Tras 50 años en cautiverio, Mara dejó el Ecoparque e inició el camino que la llevará al Santuario de Elefantes de Brasil

Pasadas las 19:30, dejó el predio que ocupaba desde 1995. Fue despedida por un grupo de activistas y algunos vecinos desde sus balcones. La historia de la elefanta y el proceso recorrido para lograr su derivación

Con total tranquilidad, a las 17:00, Mara ingresó voluntariamente a la caja que la lleva al Santuario de Elefantes de Brasil. La caja pesa 5.750 kilos y tiene 5 metros de largo, 2 de ancho y más de 3 metros de altura. Tiene un sistema de ventanas para monitorearla. (Ecoparque)

Mara se fue. A las 19:36 de este sábado 9 de mayo de 2020, dejó para siempre el Ecoparque de Buenos Aires y partió camino a su nueva vida. Había ingresado allí el 16 de octubre de 1995 como parte de un decomiso judicial del Circo Rodas. Atrás deja el pasado de maltrato y explotación que padeció en circos y zoológicos. La esperan 2.700 kilómetros para llegar a su último destino y en el camino irá acompañada por su veterinaria, su cuidador y el aliento esperanzado de miles de personas que, en su propio encierro durante la cuarentena, la despiden con buenos pensamientos.

Afuera del Ecoparque porteño, sobre Avenida Sarmiento, un reducido grupo de activistas por los derechos de los animales esperaron su salida. Necesitaban, luego de años de manifestarse en la puerta del ex zooológico de la Ciudad pidiendo por los traslados de los cautivos, verla irse con sus propios ojos y decirle adiós. El sueño de muchos se hizo realidad: Mara, la elefanta nacida en cautiverio a fines de la década de 1960, vendida a circos y zoológicos, disfrazada para hacer reír luego de días de golpes, por fin conocerá lo más cercano a la libertad.

Las últimas horas de Mara en el Ecoparque

La liberación y el camino de la elefanta Mara hacia el santuario del Mato Grosso

Llegó el día. Cerca de las 16:00 el camión que se llevaría a Mara ingresó al Ecoparque y poco después de las 18:00 la elefanta subió a la caja que la traslada. “Estaba re tranquila y subió sola, sin que nadie le dijera nada, como si supiera adónde va”, contó una de las veterinarias detrás de las rejas del predio mientras se ultimaban detalles para la salida.

Mara viaja acompañada por personal del Ecoparque, entre ellos Federico Iglesias; Johana, su veterinaria y los sus cuidadores Florencia y Marcos. Además viajan seis choferes. En la frontera de Brasil esperarán Scott Blais y parte del equipo del santuario.
A las 19:36, Mara dejó el predio de Palermo (Ecoparque).

Luego llegó la grúa y, mientras se acomodaba, los cuidadores y el equipo de veterinarios comenzaban su despedida. Hubo selfies, hubo lágrimas, hubo ojos hundidos en lo poco que se veía de la figura de Mara en el interior de la caja, que fue preparada para que no le falte nada durante el trayecto que llevará, al menos, cinco días.

El traslado, que contará con un protocolo específico para proteger al animal y al equipo técnico del coronavirus, tomará entre cuatro y cinco días.

El viaje se hará a 60 Km/H y cada tres horas harán paradas de entre 10 y 30 minutos para controlar a Mara.
Las cuidadoras se despidieron de Mara. (Ecoparque)

Las sensaciones son encontradas. Estamos felices porque sabemos que estará bien y tristes porque no la vamos a ver tan seguido. Pero lo que paso hoy fue mágico porque entró sola a la caja. Estamos muy contentos por dar vuelta su historia y porque empieza una nueva, que es el último tramo de la vida de Mara en un santuario", dijo en la puerta del predio Federico Iglesias, subsecretario a cargo del Ecoparque. Y además agregó: “Mara rompe dos paradigmas: el de los circos y el de los zoológicos. Los primeros 25 años de su vida los pasó en un circo, los otros 25 en lo que fue el ex zoológico. Hoy es un día histórico porque arranca el camino de Mara hacia el santuario del Mato Grosso".

La noche cayó en la ciudad de Buenos Aires, que está casi vacía. Serán varias lunas las que separan a Mara de su nuevo hogar. Se estima que el lunes 11 de mayo llegará al límite con Brasil, hasta donde la acompañará el equipo que la cuidó y la ayudó a llegar bien a este momento. Debido a los nuevos protocolos preventivos, no podrán cruzar con ella, pero del otro lado la esperará Scott Blais, director del Santuario de Elefantes de Brasil, y la llevará hasta aquel sitio rodeado de selva.

Llanto al despedir a Mara. (Ecoparque)

Cuando Mara salió no hubo aplausos. Mientras el camión pasaba entre las personas, hubo lágrimas de emoción, hubo cánticos bajos, hubo abrazos, hubo tapabocas que escondieron sonrisas y que hicieron de paños para los llantos que ya no se pudieron ocultar. Lentamente dobló a la derecha, hacia Avenida Del Libertador y siguió su rumbo.

La historia de Mara, la elefanta asiática arrancada de la selva, golpeada en un circo y que fue la atracción del zoológico porteño en los ’90

Nació en cautiverio en la República de la India a fines de los años ’60 y fue comercializada por la Institución Tierpark Hagenbeck, de Hamburgo, en Alemania. Allí vivió en cautiverio hasta mayo de 1970, cuando fue adquirida por Ramón Tejedor y trasladada a la ciudad de Montevideo, en la República Oriental del Uruguay, donde permaneció en el “Circo África”. En junio de 1971 llegó a Argentina y fue comprada por el Circo Sudamericano.

Mara en el Circo Rodas a mediados de la década del '90. (captura)

Mara pasó por varios circos antes de ser comprada por el Rodas, al que llegó el 9 de marzo de 1980. De allí salió 15 años después, producto de un decomiso judicial tras las denuncias contra ese lugar, y el 16 de octubre de 1995 fue llevada en carácter de depósito judicial al Jardín Zoológico de Buenos Aires. Desde entonces compartió su cautiverio con las elefantas africanas Kuky y Pupy, dos hermanas nacidas en el Parque Kruger de Sudáfrica con las que no convivió mucho tiempo.

En 2013, el arribo de la Fundación Franz Weber al país significó para Mara, y los elefantes en Argentina, la apertura del camino a su traslado. La vida en el circo le dejó secuelas físicas y lo único bueno, entre comillas, fue parte del entrenamiento que recibió para levantar sus patas y que sirvió mucho en el objetivo de prepararla para su nuevo destino.

Mara ingresando al zoológico de Buenos Aires en 1995.

"Mara tenía entrenados comportamientos propios del circo y conductas que no tienen que ver con el cuidado animal. De alguna manera lo aprovechamos y adaptamos a sus propias necesidades para que nos permita, por ejemplo, limarle las uñas, cuidar las plantas de los pies y todo lo que estás viendo. Eso fue lo único ‘bueno’ que de esa cruel etapa”, dijo el veterinario Guillermo Wiemeyer, gerente de Bienestar Animal del Ecoparque, durante la visita que realizó Infobae a Mara, un día previo al inicio de su cuarentena de cara al traslado.

Tras años de reclamos, desde lo administrativo y desde el activismo, Mara tuvo el visto bueno para ser trasladada, pero el camino fue muy lento de acuerdo a sus necesidades. En 2017 parecía un hecho firme, pero recién en diciembre de 2019 el Gobierno porteño anunció oficialmente que en los primeros meses de 2020, Mara realizaría su ansiado viaje.

La llegada de una nueva pandemia tenía otros planes y pondría patas para arriba al mundo: el COVID-19 llegó a América del Sur y la cuarentena decretada por el presidente Alberto Fernández postergó los planes de traslado. Finalmente, el pasado jueves 7 de mayo desde el Ecoparque de Buenos Aires anunciaron que 48 horas más tarde, por fin, se haría efectivo.

La otra pata en el traslado de Mara: por qué el clamor de los activistas también fue fundamental para lograrlo

Uno de los tres "Abrazos al zoo" organizado por el grupo SinZoo. Miles de personas rodearon el predio tomadas de la mano, en silencio. (@sinzoo)

El activismo es una parte fundamental en el traslado de los animales en cautiverio porque lleva el tema el ámbito social y entonces hace que exista el debate social y que la gente se empiece a posicionar. Cuando el debate llega a la sociedad y ves que la balanza tira a favor de los derechos de los animales esto obliga a que la clase política tome decisiones que acompañan ese pensamiento social. Es muy difícil que las instituciones políticas hagan algo anticipándose al reclamo social, por lo general se hace al revés y la política va detrás del reclamo social. Y es como debe ser porque son nuestros representantes”, aseguró a Infobae Alejandra García, miembro de la Fundación Franz Weber en Argentina y coordinadora del Proyecto ELE (Estrategia para la Liberación de Elefantes), sobre el valor que tuvo el clamor popular encabezado por activistas animalistas.

La predisposición de las autoridades sanitarias, las de los zoológicos y ecoparques, el trabajo de las ONG´s y asociaciones, el de los santuarios, más el apoyo de los gobiernos locales y nacionales fueron indispensables para que cada una de las derivaciones pudieran realizarse. Pero afuera de las mesas de diálogo estaban las personas con sus carteles, megáfonos, repartiendo panfletos y explicando por qué el cautiverio de animales debía dejar de ser un espectáculo: el rol de los cientos de activistas y grupos animalistas logró poner el tema en el debate social y lo llevó a las casas, a los bares y pasó por los medios hasta llegó a la clase política, que debió tomar posición al respecto.

23/10/2015. Los propios trabajadores del ex zoológico porteño se manifestaron contra lo que sucedía allí adentro y las muertes de animales. (Télam)

“Si verdaderamente la clase política, que son los representantes de los ciudadanos, tiene un pensar mayoritario, es obvio que lo tiene que reflejar en leyes, ordenanzas, decretos o en las medidas que puedan tomar. Y a partir de ahí establecen otra forma de trabajar. El activismo en la calle posiciona a la sociedad, luego hay que acompañar a la clase política para que no se desvíe en la redacción de las leyes de lo que era el reclamo social. Muchas veces pasa que cuando una ley se debate, tiene infinidad de enmiendas y allí hay cosas que se podrán cambiar o mejorar, pero el espíritu, la filosofía de esa ley no se debe bastardear. Entonces siempre el activismo es importante, tanto el político como el de calle”, aclaró la también directora del Santuario Equidad, de Córdoba, Alejandra García. ¿Cuál fue el camino del activismo y qué tuvo que ver con los traslados de animales?

En 2013, la Fundación Franz Weber comenzó el pedido formal ante las autoridades, pero unos meses antes, la muerte predecible del oso polar Winner, en el zoológico de Buenos Aires, puso en vilo a la sociedad y se inició un movimiento hasta entonces impensado, al menos en los últimos 50 años.

Era la Nochebuena de 2012. El calor agobiante y los explosivos que festejaban la llegada de la Navidad hicieron detonar el corazón del animal, que fue encontrado muerto la mañana siguiente.

En esa misma tarde, las redes sociales que asomaban con un poco más de movimiento pasaron a tener otra finalidad: convocar a manifestaciones populares. Las puertas del entonces zoológico de Buenos Aires fueron ocupadas por manifestantes con pancartas que exigían “justicia por Winner” y asomaba un reclamo que con los días se hizo más grande: “Zoo = cárcel” y ″ liberación animal”, entre otros.

Siguieron las movilizaciones contra el remate del zoológico y también se reclamó que “La Noche de los Museos” saque de su grilla al zoo. Entonces nació la agrupación animalista SinZoo, que organizó los tres “abrazos” simbólicos. En 2014, propusieron un plan para el cierre organizado del predio y la propuesta obtuvo estado parlamentario en la Legislatura de la Ciudad. En 2015 pidieron que los legisladores avancen en su tratamiento.

Mientras, en las mesas de reuniones los directores de los zoológicos recibían a proteccionistas y representantes de fundaciones y asociaciones que comenzaban a hablar de la necesidad de realizar el “traslado” de los animales y la “liberación de las especies cautivas”. El viejo concepto de zoológico como entretenimiento y medio educativo comenzaba a caer para referirse, en teoría, a un novedoso concepto que incluiría la derivación de animales a santuarios para su recuperación. Nacían los ecoparques en Argentina.

En diciembre de 2012, se realizó una manifestación en la puerta del entonces Zoológico de Buenos Aires en reclamo de respuestas sobre la muerte del oso polar Winner. (CAI)

En tanto, las calles seguían siendo el lugar de reunión de cientos de activistas. En Buenos Aires se realizó el primer “Abrazo al Zoo”, una actividad que nació con la premisa de abrazar simbólicamente a los cientos animales que permanecían a la espera de una respuesta para su futuro. La organización SinZoo abrió el camino del reclamo que, al masificarse, fue escuchado por algunos políticos que se sumaron a la causa y la llevaron a la Legislatura porteña como proyectos de ley que no prosperaron.

Esos “abrazos” fueron anuales, pero domingo por medio la concentración en la puerta del zoológico fue incesante durante 4 años. Niñas, niños, adultos mayores, grupos de activistas, proteccionistas vecinos de Palermo y otros barrios y personas que pasaban con sus autos se manifestaban a favor del cierre, la reconversión del lugar y el pedido por llevar a los animales a otros espacios, otros paisajes.

Atendiendo a ese reclamo, el 23 de junio de 2016, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta anunció el cierre del zoológico porteño, su progresiva reconversión a Ecoparque y la posterior derivación de los animales. El traslado de Mara, por su triste pasado y por estar sola, fue uno de los primeros que se pidió al igual que la de la orangutana Sandra, que fue trasladada al santuario Center of Great Apes, en Florida (EEUU), el 26 de septiembre de 2019.

En paralelo, la salud del oso polar Arturo se debilitada en el zoológico de Mendoza y recibía unas barras de hielo en su recinto de rocas. Hasta se le puso un aire acondicionado para que no tuviera el mismo final que Winner. Lo tuvo los primeros días de julio de 2016, a los 30 años.

A poco de irse, la elefanta Pelusa murió el 4 de junio de 2018 en el recinto que ocupaba en el zoológico de La Plata. (Roberto Garcia)

Las tristes pérdidas y los incesantes reclamos populares obligaron a los zoológicos de otras ciudades a sumarse al proceso de cierre y reconversión, e iniciaron sus propios traslados con el apoyo de gobiernos locales y el trabajo de organizaciones proteccionistas. Del zoológico de Colón, de Santiago del Estero y de Mendoza fueron algunos de los que se realizaron los primeros exitosos traslados. A poco de irse, la elefanta Pelusa murió el 4 de junio de 2018 en el recinto que ocupaba en el zoológico de La Plata.

Finalmente, el 19 de diciembre de 2019, el secretario de Ambiente de la Ciudad de Buenos Aires, Eduardo Macchiavelli anunció el traslado de Mara para “los primeros meses de 2020”. De cara a la cuarentena, a mediados de febrero, el equipo de veterinarios y cuidadores reforzó los entrenamientos que practicaban desde hacía 4 años.

A fines de febrero, Mara entró en cuarentena con fecha de viaje: 1° de abril. Pero una nueva pandemia llegó a América del Sur y el 20 de marzo el presidente Alberto Fernández decretó el aislamiento obligatorio y preventivo para evitar la propagación del COVID-19. Comenzaba a haber contagiados y fallecidos en la región. Las fronteras se cerraron, mientras Mara cumplía su propia cuarentena y el resto de la sociedad comenzaba a vivir su encierro.

Las mismas redes que se usaron para convocar las manifestaciones contra los zoológicos fueron las que reflejaron el dolor humano por el encierro y la relación directa con el padecimiento de los animales cautivos fue inmediata.

Todos los días, Mara y las dos elefantas africanas, reciben cuidados en sus patas para evitar las infecciones propias del cautiverio. (Ecoparque)

Pasó el 1° de abril y, con todos los papeles requeridos por la autoridades de ambas naciones en regla y los certificados necesarios para pasar la frontera, Mara seguía esperando. Finalmente, el jueves 7 de mayo se anunció oficialmente que, pese a la extensión de la cuarentena, la elefanta por fin haría último viaje. Pero esta vez para recuperar aquello que le sacaron y comenzar a vivir en un espacio más parecido al que le fue arrebatado apenas nació, antes de 1970.

Realizar el traslado en plena cuarentena significó que las autoridades “entendieran que los animales tienen que ser respetados y tienen derechos. Los funcionarios entendieron que, al igual que muchas personas, tenían el derecho a volver a sus casas y había que repatriarlos. Mara tenía derecho a viajar, luego de cumplir con su cuarentena. Muchas instituciones estuvieron de acuerdo, sin color político, en que debía irse y eso fue fantástico porque estuvo de acuerdo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Medioambiente de la Nación, Brasil por medio de su Embajada, el Senasa y el organismo que cumple esa misma tarea en Brasil”, aseguró Alejandra García.

Mara en el interior de la caja que la lleva al Santuario de Brasil (Ecoparque).

“Es la primera elefante de Argentina que viaja rumbo a un santuario y marca un hito histórico en la lucha por los derechos de los animales”, resumió Sinzoo.

Parte de esos activistas esperaron por ella. “Apenas puedo hablar, la salida de Mara es histórica. Pedimos por su traslado aun antes de que el santuario existiera. Nunca ni a nuestros sueños más locos hubiéramos imaginado que esto iba a suceder”, dijo visiblemente emocionada Malala Fontán, miembro de la organización.

Mara, asiática, de 50 años, es la primera elefanta en dejar Argentina para ir a un santuario. Allí la espera una nueva vida, la tierra colorada, la tierra… Algunas lluvias, altas e interminables montañas, selva verde, mucho verde y silencio, el que desconoce porque los ruidos de la ciudad contaminaban su cielo, el que jamás vio estrellado porque dormía bajo techo de ladrillos y sobre el cemento.

Mara. (Ecoparque)

Desde ahora podrá ser una elefante, relacionarse con su especie, podrá caminar rápido, lo más rápido que su pata lesionada -debido a las cadenas que le ataban para mantenerla quieta e impedir que escapara del circo- le permita...

Dicen que los elefantes tienen memoria privilegiada. Ojalá Mara borre los años de sufrimiento y solo recuerde que durante los últimos años un grupo de personas gritó en las calles por ella y sus compañeros de cautiverio. Ojalá recuerde a quienes, entre lágrimas de emoción, esta tarde le dijeron adiós. ¡Que seas muy feliz, Mara! Que seas una elefanta de verdad.

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