No saben cómo se contagiaron de Covid-19, ni si fue al mismo tiempo. Pero Walter y su esposa, que estaba embarazada, fueron al Hospital Piñeiro porque tenían sintomas de la enfermedad. Ella quedó internada allí porque el parto estaba próximo. A Walter lo llevaron al Hotel de las Luces para cumplir con la cuarentena. A los tres días, el cuarto hijo de ambos nació. Walter no pudo estar presente.
“Fue un golpe terrible el que sentí ese día -cuenta Walter, un soldador de 33 años que vive con su familia en el barrio porteño de Flores, desde la habitación del hotel-. Estaba como loco. Ella es mi compañera, mi amor, mi vida... y mi bebito nació y no podía estar ahí presente por este virus de porquería. Estaba destruido emocionalmente. Pero con la ayuda de Dios y la contención de los doctores, los enfermeros, los voluntarios y los psicólogos lo superé”.
Desde que inició la pandemia, la Ciudad implementó un protocolo en distintos aspectos de la vida y las actividades de los porteños. Entre ellas quienes vienen del exterior o se infectan como residentes en la Ciudad y utilizan el sistema público de salud son alojados en los hoteles de pasajeros y de infectados asintomáticos como estrategia de prevención. El 75% de los infectados no lo saben ni lo sospechan, son los llamados asintomáticos y, según la tasa de contagio mundial, podrían contagiar, en caso de no aislarse, al menos a 4 personas cada uno. Por eso se hizo imprescindible esa medida.
A Walter lo contactan médicos dos veces por día. Les debe reportar si tuvo fiebre (“gracias a Dios no tengo”, asegura), y recibe la contención de psicólogos. Son las únicas personas que ve en medio del aislamiento, la única posibilidad para controlar con eficacia la pandemia. “La verdad es que el trato de los chicos es muy humano, entienden la situación. Me llaman todos los días y me preguntan cómo estoy, si tengo temperatura, cómo amanecí, si descansé bien, cómo está mi familia. Es como una charla entre amigos o familiera. Te hace bien porque no te sentís ajeno, te soltás y te alivia mucho eso que te genera el encierro”, explica.
“Los días pasan rápido. La semana pasada estábamos tratando de asimilarlo con mi señora y, en un pestañazo, ya estoy comenzando la cuenta regresiva para mi próximo hisopado. Mi gorda se está curando de a poco del cuadro de neumonía provocado por el coronavirus, y a mi bebito el test le dió negativo y está rosadito. Estar acá es la mejor opción, porque si estás en tu casa no sabés qué puede pasar con tus viejos o tus abuelos, si los tenés. Podés vivir toda la vida preguntándote ¿por qué no me recluí?. Es un momento breve el que estás solo. Solo entre comillas, solo físicamente, porque estamos juntos”, concluye.
Facundo Carrillo, secretario de Atención Ciudadana, explica que “la pandemia nos desafió a todos, hoy no importa cual es tu cargo o función, nuestra tarea es cumplir los lineamientos que define Fernán Quirós, el ministro de Salud porteño, junto con su equipo, para el trabajo en los hoteles y estar al servicio de los vecinos para evitar la propagación del virus en la Ciudad. Sabemos que por cada paciente con Covid-19 que estamos cuidando evitamos muchos contagios y le damos tiempo y espacio al sistema público de salud para enfocar todos sus recursos en los casos más complejos”, afirma.
Sin dudas, la puesta a punto de 23 espacios extrahospitalarios en hoteles para recibir a más de 6300 personas de un día para otro fue un desafío que no estaba en los planes del ninguna de las personas que integran el ejecutivo porteño: “Tuvimos que aprender rápido y haciendo; no había tiempo para perder, conocer la historia de cada persona es un llamado a comprender la importancia que tiene que todos respetemos el aislamiento, hay situaciones en las que otras personas no tuvieron elección, no podemos bajar los brazos, esta es una situación histórica que nos exige seguir haciendo nuestro máximo esfuerzo” concluyó Carrillo.
El 20 de marzo -el día que comenzó al cuarentena- llegó desde Uruguay el famoso barco de Buquebús con un joven que infectó a buena parte del pasaje. Todos ellos fueron alojados en el hotel Panamericano. Entre los que permanecieron en cuarentena con vista al Obelisco estuvo Nora Waldhorn, de 61 años y oriunda de Laboulaye, provincia de Córdoba. "Estuve desde el 20 a la madrugada hasta el 30 de marzo que me trajeron acá”, dice por el hotel Escorial, su residencia actual.
Nora, que viajó con una amiga a Uruguay, jamás pensó en un regreso así. A una semana de su arribo al hotel Escorial Nora le hicieron el primer test, y que dio positiva al Covid-19. “El 28 de marzo nos hicieron los test a mi y a mi amiga, a mi el 30 de marzo me dio positivo y a mi amiga le dio negativo. Mi amiga se volvió”.
“Yo te digo la verdad, me han tratado muy bien, lo que he necesitado siempre lo he tenido, lo que está al alcance de ellos (los voluntarios) por supuesto, El desayuno nos lo traen ocho o ocho y media, una cosa así, te golpean la puerta y vos te levantas a buscarlo. El almuerzo igual, tipo 12.30, la merienda tipo 17.30 a la tarde y la cena tipo ocho y media, entre las ocho y las nueve digamos”.
Al llegar al hotel, Nora debió responder a una serie de preguntas referidas a lo que sería su estadía. Le preguntaron si era diabética o hipertensa, para saber qué podía comer. ”Yo les dije nada que ver, de hecho engordé unos cuantos kilos, porque estuve sin hacer nada, me ofrecieron jabón, shampoo, pero igual como yo venía de viaje ya tenía todo eso. Las toallas y las sábanas las cambian todo bien”.
Nora volvió a dar positivo en un segundo test que le practicaron el 5 de abril. Sin embargo cuenta que casi no tuvo síntomas: “Lo único que tuve fue pérdida del gusto y el olfato. Pero ni fiebre, ni dolor de cabeza, ni malestar general o esa tos seca que sí le escuchaba acá a mucha gente. Lo mío, dentro de todo, fue muy leve”.
El protocolo que debe seguir es similar al de Walter: “Acá me dejaron un termómetro digital para que me tome la fiebre, y dos veces por día, a la mañana y a la noche, me llaman. Nunca pasé de 36. Y al no tener síntomas no hizo falta que vengan a mi habitación”.
Lo peor del Covid-19 es la soledad, pero Nora buscó la manera de combatirla. “Tuve mis días…. me acostaba, me levantaba, miraba televisión, me conecté Netflix en el celu, la gente de mi ciudad me acompañó muchísimo porque soy el único caso, así que imaginate. No he podido volver a Laboulaye porque no me dejaban entrar hasta que el test me de negativo”, explica. Como cuentan muchos, la tercera semana fue la más dura: ”se me empezó a poner un poco más pesado, no venían los resultados de los test, yo estaba muy ansiosa, pero la fui tironeando gracias a Dios”.
Pasado ese período Nora, y ante el nuevo test que se avecinaba, Nora se puso muy ansiosa. “Me hicieron el hisopado por nariz y por garganta y el lunes a la tarde ya tenía el resultado. La noticia me la dio una doctora de acá del hotel, me sonó el teléfono y me dijo que ya no tenía presencia de virus. No se como explicarte la sensación que tuve…. lo primero que hice fue llamar a mis hijos. Yo estoy muy agradecida a la Ciudad. El día que nosotros llegamos en Buquebus fue un caos, hasta que nos llevaron en colectivo al Panamericano. Después de eso se acomodó todo. Ojalá la Ciudad gane el juicio, para que el que se subió al barco pague todos los daños que causó”.
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