Herlán Condori tiene 20 años y tres hermanos de 10, 5 y 2 años. Egresado Escuela de Educación Técnica (E.E.T.) N° 2 “General José de San Martín”, actualmente es estudiante de tercer año de la carrera Ingeniería Electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Herlán Condori es, también, uno de los 40 mil habitantes de la Villa 31. Huérfano de padre (falleció cuando él tenía 10), hasta que se decretó el aislamiento “social, preventivo y obligatorio”, el joven repartía sus días entre la Universidad y la feria La Salada, donde ayudaba a su familia a vender la ropa que ellos mismos fabrican.
Amante de las redes sociales y de la informática, a principios de marzo, Herlán se anotó en un curso de Marketing Digital gratuito que ofrecía Potrero Digital, una red de escuelas de oficios digitales orientada a la integración social, la capacitación y la obtención de trabajo para personas mayores de 16 años. Sin embargo, cuando se lo contó a su mamá no recibió la mejor de las respuestas. “Si es gratis, seguro que después te van a pedir algo a cambio”, le dijo la mujer que, quince días más tarde, tuvo que retractarse de aquella frase.
Es que dos semanas después, la OMS declaraba al coronavirus como Pandemia y, en Argentina, el Presidente Alberto Fernández anunciaba la cuarentena total. A partir de ese momento, los conocimientos que Herlán había empezado a incorporar en sus clases virtuales fueron la clave para sostener la economía familiar.
“Empecé a vender la ropa que cosíamos por Internet. Gracias al curso aprendí diferentes estrategias de venta online: desde cómo hacer una publicación atractiva, hasta cómo realizar la venta”, cuenta Herlán que, cada vez que recibe un pedido, lo despacha por Correo Argentino y lo cobra a través de Mercado Pago.
“Si bien podía ofrecer los productos a través de otras plataformas, como WhatsApp, Facebook o Instagram, la realidad es que no son del todo seguras. En Mercado Libre en cambio, la gente puede pedir referencias. De no haber sido por esto, mi familia y yo estaríamos pasando hambre”, sostiene.
EL ORIGEN
En Argentina los potreros son símbolo de fútbol, amistad y barrios humildes. Bajo esa misma lógica fue pensado “Potrero Digital”: como un espacio de encuentro, colaboración y desarrollo de habilidades, en este caso, vinculadas a lo digital.
La idea -cuenta Juan José “Yayo” Bertamoni (59), director de esta iniciativa- surgió en 2017 a partir de una charla entre Juan Campanella y Gastón Gorali de la productora “Mundoloco”. Mientras recordaban el film “Metegol” (2013), el director de cine y el productor cayeron en la cuenta de que, para la realización de esa la película animada, tuvieron que contratar desde el exterior personas con conocimientos de oficios digitales porque en Argentina no había quiénes los supieran hacer.
“Ese fue el puntapié. Se sumaron Carolina Biquard, de la Fundación Compromiso y Silvia Flores, de la emblemática Cooperativa La Juanita. A partir de ese momento, empezamos a pensar que ahí había un nicho de oportunidad de trabajo para los argentinos”, sostiene Bertamoni.
Un año después de aquella conversación nació Potrero Digital. La primera sede fue en la Cooperativa La Juanita en Gregorio de Laferrere, en el partido de La Matanza. En 2019 inauguraron otra en La Sociedad de Fomento de Morón y, actualmente, cuentan con siete nuevos Potreros: en CABA (Retiro, Barracas, Bajo Flores, Lugano, Ciudad Oculta) y en PBA (Pilar y Tigre).
“Ofrecemos especializaciones de cuatro meses en Programación, Animación de Videojuegos, Marketing Digital y Comercio Electrónico de la mano de empresas como Cisco, Digital House, Icana y Escuela Da Vinci, entre otras. Gracias a nuestro esfuerzo, logramos producir un cambio cultural en las comunidades en las que trabajamos: de los oficios manuales a los digitales. Este año teníamos planeado desarrollar otras escuelas, pero nos agarró la pandemia y el ciclo lectivo 2020 empezó siendo 100 % virtual”, explica Bertamoni.
Desde que se inauguró, hace dos años, Potrero capacitó más de 200 chicos. El dato: un 40% de ellos está trabajando en un emprendimiento propio, como Herlán Condori, en una compañía o como docentes de los cursos que ya hicieron.
Para Herlán, Potrero Digital es sinónimo de oportunidades. "Cuando uno crece en la Villa, piensa que no va a tener oportunidades porque es lo que te enseñan desde el comienzo”, explica. “Con la Pandemia, y ante la imposibilidad de seguir trabajando en La Salada, les comenté a algunos de los puesteros lo que estaba haciendo y me ofrecí a enseñarles a vender online, pero hay mucho prejuicio. Algunos desconfiaban, creían que les iban a robar el dinero”, agrega.
Sobre el confinamiento en la Villa y la muerte de Ramona Medina (la vecina del Barrio 31 que había denunciado la falta de agua), Herlán asegura que la noticia los estremeció. “Nadie está exento. Lo que le pasa al de al lado te puede pasar a vos. Sabemos que hay que quedarse adentro y lo estamos haciendo, pero acá en casa el espacio es pequeño y las máquinas de coser ocupan mucho espacio”, explica.
HACERLE FRENTE A LA BRECHA
Luis Guisbert (28) es Fundador de la Asociación Civil Social BA y referente de Potrero Digital en la Villa 31. Además, estudia Ciencia Política en la Universidad de San Andrés (donde está becado) y trabaja en la Secretaría Social y Urbana de la 31, donde vive en la manzana 21.
Consultado acerca de cómo hacen alumnos de Potrero que habitan en la Villa 31 para tener continuidad con las clases virtuales cuando muchas veces no cuentan con recursos como luz o agua, Guisbert asegura que se reprograman las clases o se busca la forma de hacerles llegar el contenido vía WhatsApp. Actualmente hay más de 200 chicos del Barrio tomando cursos.
“La conectividad defectuosa y la falta de equipamiento adecuado también suelen ser un problema. Estamos trabajando para hacerles llegar tablets o celulares modernos. A pesar de eso, el compromiso que tienen es muy alto. De a poco, lo viejo va quedando afuera. Cuando digo ‘lo viejo’ me refiero a que en una época, si vos ibas a la escuela y no te quedabas en la esquina eras un ‘gil’. Hoy ese paradigma se está modificando gracias a constancia de este tipo de personas, que tratan de buscar un camino hacia el progreso”, dice Guisbert.
DE ALUMNO A DOCENTE
Leandro Garrido (23) vive con sus padres y su hermano en González Catán. De Potrero Digital se enteró en 2018, luego de que su mamá se anotó en un curso de tejido en la Cooperativa La Juanita. “Cuando volvió a casa nos comentó que estaban dando cursos de Programación Web y nos dijo: ‘¿Por qué no se inscriben?’”, recuerda.
En ese momento Leandro no pudo hacerlo (”estaba cursando un terciario de analista de sistemas y de técnico de redes informáticas y no me daban los horarios"), pero su hermano sí. Su entusiasmo lo contagió y, al año siguiente, se anotó en el curso de Programación Web. Hasta ese entonces -recuerda Leandro- tenía pegado un cartel en la puerta de su casa donde ofrecía “Reparación de PC y soporte técnico a domicilio”. “Era una changuita”, dice entre risas.
Para Leandro, Potrero Digital funcionó como una “Puerta”. “Participar me abrió muchas puertas y se las puede abrir a cualquiera”, sostiene. Un año después de hacer su curso, en febrero de 2020, consiguió trabajo como Ingeniero de Preventa en una Empresa distribuidora de tecnología. “Nunca me imaginé que mi realidad podía cambiar tan rápido”, afirma el joven que, además, ejerce como docente en Potrero.
Como maestro, cuenta, disfruta de incentivar a sus alumnos, sobre todo ahora que las clases son a distancia. “Soy bastante ‘rompe’. No me gusta que se queden cómodos. Después de cada clase utilizo Kahoot (una plataforma gratuita que permite la creación de cuestionarios de evaluación) para ver si entendieron lo que les expliqué. A partir de la dinámica competitiva, los impulso a estar atentos y a sacarse las dudas”, cuenta.
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