Los días más misteriosos del Che Guevara: dónde y con quién estuvo antes de entrar a combatir a Bolivia

Durante años, la llegada del guerrillero argentino a Bolivia -país donde encontró la muerte en 1967- estuvo teñida de incógnitas. Aún hoy, sus biógrafos no se ponen de acuerdo sobre sus pasos. Aquí, la ruta que trazó antes de encontrarse con su destino final

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(AFP)
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Los más importantes biógrafos de Ernesto “Che” Guevara de La Serna nunca relataron con precisión, en sus investigaciones, las andanzas del “guerrillero heroico” antes de entrar en Bolivia. Puede entenderse que siguieron a pié juntillas el “relato” castrista de la época que hasta hoy es el que prevalece. La gran excepción es “La vida en rojo”, el libro del mexicano Jorge Castañeda, en la que descubre algunos momentos de Guevara antes de sumergirse en la selva boliviana. Desde mi punto de vista el notable silencio sobre los pasos de Guevara antes de entrar en su misión final se debe a qué había atrás o a los costados de las actividades castristas en América del Sur. Al final de esta reseña nos detendremos para explicar el por qué de tanto misterio.

Durante el verano de 1997, el general (R) Nikolai Leonov, ex vicedirector del Comité de Seguridad del Estado de la Unión Soviética entre 1983 y enero de 1991, el segundo cargo más importante dentro de la estructura del KGB, se encontraba dando una conferencia en el importante Centro de Estudios Públicos (CEP) de Chile. En un momento de su larga exposición, mientras intentaba explicar las coincidencias entre Fidel Castro y el Che, hizo un ligero silencio y luego aseveró: “Discutiendo una vez con los compañeros cubanos sobre la locura esa de meterse en la selva de Bolivia, un país mediterráneo, donde incluso de triunfar la revolución socialista sería imposible mantenerla, porque estaría rodeado de Estados por todos lados sin posibilidad de recibir ayuda ninguna, por primera vez oí una variante, que quizás era una variante posible: oí decir que Bolivia no era el punto final del Che Guevara, sino que era una especie de polígono donde tenía que entrenar la guerrilla, pero que el objetivo final tendría que ser Argentina, su país natal, donde había un fuerte movimiento clandestino que se levantaría en el momento de la incursión de las tropas desde afuera. Así que, en este caso, no se trataba de ninguna divergencia entre Fidel y el Che. Era un proyecto geopolítico: la repetición, en cierto modo, de la hazaña del propio Fidel, pero en otra escala, en otra región”. También consideró que “todo el territorio de América Latina era considerado por nosotros como un campo de cacería de oportunidades para el trabajo que debíamos realizar contra Estados Unidos. Eso sí, siempre pido disculpas a los latinoamericanos por haber usado su territorio para eso.” Hasta aquí ningún secreto. El planeta atravesaba lo que se denominó la “Guerra Fría”, entre 1945 y 1989.

Ernesto Che Guevara en Bolivia. Foto de Hulton Archive (Getty Images)
Ernesto Che Guevara en Bolivia. Foto de Hulton Archive (Getty Images)

“El Che no perseguía más que un solo propósito: dirigirse a Buenos Aires, con o sin preparación, recursos y acompañantes” dirá Ángel Brager, “Lino”, el encargado de Bolivia en los servicios cubanos. Casi las mismas palabras son las que pronuncia “Benigno”, Dariel Alarcón Ramírez, en su libro “Memorias de un soldado cubano”: “El Che nos explicó que él saldría para Argentina, incondicionalmente, y nos pidió que nosotros regresáramos a Cuba.” Esto fue dicho horas más tarde de reconocer su fracaso en el Congo y antes de encerrarse en una casa en Dar Es Salaam, Tanzania, y luego en otra casa de seguridad en Praga.

Tras largas discusiones, finalmente es convencido de ir a Bolivia. Ramiro Valdés Menéndez, en esos momentos Ministro del Interior y Manuel “Barbarroja” Piñero Losada, jefe del Departamento América del Partido Comunista Cubano, son los que tienen la parte ejecutiva, pero detrás de ellos estaba Fidel Castro, porque el G-2 era del mandamás de Cuba: “[…] Delegué en Raúl la organización de las Fuerzas Armadas mientras yo dejaba para mi uso el naciente aparato de la Seguridad”, le hace decir a Castro, Norberto Fuentes una persona que lo conoció muy bien, hasta en la intimidad.

Luís Carlos García Gutiérrez, “Fisín”, trabaja en un cambio de apariencia del jefe guerrillero. “Fisín” era un veterano comunista cubano (desde 1948), especialista en camuflar y realizar medidas cosméticas, y por sus manos había pasado lo más selecto de la nomenclatura comunista en diferentes instancias. Las sesiones de enmascaramiento duraron varios días porque Guevara no deseaba ser reconocido, ya que dudaba de todos: de los agentes apostados de los servicios de Inteligencia occidentales y los rusos. Según “Fisín”, en su libro “La otra cara del combate”, hizo de Guevara una persona bien diferente. Le puso un chaleco debajo de su camisa y saco que lo hacía más gordo; un corte de pelo de “máquina 0”, dándole una frente más amplia; gruesos anteojos, una prótesis bucal y zapatos que lo hacían más alto. Tenía la apariencia de un hombre gris, un promotor de remedios.

Foto tomada a fines de marzo de 1965 en una casa de seguridad de La Habana. Fidel Castro observa el pasaporte falso y el Che, fuera de foco, espera su aprobación.
Foto tomada a fines de marzo de 1965 en una casa de seguridad de La Habana. Fidel Castro observa el pasaporte falso y el Che, fuera de foco, espera su aprobación.

Guevara llego a Praga de incógnito, en marzo de 1966, vía ferrocarril y en la estación lo esperaba José Luis Ojalvo, “Ordóñez”, el “residente” cubano en Checoslovaquia. Como era previsible, no hay registro de su entrada en los archivos del Ministerio del Interior checoslovaco. En Praga, como ocurría desde hacía casi un año, cuando tuvo que salir de mala manera de La Habana en 1965, decía llamarse Ernesto Guevara de la Serna pero su pasaporte sostenía que era “Ramón Benítez”. Su documento lo acreditaba como nacido en Montevideo, Uruguay, y en realidad era de Rosario, Argentina. Era un jefe guerrillero sin guerrilla a su mando. Sostenía que iba a atacar la Argentina (en ese momento bajo un gobierno constitucional) y terminó en Bolivia. En esos días todo era un pasado signado de fracasos: Ex Ministro de Industria, ex titular del Instituto de la Reforma Nacional de Agraria (INRA), ex presidente del Banco Nacional de Cuba. Salvo su esposa Aleida March Torres, que fue llevada disfrazada por “Ariel” Juan Carretero a principios de año, todos los demás que lo vieron y trataron eran oficiales de Inteligencia que respondían a “Barbarroja” Manuel Piñeiro Losada. En otras palabras, Guevara era ya una ficha –importante por cierto- del espionaje cubano. De allí que seguir sus pasos exactos, día a día, es hoy imposible, porque es todavía en Cuba un secreto de Estado y los archivos disponibles no lo establecen. Guevara tenía en su contra, a diferencia de los grandes espías, que no pasaba desapercibido porque su rostro era mundialmente conocido.

Volviendo como clandestino a La Habana

Entre el 19 y 22 de julio de 1966, con un pasaporte uruguayo a nombre de Ramón Benítez y acompañado de Alberto Fernández Montes de Oca (“Pacho”), el Che salió de Praga en tren; ocupa el asiento 22 del vagón 181 y “Pacho” el 24 hacia Viena y después Ginebra y Zürich. Vía Moscú llega a La Habana. En el aeropuerto internacional de Rancho Boyeros lo esperaba Raúl Castro en son de paz y reconciliación (después de hablar muy mal de él, en la intimidad, con dirigentes extranjeros). Para el biógrafo Paco Ignacio Taibo II, Raúl Castro no recibió a Guevara. Llegó el 23 de julio a Rancho Boyeros y lo esperaban Piñeiro Losada y Raúl Menéndez Tomassevich (oficial de la Policía Nacional Revolucionaria en 1959 que luego se graduó en la Academia Militar Voroshilov, en la URSS. En 1967 intervino en el ataque a Venezuela y luego en Angola). En el libro cubano “Secretos de generales” relató:

Periodista: ¿Del aeropuerto para dónde fueron?

Tomassevich: Directo para la finca San Andrés, en Pinar del Río. Allí permaneció el Che hasta su salida para Bolivia.

Periodista: ¿Qué hablaron?

Tomassevich: Le informé que estaba preparando a un grupo de compañeros para formar una guerrilla. Le mostré el listado. Escogió a algunos e hizo por su cuenta una nueva relación. Entregué la lista al Ministro de las Fuerzas Armadas (Raúl Castro) quien después me informó que estaba aprobada.”

Entre la ficción, la historia y la leyenda.

Subsiste un gran misterio: ¿Cuándo realmente salió Ernesto Guevara de Cuba hacia Sudamérica? ¿Viajó directamente a Bolivia? Estas y otras preguntas no pueden ser respondidas por el gobierno de La Habana, simplemente, porque el agente castrista en ese trayecto violó aduanas; pasos migratorios y transgredió todos los preceptos internacionales que fundamentan las cordiales relaciones entre los países. Y Cuba, desde hace medio siglo, siempre violó todo, hasta la vida. Haciéndonos eco de una ironía que me dijo el general Vernon Walters (ex director adjunto de la CIA), el 21 de abril de 1988: “Fidel Castro hizo de Cuba el país más grande del planeta. La administración está en La Habana; el gobierno está en Moscú; el ejército en África y la población en Miami.”

La historia oficial dice que el sábado 22 de octubre de 1966 terminó la etapa de entrenamiento en una finca en Pinar del Río y, probablemente, el 23 Guevara partió hacia su destino boliviano. Recorre un largo trayecto –Moscú, Praga, Viena, Frankfurt, París, Madrid y San Pablo-. ¿Y si esta ruta es falsa y fue directamente al Sur de América Latina?

Para su biógrafo boliviano Reginaldo Ustariz Arze, el “empresario uruguayo” Adolfo Mena González -el Che- llegó a La Paz el jueves 3 de noviembre de 1966, en calidad de consultor de la OEA. La misma fecha la confirma el general (R) boliviano Gary Prado, en ese entonces capitán.

Caratula del prontuario de Ernesto Guevara de la Serna, “alias: el Ché”.
Caratula del prontuario de Ernesto Guevara de la Serna, “alias: el Ché”.

Jorge Castañeda pone su lupa en el recorrido de La Habana a Bolivia. Observa que hay puntos oscuros, días vacíos, acompañados de rumores. Para la reconstrucción histórica, simplemente, lo que se esconde es el paso de Guevara por otros países sudamericanos antes de entrar en Bolivia. Castañeda logra algunas revelaciones, pero no todas. Por ejemplo, hay testimonios que sostienen que pasó por Chile, Argentina y Uruguay. El biógrafo mexicano, tratando de correr el velo de misterio, cuenta que fue visto en una calle de Santiago de Chile. A pesar de haberse realizado una operación plástica de nariz y lucir diferente a años anteriores, Nora Feigin (cuñada de Gustavo Roca, en ese entonces casada con el diplomático argentino Julio Barboza), lo reconoció al Che en pleno centro de Santiago –la calle Monjitas—durante un atasco de vehículos. Recuerda que hacía calor “porque él estaba en mangas de camisa”. Guevara venía “acompañado de dos tipos que parecían por la pinta de (forajidos) ésos con los que salía Gustavo.” Nora observó que Guevara le hizo sutiles movimientos negativos de cabeza.

Como hemos visto la semana pasada su paso por la Argentina también fue detectado por Jorge Rulli y el padre Carlos Mugica Echague. Enrique Arrosagaray, en su libro “Rodolfo Walsh en Cuba”, lo entrevistó al psiquiatra Carlos Barés que habrá de reconocer que durante su paso por Buenos Aires, el comandante Guevara “estuvo con Juan Gelman, con Francisco “Paco” Urondo… el dejó acá, seguramente, algún tipo de órdenes. No vino para acá a tomarse una copa” y al poco tiempo “Paco” le habló para que entrara en la expedición; “estaban juntando gente.”

Foto de época de “Chichina” Ferreyra de Sánchez Bretón
Foto de época de “Chichina” Ferreyra de Sánchez Bretón

El lunes 18 de mayo último, María del Carmen Ferreyra, más conocida como “Chichina” quien en su juventud tuvo un “flirt” o “festejo”, como se decía en esa época, con el joven Ernesto Guevara, me escribió para dejarme una reflexión acerca de mi nota sobre Carlos Mugica, y de paso nos entregó otro detalle. Primero, Gustavo Roca de quien había dicho que era íntimo amigo del Che y Chichina me observó: “Roca no era íntimo de Ernesto. Lo conoció en Cuba. Cuando viajó a La Habana le pidió a mi parienta política Tatiana Quiroga, casada con mi primo Jaime “Jimmy” Roca, que le pusiera unas líneas de presentación. Así lo hizo y decía más o menos así: ´Ernesto, éste que te quiere hablar es primo de Jimmy´. Gustavo Roca me contó después, cuando Ernesto pasó por Córdoba, que una noche salió a ver casas. La suya (que había ocupado con sus padres) y la mía en la misma manzana”.

Confirmando lo dicho por “Chichina”, el viernes 18 de octubre de 2013, en Córdoba, me entrevisté con Lucio Garzón Maceda, socio de Gustavo Roca en el estudio de abogados. Me limité a preguntarle si él se había reunido con Guevara en esa misma oportunidad. La respuesta fue inmediata: “No, yo no estuve con el Che. Sí se entrevistó con Gustavo Roca”.

Volviendo a la personalidad de Roca, “Chichina” me relató otras anécdotas de las que solo voy a hacer notar, ahora, que “a Tatiana Quiroga le llamó mucho la atención cuando Gustavo, ya a punto de morir, estaba internado en el Hospital Privado, se encontró, en una visita que le hizo, con un militar no sé si oficial o suboficial en la puerta del cuarto muy apesadumbrado, casi llorando, y que les contó que era el encargado de llevarle soldados para darle sangre”.

“Chichina” tenía razón. El militar era un oficial, responsable del Destacamento de Inteligencia en Córdoba, que logró establecer con Roca una gran relación/intimidad, tanto que a veces caminaban despreocupados por las calles centrales de la ciudad. Ese oficial de la rama inteligencia me lo contó hace mucho tiempo. No lo voy a citar, solo diré que tuvo durante años un alto cargo en la estructura del Ejército que regenteaba Martín Balza. También Roca decía en familia que era amigo del general Mario Fonseca, que supo ser jefe de la Policía Federal durante el gobierno de Juan Carlos Onganía.

Previo a la internación de Guevara en la selva boliviana, el periodista Harry García Hamilton me contó del paso de Guevara por Tucumán. Se alojó unos tres días en la casa de su hermana Ana María Guevara de La Serna, casada con el arquitecto Fernando Chávez, a quien le habría entregado un par de centenares de miles de dólares para apoyar a los refuerzos guerrilleros que dejaba en el norte argentino. Una ex militante de Montoneros me dijo que el Che había dormido en un pequeño departamento que luego serviría de “casa de seguridad de Montoneros”.

¿Por qué desacreditar la historia del paso de Guevara por Montevideo, Uruguay, escrita por Sergio Israel, el ex director del semanario de izquierda “Brecha”? El relato está solventado por testimonios de gente que vive y ocupa cargos expectables, como asimismo viejos militantes de la izquierda clandestina. Según esta historia el paso secreto de Guevara, hacia Bolivia, fue coordinado por Rodney Arismendi, Secretario General del Partido Comunista del Uruguay (PCU). Abonando la historia de Sergio Israel, Jaime Pérez, sucesor de Arismendi, aceptó que “el Che salió de Montevideo y de aquí fue para Bolivia y mientras estuvo en Montevideo fue bajo la protección del partido.” La confirmación de la operación compartimentada fue revelada por Jaime Pérez en su libro “El Ocaso y la Esperanza”. En el libro “Secretos del Partido Comunista del Uruguay” de Álvaro Alfonso se agrega que en una operación encubierta del PCU, manejada directamente por Arismendi, el Che Guevara salió de Uruguay rumbo a Bolivia en un avión de la Fuerza Aérea.

Saltando el relato, se puede decir que antes de que Ernesto Guevara llegara a Bolivia, imaginando que luego pasaría a la Argentina para tomar el poder, el régimen castrista había depositado en nuestro territorio “el huevo de la serpiente”. Y, entonces, esa izquierda armada que depositó el castrismo con la complicidad de sus personeros argentinos intentó destruir aquello que se le oponía. La fuerza en ciernes debía derrotar a “los mercenarios”, como calificaba Guevara a los miembros del Ejército Argentino. Tras su muerte en Bolivia muchos miembros de la guerrilla pasaron por Praga, viniendo de La Habana, hacia la Argentina. Los nombres de sus integrantes más tarde ocuparían las primeras planas de los diarios nacionales. Entre 1969 y comienzos de 1970 el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se disolvió. Cada sector, cada columna, tomó su camino. Aunque habían sido entrenados en los PETI (Preparación Especial de Tropas Insurgentes) de Cuba, tenían sus diferencias. Algunas de tipo ideológico, otras personales. Se separaban, ahora, pero se volverían a unir más tarde.

La primera operación que realizaron las proto FAR, el 26 de junio de 1969, fue la “Operación Juanita”, la quema simultánea de supermercados atribuidos a Rockefeller. El 30 de junio de 1969, otra organización en ciernes, Descamisados, que se decía peronista, asesinó al Secretario General de la UOM, Augusto Timoteo Vandor.

Carlos Olmedo, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto fundaron las FAR y más tarde (octubre de 1973), para desafiar a Juan Perón, se juntaron en Montoneros, lo mismo que las FAP y otras organizaciones menores. Montoneros nació en mayo de 1970 con el asesinato del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu y el PRT-ERP se fundó en julio de 1970.

Ésta es una resumida narración de cómo nació el fenómeno de la violencia, a la que también contribuyeron los grandes desaciertos de la dirigencia argentina. Llegó hasta que la sociedad, con sus Fuerzas Armadas y de Seguridad, les marcó el límite. Era irremediable: Hubo grandes errores y aciertos. Es la historia sangrienta de la Argentina de fines de los sesenta y setenta, cuyos recuerdos nos persiguen hasta hoy y pocos los relatan.

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