducen a continuación fueron escritos años después de los hechos que relatan: la memoria puede fallar o puede haber una intencionalidad y una reelaboración interesada. Eso no les resta interés; sólo exige precaución.

De su lectura surge la evidencia de que muchos actores se preparaban para el momento en que los acontecimientos europeos generarían las condiciones para dar el primer paso hacia la autonomía.

Más allá del eterno debate sobre si la “máscara de Fernando” era sólo eso -una coartada para disimular el verdadero objetivo: la independencia- o era una sincera lealtad al Rey de España, lo que trasluce por ejemplo el informe de Lord Strangford al Ministro de Exteriores del Reino Unido es que si España se hubiese mostrado más comprensiva y flexible con las aspiraciones criollas, la ruptura podría haberse evitado.

También se percibe cómo la noticia de la caída de de la Junta Central de Sevilla fue el catalizador de todos los planes y tendencias. Y cómo el propio Virrey Cisneros, intentando calmar las aguas, aceleró el proceso.

Un dato curioso es que Manuel Belgrano, que contribuyó activamente a la realización del Cabildo abierto del 22 de mayo que destituyó al Virrey, afirma que no sabe cómo llegó su nombre a la lista de vocales para la Primera Junta… Su testimonio, escrito en 1814, ya trasunta amargura, porque la Revolución no ha dado los frutos que esperaba.

Del relato de Saavedra, se desprende el protagonismo esencial del regimiento de Patricios, germen del Ejército patrio: el Virrey se resigna a convocar a Cabildo abierto recién cuando comprende que ha perdido el respaldo de esa fuerza.

Es curiosa también la respuesta de algunos a la convocatoria a esa asamblea de vecinos del 22 de mayo: según José María Rosa, Pedro Díaz de Vivar adujo “no haber ido porque llovía”; Benito González Rivadavia por “hallarse en cura radical de tres días a esta parte” y Gervasio Antonio de Posadas, futuro director supremo de las Provincias Unidas, por “estar legítimamente ocupado”...

Graciosa es la queja del Virrey de que en el Cabildo Abierto se colaron algunos “hijos de familia, bolicheros y otras personas sin arraigo de vecindad”. Nada nuevo bajo el sol.

Por otra parte, queda muy claro el rol esencial del dúo French y Beruti -injustamente reducido por los manuales al reparto de escarapelas- pero que estaban allí con sus hombres para controlar que hubiera una mayoría de revolucionarios en el Cabildo Abierto.

TESTIMONIOS Y DOCUMENTOS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Gervasio de Posadas, en su Autobiografía

“Yo vivía tranquilo en mi casa con mi dilatada familia disfrutando una mediana fortuna, y ejerciendo el oficio de notario mayor de este obispado desde el año 1789. Me hallaba trabajando en asuntos de mi profesión cuando en el mes de Mayo de 1810 recibí esquela de convite a un cabildo abierto que con anuencia del virrey se había acordado para la mañana del día 22. No concurrí por hallarme legítimamente ocupado.”

Testimonio español anónimo

“Todo ha sido un desorden entre ellos y todo lo han hecho por la fuerza y con amenazas públicas ante el mismo cabildo. El día 26 todo está en silencio; ellos mismos son los que andan arriba y abajo en las calles con los sables arrastrando, metiendo ruido y nadie se mete con ellos (…) Le han querido echar la culpa al pueblo y el pueblo no se ha metido en nada, antes más bien los honrados vecinos procuraban no meterse en nada y daban sus votos a favor del señor virrey, pero esto no les gustaba, y ha quedado el pueblo muy disgustado por los sujetos que han metido en la Junta; los dos comerciantes (que) son Matheu y Larrea, son de su partido”.

Diario anónimo conservado en el Archivo Nacional (citado por José María Rosa)

“Día 21 de mañana se comenzaron algunos patriotas a juntar en la plaza, sabedores y hablados de lo que iba a ocurrir, todos en corrillos muy alegres, y se apareció uno de ellos repartiendo cintas blancas para divisa de la unión, y el infeliz retrato de Fernando VII para que les sirviera de apoyo, y ninguno les decía nada debido a que ellos tenían la fuerza”.

La Primera Junta de Gobierno a pleno.
La Primera Junta de Gobierno a pleno.

Manuscrito anónimo citado por el historiador Roberto Marfany

“Amanecieron lunes 21 en Plaza Mayor bastante porción de encapotados con cintas blancas al sombrero y casacas, en señal de unión entre americanos y europeos y el retrato de nuestro amado monarca en el cintillo del sombrero (con lo) que vestían a todo el que pasaba por allí. Comandábalos French, el del Correo, y Beruti, el de Cajas”.

Carta conservada en el Archivo de Montevideo, citada también por Marfany

“La mañana del lunes (21) French, Beruti, oficial de las Cajas, y un Arzac que no es nada, fueron a la plaza como representantes del pueblo y repartieron retratos de Fernando VII y unas cintas blancas que la tropa traía en el sombrero y atadas en los ojales de la casaca”.

Proclama del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros a los vecinos, 18 de mayo de 1810

Acabo de participaros las noticias últimas conducidas por una fragata mercante inglesa (que) arribó a Montevideo el 13 del corriente. Ellas son demasiado sensibles, y desagradables al filial amor que profesáis a la Madre Patria, por quien habéis hecho tan generosos sacrificios. Pero ¿qué ventajas produciría su ocultación (...)? Por otra parte, es de mi obligación manifestaros el peligroso estado de la metrópoli de toda la monarquía, para que instruidos de los sucesos redobléis los estímulos más vivos de vuestra lealtad y de vuestra constancia contra los reveses de una fortuna adversa, empeñada por decirlo así, en probar sus quilates.

[.......] ...me he impuesto (el deber) de que en el desgraciado caso de una pérdida total de la península, y falta del Supremo Gobierno, no tomará esta superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta capital a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes (...). Y yo os añado con toda la ingenuidad que profeso; que lejos de apetecer el mando veréis entonces como toda mi ambición se ciñe a la gloria de pelear entre vosotros por los sagrados derechos de nuestro adorado monarca, por la libertad, e independencia de toda dominación extranjera de estos sus dominios (...)

Carta citada por el historiador Vicente Fidel López en La gran semana de 1810, firmada con las iniciales “C.A” y atribuida a Cosme Argerich

“La Junta quedó provisoriamente encargada de la autoridad superior de todo el Virreinato (…) y los nombrados prestaron juramento de conservar la integridad de estos dominios a nuestro amado soberano don Fernando VII. A muchos nos ha chocado esta última cláusula porque es una reverenda mentira; pero dicen que por ahora conviene hasta que tengamos bien firme el terreno (…). De allí corrimos a los cuarteles a hacer tocar diana y a las iglesias para echar a vuelo las campanas (…) ¡Decirte el júbilo y el frenesí del pueblo es imposible! La tarde ha estado lluviosa y a la noche ha continuado lo mismo, pero la calle del Cabildo, la de las torres, la del Colegio y la Plaza, estaban llenas de gentes (…) La mayor parte de las ventanas estaban abiertas e iluminadas con candelabros y en las piezas hay niñas y señoras recibiendo a sus amigas, tocando el clave y bailando (…)”

Baltasar Hidalgo de Cisneros, el último virrey que tuvo Buenos Aires.
Baltasar Hidalgo de Cisneros, el último virrey que tuvo Buenos Aires.

Informe de Cisneros, junio de 1810

“Había yo ordenado que se apostara para este acto (el cabildo abierto del 22 de mayo) una compañía en cada bocacalle de las de la plaza a fin de que no permitiesen entrar en ella ni a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la tropa de los oficiales eran del partido de los facciosos (…). Negaban el paso a la plaza a los vecinos honrados y los franqueaban a los de la confabulación; algunos oficiales tenían copias de esquelas de convite sin nombres y con ellas introducían a sujetos no citados por el cabildo, o porque los conocían o porque los ganaban con dinero; así es como en una ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombres, solamente concurrieron 200, y de éstos muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad”

Discurso de Juan José Castelli en el cabildo abierto del 22 de Mayo

Desde que el señor Infante Don Antonio [un tío de Fernando VII a quien éste confió la presidencia de la Junta Suprema de Gobierno] salió de Madrid, ha caducado el gobierno soberano de España. Ahora con mayor razón debe considerarse que ha expirado, con la disolución de la Junta Central [que] no tenía facultades para establecer el Supremo Gobierno de Regencia, ya porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno y no podían delegarse, y ya por la falta de concurrencia de los diputados de América en la elección y establecimiento de aquel gobierno, que es por lo tanto ilegítimo. Los derechos de la soberanía han revertido al pueblo de Buenos Aires, que puede ejercerlos libremente en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se supone no existir, la España en la denominación del señor don Fernando VII.

Cornelio Saavedra
Cornelio Saavedra

Memoria autógrafa de Cornelio Saavedra, redactada en 1829

El mismo Cisneros, el 18 de mayo del año 1810, anunció al público por su proclama, que sólo Cádiz y la isla de León se hallaban libres del yugo de Napoleón. Yo me hallaba en ese día en el pueblo de San Isidro: don Juan José Viamonte, sargento mayor que era de mi cuerpo, me escribió diciendo que era preciso regresase a la ciudad sin demora (...). Cuando me presenté en su casa, encontré en ella una porción de oficiales y otros paisanos, cuyo saludo fue preguntándome: “¿Aún dirá usted que no es tiempo?” [...] Luego que la leí (la proclama de Cisneros), les dije: “Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”.

Me propusieron fuésemos a la casa de don Nicolás [Rodríguez] Peña, en la que había una gran reunión de americanos que clamaban por que se removiese del mando al virrey y crease un nuevo gobierno americano. Allí encontramos a los finados doctor don Juan José Castelli y don Manuel Belgrano. El primer paso que acordamos dar fue interpelar al alcalde de primer voto que lo era don Juan José Lezica y al síndico procurador doctor don Julián Leyva, para que con conocimiento del virrey Cisneros se hiciese un cabildo abierto, al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suerte (…)

[Cisneros] contestó al Cabildo que, antes de dar el consentimiento (...) quería tratar con los jefes y comandantes de la fuerza armada (...) Se nos presentó el virrey y nos dijo: “Señores, se me ha pedido venia (para) convocar sin demora al pueblo a cabildo abierto (...). Llamo a ustedes para saber si están resueltos a sostenerme en el mando como lo hicieron el año 1809 con Liniers (...)”.

Viendo que mis compañeros callaban, yo fui el que dijo a S. E.: “Señor, son muy diversas las épocas (...). En aquélla (enero 1809) existía la España, aunque ya invadida por Napoleón, en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas, están subyugadas por aquel conquistador (...) ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León? (...) No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos (...). El que a V.E. dio autoridad para mandarnos, ya no existe: de consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella”. Esto mismo sostuvieron todos mis compañeros. Con este desengaño concluyó diciendo: “Pues, señores, se hará el cabildo abierto que se solicita”.

Domingo French y Antonio Beruti, claves a la hora de movilizar a la gente.
Domingo French y Antonio Beruti, claves a la hora de movilizar a la gente.

El diario de Antonio Beruti (Memorias curiosas)

“Efectivamente hoy mismo [25/5] se hizo nueva elección por el pueblo, y resultó de presidente nombrado a don Cornelio Saavedra y comandante general de armas; y vocales al doctor don Juan José Castelli, al doctor don Manuel Belgrano, secretario del real Consulado, don Miguel Azcuénaga, comandante de milicias provinciales de infantería, doctor don Manuel Alberti, cura de la parroquia de San Nicolás, don Domingo Matheu y don Juan José Larrea, comerciantes, y secretarios de ella los doctores don Juan José Paso y don Mariano Moreno. (...) Se enarboló bandera en el Fuerte, éste hizo salva, hubo repique general e iluminación en la ciudad.

Luego que juraron sus empleos los vocales de la Junta, salió al balcón del Cabildo el presidente Saavedra, arengó al pueblo a la fidelidad, paz y armonía, y lo que remató el pueblo viva la Junta.

El contento fue general con esta elección pues fue hecha a gusto del pueblo, y al contrario la primera que causó el mayor disgusto, que expuso a la ciudad a perderse. (...)

“En [dia] 27 [de mayo]. Todas las tropas de artillería, infantería y caballería formaron un cuadro en la plaza, salió la Junta, el presidente los arengó y juraron obediencia; y luego hicieron una descarga de artillería y fusilería con lo cual se concluyó.

“El [dia] 30 [de mayo] se hizo una solemne función en la catedral y se cantó el Tedeum en acción de gracias por la instalación de la Junta, la que asistió a ella con todos los tribunales; y pontificó el señor obispo; y dijo el sermón el doctor don Diego de Zavaleta habiendo ocupado la Junta el lugar preeminente donde presidían los señores virreyes.”

Manuel Belgrano
Manuel Belgrano

Autobiografía de Manuel Belgrano, escrita en 1814

[…]…habiendo salido por algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances (...).

Muchas y vivas fueron entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las autoridades (...). ...pues no hubiese un español que no creyese ser señor de América, y los americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas.

Se vencieron al fin todas las dificultades [y] aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una junta, de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve poco sentimiento. […]

No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a don Cornelio Saavedra. El congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el orden; una porción de hombres estaban preparados para, a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a ofrecérseme (...); pero nada fue preciso, porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro. ¡Ah, y qué buenos augurios! Casi se hace increíble nuestro estado actual. Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra de Dios, Él es quien la ha de llevar hasta su fin (...)

Los informes de Lord Strangford, embajador inglés ante la Corte de Portugal en Río de Janeiro, al ministro de Exteriores del Reino Unido, Lord Wellesley

“Su primer acto (de la Junta) fue renovar el juramento de obediencia a Fernando VII y de fidelidad a la causa de España. (...) Estoy inclinado a creer que una de las primeras reuniones de la Junta fue ocupada en discutir la política futura, tanto con respecto de Inglaterra como de esta Corte; y que fue resuelto tomar inmediatas medidas para atraerse el interés de aquella procediendo a abolir las restricciones que las leyes coloniales impusieron sobre el comercio en los establecimientos españoles, proveyendo a Inglaterra en consecuencia una anticipación en las ventajas que derivará de apoyar el nuevo orden de cosas, una prueba de que América española deseaba menos separarse de la Madre Patria que del intolerable sistema de opresión con que ella ha actuado en sus colonias… Yo sé que (la Junta) está determinada a enviar algún agente para tratar con el gobierno británico.

[30 de junio, luego de recibir a Matías Irigoyen, el enviado de la Junta]

En esta conversación el principal tema fueron las miras del nuevo gobierno, asegurándome -el agente- que su solo objeto era valerse de la presente cesación de toda sombra de autoridad legal en España para emancipar a las colonias de la tiranía de la Madre Patria, y preservarlas como un grande y floreciente Estado para el representante legítimo de la monarquía española…, que no tenían en el momento ninguna mira ulterior de independencia, sistema que sólo adoptarían como una alternativa para escapar del más grande de todos los males: volver al antiguo orden de cosas. (...)

[Strangford enumera los pedidos de la Junta a Gran Bretaña: que se abstuviera de apoyar las pretensiones de la Regencia de España o de la princesa Carlota, protección y ayuda al nuevo gobierno en Sudamérica, aunque fuese en secreto, y armamento]

[1° de septiembre]

Es de suponer que Gran Bretaña no vacilará en aceptar un arreglo que le permitirá tener la llave del océano Pacífico y de las Indias Orientales (por la ruta del cabo de Hornos); que la hará completamente independiente de cualquier otro país en cuanto al aprovisionamiento de sus Antillas; que le dará en estos mares una estación naval importante y segura…

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