Fue un periodista y escritor el que concibió esta idea que haría escuela: la de elegir a “la mujer más linda de Francia”. La primera reina fue coronada hace 100 años, el 10 de mayo de 1920.
Maurice de Waleffe (1874-1946) escribía para Le Journal. Desde el diario convocó a las jóvenes aspirantes a postularse al concurso y luego invitó a los propios lectores a hacer la selección entre más de 2000 candidatas.
Tras varias rondas eliminatorias, quedaron seleccionadas 49 muchachas, cuyas fotografías fueron distribuidas en los cines parisinos. Allí se las proyectaba en los intervalos entre películas y se entregaban boletas de votación.
Pronto el concurso fue rebautizado Miss France y replicado en diferentes países. Estados Unidos eligió a la primera Miss América en 1921 (erróneamente, la Wikipedia lo considera el primer concurso de esta índole en la era moderna, pero en realidad fue posterior al francés).
En 1951, los británicos organizaron Miss Bikini, y al año siguiente los estadounidenses eligieron a la primera Miss Universo.
Desde entonces, se multiplican estos concursos que van desde los más ambiciosos como Miss Mundo o Miss Universo hasta los más locales, como la elección de una Reina de la Vendimia, e incluso polémicas versiones infantiles.
De la mano de estos certámenes, una nueva tiranía de la belleza hace su aparición y una combinación de cifras la simboliza: 90-60-90. Las medidas de busto, cintura y cadera necesarias para aspirar al trono.
Este año, la pandemia quizás fuerce un paréntesis justo en el 100° aniversario de la pionera Miss Francia y obligue a prorrogar los actuales reinados hasta mejor ocasión. Pero ya desde antes del coronavirus, los concursos de belleza eran blanco de críticas por considerárselos sexistas, por imponer un estereotipo femenino y privilegiar la belleza por encima de otros valores.
Como sea, estos certámenes suelen batir récords de audiencia desde que la televisión los retransmite. Millones de espectadores los siguen cada año.
Pero volvamos al principio. Con motivo del centenario, la revista francesa Herodote reconstruyó la historia del Miss Francia. El promotor del concurso, Maurice de Waleffe, explicó que su idea era “resaltar el esplendor físico” y probar “que la elección de la mayoría revela el tipo instintivo de una Nación”. Hombre de su tiempo, de Waleffe utiliza, como se ve, un lenguaje impregnado de las teorías antropológicas etnicistas de la época.
Pero estamos en el inicio de la década de 1920, los despreocupados “Años locos”, y siguiendo su teoría, de Waleffe pone en práctica una elección relativamente popular de “la más linda de Francia”. Faltaba todavía para que los jurados “especializados” reemplazaran la decisión del público.
El nombre de Miss France fue adoptado oficialmente por el concurso desde 1927. Cada edición, desde 1920 hasta la actualidad, resultó un reflejo de la sociedad del momento, de sus códigos estéticos y también morales.
En 1920, 2063 candidatas se presentaron al primer concurso nacional de belleza de Francia. El diario les atribuyó a cada una un seudónimo para garantizar la imparcialidad de la elección. Eran nombres de flores, de pájaros o de diosas. Las consignas para participar de la selección eran publicadas por el diario. Había que ir a los cines -que de paso se beneficiaban con la promoción-, ya que la votación tenía lugar allí: los espectadores recibían, junto con la entrada, una tarjeta con los nombres de siete de las candidatas y debían colocar los números del 1 al 7 en orden de preferencia, junto a la foto. Luego debían enviar la tarjeta por correo al diario, donde se hacía el recuento de votos frente a un escribano.
El 10 de mayo de 1920 resultó elegida Agnès Souret, de 17 años, oriunda de Espelette, en la Región de los Bajos Pirineos. De padre bretón y madre vasca, 1,68 m de altura cabellos castaño claro y ojos oscuros. La joven, de tan solo 17 años, recibió 4.000 francos aportados por Films-Eclair, una foto artística realizada en un estudio y un estuche de perfumes.
El destino de la primera reina de belleza fue trágico. Murió a los 26 años, por una peritonitis. La necrológica de Le Figaro, transparentando categorías y preconceptos de la época, decía: “El cielo le había dado, además de una belleza impresionante que no se podía menos que amar, (...) una sabiduría y bondad infinitas; tenía el don más precioso y raro de todos: un carácter alegre, que ningún cambio de humor perturbó jamás. (...) ¡Es tan peligroso ser demasiado bella, el orgullo invade tan rápido el corazón humano! Agnès era pura sencillez. Es tan inusual, que una tan linda persona tenga ese carácter de bondad y gentileza, cuando tantas mujeres feas son, además, ¡dañinas! Digamos adiós a la niña inocente, que tímidamente vino a nosotros desde su claro país vasco. No, ella no había nacido para París. Partió directamente hacia el paraíso, el sitio de los ángeles, donde encontró su lugar…”
“Difícil superar esto. Las futuras misses deberán estar a la altura”, ironiza el artículo de Herodote.
Luego de una pausa de cuatro años, entre 1922 y 1926, el concurso vuelve en 1927, y esta vez con anglicismo incorporado -Miss France- y con mayor despliegue institucional y de infraestructura. Se nacionaliza y cada región ha elegido una “Miss” el año anterior. Este modelo “federal” se replicará en otros países cuando, muy rápidamente, el concurso de belleza empiece a ser imitado en todo el mundo.
En 1937, Maurice de Waleffe innova el concurso convocando a modelos de las colonias del todavía imperio francés: así las reinas de Guadalupe, Annam y Tonkin (hoy Vietnam), Senegal, Túnez y Camboya vienen a competir a Francia.
Hay malestar entre muchos parlamentarios y ministros, que no ven con buenos ojos este multirracialismo -hoy se diría diversidad- en la belleza.
En cambio, el presidente de la República, Albert Lebrun, se muestra receptivo y tiene con ellas un gesto de buen anfitrión: las invita a tomar el té en el palacio del Eliseo, sede de la presidencia. La presencia de este ramillete de bellezas exóticas atrae en masa al público que se apretuja en los alrededores del edificio para verlas. La movida de Waleffe resultó un éxito y una inesperada promoción para el concurso.
Por razones obvias, entre 1941 y 1946, no se llevan a cabo los concursos. Francia está ocupada por un ejército extranjero, tiene dos gobiernos, uno en el exilio, y está dividida entre colaboracionistas y resistentes. La guerra barre con las frivolidades.
En 1951, Eric Morley, un empresario británico de la industria del entretenimiento, organiza el Festival de la Bikini, que luego se llamaría Miss Mundo. El desfile en el nuevo traje de baño, luego un clásico de estos concursos, causó sensación y escándalo.
Al año siguiente tiene lugar la elección de la primera Miss Universo por iniciativa de los Estados Unidos.
Los concursos de belleza van adquiriendo fama pero también más reglas, más condicionamientos para las aspirantes y más exigencias de conducta, en especial para las elegidas..
La modernización de la sociedad, la apertura y la superación de algunos prejuicios se reflejan poco a poco en el concurso. Pero para la primera reina negra de la historia del concurso Miss Francia habrá que esperar a 1993: se trata de Véronique de la Cruz, originaria de Guadalupe, que luego hará carrera como modelo y diseñadora.
La primera transmisión televisiva en directo del concurso tiene lugar en 1986, con gran éxito de audiencia.
En cambio, los intentos de lanzar “Monsieur France”, la versión masculina de estos certámenes -igualdad obliga- fueron un fracaso.
No faltaron los escándalos, a lo largo de la historia de los concursos. A las Miss se las obliga a cierta conducta recatada, pese a que son electas en un concurso basado en sus dotes físicas. Se resaltan sus curvas y sus atractivos pero luego se les pide que no los exploten. Al menos no por su cuenta.
Pero la tentación del dinero, a través de interesantes contratos publicitarios, o de la prensa sensacionalista, siempre dispuesta a la promoción por la vía del escándalo, era muy grande para estas jóvenes, y así se suceden los deslices.
Tan pronto como en 1929, Germaine Laborde posó en ropa interior para los fotògrafos. Lo mismo hizo Jeanne Juilla en 1931 y Claudine Auger, en 1958. Algunos quizás recuerden a esta chica Bond de “Operación Trueno”.
La reacción de los organizadores de los concursos frente a estos pecadillos iba de la sanción hasta la destitución. Esto último fue el castigo para Isabelle Turpault en 1983 por una serie de fotos insinuantes en ropa interior en la revista Paris Match.
Isabelle Chandieu, Miss France 85, fue más allá: posó desnuda para la revista Lui. También fue destituida y reemplazada por una de sus princesas, Carole Tredille. Sin suerte para el comité: unos años después, la regente inicia una carrera como actriz porno.
En la década del 2000, el escándalo más sonado fue el de las fotos osadas de Valérie Bègue, Miss Francia 2008, para la revista Entrevue.
Los concursos de belleza no siempre podían sustraerse al clima de la época y muchas veces la política, o la geopolítica metía la cola.
En 1934, una Miss batió el récord del reinado más corto: portó la corona sólo dos horas. ¿El motivo? Elisabeth Pitz, Miss Renania, había nacido en territorio alemán. No importó que su ciudad natal estuviera bajo dominio de Francia. Las protestas fueron tan airadas que la propia muchacha renunció en favor de la primera princesa.
Tensiones análogas rodearon la elección de 1956, cuando Miss Marruecos, Gisèle Charbit, se convirtió en Miss Francia, poco después de la independencia marroquí proclamada en noviembre de 1955.
Muy criticado pero también muy mirado, el concurso anual de belleza no parece afectado por los escándalos a repetición. Cada año, la audiencia ronda los 8 millones de espectadores. Y genera ingresos también multimillonarios.
El señalamiento de la cosificación extrema de la mujer no logra frenar todavía la exhibición de estas jóvenes, como adornos de lujo.
La réplica de los organizadores es que el concurso se ha modernizado y que las candidatas también son sometidas a un test de cultura general…
Es verdad que, progresivamente, el certamen ha ido poniendo condiciones que van más allá de lo estético: por caso, las elegidas deben mantenerse informadas de la actualidad y poder sostener una conversación al respecto, tal vez para contrariar el mandato “sois belle et tais-toi” (“sé bella y cállate”), la ironía con la cual se denuncia el diktat de la belleza como rasgo necesario y sobre todo suficiente de la mujer.
En 2018, por ejemplo, el certamen Miss Alemania elimina el desfile en bikini. Lo mismo hizo Miss América ese año. “Lo que queremos destacar es la personalidad de Miss Alemania y para eso el desfile en bikini no era muy relevante”, fue la explicación de Max Klemmer, director del concurso.
Lo cierto es que estas competencias tienen que adaptarse para sobrevivir y aun así no es seguro que lo logren, ya que lo cuestionado en la actualidad es su mismo principio y razón de ser.
Más allá de las críticas, uno de los motivos de la gran audiencia que reúnen estos concursos es su carácter federal: cada localismo sueña con llevarse la corona como los equipos de fútbol la copa nacional.
El público de cada región, provincia o ciudad alienta a su representante y si ésta consigue el cetro y la corona será un motivo más de orgullo para la patria chica.
Por otra parte, el ser humano es competitivo por naturaleza, de ahí su atracción por los certámenes, del tipo que sean. Miss France, Miss America, Miss Mundo o Miss Universo son un entretenimiento más, como otros programas que ponen en juego la competencia en torno a alguna habilidad.
Los requisitos para las competidoras son relativamente simples pero algunos de ellos no dejan de resultar algo anacrónicos: tener entre 18 y 24 años, medir al menos 1,70 m, no estar casada ni vivir en concubinato, ni tener hijos. Y, algo más complejo en estos tiempos, no tener tatuajes ni piercings a la vista. Ni cirugías estéticas. No haber posado desnuda ni tener antecedentes penales.
El supuesto atractivo del concurso es un año de reinado sin preocupaciones financieras: a los 100.000 euros en obsequios en el momento de la consagración, se suma un sueldo mensual de 5000 euros.
Y para algunas reinas estos concursos han sido la plataforma de lanzamiento hacia una carrera artística o en áreas relacionadas, como la moda. Para otras también, por qué no decirlo, hacia un matrimonio conveniente.
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