El 11 de mayo a las 10 horas los más altos jefes de las Fuerzas Armadas se reunieron en la sede del Estado Mayor Conjunto. No falto nadie, estaban los que integraban el Comité Militar (COMIL) y los tres miembros de la Junta Militar: el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri, el almirante Carlos Isaac Anaya y el brigadier general Basilio Lami Dozo.
Para ese entonces ya se habían producido los primeros escarceos castrenses y, como dato lamentable, había sido hundido el crucero ARA General Belgrano. En el campo diplomático la mediación de los Estados Unidos había terminado en un gran fracaso; la propuesta del mandatario peruano Fernando Belaunde Terry tampoco había avanzado; la iniciativa del Secretario General de las Naciones Unidas se encontraba empantanada y las tenues iniciativas de paz de Canadá y España habían sido desechadas.
Entre los diferentes temas que se analizaron durante el cónclave hay que destacar que los tres comandantes decidieron hacer “un censo o relevamiento de empresas, compañías, entidades financieras, establecimientos de propiedad británica (capitales británicos) para estructurar un sistema que posibilitara el bloqueo de fondos, títulos y demás bienes de esa procedencia, para materializarlo en caso de necesidad nacional.”
El canciller Nicanor Costa Méndez –que ingresó más tarde – informó que había recibido sugerencias de dirigentes políticos (no identificados) que aconsejaban convocar a representantes de los partidos políticos para consultarlos antes de firmar o acordar términos de negociación. A estas sugerencias también unieron expresiones de solidaridad y apoyo. La Memoria de la Junta Militar dejó asentado, también, que el canciller “apreció que Gran Bretaña intentaría una ofensiva militar significativa…”. Como manteniendo un hilo de esperanza en la batalla diplomática, en la reunión del COMIL se analizó “la alternativa de que la solución diplomática llegará recién después de producirse los enfrentamientos militares serios, por lo que se imponía la preparación a la opinión pública argentina al respecto.”
Al día siguiente, miércoles 12 de mayo, en la Casa Rosada, Galtieri presidió una reunión del gabinete presidencial, mientras los dos periódicos argentinos más importantes titulaban: “Lenta y ardua negociación en las Naciones Unidas” y “Obstáculos en la gestión de Pérez de Cuéllar”. Según relató el Secretario de Hacienda, Manuel Solanet, abrió la reunión el Presidente de facto: “Se está llegando al momento de mayor confrontación de voluntades. No habrá imposición total de una voluntad. El resultado no será diez a cero, eso es imposible ni de uno ni de otro lado. No habrá aniquilamiento. Luego de un gran enfrentamiento bélico, aún mayor que el que hoy tenemos, se alcanzará una solución negociada”.
Luego Costa Méndez expuso sobre las negociaciones que se desarrollaban en las Naciones Unidas. El canciller explicó la agenda propuesta por Pérez de Cuéllar e informó que en la mayoría de sus condiciones no existía ningún acuerdo. Finalmente, comentó: “Anoche Enrique Ros (que había reemplazado a Eduardo Roca en la Representación ante las ONU) estaba pesimista”. Luego, Galtieri cerró la reunión pidiendo que se analizara la confiscación de todos los bienes muebles e inmuebles de propiedad británica en la Argentina.
Flotaba, en la Sala de Situación de Casa Rosada, “la sensación de que tanto el Presidente como el canciller sobreestimaban las posibilidades argentinas en el plano militar y, consiguientemente, en el diplomático”, opinó posteriormente Manuel Solanet en su poco conocido, pero no menos importante, libro Notas sobre la guerra de Malvinas.
La Memoria de la Junta Militar no contradice a Solanet pero agrega más detalles. Galtieri inició la reunión informando que “estamos llegando al momento de mayor confrontación de las voluntades de ambos países. En esta confrontación el uso de los medios con la suma de voluntades, es lo que va a dar resultados. Esto terminará con enfrentamiento bélico y, a caballo de ese enfrentamiento, vendrá la solución negociada. Argentina lleva ventajas: estamos en propio territorio y defendemos una causa que consideramos justa en este siglo. Por otro lado tenemos la desventaja de tener un poder militar inferior en la zona de operaciones en algunos aspectos. Sintetizando: Estamos alcanzando la mayor temperatura en el conflicto. Se tiene que producir el violento enfrentamiento previsto. Existe firme decisión de afrontar ese enfrentamiento ya que fue debidamente razonado. En el campo diplomático, con las tensiones propias seguiremos dentro de la órbita de las Naciones Unidas.”
Todo esto se afirmaba a tan solo 10 días de la batalla del Estrecho San Carlos, cuando las tropas terrestres británicas lanzaron la Operación Sutton, una maniobra militar dentro de la Operación Corporate (ocupación inglesa de las islas). A pesar del masivo ataque aéreo argentino pudieron establecer una cabeza de playa.
Mientras se realizaba la reunión de gabinete en la Casa de Gobierno, sobre el mediodía, casi en las puertas de la Cancillería, fueron secuestrados cuatro periodistas: tres británicos (dejados en Lujan) y un norteamericano del Canal 15 de Nueva York (liberado en el Rosedal). Todos fueron abandonados desnudos pocas horas más tarde. No faltaron las explicaciones, ridículas, intentando disminuir los daños a la alicaída imagen del gobierno en el exterior: “A los periodistas se los levantó la Armada para endurecer a Galtieri, derrumbando su imagen externa”. Un comisario que se presentó en la confitería Florida Garden intentó explicar que los periodistas ingleses pueden haber sido secuestrados por el servicio de inteligencia británico. No falto un jefe militar que le echó la culpa a la CIA americana (así fue asentado en el Informe de los tres comandantes al final de la guerra).
Como acompasando los diálogos en la Sala de Situación en la Casa de Gobierno, el ex canciller Mario Amadeo –viejo maestro de Costa Méndez en el áulico Ateneo de la República- expresó: “Algo muy elemental dice que para tener éxito la fuerza de ataque tiene que ser más fuerte y numerosa que la defensa. Según se dice, los ingleses traerán dos o tres mil hombres de desembarco, una cifra inferior a los efectivos argentinos que habría en Malvinas. Por eso los términos de aquella ecuación están invertidos, y las posiciones nos favorecen”. (revista Somos, Año 6, 291).
Horas más tarde, a las 23 horas del 13 de mayo, el comandante de la Brigada de Infantería de Corrientes, general Ricardo Norberto Flouret, comentó a sus amigos la última visita realizada por el general Antonio Vaquero, jefe del Estado Mayor del Ejército, a las tropas en el Sur. “Le dije que no quería hacer el ridículo, ni provocar una carnicería. Que había que transitar la franja del medio. Vaquero dijo conocer que había problemas internos en la Junta Militar.”
Mientras buscaban espías donde no los había, con el paso de las horas, trascendieron detalles de la visita secreta a Buenos Aires en la segunda semana de mayo, del ex subdirector de la CIA y embajador itinerante Vernon “Dick” Walters. Según los mismos, Walters se entrevisto separadamente con los miembros de la Junta Militar. Durante sus encuentros, el funcionario norteamericano intentó convencer a los argentinos de la necesidad de continuar negociando. Además, anidaba en las cabezas del gobierno de Washington, algo que con alguna frecuencia había dicho Galtieri en la intimidad: que si la situación lo forzaba pediría ayuda a los soviéticos y los cubanos.
En otras palabras, era la teoría de “romper el cerco”. Se le adjudicaba a Galtieri haberle dicho a Alexander Haig que “el primer deber de cualquier militar, acorralado, es romper el cerco, y la Argentina no dudará en dar ese paso”. “Era importante tratar de disuadirlo de esta acción, si es que la estaba contemplando seriamente”, comentó años más tarde Haig. El almirante Anaya por su parte fue más contundente: “No importa lo que suceda; nunca, repito, nunca volvería hacia la Unión Soviética. Traicionaría todos los sentimientos que mantuve durante toda mi vida”. Una vez en Washington, Walters calificó al gobierno de Galtieri como “el más pro-occidental de todos los tiempos”.
Después de pasar por Buenos Aires, Vernon Walters viajó a Santiago de Chile para encontrarse con el presidente Augusto Pinochet Ugarte. La cita se realizó el 13 de mayo de 1982 y posteriormente envió a Washington un “Memorando de la Conversación”: “El presidente me dijo que está muy preocupado por la situación de Malvinas. De todas maneras, hay una sola cosa que nos aseguro, Chile no va a tomar ventaja de los problemas de Argentina. Él piensa que los argentinos se metieron solos en este problema por culpa de su imprudencia y agresividad. Él sospecha que si no hubiesen atacado las Malvinas, hubiesen atacado las islas del canal de Beagle. Igualmente, Pinochet ha tomado una posición moderada en este tema.” Lo asegurado por Pinochet no era cierto porque Chile abrió su territorio a los aviones británicos que controlaban los movimientos de las Fuerzas Armadas argentinas.
Más adelante, Walters informó: “Pinochet me preguntó qué había estado haciendo en Argentina, le conteste que no había ido ahí a negociar. Las negociaciones todavía están en manos del secretario de las Naciones Unidas llamado Pérez de Cuéllar. Fui a la Argentina a ver a la Junta con la esperanza de preservar las relaciones de Argentina y Estados Unidos después del incidente Malvinas. Le conté que había estado con todos los integrantes de la Junta y cada uno de ellos me dio su palabra de honor que no recibirían ayuda soviética. Pinochet se mostró incrédulo con respecto a esto. Él piensa que pueden recibir ayuda encubierta a través de un tercero como Cuba o Perú.”
El viernes 14, fuera del foco de atención del periodismo, se realizó una reunión secreta en Puerto Belgrano, en un saloncito pegado al despacho del vicealmirante Juan José Lombardo, Comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (COATLANSUR) que tuvo como protagonistas a los contralmirantes Gualter Allara, comandante de la Flota de Mar; Carlos García Boll, comandante de la Aviación Naval y Carlos Busser, comandante de la Infantería de Marina. Todos los presentes habían tenido una participación directa en la Operación Rosario.
Durante el conclave los tres contralmirantes expusieron sus puntos de vista e hicieron previsiones poco optimistas sobre el futuro, si los efectivos de la Task Force desembarcaran en las islas. Lombardo (que también retenía el cargo de comandante de Operaciones Navales, tercero en la jerarquía de la Armada) se limitó a escuchar. Luego de un largo rato los tres subordinados se retiraron con la impresión de que sus opiniones no habían logrado ser tomadas en cuenta.
El lunes 17 de mayo, los contralmirantes Allara, Busser y García Boll volvieron a ser convocados por Lombardo y, en esa oportunidad, les leyó un documento de 5 carillas. Cuando finalizó, el almirante Lombardo pregunto en voz alta: “¿Hay objeciones?”. Ninguno de los presentes dijo nada. Quizá alguno podía haber esbozado alguna cuestión, ajustado otra visión, aportado otros puntos, pero escaseaba el tiempo para ocuparse de los mismos. Los tres salieron juntos del austero despacho naval y una vez afuera se escuchó decir al contralmirante Allara: “Con esto Lombardo se salva para la historia.” Quizá una frase que tomada a la ligera daba pie a una conducta individualista, pero viniendo del Comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur era un llamado de atención muy serio que no fue tomado en cuenta por sus superiores.
El documento de 5 fojas firmado por Lombardo está fechado el sábado 15, y está dirigido al Comité Militar (los integrantes de la Junta Militar más el jefe del Estado Mayor Conjunto) con carácter de “Secreto” -“S”/82 Letra COOP, IM4- y lleva como título “Elevar Apreciación”. Éste documento inédito, curiosamente, nunca fue tomado en cuenta por los historiadores.
El primer punto, titulado “Apreciación de los hechos acaecidos” describe los primeros pasos con la “ocupación de las Islas (que) fue realizada de acuerdo a los planes establecidos, con muy pocas bajas y pudiendo alcanzarse todos los objetivos. Ello creó una sensación de seguridad en las propias capacidades tanto a las fuerzas propias como al público en general.”
Tras sobrevolar la reacción británica en trece líneas, el punto 1.3., señala que “la primera acción inglesa importante del día 1º de mayo pareció ser un intento de invasión que fuera exitosamente rechazado por las fuerzas propias. Se apreciaron serias bajas en la acción enemiga tanto por el fuego AA (Artillería Antiaérea), como por la acción de los propios medios aéreos. La apreciación actual de este Comandante de Teatro es que tal intento de invasión no existió. Sino que fue una demostración, realizada con propósito intimidatorio, de sondeo de nuestras capacidades y de práctica general para la fuerza enemiga. Esta apreciación se basa en: El enemigo ha demostrado en todas sus acciones anteriores y posteriores actuar con suma prudencia, con gran masa de efectivos y con buen nivel profesional. Si hubiese sido un intento real de invasión ninguna de estas características estarían cumplidas […] En resumen, esta supuesta invasión rechazada y las supuestas importantes pérdidas infringidas al enemigo, reafirmaron nuestro optimismo y los medios masivos de difusión enfervorizaron al público que vió un fácil triunfo argentino y una gran capacidad de nuestras fuerzas.”
En el punto 1.4 se dice: “El enemigo replegó sus fuerzas, continuó recibiendo refuerzos y completando sus medios y posiblemente estudiando y evaluando los modos de acción. Es lógico que esta fuerza que había zarpado con urgencia, necesitara un período de análisis y evaluación en el área de operaciones, organizar las fuerzas que se le iban incorporando y además recibir las directivas políticas para la acción. Así pasaron los días 2 al 4 de mayo sin acciones. Se produce casi simultáneamente el hundimiento del Crucero Belgrano y el ataque al Aviso Sobral. Ambos hechos muestran al mismo tiempo una capacidad para la acción y una moderación en los efectos buscados. Se hundió al Belgrano pero no a los dos Destructores que lo acompañaban [...] El muy exitoso ataque el Destructor Sheffield permitió a las fuerzas propias y al público aceptar los hechos anteriores. Estos se convirtieron así no en un signo de debilidad sino en un estímulo al espíritu de lucha. El enemigo nos atacó e hirió pero supimos y pudimos vengar nuestros muertos.”
El punto 1.5 posa la mirada naval en la fuerza de submarinos: “La evidencia del peligro de los submarinos nucleares sumado a la extensión de la zona de exclusión y de la voluntad enemiga de aplicar su capacidad de acción, hizo replegar nuestras fuerzas de superficie. En las sucesivas etapas de este repliegue se han tenido evidencias ciertas de la presencia próxima de submarinos enemigos listos a actuar de salirse a aguar profundas.”
A continuación, el párrafo 1.6 observa que “nuestros submarinos han tenido evidencias del mal desempeño de los torpedos propios. Las oportunidades en que se concretaron ataques se vieron así frustradas, lo que anula esta arma por el momento.”
La severidad anterior también atañe a la aviación naval en el punto 1.7: “Existen evidencias y otros síntomas del mal desempeño de las bombas utilizadas en ataques aéreos de nuestros aviones. La capacidad de producir daños mediante ataque aéreo a fuerzas navales se evidencia como muy baja pese al elevado costo. Los aviones Super Etendard no tienen capacidad logística para acciones sucesivas.”
“El ataque hoy sábado 15 –se afirma en el punto 1.8- a la pista aeronaval hasta entonces indetectada demuestra que se ha procedido a un relevamiento aéreo de las instalaciones con medios apropiados. Se realizó una operación nocturna con desembarco de spotters (observadores fotográficos), ataque con helicópteros y retirada sin bajas”. Después de tratar sobre las dificultades del aprovisionamiento a los medios argentinos en las islas, el párrafo 1.12 es otro llamado de atención al Comité Militar, con sede en Buenos Aires: “Los daños que hasta el presente se han infligido al enemigo son de difícil apreciación. No obstante, la carencia de evidencias ciertas de bajas, excepto de un avión Harrier y del hundimiento del Sheffield, hacen pensar que las apreciaciones iniciales fueron optimistas. No obstante ello son las que han quedado en el ánimo popular y de gran parte de la propia Fuerza.”
A continuación, bajo el título “Análisis de las capacidades retenidas del enemigo”, Lombardo formula su visión teniendo en cuenta escenarios políticos. “Este Comando –sostiene- no tiene una apreciación clara de la urgencia política del enemigo en definir la situación. No obstante está claro que ya ha soportado, sin inconvenientes, una duración del conflicto de 45 días. También es un hecho que hay fuerzas aun en etapa de implementación y traslado lo que indicaría una posibilidad de prolongación de las operaciones. Los medios de apoyo logístico movilizados son de una importancia tal que implica una gran voluntad y capacidad de persistencia”.
El apoyo electoral logrado a la política de fuerza parecería permitir al gobierno británico una buena libertad de acción, en particular mientras no se sufran bajas importantes [...] El siguiente punto 2 culmina con la siguiente observación: “Solo en el caso de necesitar una definición acelerada se intentará un ataque a la zona de Puerto Argentino cuando nuestra propia capacidad de acción esté muy disminuida.” Luego advierte que “se debe mantener una muy actualizada estimación de nuestra situación militar tanto en el archipiélago como en el teatro y continente para evaluar correctamente la propia capacidad de negociación. Para ello el Comité Militar debe mantener la situación de este Teatro, del Comando Aéreo Estratégico y de la Reserva Militar.”
A continuación el punto 3.2 es otro llamado de atención para las más altas autoridades militares: “Se debe llevar una acción psicológica que destaque la seriedad del compromiso asumido, la magnitud de las fuerzas en oposición, las pérdidas materiales y humanas previsibles y que inexorablemente el conflicto deberá resolverse mediante una solución negociada. Esta acción se debiera iniciar a la mayor brevedad a fin de lograr que se atempere el actual sentido triunfalista de algunas manifestaciones que harán más difícil la aceptación por las propias fuerzas y por el público en general, de los sacrificios de la acción militar y/o la aceptación de los términos de la negociación cualquiera ellos sean.”
El documento fue escrito el sábado 15 de mayo cuando Lombardo tenía sobre su mesa los matutinos que informaban sobre el “lento avance” en las negociaciones dentro de las Naciones Unidas y se daban a conocer las primeras estimaciones sobre los muertos, desaparecidos y heridos del Crucero Belgrano. Mientras, los diarios del día transcribían unas bravatas de Galtieri en las que sostenía que el pueblo está dispuesto a perder “cuatro o cuarenta mil argentinos más” y si es necesario mantener militarmente esta situación otros “seis meses o seis años” y reiteró que no va a “levantar la bandera blanca”.
SEGUÍ LEYENDO: