Las paredes siguen pintadas de violeta oscuro, se ven carteles colgados que indican “prohibido fumar”, y hay cuadros de bebidas alcohólicas decorando el lugar. Es que hace apenas dos meses, este local de Palermo, funcionaba como un club nocturno de artistas.
Decretada la cuarentena social, obligatoria y preventiva distintos comercios debieron reinventarse para poder subsistir, y el boliche Beatflow no fue la excepción. Para poder reabrir sus puertas, en un juego de palabras, adoptó el nombre de Greenflow: en vez pasar música, ahora es un verdulería.
Ubicada sobre la Avenida Córdoba al 5500 dejó su clásico horario nocturno y ahora funciona de 10- 22hs . "Después de un mes inactivos sin poder generar ingresos, pagar el alquiler y los sueldos de nuestros 30 empleados, le encontramos la vuelta. Es un abismo pasar de estar entre fiestas, presentaciones y música a convivir entre huevos, uvas y zapallos”, admite Irini Capponi, una de las dueñas del emprendimiento familiar.
Es que Beatflow era uno de los sitios nocturnos más populares de la zona con un programación rica y diversa, impulsando la cultura emergente. "Respetemos a la pista de baile como representación artística por eso les abríamos la puerta a músicos, Dj y animadores”.
Irina heredó la pasión por el mundo de su padre. “Mi papá -Mario Capponi- fundó en los ’70 su primer club de arte, donde dictaba talleres de teatro y se presentaban espectáculos. En el 2000, para solventar los gastos, junto con mis hermanos ideamos algunas fiestas, donde nos encargábamos de animar... Soy también conocida como Dj Queen Flow”.
La última vez que hubo magia en las pistas de Beatflow fue el primer fin de semana de marzo: la fiesta de la Srta. Bingo, que convocó a 400 invitados. "Teníamos fechas cerradas hasta fin de año, que obviamente tuvimos que reprogramar sin previsiones a futuro”.
De las ganancias del club viven 30 familias. “Nos estábamos endeudando con el alquiler y los gastos fijos entonces salimos a buscar la forma de subsistir. Sabemos que los bares, restaurantes y comercios de este rubro van a ser los últimos en poder volver a funcionar. Y cuando reabran sus puertas tampoco sabemos de que manera será”.
Con el permiso de alimentos habilitante buscaron mesas de trabajo, pidieron dos balanzas industriales y fueron al Mercado Central. “Me levanto a las 5 de la mañana para buscar mercadería, antes me iba a dormir a las 6. Estamos en proceso de aprendizaje, la primera vez nos vendieron verdura podrida”, cuenta.
Desde Greenflow se encargan de armar los bolsones para repartir a domicilio por la zona de Palermo de 14 a 21 horas. “Tomamos los encargó de 10 a 22 vía teléfono o redes sociales. Se vende bien, hay demanda, pero recién nos estamos organizando. Es cuestión de entender el negocio para lograr recontratar a los empleados que debimos suspender. No somos de quedarnos quietos. Estamos poniendo el cuerpo para ayudar al barrio y a los que están en una situación peor que la nuestra".
"Siempre me pregunté si dejaba la vida del boliche a qué iba dedicarme, jamás imaginé tener una verdulería a cargo”. Lejos de quejarse, Irina, mantiene su espíritu positivo: “Al mal tiempo buena cara, en este contexto tener trabajo es una bendición”.
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