"Primero quise hacer un dragón”, le cuenta Luciano a Infobae y se ríe. El nene de 11 años que vive en el humilde asentamiento de Agrelo -en la localidad de Luján de Cuyo, Mendoza- conmovió a toda la comunidad con su tarea de artes plásticas.
Su maestra de sexto grado, de la Escuela General Espejo, había enviado a sus 35 alumnos una consigna clara: "Hacer una obra con lo que tengas en tu casa”.
Al asentamiento los mensajes escolares llegan por Whatsapp ya que no hay conexión a internet para poder seguir la educación a través del aula virtual.
En la casa de Luciano no había cartulinas de colores ni temperas, acuarelas o marcadores. Salió a la puerta de su casa y vio sus “materiales” : tierra, ladrillos, palitos... Y con eso creó un gran dinosaurio.
"No hice el dragón. Pensé, mejor hago un dinosaurio. Me gustan los que vuelan como el Pteranodon y también el Tiranosaurio Rex. Lo hice con la tierra que encontré”, dice sabiendo que su trabajo llegó a Infobae y luego a otros medios nacionales.
La imagen de Luciano junto a su hermano menor, sentados junto a su dibujo, fue tomada por su mamá y enviada a su maestra Claudia Albaracena: “Quedé impactada cuando la recibí, esa imagen refleja todo el esfuerzo que hay detrás. Quiero rescatar el trabajo de los chicos que, a pesar del entorno, tienen ganas de seguir adelante. Eso valoriza mucho más su obra”, dice orgullosa de su alumno.
La obra escolar en tierra, barro y ladrillo expone la realidad de miles familias argentinas que, a pesar de tener limitaciones socioeconómicas, están comprometidos con el aprendizaje de sus hijos.
“Generalmente no me alcanza para comprar material para todos mis hijos entonces terminan compartiendo”, dice Ivana, la mamá de Luciano a Infobae. “Ahora con la pandemia todo se complicó, pero la llevamos”.
A Luciano lo llaman cariñosamente Lucy o Lucho -"me gustan cualquiera”, dice- es el hermano del medio de una familia numerosa. En total son seis: Matías (18), Melanie (15), Celeste (12), Luciano (11), Brandon (6) y Kerim (4). Viven todos junto a sus padres, Mauricio (39) e Ivana (38), en un asentamiento de Agrelo. Pero cuando se dictó la cuarentena obligatoria -hace ya casi dos meses- quedaron “atrapados” en la casa de su abuela materna en Villa Nueva, Guaymallén.
"Es lejos para trasladarse, son 17 kilómetros de distancia. Por ahora preferimos quedarnos en lo de mi mamá. Además, ella por su edad pertenece a la población de riesgo y no puede salir hacer las compras. Así que la acompañamos y ayudamos. Los adultos nos encargamos de todo, siempre cuidándonos del virus”, dice Ivana, consciente de los recaudos que debe tomar en un contexto de pandemia.
La vivienda de su madre es un espacio reducido donde diez personas que tienen que convivir. "Estamos un poco amontonados, porque también vino mi hermano con mi cuñada para hacer el aislamiento. Nosotros estamos durmiendo en el comedor”, agrega. Pero tienen un gran terreno lindero: “Ahí es donde Lucho y su hermano Kerim hicieron el dibujo con la tierra y los materiales de obra”.
La familia de Lucho -como las de tantos barrios del país- enfrenta dos problemas: por una lado deben respetar el aislamiento para luchar contra el virus COVID-19, mientras que la única manera que tienen para poder llevar comida a sus hogares es salir a la calle a trabajar.
Después de varias semanas de inactividad, Mauricio retomó su rutina laboral como obrero en una viña. “El dueño de la finca es quién nos presta la casa, no tenemos un lugar propio. Ya nos dijeron que nos tenemos que mudar, pero por ahora no podemos buscar nada”.
Con el sueldo Mauricio, vive toda la familia. "Con lo que gana en las obras tratamos de llevar el día a día como podemos”, admite Ivana. ”No es fácil para nadie. Soy humilde, y no quiero depender de nada, solo mantener a la familia con los ingresos de mi marido”.
Lo que nunca dejaron, a pesar del aislamiento, fue la educación. Sin conexión de wifi, usa su teléfono para coordinar con las docentes de la Escuela las tareas de cada materia. "Tengo varios grupos de Whatsapp donde me pasan las indicaciones para cada uno. A Melanie me cuesta ayudarla, porque ya está en la secundaria. A los más chicos, les estoy encima. Si veo que no lo hicieron bien o sin ganas, les pido que lo repitan... Ya me voy a recibir de maestra ciruela”.
Ivana está comprometida con el estudio y quiere asegurar la calidad de aprendizaje de sus hijos, algo que ella nunca tuvo. “Solo puede terminar la primaria, y mi marido completó hasta segundo grado. Quiero algo mejor para ellos. Por eso, les insisto tanto a que estudien y sean responsables, porque después van a poder elegir hacer lo que los hace felices”.
Luciano ya sabe bien qué lo hace feliz, por lo menos por ahora. “Soy hincha de River Plate, me gusta el fútbol y el básquet, esos son mis dos deportes preferidos”. Y ante la pregunta de qué quiere ser cuando sea grande, no duda: "Quiero ser profesor de Educación Física”.
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