El epidemiólogo del fin del mundo: “Se puede evitar un pico de COVID-19 sin tener a toda la gente aislada"

El doctor Juan José Alba (48) es pediatra especialista en epidemiología. En 2002, la crisis económica lo llevó a vivir en Tierra del Fuego, y en diálogo con Infobae cuenta cómo es enfrentar una pandemia en la provincia más austral del país

El doctor Juan José Alba en Tierra del Fuego

Tierra del Fuego cuenta con poco más de 160 mil habitantes, la mayoría concentrada en las ciudades de Ushuaia y Río Grande. Es una provincia con mucha circulación debido a la gran afluencia de turismo internacional. “En los cruceros antárticos viene mucha gente, sobre todo orientales”, cuenta el doctor Juan José Alba (48), pediatra especialista en epidemiología. Eso, asegura, provocó gran preocupación cuando empezó la pandemia de Covid-19.

“Tierra del Fuego tiene ciertas características particulares desde el punto de vista de la epidemiología, una vez que se presenta un caso, a la semana se disparan”, explica quien tiene, como experiencia, de haber trabajado en varias epidemias, como el H1N1 o la varicela.

El doctor Alba trabaja en la clínica privada San Jorge y cuando empezaron los contagios fue convocado para formar parte del Comité Operativo de Emergencia. “Ahí es cuando yo empiezo con mi participación en gobierno, pero sin descuidar lo que me corresponde en la parte privada”. Comenzó a participar en reuniones con diferentes áreas como turismo, salud, epidemiología y afirma que todos esperaban algo que nunca pasó: “el chino con neumonía, pero el virus vino solito y se estableció solito”.

Como equipo trabajan semana a semana en ir conociendo entre todos este nuevo virus. “Las cosas cambian día a día, lo que antes parecía que funcionaba, ahora no, y al revés”.

El doctor Alba es pediatra epidemiólogo.

Una de las respuestas claves para la pandemia en Tierra del Fuego, fue dividir tareas. “Eso ayudó un montón para que fuéramos una sola fuerza de ataque para prepararse para enfrentar al coronavirus”. Una persona encargada del sistema pre hospitalario, otra de los equipos de protección, otra del rastreo de casos. “Todo esto sirve pero, a la vez, se van generando muchas rispideces que por suerte se quedan ahí. No es momento para tener disgustos personales. Es momento para encontrar la mejor evidencia y hacer el mejor tratamiento”, explica.

“Desde mi lugar yo siempre trato de darle importancia a las fuentes reconocidas. Desde que empezó la pandemia se ha cuestionado mucho a la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo. Cuestionar a la entidad sanitaria más importante y que vela por la salud de la humanidad me parece que es un error. Podes diferir en alguna cuestión, pero si no confiás en ellos, no podés confiar en nadie. Lo mismo pasa con el Ministerio de Salud de la Nación; es fácil decir que cometieron errores con el diario del lunes en la mano, pero esto es algo nuevo para todo el mundo”, señala. Pero al Gobierno sí le cuestiona la falta de comunicación con la comunidad acerca de lo que se viene: “Ahora el gobierno nos está diciendo cuales son las paradas pero no nos está diciendo cual es el destino final. No nos está diciendo que el viaje es muy largo”.

Y advierte: “El virus no se va de un momento para otro y más si nos estamos cuidando. Mientras más nos cuidemos más va a demorar. Podemos evitar muertes, internaciones, que los hospitales se llenen, que los agentes de salud se enfermen, pero no se va de un día para el otro. No es que vamos a decir no hay más casos y se acabó. La respuesta al coronavirus tiene que ser mundial, hasta tanto el virus va a seguir circulando. Un país no puede cerrar sus fronteras de por vida”.

El doctor Alba alterna, por la pandemia, entre su trabajo con el gobierno de Tierra del Fuego y su actividad privada.

-¿Estábamos preparados para recibir una pandemia?

-No estábamos preparados a nivel país ni provincia, ni siquiera Estados Unidos estaba preparado. No tenemos desarrollado, por ejemplo, el sistema que tienen otros países para el rastreo de casos; nosotros todavía tenemos sistema de paloteo. Y lo mismo pasa con la medicina. La medicina presencial nos parecía que no tenía riesgo: atendíamos sin barbijo, con salas de espera llenas, si mezclábamos pacientes sanos con enfermos no pasaba nada. Por lo que todo esto creo que nos trae un aprendizaje fuerte. Cuando empezó nos dimos cuenta que faltaba mucho equipamiento, batas, barbijos, escudos faciales. Al principio no se podía comprar nada y en la clínica varios voluntarios empezaron a coser barbijos en la casa y mandaron a fabricar escudos faciales. La compra de equipos de protección estaba limitada desde Nación. Pero ya hace unas semanas se restableció y han llegado equipos.

Para él, los equipos tienen que usarse cuando realmente hagan falta, es una de las cuestiones por las que promueve la telemedicina, para que quien realmente tenga que ir a una clínica sea atendido con todas las medidas de protección. “Estoy trabajando mucho con telemedicina y tratando de convencer a los médicos de la clínica a que lo adopten también. Para hacer medicina presencial necesitas equipos de protección que son caros, y si se llega a dar un pico, los vamos a necesitar”.

Una nueva realidad

“Tendremos que cambiar algunas costumbres, pero en algún momento tenemos que salir”, señala sobre lo inevitable. “Este virus pone en cuestionamiento muchas cosas que asumíamos como una realidad”.

La necesidad de juntarnos y estar todos abrazados en la cancha o en un boliche, son algunas de las costumbres que deberían cambiar para evitar el pico. “El distanciamiento social y la higiene son claves, es difícil, pero no es una dificultad económica. Lo que es económicamente difícil es la situación de ahora”, aclara.

El doctor Alba se fue a Tierra del Fuego en el año 2002, empujado por la crisis económica.

Citando a Gideon Lichfield, afirma en forma contundente que nunca volveremos a ese mundo que dejamos atrás, y expresa lo positivo de algunos cambios de hábitos que nos trajo el virus, que algunas costumbres que asumíamos como realidad, pueden ser cuestionadas y modificadas. El uso del automóvil, el teletrabajo, la educación a distancia y el pasar más tiempo en casa son algunos de los cambios positivos que ve en esta nueva realidad.

“Yo era una persona que trabajaba seis días por semana, entre ocho y diez horas. Ahora estoy mucho más tiempo con mis hijos, con mi nieto, tengo más tiempo para compartir, charlar todos juntos”, cuenta sobre su propia experiencia.

Pero los temas que más lo preocupan ante un posible fin del aislamiento son la educación y los espectáculos públicos. “Yo no sé si estamos preparados para la educación a distancia, pero es probable que muchos escenarios cambien. Hay muchos contenidos que pueden darse de manera remota y sólo algunas materias presenciales, sobre todo en el ámbito universitario”.

Y en cuanto a los boliches, afirma que es difícil que los autoricen en mucho tiempo. “Uno como adulto no se metería en ninguna aglomeración de personas por lo menos por los próximos meses. Pero para los chicos es más difícil y habrá que encontrar la manera de que puedan divertirse de otra forma o en grupos más reducidos”.

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