Poco después de las 13:30 del miércoles en Argentina, la elefanta que vivió 50 años en cautiverio en circos y zoológicos de Argentina llegó al Santuario de Elefantes de Brasil, en Chapada dos Guimarães, en el Mato Grosso. Se tomó su tiempo para salir de la caja en la que viajó exactamente 2.752 kilómetros, y poco después de que Scott Blais –director del que ya es su nuevo hogar– abrió la puerta del sector de adaptación, asomó su trompa y comenzó a oler el césped natural y la tierra colorada con la que jugó un poco y, a modo de reconocimiento, la lanzó sobre su cabeza y lomo.
La transmisión en vivo del santuario y del Global Sanctuary for Elephans —la asociación que rescata elefantes en cautiverio y a la que pertenece el nuevo hogar de Mara— fue seguida por más de 7 mil personas que esperaron con ansiedad que la elefanta abandonara por completo el habitáculo en el que se trasladó durante cerca de 4 días. Le llevó 50 minutos pasar directa y voluntariamente a un espacio especialmente acondicionado, donde estará uno o dos días según sus propios tiempos de adaptación.
Durante el viaje se hicieron paradas cada tres horas para atender a tres parámetros básicos: agua, comida y materia fecal. “Esto también fue un indicador del comportamiento de Mara, porque si no comía o no tomaba agua, debíamos ver qué hacer para mantenerla hidratada”, aclaró Federico Iglesias.
“La estructura del santuario tiene un sector para elefantes al aire libre, muy similar a las áreas de manejo y de tratamiento del Ecoparque, ya que está techado, pero toda esa parte es abierta. Apenas se abra la caja de traslado se le dará la oportunidad de ingresar allí. Ella pasará la noche en ese lugar para descansar, comer, tomar mejor y depende de su comportamiento si al otro día podemos permitir que otro elefante ingrese para que esté en contacto con ella, no directamente sino a través de barreras físicas. Esta es una parte crítica en la que se pueden tocar con las trompas, pueden olerse, verse, pero hay barreras de seguridad”, había anticipado Blais a Infobae sobre qué sucedería con Mara una vez que arribara al santuario.
El lugar está rodeado de selva, tiene 28 hectáreas y conviven allí otras tres elefantas asiáticas. Una de ellas husmeó cerca cuando vio a Mara, lo que la hizo retroceder cuando comenzaba a salir de la caja. La elefanta había dejado el Ecoparque porteño en la tarde del sábado, viajó parada y pese al cansancio se mostró en perfectas condiciones.
“Mara llegó en perfecto estado de salud y manifestando buen ánimo. Apenas salió de la caja jugó con agua y se tiró tierra con su trompa como lo hacía acá”, informó la secretaria de Ambiente de la Ciudad a través del Ecoparque.
Pese a llevar cerca de cuatro días, el trayecto duró menos horas de las estipuladas debido a que las rutas estaban prácticamente vacías por la cuarentena, y contó con un protocolo de traslado especialmente adaptado a las exigencias sanitarias exigidas por la pandemia de COVID-19 que estamos viviendo.
“Estamos realmente muy contentos y emocionados por haber acompañado a Mara y porque salió todo según lo planeado”, dijo Federico Iglesias, subsecretario a cargo del Ecoparque porteño, que acompañó el viaje junto a la veterinaria y una de las cuidadoras de la elefanta.
El funcionario destacó la solidaridad de las entidades que fueron parte del traslado tanto en Argentina como en Brasil. “La coordinación y predisposición fue fantástica. Entre el gobierno nacional y de la Ciudad se hizo un trabajo impecable”, destacó, y subrayó que “Ambiente Nación puso a disposición dos inspectores que nos escoltaron”.
“Que Mara esté hoy en Brasil es el resultado de una decisión que tomamos hace mucho tiempo, cuando transformamos el Ecoparque. Hace unos años veíamos este hito como algo lejano, casi imposible. Trabajamos todos los días cumpliendo con todos los pedidos y las regulaciones legales. Un día nos sorprendió la pandemia, adaptamos el protocolo, y hoy, Mara camina en un ambiente natural por primera vez en su vida”, aseguró Eduardo Macchiavelli, secretario de Ambiente de la Ciudad.
Además, para que Mara fuera aceptada por el santuario de Brasil debió pasar una cuarentena sanitaria en el viejo zoológico porteño al cuidado de un equipo de veterinarios del Senasa que certificaron oficialmente que está libre de tuberculosis, fiebre aftosa y leptospirosis, entre otras enfermedades. “Mara entra en la gente a la velocidad de la luz, su historia conmueve y provoca algo difícil de contar. Es una alegría enorme para todos los que estuvimos con ella saber que ya está disfrutando en su nuevo hábitat”, dijo a este medio María Cristina Cosma, médica veterinaria de la oficina Palermo del Senasa a cargo de cuidar a la elefanta durante su estadía en el Ecoparque.
Si bien en este caso no es necesario un proceso de cuarentena, ya que fue completado exitosamente en el Ecoparque porteño, sí será necesario un período de adaptación que estará a cargo del personal técnico del santuario. Éste la relacionará con su nuevo ambiente, dieta y manejo en general. El tiempo que dure esta adaptación dependerá de la evolución de Mara durante este proceso.
En el santuario viven las elefantas Lady, Rana y Maia. Las tres tienen un pasado similar al de Mara: pasaron por circos y zoológicos.
“Estamos todos muy emocionados y conmovidos con todo lo que significó el traslado de Mara. Que pueda vivir el resto de su vida en ambiente natural es un mensaje y una lección para entender cuál es la relación que tenemos que tener con la naturaleza”, agregó Macchiavelli.
Por su parte, Iglesias remarcó que “fue fundamental el trabajo que se hizo previo a su salida y el apoyo que tuvimos de muchos de los actores involucrados para que el santuario sea la nueva realidad de Mara. El viaje fue largo pero en todo momento estuvo monitoreada por veterinarios y cuidadores”.
Por el momento, en el Santuario de Elefantes de Brasil (SEB) viven elefantas asiáticas por lo que las próximas en llegar (sin fecha concreta) son Pocha y Guillermina, madre e hija, que están en el Ecoparque de Mendoza. Cuando abran el espacio para recibir elefantes de origen africano será el turno de las dos que quedan en el Ecoparque porteño.
El viaje de Mara
En la tarde del sábado 9 de mayo, Mara caminó lento por su recinto en el Ecoparque porteño e ingresó voluntariamente a la caja de traslado. Minutos más tarde, su cuidadores, veterinarios y personal que trabajó en su entrenamiento y cuidado la despidió con caricias y lágrimas antes de comenzar su viaje. A las 19:36 abandonó el Ecoparque del barrio de Palermo.
Mara viajó despierta y no abandonó la caja en ningún momento, y durante el trayecto fue monitoreada cada dos o tres horas por parte del equipo técnico que la acompañó, alimentó, limpió y evaluó hasta Foz de Iguazú. En las paradas que se realizaron para chequear que todo estuviera bien comió frutas y verduras, alfalfa, bambú y una nutrición suplementaria.
En la mañana del lunes, ya en la Aduana de Iguazú, se realizaron los trámites pertinentes; y el equipo de veterinarios y cuidadores del Ecoparque se despidió de Mara y tomó la posta el equipo del Santuario de Elefantes, que se encargará de la elefanta de ahora en adelante.
Al día siguiente, en la mañana del martes 13, la caja de traslado de Mara se cambió a un camión más chico y adaptado para la ruta brasileña, hasta que pasado el mediodía de este miércoles, Mara descendió voluntariamente de la caja y caminó tímidamente por el campo. “Debimos cambiar de trasporte porque la ruta en el ingreso del Mato Groso era de tierra y debía ser más alto para evitar impactos en ella”, aclaró Iglesias.
Durante todo el viaje estuvo activo el protocolo de prevención de contagio en donde se minimizó el riesgo frente a la pandemia que estamos viviendo para todas las etapas del traslado.
Mara era la única elefanta asiática del Ecoparque porteño. Compartía su recinto con dos elefantas africanas, Kuky y Pupy –hermanas nacidas en el Parque Kruger de Sudáfrica– que serán trasladadas al mismo lugar “cuando el santuario de Brasil habilite el sector para elefantes africanos”, anticipó Iglesias minutos previos a la salida de Mara.
Las próximas en realizar su viaje serán las elefantas Pocha y Guillermina, madre e hija, que viven en el ex zoológico de Mendoza. “Lo harán cuando se cumplimenten todos los pasos requeridos por las autoridades de Fauna”, informaron ayer desde Proyecto ELE (Estrategias para la Liberación de Elefantes), la campaña de la Fundación Franz Weber que trabaja en la protección y liberación de los elefantes en cautiverio.
Mara tiene entre 50 y 54 años (la esperanza de vida en cautiverio para esta especie es de 75 años). Llegó al antiguo zoológico porteño el 16 de octubre de 1995 producto de un decomiso judicial por la quiebra del Circo Rodas y el 9 de mayo de este año fue trasladada para tener una mejor calidad de vida.
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